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sábado, 28 de febrero de 2015

PRESIDENTA BRASILEÑA A 15 KILOMETROS DE LA FRONTERA. DILMA ROUSSEFF INAUGURA PARQUE EÓLICO. Por Julio Dornel.


Escritor y periodista Julio Dornel

La presidenta norteña Dilma Rousseff, acompañada de una nutrida delegación oficial que volaba hacia Montevideo, se detuvo por algunas horas en el municipio de Santa Vitoria do Palmar, para inaugurar la primera etapa del mayor Complejo Eólico de América Latina, denominado “Campos Neutrales”. En el marco de este proyecto, la presidenta norteña inauguró la primera etapa del Complejo GERIBATÚ, que contará en principio con 120 aerogeneradores con energía suficiente para abastecer principalmente a las ciudades riograndenses de Pelotas, Río Grande y Porto Alegre.
Durante un breve acto protocolar los técnicos norteños señalaron la importancia del proyecto y los beneficios que aportará al Estado de Río Grande, y al país una vez finalizada la obra.  En una superficie aproximada a las 10 mil hectáreas se han instalado más de 300 aerogeneradores que una vez en funcionamiento podrán abastecer a más de 4 millones de consumidores. Cabe señalar que la próxima etapa se realizará en el municipio fronterizo de Chui, a pocos metros de la línea divisoria de ambos países. La presidenta que llegó en helicóptero desde la ciudad de Pelotas, para evitar las manifestaciones de comerciantes y camioneros apostados en BR 471, no pudo evitar en cambio el abucheo y cantos de protesta de 300 manifestantes que si bien no pudieron ingresar a la carpa, se hicieron sentir ante el atento dispositivo de seguridad.   Queremos señalar que los turistas desprevenidos que visitaron Chuy y La Barra en la presente temporada se vieron sorprendidos por el nuevo panorama visual que presentaba la campaña que circunda el arroyo Chuy desde esta ciudad hasta su desembocadura en el océano atlántico. En los últimos meses han surgido como hongos los imponentes molinos que integran el mayor parque eólico de Sudamérica. Se trata de un nuevo ejemplo del aprovechamiento de la energía eólica mediante un elemento insustituible como lo es el viento.

EL DIFÍCIL OFICIO DE VIVIR. Laura Inés Martínez Coronel


 


“Soportar la vida es más difícil que morir”

Vladimir Mayakovski.

El hambre, el ruido sordo en el estómago helado, las llamaradas de fuego en el bosque lejano, un hombre que se diluyó en el humo. La gente no debe matarse, debe amar la vida, no ser egoísta, el dolor tiene que tener atisbos de “racionalidad”.
Veo una noticia sobre un sucidio.Un hombre en llamas en el lugar donde nací. Comentarios debajo del triste suceso en letras de molde. “Qué egoísta” escriben con impiedad.
El dolor te devora, escurridiza bestia informe en completo disimulo torturada de indiferencia, eso es el hombre. Quién sabe en qué momento de honda pena estalla sobre su piel el río de piedras homicidas. Muere, pero lo matan, parece que lo hizo solo, no es tan así. La sociedad puede matar, el desamor, la incomprensión, el feroz desasosiego, un cansancio sin nombre. Algunos sacan deducciones, escriben una carta, y quien sabe su último gesto sea una canción.

El nada sencillo oficio de vivir en un pueblo desauxiliado que es muchas esquinas del mundo, una mano que se vuelve puño y golpea insistentemente la puerta de una cárcel devorada de cerrojos, el fantasma de piedra que sacude la felpa de su saco viejo en cualquier patio, el último aeropuerto donde todos descienden ante la otredad infinita del desencanto.
Paredes, escaleras mecánicas, ruidos, zapatos que parecen no llevar pies, diminutos aparatos interconectados que no tienen rostro, máscaras que no necesitan ningún carnaval.
En la feroz despiadada circunstancia de lo efímero existe un temor de eternidad subyacente para el que vive rodeado de dolor. Las mutilaciones severas no suelen verse, a veces una fotografía desvaída muestra pena. “¿Estás triste? No puedes estar triste”. El tema es algo más complicado, no se quiere estar triste, sucede, como una cama llena de cuchillos ardientes  que circundan una persona en posición fetal temblando.
Veo otra noticia, casi al mismo tiempo. La bandada de dados del imposible azar. Una cifra bastante dura sobre la cantidad de suicidios a los que conduce el desempleo. También hace unos meses saqué una foto de una casa muy precaria, con techo de cartón y bolsas negras, de esas que se utilizan para poner basura en los edificios. Allí había niños y una mujer profundamente delgada mirando al vacío, condenada al plato envenenado que si bien puede saciar el hambre también mata. La foto era para acompañar un informe sobre la cantidad de enfermedades siquiátricas ocasionadas por la pobreza.

No todos los enfermos psiquiátricos son los “dulces monstruos abominablemente bellos” que tememos encontrarnos debajo de la cama, semejantes a los multiplicados temores a los que huimos y aparecen traidores detrás de  ventanas blindadas que se abren de golpe ante un extraño viento que ni siquiera logramos ver, no todos son personajes de cuento ni tampoco fantasmas que caminan por corredores esperando la visita que nunca llegará.
Muchos son seres humanos simples que viven en esta sociedad dónde son raras las personas sin llagas, en las ruinas de los muchos derrumbes lo que sobra es el polvo molesto que se pega a la desnudez tan metafórica cómo temible de nuestro andar vagabundo y sin ninguna duda hay miles de seres condenados a la tristeza por razones completamente objetivas, sin pan, sin trabajo. Lo único que tienen en exceso es la  desesperanza.

Nadie tiene por opción la infelicidad. No creo que un suicida se mate por egoísmo, olvidando la orfandad de los supuestos afectos, no creo en eso, no hay libro que me convenza de un disparate tan grande.
Entro en el foro donde no se quien dice cosas de ese estilo, alguien me corrige una estadística y pienso cuán extraños somos, importan más las cifras sujetas a cambio todos los días, si se elige el puente o el aljibe, que el problema de fondo, el gran desgarro. Parece que hay una especie de show exhibicionista de la catástrofe diaria y pocos ámbitos dónde decir ternura. Seguimos muchos en el camino de las sumas y las restas, de ahí a la conferencia pulpitaria sobre cómo sobrevivir a la próxima tempestad con un paraguas deshecho. Lo imprevisible es seguramente la certeza más grande.
Pienso, “se ha matado por no poder soportar la vida”. Problemas económicos, falta de afecto, tal vez una enfermedad, el desamor agigantado, la pavorosa incertidumbre, el pobre, a veces imposible manejo de la realidad circundante.

El “big brother” del espanto siempre escupe sangre. Me retiro a tiempo, antes de que las barbaries se reproduzcan y para colmo con faltas de ortografía severas y errores de concepto insoportables, y lo peor, pero lo reventadamente peor de todo con juicios de valor  decididamente inaceptables.
¿Qué puede hacerse ante el sufrimiento humano que desborda todas las cátedras posibles, no responde ni siquiera al abrazo tímido de un prójimo distraído que todavía sabe a medias el oficio del amor?

Detenida ante el paredón de la inutilidad más grande, me voy al lugar dónde el corazón en descompaso me ha de llevar a los sitios de siempre, con sus desordenes eléctricos que parecen partir de una cabeza muy de cuestionarse todo, tal vez a un gen medio traicionero obediente a la  arritmia del dolor cotidiano.
La gente muere de tristeza, no es una poesía, no es canción con quena, es la realidad. Aquella canción de Vinicius viene a mi cabeza “Un hombre llamado Alfredo”. Si, “el vecino de al lado se murió de soledad.”

Recuerdo a un amigo que vino del exilio con sus enormes ojos azules y una delgadez asombrosa. Una tarde mientras escuchábamos a Maria Creuza se puso a llorar.Dijo”ah si yo tuviera una compañera, un trabajo, pero solo mi madre me salva y ya tengo cuarenta años. Si tuviera quien me escuchara, todo sería mejor. Los problemas serian iguales pero llegaría a casa y los conversaría con alguien”. Poco tiempo después su madre enfermó y murió. Fue algo rápido, inesperado y triste, como muchas historias humanas. Un día una amiga me contó que estaba preso. Poco tiempo después que lo habían hospitalizado. Lo último que me comunicaron fue su muerte. Fue desapareciendo del mundo y se fue de el con la misma indiferencia con la cual había sido tratado. Nunca le encontraron enfermedades físicas, pero mirando la pared vacía se convirtió en un muerto sin  nombre. Su familia tardó mucho en encontrarlo y ni se si eso a lo que llamo “familia” lo era de verdad. Está por ahí, en algún ataúd de olvido, vuelto polvo.
Un suicida no es un egoísta. Está poderosamente lastimado. Quizás deberíamos mirarnos cuando llevamos a otros a ocupar los túneles del olvido cubiertos por la desesperación en vez de taparnos la cara cuando corren por los patios de la ausencia cubiertos en llamas y nos da como mucho un acceso de tos.

Laura Inés Martínez Coronel-publicado en "Caras y Caretas".Viernes 20 de Febrero.

Recordando a Julio Strassera, el valiente fiscal del "Nunca más"

http://www.infobae.com/

Con motivo del fallecimiento del responsable de enjuiciar a las Juntas Militares, el cineasta Pablo Racioppi, quien se encuentra realizando un documental sobre su figura, lo despide con dolor y admiración
Hace exactamente un año empecé a pensar en un nueva idea para un posible próximo documental.
Pensaba en por qué el Juicio a las Juntas Militares, acaso uno de los acontecimientos cívicos mas relevantes que pudo concretar la sociedad argentina en su historia, ha sido olvidado. No figura en los calendarios ni en las efemérides. No figura en los discursos oficiales de los doce años ininterrumpidos de una gestión de gobierno que dice tener los DDHH como uno de sus pilares ideológicos. No hay monumentos, casi no hay homenajes para esa epopeya.
Junto a Federico Karstulovich, colega y guionista, pudimos conocer al Dr. Julio Cesar Strassera y proponerle el proyecto que sería su documental. El del representante de la sociedad civil ante la Justicia en un juicio inédito. Queríamos que de su voz se entiendan las enormes dificultades que hubo que sortear para algo que no tenía antecedentes locales ni internacionales. Y también, qué nos ha legado para el futuro.
Fuimos dos veces a verlo a su casa. La primera, a mediados de enero. El primer dato conmovedor fue entrar a la habitación de servicio de su departamento donde se encontraba su austero despacho. Apenas una biblioteca a un lado, una pequeña ventana al aire y luz del edificio y un escritorio. En las paredes solo colgaban dos marcos con vidrio: en uno, la fotografía suya conversando con Borges el día que éste concurrió a una de las audiencias y en el otro, el original de la caricatura que le hizo Sábat.
Le preguntamos cómo había sido posible hacer un juicio que no apoyaba el peronismo, ni otros sectores políticos y que las FFAA saboteaban. Señaló a un marco mas pequeño apoyado en un estante de la biblioteca, en el que él y Alfonsín se estrechan la mano. "El juicio se pudo hacer solo por la convicción de ese hombre. Esa foto fue tomada el día anterior a la primera audiencia. Me dijo que, como máxima autoridad del poder ejecutivo, no me daría instrucciones. Que hiciera lo que considerase que debía hacer un fiscal. Algo impensable en esta época".
Pedí sacarle una foto a esa foto con una pequeña camarita. Karstulovich registró ese momento con su celular y descubrió después que, a pesar del gesto generalmente adusto del Dr. Strassera, quedó registrado sonriendo con una alegría casi infantil. Me atrevo a afirmar que estaba tan notoriamente entusiasmado como nosotros con el proyecto.
A principios de febrero fuimos una segunda vez a su casa para ultimar detalles y ponerle fecha a los días de rodaje. Nos pidió que lo llamáramos el lunes 16 porque antes iría a Tandil a descansar con su mujer. Mientras esperábamos el ascensor le comentamos sobre el destino de otro fiscal, asesinado unos días antes. Lo último que nos dijo fue: "Cuando se hizo el Juicio, los militares aún tenían poder de acción y de daño. Llegaron a amenazarme, pero no pasó de eso. Es increíble que treinta años después, sin los militares y en plena democracia, asesinen a un fiscal. Es verdaderamente increíble"
Dos días después tuve que viajar a México por trabajo. En la mañana del lunes 16 lo primero que hice fue intentar adelantar la fecha de mi vuelta y mientras a Karstulovich no le atendían el teléfono en casa de Strassera, nos enteramos de su internación.
Como si se tratara de un destino fatal, el fiscal del juicio olvidado, acusado perversamente de haber sido "el fiscal de la dictadura", ya no estaría para su documental.
Nos queda trabajar en un documental con su ausencia, porque la fatalidad hizo que ya no tuviera tiempo para participar de ese trabajo. Curiosamente, en un tiempo en que otro fiscal fue ausentado prematuramente.
Hoy lo despido con íntimo dolor y con la sensación de ser ciudadano de una inexplicable tragedia, en la que los representantes de la civilidad, en Argentina, parecieran ya no tener otro sitio posible que la ausencia.
El autor es el director de los documentales "El Olimpo vacío" y "El Diálogo".

Venezuela está más lejos que nunca de la democracia y la paz social. Por Daniel Chasquetti



Autor: Doctor en Ciencia Política. Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.


 Afirmar que Venezuela es una dictadura resulta tan erróneo como sostener que es una democracia. Lamentablemente, la república bolivariana se encuentra extraviada en algún punto intermedio entre ambos estadios políticos. Venezuela es un país que realiza elecciones limpias y competitivas regularmente pero muchos de los derechos típicos de la democracia no se cumplen. Esa contradicción responde al profundo desacuerdo de los actores respecto a las reglas básicas con que el sistema político debería funcionar. Hace dos semanas, se cumplió un año de la desaparición física de Robert Dahl, uno de los politólogos más influyentes del siglo XX. En su libro La Poliarquía (1971), Dahl enseña que el gobierno democrático debe brindar igualdad de oportunidades a sus ciudadanos para formular y manifestar sus demandas sin sufrir por ello perjuicios o persecuciones. O sea, la democracia como régimen político debe garantizar libertad de expresión, de asociación, de votar representantes, elegibilidad de los principales cargos públicos, diversidad de fuentes de información; elecciones libres e imparciales; etc. Dahl denominó poliarquía al régimen que consagra esos derechos y señaló que la profundización o reversión de los mismos puede cambiar la naturaleza del régimen político. O sea, un país puede ser democrático en tanto haga cumplir ciertas garantías del juego político y si las vulnera dejará de serlo rápidamente para convertirse en algo muy diferente. De allí la metáfora de que la democracia es como una planta que requiere ser regada cada día. Exige cuidados, observancia y respeto a sus reglas básicas, algo que Venezuela no ha logrado en las últimas tres décadas. En los años setenta del siglo pasado, Venezuela había alcanzado un status poliárquico. La mayoría de los requisitos de Dahl se cumplían a cabalidad pues no sólo había elecciones limpias y regulares sino también alternancia en el ejercicio del poder. El país era admirado en la región por su desarrollo político, su pujanza económica y sus incipientes logros sociales. Mientras en el continente cundían las dictaduras militares, Venezuela recibía exiliados y sus gobernantes denunciaban en foros internacionales la situación oprobiosa sufrida por sus vecinos. Sin embargo, las cosas comenzaron a andar mal en los años ochenta. La crisis del petróleo asestó un duro golpe a su economía al tiempo que los partidos políticos tradicionales abandonaron su talante programático y adoptaron un estilo de hacer política de corte particularista. Los sucesos de corrupción comenzaron a multiplicarse mientras la economía ingresaba en un letargo interminable. Los organismos multilaterales tan propensos a las recetas recomendaron ajustes económicos que los gobiernos de la época cumplieron al pie de la letra. Por esos motivos, los noventa fueron años críticos, con protestas sociales, muertes en las calles, intentonas de golpe, un presidente destituido por corrupción, y unos partidos cada vez más alejados de la ciudadanía. El derrumbe se precipitó en 1998 con la aparición del comandante Hugo Chávez Frías, quien fue capaz de interpretar el desánimo y frustración de amplios sectores de la población. El salvador fue ungido para enfrentar la corrupción partidaria, la exclusión social y el crónico rezago económico. Para ese entonces, ya era un error considerar a Venezuela como una democracia en términos de Dahl. El régimen había dejado de ser una poliarquía para transformarse en un híbrido, muy próximo a la democracia delegativa tal cual la definiera Guillermo O´Donell. En el año 2000, el Comandante Chávez sancionó una nueva constitución mediante un método de reforma no previsto en las reglas de juego (consulta popular, elección de una Asamblea Constituyente, y plebiscito ratificatorio) lo cual generó un fuerte rechazo de sus opositores. El pacto constitutivo del nuevo período nacía sin el consenso imprescindible de los actores políticos pese contar con un innegable respaldo popular. La elección de autoridades bajo el nuevo formato permitió a Chávez concentrar un enorme poder político e institucional. El Congreso, la Corte de Justicia y el Tribunal Electoral respondían a la nueva hegemonía política y el espacio de la oposición quedaba reducido a unos pocos gobiernos regionales y locales. Chávez había sentado las bases para la construcción del socialismo del siglo XXI en Venezuela. Transcurridos tres lustros de gobierno chavista, los resultados alcanzados lucen tan escasos como mediocres. Paradójicamente, la revolución bolivariana no consiguió escapar del mismo mal que sufrieron los anteriores gobiernos. Cuando el precio del barril de petróleo subía, el gobierno aumentaba el gasto público y lograba algunos avances interesantes en materia social, pero cuando el flujo de divisas menguaba comenzaban a surgir serios problemas. El desabastecimiento y la inflación fueron enrareciendo el clima social y la polarización entre gobierno y oposición se transformó en moneda corriente. Mientras los gobernantes eran observados por los opositores como intrusos que pretendían refundar al país sobre bases no liberales, los chavistas consideraban a sus opositores como resabios del antiguo régimen que trababan el avance de la revolución. Ambos bandos mostraban un escaso apego a los principios democráticos al considerarlos como un método instrumental para alcanzar ciertos fines. En muchas ocasiones, el gobierno persiguió y hostigó a los opositores, clausurando medios de comunicación y amenazando con expropiar sus bienes particulares. Los opositores, a su vez, no entendían razones, apoyaron primero un golpe militar, más tarde se abstuvieron en las elecciones legislativas y finalmente promovieron sin éxito un referéndum revocatorio del mandato presidencial. Y así fueron pasando los años, con polarización y tensión social, y sin construir lo que Dahl denominó un sistema de mutuas garantías para la democracia. Bajo ese esquema, el gobierno debería percibir que el costo de suprimir a la oposición es más alto que el costo de tolerarla; y la oposición, al sentirse tolerada, podría alimentar la esperanza de alcanzar el gobierno mediante la conquista del voto popular. Nada de eso sucedió en Venezuela: fueron años de tensión y malestar. En estos días, la situación ha vuelto a agravarse con la detención del Alcalde de Caracas, la destitución de otros alcaldes y la muerte de jóvenes manifestantes en las calles. El drama tiene como telón de fondo a una economía en ruinas y un descontento popular en permanente ascenso. En un año con elecciones legislativas, Maduro prefirió perseguir a la oposición y centrar la agenda del país en el combate a un supuesto plan de golpe de Estado antes que afrontar y digerir una campaña electoral centrada en el fracaso económico y la carestía que vive el pueblo venezolano. Es evidente que el modelo económico chavista ha fracasado y que el pueblo venezolano espera cambios. Sin embargo ese camino de transformaciones se presenta tortuoso a la luz de la escasa disposición de los actores para encontrar entendimientos. El camino de la paz y la construcción democrática requiere del diálogo de las partes, algo que Maduro ni los líderes radicales de la oposición parecen querer. Reclamar acercamientos en torno a la institucionalidad democrática parece ser una posición muy razonable para todos aquellos que pretenden ayudar a Venezuela. No obstante, desde el exterior también debería señalarse, y obviamente censurarse, las persecuciones y encarcelamientos. La derecha partidaria del continente ha levantado a Venezuela como una bandera política, transformando un asunto de política internacional en un tema de política doméstica. Por ese motivo, las izquierdas latinoamericanas han quedado entrampadas en el dilema de sostener ciertos principios -condenando abusos y persecuciones-, o mantener la solidaridad sus socios gobernantes. A nadie se le escapa que Chávez y Maduro regaron de dólares la región durante la última década y que no pocos gobiernos progresistas le deben favores. El transcurso de los días aumentará el costo del silencio y colocará a los gobiernos de la región ante el deber de emitir una posición sobre el tema. Llama la atención, en lo que refiere a nuestro país, la ambigua posición asumida por el Frente Amplio en su declaración de esta semana, sobre todo si se toma en cuenta que el hecho de que sus viejos dirigentes fueron perseguidos por la dictadura militar y que algunos de sus grupos constitutivos sufrieron duramente el desborde autoritario anterior al golpe de 1973. A la larga, el desentendimiento acerca de las tropelías del gobierno de Maduro puede ser una posición equivocada ya que vulnera principios históricos de esa fuerza política y restará autoridad moral a sus dirigentes para hablar democracia en los próximos años. El nuevo gobierno de Vázquez podría enmendar el error hablando claro sobre la situación y evitar así que el principal partido del país permanezca entrampado en una posición de ambigüedad que casi raya la hipocresía. La construcción de la democracia en Venezuela será un dramático camino de aprendizajes y renuncias. Los recientes acontecimientos empujan al país en el sentido contrario. Los actores principales no parecen reaccionar y el escenario internacional terminará condenando al país al aislamiento. Como reza el título de esta ya larga columna, Venezuela está más lejos que nunca de la democracia y la paz social.

viernes, 27 de febrero de 2015

Muere Leonard Nimoy, el comandante Spock de ‘Star Trek’


El actor, que sufría una enfermedad pulmonar, ha fallecido a los 83 años de edad

Spock de Star Trek

El actor Leonard Nimoy, popular por su papel del Mr. Spock en la serie Star Trek y las películas de la franquicia, ha muerto a los 83 años de edad, según informan medios estadounidenses. Su mujer, Susan Bay Nimoy, ha confirmado el fallecimiento a The New York Times.

Muchos han sido los actores que han sufrido la pesadilla del encasillamiento. Otros jamás han podido superar el peso del personaje más memorable que marcó sus carreras. Pero el caso de Leonard Nimoy, a quien todo el mundo recordará siempre como el racional Spock de la serie Star Trek, mitad humano, mitad vulcaniano, es ligeramente distinto. Nimoy no fue ni un actor encasillado, ni alguien que no pudo sobreponerse a una única interpretación memorable, sino que fue uno de esos pocos privilegiados que podían presumir de encarnar, de la cabeza a los pies, a un poderoso icono de la cultura popular. “Mi trabajo era lograr que el personaje fuese creíble”, declaraba el actor en una entrevista concedida en 2008, un año antes de retomar al personaje en la película de J. J. Abrams que relanzaría la franquicia Star Trek, “Spock es un personaje muy interesante, inusual, muy inteligente. Pienso que a la gente le gusta su inteligencia. También tiene sentido del humor, es extremadamente fiable, útil en toda crisis, alguien capaz de resolver problemas y, sobre todo, un buen amigo de los humanos”.
El peculiar equilibrio de fuerzas entre el sanguíneo, chulesco y emocional capitán Kirk que encarnaba William Shatner y el racional, gélido, pero siempre preciso en el uso del sobreentendido Spock definió, en buena medida, el poder de seducción de esa serie de ciencia-ficción, creada por Gene Roddenberry en 1966, que, tras su prematura cancelación en su tercera temporada, alentó uno de los más complejos –y longevos- fenómenos de fans en la historia del medio. Bajo la piel de Spock, Nimoy fue mucho más que un actor de escueta expresividad con puntiagudas orejas de maquillaje: el actor, nacido en Boston el 26 de marzo de 1931, consiguió articular toda una filosofía de la vida, sin renunciar nunca a un palpable sentido del humor. El mítico saludo del personaje fue, de hecho, invención suya: un gesto forjado a imagen y semejanza de esos sacerdotes judíos que formaron parte esencial del entorno familiar del actor, que tuvo en la defensa y divulgación de las raíces culturales del judaísmo ortodoxo otra de las grandes pasiones de su vida.
La larga y próspera vida de Nimoy terminó este pasado viernes 27 de febrero, a consecuencia de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica que le fue diagnosticada cuando llevaba treinta años sin consumir tabaco. Nimoy había anunciado su retiro en abril de 2010, pero fueron diversos los trabajos, todos ellos relacionados con la aureola mítica de Spock, que le reclamaron a partir de ese momento, convirtiendo su supuesta jubilación en deseo perpetuamente postergado: en los últimos años, Nimoy fue el Spock en una línea temporal paralela en las dos películas de Star Trek de Abrams, pero también el memorable e inquietante William Bell de la serie Fringe, la voz de Sentinel Prime en Transformers: el lado oscuro de la luna (2011) de Michael Bay –que, por cierto, era el primo de su esposa Susan Bay Nimoy- y el sueño mitómano de Sheldon Cooper en un episodio de The Big Bang Theory.
Algo escrito en el firmamento, si es que tenemos que creer en estas cosas, parecía predestinar a Leonard Nimoy a un largo compromiso con la ciencia-ficción antes de ser Spock: abundan los títulos del género en el primer tramo de su filmografía, como el serial de la Republic Zombies of the Stratosphere (1952), la memorable monster movie de Gordon Douglas La humanidad en peligro (1954) y la paupérrima pero imaginativa adaptación de un clásico de Robert Heinlein The Brain Eaters (1958) de Bruno VeSota. Pero el actor tenía también otras inquietudes, como su interés por el teatro de Jean Genet: Nimoy no sólo apareció en la adaptación cinematográfica de El balcón que dirigió Joseph Strick en 1963, sino que produjo y protagonizó la adaptación cinematográfica de Severa vigilancia que dirigió Vic Morrow en 1966.
Nimoy, que dirigió dos películas de la saga Star Trek y cambió de género para firmar la película más taquillera de 1987 –Tres hombres y un bebé-, alternó la interpretación en películas y series con una carrera como fotógrafo artístico, con predilección por el desnudo femenino. También tuvo sus candorosos extravíos en el territorio de la música folk vertiente bizarre: su disco Mr. Spock’s Music from Outer Space es todo un clásico trash. Que escribiera dos libros de memorias de títulos contrapuestos –I Am Not Spock (1975) y I Am Spock (1995)- da fe de que, si bien alguna vez mantuvo una relación de amor/odio con su personaje, finalmente aceptó que la inmortalidad vulcaniana era su destino.