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domingo, 3 de noviembre de 2024
viernes, 25 de octubre de 2024
miércoles, 23 de octubre de 2024
¿QUÉ HACER POR LA CULTURA DE ROCHA?
“Izquierda sin cultura no es izquierda” (Mariano Arana)
Lo cultural excede por mucho lo artístico; su naturaleza social es tan dinámica y abarcativa como aquellos límites de su definición, por lo que pensar la cultura únicamente desde el flanco de las artes resulta, si se quiere, una simplificación. Al pensar en esos límites, visibilizando la diversidad contextual, así como las prácticas culturales implementadas que indefectiblemente nos aparcan en la coyuntura de las “emergencias sociales”, donde además se entrecruzan las tensiones prelectorales del marco político, resulta imprescindible procurar herramientas que nos habiliten a expandir nuestra mirada de gestión cultural de la forma más equitativa y urgente posible.
Una herramienta sistemática para llevar a cabo este objetivo e involucrar a las comunidades en la identificación y registro de los bienes culturales locales, (con la implicación de que la información resultante sea útil para crear estrategias colectivas, procesos de planificación u otras iniciativas en pro de avances), es el mapeo cultural. La validez y potencial de este instrumento radica en que, al consistir en una investigación colaborativa y participativa con un enfoque principal en la implicación de la comunidad para una mejor comprensión de las “realidades territoriales”, contiene el potencial de visibilizar identidades y patrimonios culturales, plantear formas complementarias de acceso y participación en la cultura, vincular tecnologías diversas enfocadas a la comunicación e información y generar procesos de cooperación.
El mapeo cultural se usa y proseguirá desarrollándose para planear y evaluar proyectos regionales, municipales y estatales de desarrollo urbano como rural, visualizar, a la vez que compartir, experiencias y contenidos culturales periféricos y fortalecer redes colaborativas entre vecinos. Por lo que este no puede verse como un fin en sí mismo, sino más bien como un medio para generar, en el ámbito de la gestión cultural, nuevas interrogantes sobre los contenidos que hacen emerger y problematizar planeaciones, alcances y sustentabilidad de políticas culturales y presupuestos públicos; generar redes entre creadores, gestores y promotores culturales de diversos ámbitos; visualizar y ampliar la información sobre la cada vez más pulsante participación ciudadana en proyectos culturales de mediano y largo aliento situados en espacios concretos; desarrollar actividades y proyectos para el departamento sin estar adscritos a un solo espacio físico -oficial o no oficial, pero partiendo de la idea de que los espacios culturales independientes pueden ser un punto de encuentro y catalizadores de procesos que dinamizan ámbitos locales de la vida cultural, en donde se concretan propuestas con un marcado interés por el desarrollo de ciertas líneas de trabajo, tales como el fomento a la lectura, la sensibilización a las artes o acceso a manifestaciones artísticas y de cultura popular para públicos amplios y periféricos. De acuerdo con los recursos disponibles, el gestor podrá establecer redes de relaciones entre diferentes comunidades, dinamizando sus potencialidades, atributos o virtudes, proyectando, además, diversas posiciones de competencia, complementariedad e intercambio que vinculen a los interesados.
El mapeo cultural, además de ser una herramienta descentralizadora, provee una visión actualizada y amplificada sobre la diversidad situada a lo largo del territorio respectos a grupos de artistas, “promotores culturales” y portadores de cultura tradicional que se organizan para llevar a cabo actividades que hoy por hoy se vinculan con la gama de posibilidades que encierra el término de gestión cultural y de enseñanza de las artes, con recursos principalmente ciudadanos, que materializan sus inquietudes y voluntad en un espacio físico. Por otra parte, nos invita a profundizar sobre los bienes culturales que se producen, circulan y se consumen en estos espacios y su papel dentro de los circuitos culturales del departamento, al igual que la debida atención e implicancia con aquellas “vulnerabilidades” que afectan a los sectores poblacionales más desfavorecidos, (emergencias sociales).
Este mapa puede ser una de las muchas herramientas ciudadanas de exigibilidad para el establecimiento de mecanismos más dignos y actualizados por parte del Estado, la articulación de leyes y la distribución equitativa de recursos, como un ejercicio de ampliación de la mirada con respecto a la incidencia cultural con un nivel de “profundidad” o “intensidad” cultural que exceda la simple instrumentalidad y que nos abra un abanico de preguntas de carácter más humano-sociológico acerca de las “realidades” de los actuales contextos donde implementarse cada proyecto, sobre el tipo de bienes culturales y las condiciones para el acceso a los mismos, las trayectorias de sus agentes culturales en relación a las políticas culturales vigentes y anteriores así como los elementos detonantes para su participación en la dinámica local. Debe, esencialmente, implementarse un proyecto que considere, cada vez más, la cultura como base de la misma sociedad y no como componente aislado del desarrollo social, cuando no considerado parcialmente en su aspecto económico.
La valorización de la dimensión antropológico-simbólica de la cultura, asociada al desarrollo económico y a la promoción de la ciudadanía, generaran una visión más humanística de la gestión cultural y, por supuesto, también del gestor cultural. Por ello, dicho gestor debe buscar articular sujetos, conocer las urgencias, potencialidades y las diferentes temporalidades de cada elemento de la cultura, comprender las realidades inmediatas, mediadoras y permanentes para desarrollar planes y herramientas de protección y promoción, (observaciones, conversatorios, diagnósticos, relevamientos, acuerdos, proyecciones, etc), de las más diversas expresiones culturales, así como también de las demandas sociales relegadas.
A modo ilustrativo o de ejemplificar algunos de los tantos beneficios de recurrir al mapeo cultural como herramienta de trabajo eficiente en una comuna, (entre tantas otras), comparto una experiencia llevada a cabo en el Municipio B de Montevideo que, salvando las distancias, bien puede tener cabida, margen o espacio de ser adaptada o implementada para alguna, (u otra), localidad de nuestro departamento, con todas las modificaciones que se consideren necesarias, sin que por ello, y pensado en una descentralización en serio, pierda su capacidad de eficiencia:
Presentación: La misma estuvo a cargo del equipo que elaboró el mapeo quienes presentaron su trabajo titulado “Cartografías culturales participativas, recorridos posibles en el Municipio B de Montevideo”. El equipo explicó que al momento de delimitar su objeto de estudio se encontró con la necesidad de acotarlo, decidiendo enfocarse en las iniciativas artístico-culturales de carácter no estatal y apostando a dar visibilidad a los procesos de trabajo que surgen de la sociedad civil. A partir de allí se definieron cuatro categorías de investigación, las cuales no son excluyentes: infraestructuras, proyectos, organizaciones y colectivos, y centros de formación. Señalaron que al comienzo de la presentación se plantearon algunas interrogantes que estuvieron presentes al inicio de la investigación: ¿Qué es un mapa cultural? ¿A qué y a quiénes abarca? ¿Cómo se construye? ¿Cómo se transforma? ¿Cómo se puede registrar esa transformación? Además, su trabajo implicó generar una base de datos que reúne y sistematiza más de 360 recursos vinculados a las artes escénicas, la música, las letras, las artes visuales, el audiovisual, la fotografía, la comunicación, los espacios culturales interdisciplinarios y las salas. En este sentido, destacaron que éste no es un producto definitivo, sino que es un registro que está abierto para que sirva de insumo para generar distintos cruces de información y nuevos mapas, y también para pensar la cultura de forma relacional.
Intervención: En cuanto a las intervenciones realizadas en el espacio público, el colectivo llamado “Baldío” explicó que su tarea consistió en generar un aporte en relación a cómo el arte y la creación participativa pueden generar conocimientos e insumos al permitirnos encontrarnos con percepciones, sensaciones y experiencias de aquellas personas que habitan o transitan en el barrio. Su trabajo se centró en recoger las memorias y deseos vinculados a la vida cultural de los barrios, planteando interrogantes acerca de cómo hacemos arte y cómo percibimos el arte y la cultura Para ello se plantearon dos dispositivos: los livings en la calle y los paseos culturales, en los cuales las vecinas y vecinos oficiaron de guías para identificar espacios culturales presentes en el barrio. Algunas de las preguntas que se plantearon en estas intervenciones fueron: ¿Qué infraestructuras o actividades culturales conoces dentro del Municipio B? ¿Conoces actividades culturales generadas y gestionadas por vecinos/as y/o colectivos artísticos? ¿Participas de las actividades o expresiones culturales del barrio? ¿Dónde te encuentras con tus vecinos/s? ¿Te identificas con alguna práctica cultural en específico? ¿Crees que generas cultura? Cuando vas a actividades culturales, ¿lo haces en tu barrio o te trasladas a otro barrio o a otro municipio?
Resultados: Se presentaron los resultados obtenidos a partir de la encuesta online realizada a lo largo de varios meses con el fin de recabar información acerca de las prácticas y experiencias artístico-culturales presentes en el territorio. En dicha encuesta se consultó acerca de los siguientes tópicos: identificación, organización, trayectoria, presupuesto, difusión, público/participantes, espacio de trabajo, vínculo con el territorio y con el municipio y perspectivas a futuro. A modo de cierre, se abrió un espacio de intercambio en el cual participaron integrantes de un medio de comunicación radial, el colectivo barrial “Ni Todo Está Perdido”, concejales/as vecinales y representantes del área de cultura de la Intendencia de Montevideo. En dicho intercambio se plantearon ciertas necesidades en materia de capacitación y difusión, así como también de contar con fondos para realizar mejoras en infraestructura. También se dieron a conocer las dificultades que se presentan al momento de obtener la habilitación de los espacios culturales y para su sustentabilidad.
DARIO AMARAL
SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS… COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS. Octubre de 2024
PARTE I - “Es una época de opresión religiosa y restricción de la cultura, las ciencias y el conocimiento. Las potencias mundiales muestran un llamativo debilitamiento que augura un reacomodo del mapa político y militar del planeta. Ejércitos, a caballo o a pie, cruzan las fronteras de los países para arrasar a sus ocasionales enemigos. Los grandes empresarios, especialmente de la industria militar y otras industrias, se atribuyen el derecho a imponer sus criterios sobre la seguridad mundial y la consiguiente sobrevivencia de la especie humana. La organización política, económica y social gira en torno a esos grandes empresarios, cuyos nombres casi nunca aparecen. Algunos hablan de enfrentamiento de civilizaciones, resumidas en el cristianismo por un lado y el islamismo por el otro. La religión musulmana no deja de expandirse por diferentes regiones del planeta, mientras que el cristianismo defiende con uñas y dientes su condición de fuerza fundamental en este “tira y afloje” por controlar la vida de todos”. PARTE II - Son tiempos de estupidización, de adormecimiento de las conciencias, de apatía, resignación, desconcierto y desesperanza. Se desarrollan algunos sectores pero sin que eso favorezca la calidad de vida del ser humano. Parece que casi nadie se preocupa por el ser humano. Se han conformado, por lo menos, tres grandes centros de poder, Estados Unidos, Europa y parte de Asia, con China, Rusia, Irán como núcleos de ese bloque. Las incesantes guerras van en aumento y ponen en riesgo la existencia misma de algunos países. Las armas son de destrucción masiva y a nadie le importan los llamados “daños colaterales”, que en la mayoría de los casos significan muerte de niños y civiles inocentes. Ya no se usan jinetes con escudos, lanzas o espadas, sino misiles “inteligentes”, drones y la amenaza latente de las armas nucleares. Las guerras, las epidemias, las crisis hacen crujir algún sistema. Pero nadie parece tener muy claro hacia dónde va el mundo.
Ahora le corresponde a usted identificar qué parte de este texto corresponde a qué parte de la historia. Es fácil, pero le doy una ayuda. Los fragmentos de la PARTE I fueron tomados de un período que corresponde a la llamada Edad Media, tiempos de la historia que abarcó, aproximadamente, desde el Siglo V (Quinto) al XV (Quince) de esta Era. La PARTE II resume, muy superficialmente, elementos que pertenecen a esta época que nos toca vivir. Cualquier semejanza entre ambas épocas NO es pura coincidencia. Queda en evidencia que la humanidad no ha aprendido nada. Todo sigue igual, con algunos cambios, especialmente en la industria y la tecnología, pero sin que eso haya favorecido el mejoramiento de la raza humana. Qué diferencia hay entre las “Cruzadas”, las guerras religiosas de aquellos años de duro enfrentamiento entre la Iglesia Católica y el Islamismo, con estas guerras actuales, donde los bandos enfrentados esgrimen argumentos similares. Hoy las armas son más sofisticadas, pero la esencia es la misma. Pelearse por un pedazo de tierra y apoderarse de las riquezas del otro. Y casi siempre en nombre de dios, un dios que parece ser el mismo para todos los bandos, pero no. En fin… en el futuro, historiadores, investigadores, poetas y analistas escribirán sobre este tiempo. Y quien sabe cómo lo clasificarán. Pero si lo identificaran como “Nueva Edad Media” o “Edad Media-Segunda parte” no andarían muy errados. Si le ponen el nombre de “Edad de la mediocridad, la decadencia y la barbarie” tampoco andarán muy errados.
jueves, 17 de octubre de 2024
¿QUÉ HACER POR LA CULTURA DE ROCHA? (Parte 4)
“Izquierda sin cultura no es izquierda” (Mariano Arana)
Nos falta aún bastante en cultura política para evitar así que nuestra democracia sea una cooptación clientelar o acabe reduciéndose al exigido acto cívico de votar cada quinquenio. Toda política de desarrollo sostenible debiera, (además de su dimensión social, ambiental y económica), incorporar y asumir, como cuarto pilar, una consideración explícita para con la cultura y sus factores como la memoria, la creatividad, la diversidad y el conocimiento; basado en los derechos y libertades fundamentales para que cada quien aspire, al menos, a la perspectiva, (hasta ahora encomendada a la educación y a la economía), de concreción de un unívoco proyecto de realización personal.
La “cultura ciudadana”, (resumida como el cúmulo de comportamientos en relación a un grupo de pares y por fuera de los espacios privados), desempeña, o debiera desempeñar, un rol clave en ese fortalecimiento de la sociedad civil, en la preparación de la comunidad para una mayor o más plena participación, en la generación de una cultura política seria, en la formación de una ética civil desde las políticas públicas, en la construcción de nuevos y activos referentes, en el cuestionamiento a conductas propias,(o impropias), al igual que en el desarrollo de proyectos que nos conduzcan a espacios de entendimientos, empatía y respeto por el prójimo y no a su irracional exclusión. Es decir, ello implica indefectiblemente la creación de dispositivos para pensarse de manera crítica como sociedad y como sector; construir condiciones y subjetividades siempre “incluyentes”, al igual que poner en juego los diversos relatos de lo social y la diversidad de sectores sociales participantes; bogar por el fomento de narrativas locales, por el contacto o encuentro intergeneracional e intercultural, así como la exploración de estéticas emergentes y el empoderamiento de las comunidades. En estos dispositivos habrán de generarse, además, alianzas público-privadas: un desarrollo conceptual y metodológico de colectivos culturales y artísticos, y sus propios recursos, los que históricamente ha sido una inversión pública, social, no cuantificada y, por tanto, no valorada. Por lo que, valorarla, cuantificarla, concebirla como aporte de las comunidades a los proyectos públicos de transformación y progreso de una sociedad resulta un verdadero imperativo. Nos referimos a construir y reconstruir, mediante una actitud empática y “asertiva” el tejido social del que formamos parte; propiciar espacios de acercamiento y diálogo, de debate colectivo, de encuentro de diferencias, de elaboración de propuestas, (o posibilidades), para enfrentar y/o superar las problemáticas estructurales que sofrenan el avance comunitario. Para entenderlo y arribar quizá a esa “respuesta cultural” necesaria, aún estamos a tiempo de plantearnos, entre muchas interrogantes, algunas que, factiblemente, a la hora de legitimar y convalidar nuestro voto, no excluyan la posibilidad de que acabemos, como en otras instancias, equivocándonos. Una pertinente interrogante, en pos de avizorar un proyecto de comunidad más próspera, tal vez podría ser: ¿cuáles son aquellos elementos que nos unen como sociedad, que nos integran como cultura y cuál candidato puede aproximarse a responder positivamente por ellos?
(DARÍO AMARAL-ESPACIO 609-MPP ROCHA)