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martes, 2 de abril de 2024

MOMENTO DE RESETEAR/ COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

Resetear” es una palabra que no está en el diccionario académico, pero la RAE (Real Academia Española) deja constancia de ella. Su uso se aprecia como sinónimo de reiniciar, en relación con el ámbito informático: computadoras, monitores… Mucha gente ya entiende perfectamente de qué se trata cuando se utiliza esa palabra. Pero ya, desde 2003, apareció en un texto de ficción, esta vez de Chile como sinónimo de reiniciar, restaurar o restablecer.

Esta palabrita, y el concepto que encierra, se me presenta cada vez que miro alrededor con atención y ojo crítico. A todas las calamidades que usted también observa a diario, se sumó estos días un informe del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (Pnuma). Esa dependencia informó en marzo de este año 2024, que en el 2022 la humanidad desperdició unos 1.050 millones de toneladas de alimentos. Mil cincuenta millones de toneladas, una cifra que casi no se puede ni escribir. Tiene nueve ceros después del 1050. Pero aunque parezca algo lejano y que no nos afecta, no es un problema tan ajeno a nosotros. En Uruguay se desperdician 125 millones de frutas y verduras al año, según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y 2 millones 700 mil kilos de alimentos por día. Leyó bien, eh. Tuve que ir a revisar varias veces las cifras para convencerme que no había un error. Pero este pequeño país, de 180.000 kilómetros cuadrados y poco más de 3 millones de habitantes produce alimentos para 28 millones de personas, según datos del 2019. Pero tiene capacidad para producir para 40 millones de personas. Mirando esos números usted, yo, todos nosotros, deberíamos reflexionar. Algo no anda bien. Si el país produce alimentos para 28 millones de personas y somos poco más de 3 millones, cómo es posible que haya gente comiendo de los contenedores, revolviendo basura y durmiendo en la calle, a la intemperie. En Uruguay existe una Organización No Gubernamental (ONG), llamada REDALCO (Red de Alimentos Compartidos) que se encarga de la recolección y la recuperación de frutas y verduras descartadas por los comerciantes de la UAM (Unidad Agroalimentaria de Montevideo). (LA UAM es lo que antes era el Mercado Modelo, un espacio gigantesco donde los productores llevan su mercadería para vender directamente al público o a los comercios establecidos). El Director de REDALCO, Yamandú Plada, dijo hace unos días en una radio de Montevideo que mientras se descartan esos 125 millones de frutas y verduras al año “hay al menos 250.000 personas en situación de inseguridad alimentaria”, en el país, cifra que se incrementó a partir de la crisis provocada por la pandemia de Covid-19. Si toda esa fruta y esas verduras pudieran recogerse mediante algún mecanismo eficaz y no burocrático se podrían entregar tres platos por día a las personas que lo necesitan. Actualmente REDALCO recupera apenas el 1 por ciento de lo que se desperdicia y llega al 15 por ciento de las personas que lo precisan. Pero la alimentación es apenas un ejemplo de las cosas que andan mal en este planeta. El ser humano sigue demostrando, a cada rato, que está lejos de ser el animal superior de la escala zoológica. Sigue comportándose como un animal irracional, por más que invente cosas que nos resultan sorprendentes. Y a veces hasta nos maravillamos. Sino, miremos lejos o aquí cerquita nomás. Ya no nos sorprende que un grupo, numeroso o reducido de personas ingrese a un teatro, en Rusia, y mate a 140 personas que estaban disfrutando de un espectáculo musical. O que un gobernante ordene “arrasar” un territorio, masacrando a miles de personas, niños, jóvenes y adultos, solo como respuesta (desmedida) a otro ataque recibido antes en su territorio, también condenable. (Y ponga los nombres que quiera: Rusia, Ucrania, Israel, Hamas, Estados Unidos, Francia, por acción directa o complicidad). Pero en menor medida, pero igualmente condenable es que un grupo de hombres y mujeres, casi todos jóvenes, protagonicen una batalla campal a la salida de un estadio de fútbol, donde se jugaba un partido casi intrascendente, que no justificaba ninguna reacción violenta. Eso pasó en Montevideo este sábado 30 de marzo, de noche, en inmediaciones del Parque Rodó, donde jugaron Defensor Sporting y Danubio. Y en estadio Campeón del Siglo (CDS) de Peñarol también hubo una violenta represión policial que dejó a varias personas lesionadas, después del partido clásico con Nacional, el viernes 29 de marzo. Y sigue la lista. Todos los días. Un periodista confesaba estos días en una radio que cada día se levanta con la interrogante para saber “a ver a cuántos asesinaron hoy”, porque los homicidios ya no sorprenden. En Austria, una Universidad de la ciudad de Innsbruck, al oeste del país, realizó un estudio de las letras de las canciones en inglés de los últimos 50 años. Allí se reveló que todos los géneros musicales “muestran un aumento en el uso de palabras relacionadas con la ira”. Quizás haya un estado generalizado de intolerancia y rabia, pero no es un problema de estos tiempos. ¿Acaso la violencia no viene desde el fondo de la historia?. Insisto: es el ser humano quien está lejos de ser el animal superior. Siempre fue un animal feroz, implacable. Capaz de cometer las peores atrocidades. Y eso se refleja no solamente en tiempos de guerra. También en ausencia de conflictos armados. Por eso se hace necesario un “reseteo”, o sea borrar y empezar de nuevo. Pero no tengo mucha esperanza. Parece que a la humanidad se le cayó el sistema.








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