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jueves, 12 de octubre de 2023

CRECIMIENTO Y DECRECIMIENTO/ *COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

Cuántas veces escuchó usted el tono alarmante de algunas informaciones de prensa porque “el crecimiento de la economía no alcanzó las expectativas” anunciadas por el gobierno. Si el gobierno de turno (de cualquier país, no solo de Uruguay) en vez de, por ejemplo, un 3 ó 4 por ciento de crecimiento proyectado, llegó solamente al 2 ó 3, se considera un fracaso. Un llamado de atención para la política económica. Esa situación que padecemos todos, aquí y en otras latitudes también, es consecuencia del concepto de “crecimiento sostenido”, aplicado por los “gurúes” de estos tiempos. Pero hay voces que se levantan en el mundo advirtiendo sobre lo catastrófico que eso significa. “La obsesión del crecimiento, para empezar, es un disparate. Porque una elemental ley natural, que todo el mundo conoce, es que todos los sistemas vivos crecen hasta un cierto punto en que dejan de crecer. Tú dejaste de crecer, yo dejé de crecer, el árbol grande deja de crecer, pero no deja de desarrollarse”. Esto sostenía, por ejemplo, Manfred Max Neef un intelectual, economista, político y ambientalista chileno, que nació en 1932 y murió en 2019. Los gobiernos apuestan a “seguir forzando el crecimiento para consumir más y seguir produciendo una infinita cantidad de cosas innecesarias, generando una de las instituciones más poderosas del mundo como lo es la publicidad, cuya función es una y muy clara: hacerte comprar aquello que no necesitas, con plata que no tienes, para impresionar a quienes no conoces. Eso evidentemente no puede ser sustentable”. Una vez más surge la pregunta: entonces ¿qué hacer?. Como en tantas otras cosas que tienen que ver con la vida de nosotros, los seres humanos en este castigado planeta, claro que hay alternativas mejores. Y más “saludables”. La ex Primera Ministra de Nueva Zelanda Jacinda Andern, que gobernó ese país entre el 26 de octubre de 2017 y el 25 de enero de 2023, sugirió en algún momento de su gestión, apostar por el F.I.B. en lugar del P.I.B. O sea que en lugar de medir la economía por el Producto Interno Bruto (PIB), medirlo por la Felicidad Interna Bruta (FIB). Eso significaba, genéricamente, propender a la calidad de vida de la gente de Nueva Zelanda. Destinar recursos a la salud mental que también allá es un problema, a la alimentación adecuada de todos los niños del país y otra serie de medidas. Y también hay quienes se dedican a lo que han llamado la Ecología Política. Uno de ellos, que descubrí hace poco, se llama Kai Heron. Es un académico inglés, profesor de política en una Universidad de Londres y que escribe sobre teoría política contemporánea, políticas аgrarias y ambientales y economía política. “Frente a las alternativas, desde luego para mí la más importante, es la visión de la economía ecológica. Porque a diferencia de la economía tradicional, la economía ecológica es una economía que está al servicio de la vida y tiene características fundamentalmente opuesta a la convencional”, sostenía el chileno Max Neef. Pensadores y educadores de origen indígena, residiendo en países andinos de Sudamérica, también insisten con el concepto de “vivir bien”, que es muy diferente al que nosotros aplicamos. Para la cultura indígena de América Latina (aymaras, quechuas, guaraníes) “vivir bien” implica, entre otras cosas, vivir en armonía con la naturaleza. Dar prioridad a esas relaciones con lo natural y no agrediéndola permanentemente, con lo catastrófico que eso está significando. Priorizar la vida y no los bienes materiales, buscar el consenso y la convivencia pacífica entre los seres humanos, buscar la complementariedad y defender la identidad como seres humanos, respetando las diferencias. En definitiva, la economía debe estar al servicio de los seres humanos y no como ahora, que los humanos estamos al servicio de la economía. Claro que no es sencillo torcer este rumbo que ha tomado la humanidad. Pero algún día tendrá que cambiar, sino seguiremos caminando por la cornisa, con el riesgo de exterminarnos como especie. Y tal vez en lugar de “crecimiento sostenido” podamos hablar de “decrecimiento saludable”, a favor de la vida.

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