Referirse a lo ocurrido hace cincuenta años en el Uruguay supone, al menos para mí, tres planos diferentes.
La historia contada en libros, alguna película, documentales, testimonios, historiografía.
La historia construida durante el tiempo que hemos vivido, lo que sucede al mismo tiempo que transcurre nuestra existencia y que es reflejada por los diferentes medios de comunicación, básicamente la prensa, libros dedicados al tema, aunque hoy también las plataformas virtuales tienen una especial incidencia en generaciones jóvenes. Una historia en la que sin saberlo a veces somos actores en nuestra propia vida, es una historia muy subjetiva.
La propia versión de la historia, la vivida, la experimentada, observada, documentada en algún caso, que, a su vez, se conjuga con las diferentes versiones que acompañan cada suceso: lo de la película Rashomon, de Akira Kurosawa, en que una violación y asesinato tiene cuatro versiones diferentes, según cada uno de los cuatro testigos.
Esos planos se nos mezclan en una nueva forma de subjetividad. El punto es —en eso, nuestro oficio periodístico colabora mucho— lograr un distanciamiento para que esa subjetividad no se traslade al producto final. Un riesgo no menor en este proceso, es creer que nuestras opiniones son las verdaderas.
No es fácil sustraerse a lo anterior: la explicación misma que se intente, puede ser una manera sutil de imponer lo que uno piensa.
A partir de tener esto bien presente, tanto en un guión, como en una edición para un producto audiovisual, como en la música y las fotografías utilizadas para evocar aquel tiempo, etc. es que podríamos obtener un producto realmente honesto y por lo tanto eficaz.
Sobre todo, en una sociedad dividida como es la uruguaya — y yo diría la mayoría de las sociedades hoy: estadunidense, mexicana, brasileña, argentina, ni que decir, peruana, colombiana— tenemos que ser realmente equilibrados, sin segunda intención de verdad, para que sea un producto que aporte. [Primera nota de la serie A 50 años del golpe de estado de 1973]
Hugo Machín Fajardo. Redactor Especial del Portal Análisis Latino y del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), de Buenos Aires. Periodista desde 1969, una forzada interrupción entre 1973 -1985, no le impidió ejercer el periodismo clandestino. Secuestrado en 1981 por la dictadura uruguaya, permaneció desaparecido y torturado hasta 1982, en que fue recluido en el Penal de Libertad hasta 1985. Ex -docente de periodismo en Universidad ORT, de Montevideo. Ex vicepresidente de la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU). Jurado del Premio Periodismo para la Tolerancia, 2004, de la Federación Internacional de Periodistas (FIP) /Unión Europea. Coordinó "Periodismo e Infancia-2005". Integró diversas redacciones periodísticas de medios y agencias de noticias en Montevideo, Uruguay. Reside en Colombia desde 2009.