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martes, 30 de septiembre de 2025

REMIENDOS CARLOS CASTILLOS/ Setiembre de 2025

 



¿Hay alguien por ahí que tenga la fórmula capaz de predecir e impedir un homicidio, un femicidio, un suicidio o violentos hechos similares? Ni siquiera los más efectivos servicios de inteligencia, con todo lo que implica su trabajo específico de investigar, pueden evitar que una persona lastime o mate a otra. Cuando ocurre algo muy monstruoso, como el asesinato y descuartizamiento de tres muchachas en Argentina o la ejecución de alguien en alguna parte de éste u otro país, aparecen las voces escandalizadas y conmovidas. Pero ¿es que alguien puede asombrarse de la violencia intrínseca que caracteriza a los seres humanos?. Hay que ponerse a pensar. Desde siempre nos hicieron creer que el ser humano es “el animal superior de la escala zoológica”. Solo porque supuestamente tiene la capacidad de hacer cálculos, inventar cosas y razonar, atributos que aparentemente, no tienen otros animales. Aunque de eso no se sabe mucho. La ciencia de los humanos no alcanza a conocer cómo funciona el cerebro de hombres y mujeres. Mucho menos sabe cómo funciona el de otros animales, que sin embargo, demuestran una gran inteligencia. Los ejemplos abundan. Pero volviendo a la violencia tal vez es un rasgo más distintivo y característico que la inteligencia. Revisemos la historia. Desde los comienzos del ser humano arriba del planeta. ¿Cuál es la diferencia entre el salvajismo de la prehistoria, de la esclavitud, la Edad Media, el Renacimiento y los años que llevamos de capitalismo salvaje?. No hay ninguna diferencia. Ni siquiera en el llamado “Renacimiento”, que, según la historia occidental, significó un resurgir de las artes y la ciencia. Pero la esencia violenta del ser humano, no cambió. Se mantuvo en todas sus formas. Siempre el ser humano agredió al prójimo. Mató, descuartizó, apaleó, torturó, bombardeó, agredió. Y las formas de ejercer la violencia no cambiaron con los años. La mentada inteligencia superior solamente perfeccionó, en algunos casos, esa forma de ser violenta. Ahora existen armas refinadas, como los drones, las naves no tripuladas y algunos rayos que, en definitiva, apuntan a lo mismo. A eliminar al prójimo. Es por eso que ante cada hecho monstruoso solamente se oyen lamentaciones y expresiones de deseos para “tomar medidas”. ¿Qué medidas se pueden tomar?, pregunto. Porque si existiera alguna forma de anticiparse a la violencia, ya se habría implementado. Lo máximo que se ha hecho, en todo el mundo, ha sido recurrir a la tecnología para tratar de anticiparse en algo, a un crimen. Pero sin mucho éxito. Todo se resume en acciones para remendar. Para tapar algún agujero y aliviar en algo el sufrimiento. Por un tiempo y nada más. Es que no hubo y no hay fórmulas. Veremos si algún día se logra generar un clima de fraternidad y entendimiento entre los seres humanos. Aunque los hechos no alimentan ninguna expectativa.



Mario Vargas Llosa; la vocación literaria como destino. (ensayo) Por Darío Amaral

 

La Paloma, mayo de 2025.


A Fabrizio Bianco.


“Las palabras sobreviven a quien las escribe.” (Mario Vargas Llosa)


No impugnamos que ese vórtice consuetudinario, que parece regir a diario

la vida de abundantes potenciales lectores, apenas cede algo de espacio, horario y complacencia para el tránsito lectivo de un viaje iluminado por aquellas incandescencias líquidas provistas de algoritmos digitales, prestos a ser consumidos, en la parada de un bus, en la fila del super o en intermedio de un evento deportivo, siempre que la batería o la señal del dispositivo lo secunden. Desvariando un poco más, con que leer, como infiere Dolina, no sirve para nada, (“excepto para hacernos mejores”), cabría sincerarnos al punto de verbalizar esa exégesis con la que todos cavilan: aquellos que no quieren leer, bien quisieran haberlo hecho, (“bis” de Dolina), y haberlo podido “compartir” luego en sus redes sociales como otra buena “selfie” más.

Desde el principio, la historia de la lectura ha estado signada por mediaciones, donde lo crucial no fue nunca el soporte, sino la naturaleza de relación simbólica establecida con el texto. Precisamente, sobre esta suerte de declinación del hábito lector en plena era digital, suscribe Vargas Llosa, en “La civilización del espectáculo”: “La desaparición progresiva de la lectura en beneficio de la imagen es una de las grandes tragedias de nuestro tiempo.La lectura exige concentración, disciplina, reflexión; ver una pantalla apenas demanda pasividad.”

Pero, por suerte, siempre existen excepciones a la regla, asequibles de traslucir el desacierto de no aprovechar la eventualidad de haber sido, por ejemplo, contemporáneo a nuestro Nobel peruano; a quien, además de ser un paradigma real de eminente literatura, puede leérselo con la misma exaltación de espíritu con la que este leía y releía al argentino universal Jorge Luis Borges, que tanto lo deslumbrara y por quien prodigara exultantes elogios a través de notas y textos memorables, así el ensayo “Medio siglo con Borges” dado a luz en el año 2020 por Alfaguara y que recopila, entre dispares artículos, entrevistas, reseñas y conferencias que constatan esa sentida apreciación del arequipeño por el autor de “El Aleph”.

Sin embargo, ese ecuánime derrotero, como el reciente deceso del “escribidor peruano” el pasado domingo 13 de abril en Lima, nos conmina, a que reparemos en algunos aspectos o aristas, (soslayando las reducciones), de la significación de su poliédrica figura, para el orbe político-cultural en general, e intelectual- literario en particular; sin que ninguno sea sucedáneo ni excluyente del otro, y dilatando el portento de que, quien no le haya leído aún, gane, al allegarse a su gran obra de una buena vez.

Al igual que un cometa celeste surcando el retórico firmamento,

se nos hace preciso reconocer, en esta misma sintonía, que no solo ha fenecido otro multipremiado y célebre escritor de entre siglos, sino que además, (seamos justos), ha extinguido su estela de fuego lúcido y afilado verbo, el último de los más prolíficos e influyentes representantes del denominado “Boom Latinoamericano”. Lo hizo, llevándose en su hálito, una historia de vida cargada de mundo, soles y lunas, acaso equiparable a la de contados prodigios de nuestro siglo que, aquí en la tierra cotidianamente transitada, estamparon su huella enfática de coloso, pareciendo advertir en todo momento la manera en la cual despuntar, con su dote, del saldo humano.

Partiendo de esta atalaya alegórica, no cabe sino pensar que entonces su desaparición signa además el cierre simbólico de una era, (y de una hermenéutica consolidada y propia), desde uno de los tantos ápices cualitativos, gerenciados en el núcleo mismo del canon narrativo, cuyo potencial gravitó tanto en la literatura hispanoamericana contemporánea como en el imaginario cultural del siglo XX y XXI.

Desde sus novelas iniciáticas, el registro de escritura de Vargas Llosa dejó en manifiesto una pulsión estética particular, encaminada por los escarpados peñascos de una experimentación formal, una marcada complejidad estructural y una densidad conceptual sintomática a las invenciones de un temerario y, al unísono, perspicaz arquitecto, (por no decir “demiurgo”), de regiones, mundos o universos ficcionales, cuyas rigurosas leyes o tramas articularon una reflexión,( mayéutica y hermenéutica), tendiente a interpelar, a toda luz, las fisuras del poder, la fragmentación de la identidad, al igual que a las siempre latentes tensiones entre quimera y realidad, individuo- sociedad, libertad y opresión. Así lo reafirmó él mismo en Estocolmo, por el 2010, en su discurso de Premio Nobel sentenciando que “La literatura es fuego”, en alusión al poder transformador y subversivo de las palabras, como si,(efectivamente), de un ser orgánico o viviente se tratara, resultando, por consiguiente, inasequible no remitirnos al fuego y la inmanente “ceremonia” de su robador, (imagen a la que tan perspicazmente apelara su discrepante político mexicano Octavio Paz), para que así, el portento de su flama letrada, prosiguiera oxigenándose y palpitando con idéntica proverbial desmesura. Porque, tal como los cometas celestes arrastran consigo memorias de tiempos remotos en sus núcleos congelados, Vargas Llosa portó en su narrativa escrita, (casi a la par que a la oral), los ecos de imperios abatidos, revoluciones quebrantadas por la traición y olímpicas pasiones, más propias a deidades helénicas, que a almas de mortales. No tratándose, en esencia, de un astro fijo levitando en el firmamento, ni pretendiendo tampoco serlo: su trayectoria fue oscilante, su inteligencia feroz; supo arder sin consumirse, animándose a surcar territorios ideológicos, (algunos polémicos), lenguajes y estilos versátiles, camaleónicos.

Cuando deslumbró lo hizo siempre a sabiendas que tras su destello pululaba una fuerza gravitatoria implacable que, además de encarnar su razón vital de ser, avalaba “ipso facto” su fe inquebrantable en el verbo como recurso cognitivo del pensamiento crítico e instrumento de conocimiento ético y moral, plausible de dilatar las fronteras de la experiencia humana y cuestionar los hegemónicos dogmas del poder de turno.

“La literatura es una representación engañosa de la vida que nos ayuda a comprenderla mejor”, reafirmaría en su discurso de consagrado escritor Nobel con alcance global quien, entre loables aportes, y en un constante diálogo con la historia y la política internacional, supiera legarnos mediante las tramas y modulación de sus personajes, (incluyendo al mismo “Varguitas”), una cartografía moral de nuestra propia humanidad.

En estos tiempos de exacerbada inmediatez y trivialización del discurso, su literatura se instala cual sólido recordatorio de que la novela, lejos de haber agotado sus intrínsecas posibilidades, aún sigue prodigando un arte avezado en iluminar las regiones más abisales de la naturaleza humana. El virtuosismo técnico, su agudeza crítica y su compromiso con la ficción como tótem del conocimiento y revelación, instalan a Vargas Llosa en la misma cúspide de la tradición novelística occidental.

La influencia que sobre él surtieron las lecturas de Faulkner, Flaubert, Joyce y Balzac, entre otros, participaron a que luego, en el fermento o alquimia de su propia narrativa, combinara el experimentalismo con una obsesiva necesidad de representar los conflictos sociales, políticos y morales de América Latina, tal como, en su época y geografía, lo emprendieran aquellos clásicos autores que tanto supieron desvelarlo. Consciente entonces de su posición egregia en el cánon de la tradición literaria, su obra redunda, en gran medida, del diálogo y gravitación sostenidos por décadas con aquellos clásicos del siglo XIX y los renovadores de la novela del XX que lo precedieron, formaron y consiguieron acicatear su delirio literario.

Pero como toda medalla posee su reverso, el mismo reconocimiento literario que consagra al autor de “La ciudad y los perros”, “La casa verde” y “Conversación en La catedral”, como una de las cumbres del Boom Latinoamericano, acaba contrastando con la caterva de controversias que suscitó su papel como intelectual comprometido con el liberalismo político, movimiento que concibió como una defensa inquebrantable de la libertad individual, un estado de derecho y como

democracia representativa ante la contingencia del autoritarismo, el populismo y el colectivismo.

Desde la obtención de su nacionalidad española en 1993, la presencia de Vargas Llosa fue paulatinamente consolidándose como una figura pública prominente, tanto en cenáculos artísticos como políticos en la madre patria. Su confinidad con aquellos sectores conservadores, (en particular con el “Partido Popular” y “Ciudadanos”), fue declarada a los cuatro vientos, al igual que sus intervenciones en auditorios o actos públicos donde criticó severamente la filosofía del nacionalismo catalán, los movimientos sociales de izquierda y los nuevos partidos progresistas. Explorar esta postura política, significa también asistir a la contradicción latente o dualidad al promover, por un flanco si se quiere “mediático”, un pensamiento liberal que, por otro flanco circunspecto, acaba recayendo en las tensiones que su discurso genera respecto a aquellos valores literarios y éticos que su obra impresa ostenta.

Asimismo, su discurso de ingreso a la Real Academia Española deja entrever esta vocación de “defensa de la civilización liberal”, al dictaminar que “la libertad individual está hoy más amenazada por el colectivismo, el nacionalismo y la corrección política, que por las antiguas dictaduras”; posicionamiento que acusa un sesgo selectivo, tras asociar ciertas expresiones disidentes con conminaciones a la libertad, en tanto omite el análisis crítico a las estructuras de poder económico o de la nuevas derechas reaccionarias. Efectivamente, en este contexto es donde su postura se distancia asaz de aquellos modelos intelectuales liberales que, como Albert Camus, Isaiah Berlin o María Zambrano, se arriesgaron en apostar un poco más por la autocrítica, la apertura a una pluralidad ideológica y una complejidad moral, sin rechazar de plano cualquier otra forma de política emancipatoria que no se ajusta al molde mercantil o de las instituciones representativas tradicionales.

Un escenario no menos complejo, aunque más decadentista, puesto que esencializa las patologías políticas y reproduce una narrativa del fracaso civilizatorio, plantea el diagnóstico de Vargas Llosa, (expuesto en columnas y conferencias), referido a su beligerante “percepción” de América Latina como un continente sujeto a los inamovibles rasgos estructurales del populismo, el estatismo y la corrupción moral.

Semejante perspectiva no hace sino omitir o minimizar las complejidades sociopolíticas de estos países; obviando deliberadamente las luchas históricas acaecidas en pos de la justicia social, verdaderas experiencias democráticas innovadoras de procesos de inclusión social y alternativas económicas emergentes, muchas de las cuales surgieron precisamente como una réplica a aquellos modelos de exclusión que el mismo liberalismo económico no ha sabido hasta la fecha subsanar. Vuelve a adoptar una análoga beligerancia ante aquellos gobiernos, (como el de Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador o Lula Da Silva en Brasil), pero sin aplicar el rigor analítico que con los gobiernos de derecha y tendencias autoritarias,(como los de Jair Bolsonaro o Álvaro Uribe en Colombia).

La ambivalencia derivada de su valoración por las dictaduras arengó, en su momento, aún más la polémica en referencia a su rol de intelectual acreditado o, por lo menos, comprometido con aquellas causas prestas a ser declaradas como justas. Así lo hizo denunciando enérgicamente al autoritarismo de izquierda, (como en el caso cubano o venezolano), pero siendo mucho más indulgente, con su respaldo al “fujimorismo” en sus primeras etapas, cuya visión de orden y modernidad auspiciaron, al unísono, verdaderas prácticas excluyentes.

Esta perspectiva selectiva no sólo depaupera todo análisis, sino que tensiona la coherencia de la obra literaria del Nobel peruano. Novelas como “La fiesta del chivo” o “La guerra del fin del mundo” ofrecen una punzante crítica sobre los mecanismos de dominación política y religiosa, retratando con precisión los devastadores efectos del fanatismo y la concentración de poder. La contradicción entre esa sensibilidad artística y su posicionamiento público objeta, de plano, la escisión entre el narrador de las heridas del poder y el apologista de estructuras que acaban reproduciéndolas; a flor de piel, su análisis acaba reducido a la categoría binaria de “civilización y barbarie”.

Llegados a este punto cabe interrogar: ¿Debe un escritor circunscribir su marco de acción a la esfera estética, o tiene la, (inherente), responsabilidad ética de intervenir en la vida pública? Según el autor y analista palestino- estadounidense Edward Said, un intelectual debe fundamentalmente actuar como un “outsider profesional”, que se sitúa fuera de los muros del poder para ejercer, desde esa amplitud imparcial, una ética crítico-constructiva.

Es decir, que la figura de un intelectual tampoco puede ser ahistórica ni descontextualizada; su discurso no puede ni debe ejercerse en el vacío, sino que circula, legitima, interpela y, ¿por qué no?, también excluye.

“Aquel intelectual que se asocia demasiado con el poder, termina perdiendo aquella autonomía que le da sentido…”, expresa Beatriz Sarlo. Desde esta óptica, la cercanía de Vargas Llosa con elites políticas y económicas comprometió, o terminó por dejar en jaque, (sin que ello invalide su legado retórico), esa distancia crítica indispensable, y su autoridad literaria acabó siendo, en pos de intereses exclusivistas, utilizada como legitimación ideológica en múltiples escenarios, aunque a costa de erosionar su excelsa capacidad de cuestionamiento estructural.

La onda expansiva de controversias de esta índole, (o afines), suelen trascender toda frontera personal, ramificarse e inscribirse en un marco de tensiones ideológicas, estéticas y políticas que, para el caso y época que nos ocupan, bifurcaron las líneas de pensamiento de Mario Vargas Llosa con la de su par, nuestro compatriota Mario Benedetti.

En la década del 60, ambos Mario’s compartieron la misma efervescencia política por la Revolución Cubana, empero, la desilusión del peruano tras el “Caso Padilla”, (emblema de coacción a la libertad de expresión), marcó un viraje categórico que, en su decurso, mientras Benedetti reafirmaba su compromiso con el socialismo y la causa de los oprimidos, condujo a Vargas Llosa a denunciar la deriva autoritaria de los regímenes comunistas. Esta desavenencia se materializó en trincheras enfrentadas, con un Benedetti abogando por una literatura al servicio de la conversión social en la que “la voz del escritor acompañara al pueblo” y, por la otra parte, un Vargas Llosa, salvaguardando la autonomía de las letras ante la contingencia política y el papel crítico del literato, aunque ello implicara su impopularidad.

Y aunque ninguno izara, explícitamente, alguna diatriba en contra de la persona del otro, sus intervenciones en prensa y sus ensayos permitieron entrever, más de lo dispuesto a admitir, respecto a su “sorda” pero sostenida polémica intelectual.

En 1982 Benedetti publica su ensayo “El escritor latinoamericano y la revolución posible”, reafirmando sus convicciones en el compromiso y la responsabilidad de los intelectuales en una construcción colectiva afín a la identidad latinoamericana; por su parte, Vargas Llosa publica, en tres tomos, “Contra viento y marea”, una antología de textos,(artículos, conferencias, entrevistas y ensayos breves, que inquieren en autores como Sartre, Orwell, García Márquez, Camus y Onetti), estableciendo diálogos y confrontaciones que revelan su propia evolución de pensamiento y donde además se advierte una constante: la defensa de la libertad de expresión y el rechazo al dogmatismo, sea este de origen comunista, fascista o populista.

Uno de los episodios más notorios y, a un tiempo, más simbólicos de esta divergencia paradigmática, acaeció en 1981 cuando Vargas Llosa fue invitado al Congreso de Intelectuales en La Habana. Benedetti, alineado con el gobierno cubano, calificó al peruano de “escritor brillante, pero políticamente reaccionario”; a lo que este último contraatacó aduciendo que el oriental “representaba a una izquierda dogmática, enemiga de la libertad”. Perseverando en las simetrías, sin omitir por ello las desemejanzas latentes en ambos escritores, remataremos diciendo, en favor de la honestidad intelectual, que los dos encarnaron dos modalidades de interpretar o juzgar el rol del pensador en América Latina: uno como militante y cronista de lo colectivo, (Benedetti), el otro como individuo crítico y escéptico ante las utopías, (Vargas Llosa). Ciertamente, su debate literario y político proseguirá siendo, hasta hoy día, y por otros venideros, clave definitiva para comprender parte de la historia intelectual que amojona a nuestro continente.

No podemos cotejar, por sobradas o exiguas que hayan sido las afinidades y disparidades sostenidas en el tiempo entre estos insignes agentes del pensamiento y “el arte del buen decir”, para luego, muy sueltos de cuerpo, rehuir reivindicar de la ponderada estimación que el premio Nobel peruano albergara, (cual genuino hallazgo), hacia el autor de “El Pozo”, el “juntacadáveres” montevideano Juan Carlos Onetti.

En ese concierto de polifónicas voces que amalgamaron la literatura latinoamericana del siglo XX, Onetti ocupó un sitio pródigo, reservado a aquellos autores de culto: circunspectos, periféricos y, empero, fundamentales.

Vargas Llosa, al tanto de ello, publica en el 2008 su célebre ensayo “El viaje a la ficción”, texto que, adjunto con la declaración de que Onetti “fue el mejor de todos nosotros”, allende de ser un mero panegírico, se traduce también en una interpretación lúcida y cabal del orbe onettiano.

A medida que el renombre de Onetti comienza a abrirse paso en la lectura de los modélicos novelistas latinoamericanos, paralelamente, Vargas Llosa se interesa de forma particular por la complejidad psicológica, el tono sombrío y el desencanto existencial que caracterizaron obras tales como “El astillero” o “La vida breve”. Ya en la década del 80 el peruano reconocía, en las realizaciones de Onetti “una de las más radicales aventuras del lenguaje y la conciencia en nuestra literatura”, hasta posicionarlo, incluso, en la misma tradición de autores fundantes como William Faulkner y Franz Kafka. Al explorarlo, Vargas Llosa advierte en la mítica ciudad de “Santa María”, una suerte de espejo deformado de la existencia, cuyo mayor portento consiste en hacer de ese espacio ficticio una “plataforma” evasiva de una realidad degradada; en este sentido Onetti acaba convirtiéndose , para el autor de “La tía Julia y el escribidor”, en un autoexiliado de la sustantividad, con una literatura que, portando una voz propia que suena más a resistencia pasiva, rehúye comprometerse con causas sociales o políticas y opta auscultar el fracaso, la desilusión y la decadencia humana.

Lo cierto es que el justiprecio que Vargas Llosa encauza y pondera ante la obra de Juan Carlos Onetti no se reduce meramente a lo admirativo, sino que avanza hasta una apuesta crítica e ininterrumpida por rescatar el brío de un autor efectivamente inclasificable; luego, desde ese paraje, el Nobel peruano se planta y actúa más como lector devoto, que como colega distante, hasta concretar, como se aprecia en “El viaje a la ficción”, una noble interpretación que devuelve a Onetti su lugar central en la literatura universal.

Difícilmente pudiéramos dar cierre a este ensayo y, sin resquemores, omitir referir la incidencia y gravitación que “Madame Bovary” y su autor Gustave Flaubert, surtieron en la base estructural del pensamiento narrativo y del propio quehacer novelístico de Mario Vargas Llosa.

Leída durante una de sus primerizas excursiones a París, la emblemática novela de Flaubert acabó signando y revelándole, a un joven Vargas Llosa, que la literatura bien podía abrir un cauce alternativo a su paso, tal como un orbe paralelo, y llegar a constituirse con el tiempo en ”la mejor vocación del mundo”. Le proveyó, además de obnubilarlo, del aliento e inspiración suficientes para estructurar, tras su forzada internación en el colegio Leoncio Prado, su primera novela y gran éxito literario, “La ciudad y los perros”. Pero no fue sino hasta doce años después, en su ensayo “La orgia perpetua”, donde el “escribidor” peruano erige, cotejando la raíz del desencanto existencial que horada la naturaleza de Emma Bovary, su tesis central de que la ficción nace del ingobernable afán de escapar de una realidad, casi siempre, insuficiente, cuando no injusta. Emma, aunque mártir de la literatura romántica,(como la Ana Karenina de Tolstoi), es también una heroína de la fantasía para Vargas Llosa, a la par que “una figura universal del ser humano que sueña con vivir otras vidas”. Esta concepción conecta con la propia filosofía de la ficción que nuestro autor desarrolla en textos como “Cartas a un joven novelista”: la novela como intransigente acto de rebeldía y creación, recurso o herramienta efectiva para vivir lo que, de otra forma, no se podría vivir; y es que tanto Emma Bovary como el novelista impugnan al mundo tal cual es y manifiesta.

Otro aspecto escrutado por Vargas Llosa incumbe a la técnica narrativa flaubertiana; especialmente el manejo del estilo indirecto libre, que faculta la fusión de la voz narrativa con la de los personajes, sin abandonar por ello la tercera persona. Este procedimiento, del que se vale Flaubert para exponer los pensamientos de Emma sin editorializar, será adoptado poco más tarde por el propio Vargas Llosa en novelas como “La casa verde” y “Conversación en La catedral”. Luego, en obras como “La tía Julia y el escribidor”, “Travesuras de la niña mala” y “El paraíso en la otra esquina” el autor incorpora personajes que, al igual que Emma, viven escindidos entre la realidad y el deseo, entre lo que imaginan y lo que verdaderamente poseen. Asimismo, la estructura rigurosa de Madame Bovary es usufructuada cual arquetipo ejemplar para la composición simétrica de otras obras de su autoría, donde los planos narrativos, los tiempos y las voces se entrelazan con precisión matemática.

Tanto Emma Bovary, encarnando la fortaleza peligrosa y seductora de una exultante imaginación, como el propio Flaubert, cuyo efecto estético superaron las páginas impresas, hasta propagarse como un incendio y abrasar las fibras más sensibles, la ética autoral y la concepción de ficción con la que Vargas Llosa contaba antes de su encuentro con ellos, bastan para dar cuenta de la perdurable y decisiva huella que ambos supieron estampar también en su obra.

Por ello, al final pervive,(tañe como campana), en el anverso de cada valiosa medalla en cuestión, un correlato preponderante, autorreferencial y resistente ante cualquier disenso inquisitorio o animadversión extraliteraria que se le ostente endilgar a Don Mario Vargas Llosa: la sola valía estética y crítica que ha encarnado su obra por más de medio siglo, antes que redimir o soslayar sus objeciones y antinomias, justifican con creces su preeminencia en la tradición de las letras hispanoamericanas.


A propósito de Mario Vargas Llosa, una misiva arrinconada.

Pretérito, pero estimado, (en indicativo), alumno y amigo: Darío Amaral.


Resulta que hoy, entretanto revisaba unas carpetas olvidadas del IPA —aún con ese olor a tiza, café helado y ansiedad de examen parcial— me topé con un ejemplar subrayado y maltrecho de “Conversación en La Catedral” de Vargas Llosa. Al abrirlo, vi una descolorida nota al margen: “Zavalita no busca respuestas, busca una memoria”. Y de inmediato no tuve cómo no pensar en vos.

Aún logro recordarte como un estudiante un tanto irreverente, asaz curioso, con una mezcla de escepticismo y voraz apetito lector que se adivinaba en las pupilas. Cuando leímos juntos, en el patio del IPA, aquel pasaje en que Santiago y Ambrosio conversan entre cervezas tibias sobre la corrupción, la derrota y la dignidad, me percaté que algo en vos parecía cobrar vida y arder. Evidentemente no se trataba sólo de comprensión literaria, sino de esa chispa, sobre combustible, que se da cuando el libro deja de ser papel y se convierte en espejo.

Permíteme, a propósito, referirte una escueta anécdota. Fue a mediados de los ‘80, cuando yo aún dictaba clases de Literatura en cuarto grado. Uno de mis estudiantes —de noche, obrero de una imprenta en La Teja— leyó “La ciudad y los perros” y se acercó entonces, con su libro en las manos, a platicar conmigo después de clase. Allí mismo me soltó: “Profesor, yo también estuve en un mundo así de complejo, solo que no era un colegio militar, era mi propia casa.” Sin saberlo, Vargas Llosa, le había puesto palabras a una vivencia que él nunca había logrado manifestar en voz alta. Pues, esa es la potencia de la literatura, mi amigo: no explica, pero revela y trasciende. Nos da lenguaje para lo que nos duele, para lo que no sabemos cómo nombrar.

En el IPA aprendimos —y luego enseñamos— que la ficción no es evasión, sino más bien compromiso. Vargas Llosa, como Cortázar, siempre defendió que escribir es un acto moral, una forma naciente y desbordante de rebeldía. Leer, entonces, también lo es. Por ello, aunque este loco mundo nos quiera apurar, reducir y hasta distraer de lo esencial, te pido, Darío, que no abandones ese gesto tan íntimo y tan político que es abrir un buen libro.

Sé que la vida tiende, la mayor de las veces, a complicarse y a complicarnos; que nuestro trabajo, el cúmulo de responsabilidades, y una silva de urgencias nos impelen a apartarnos del tiempo lento de la lectura. Sin embargo, yo, que sirvo de muy poco para consejos, puedo acaso pretender, para un amigo distante, que cada vez que sientas que algo se desordena adentro tuyo, acudas sin vacilación a los libros. Volvé a Zavalita, o a Lituma, o a Pantaleón. Ellos también buscaron sentido en medio del caos.

Un abrazo desbordado de tinta y gratitud,

Prof. Jorge Albistur, (Literatura Española),

IPA, Montevideo, 1995.


Cronología, (personal), de intervenciones públicas e inflexiones políticas de Mario Vargas Llosa:


1953–1954 .Génesis militante. Participa activamente en círculos intelectuales juveniles y en actividades estudiantiles. Se afilia sucintamente a grupos de izquierda, aunque no se compromete de forma orgánica al comunismo.

1955 .Conflicto cercano- aledaño. Vive su primer gran escándalo personal y familiar: A los 19 años, se casa en secreto con su tía política, Julia Urquidi, 13 años mayor. El matrimonio provoca un conflicto con su familia, especialmente con su padre, y se convierte en un tema comentado en su entorno social.

1956–1957 .Primeros pasos periodísticos. Comienza a trabajar como periodista en la agencia de noticias France-Presse y en Radio Panamericana. Gana el Premio Leopoldo Alas en España por su cuento “El desafío”.

1958-1960 .Residencia en París. Se instala en Francia, inicia su carrera literaria internacional. Alejado de Perú, toma distancia del contexto político, pero simpatiza con la Revolución Cubana.

1965 .Matrimonio con Patricia Llosa, prima hermana y sobrina de su primera esposa, Julia Urquidi. Este segundo matrimonio también será objeto de atención mediática años más tarde.

1971 .Ruptura con la Revolución Cubana. Tras apoyar inicialmente a Fidel Castro, rompe públicamente con el régimen, especialmente después del caso del poeta Heberto Padilla. Su distanciamiento genera tensiones con intelectuales de izquierda latinoamericana.

1987 .Oposición a la estatización de la Banca de Perú. Se convierte en figura pública destacada en oposición a la medida propuesta por el presidente Alan García. Su protagonismo político aumenta.

1990 .Candidato presidencial. Se lanza a la presidencia por el partido FREDEMO con un programa de corte neoliberal. Es derrotado por Alberto Fujimori, en una elección polarizada; circunstancia que marca un viraje definitivo hacia el liberalismo político.

1991 .Retiro de la política partidaria. Tras su derrota electoral, anuncia no volver a postularse en cargos políticos. Se instala en España y retoma plenamente su carrera como novelista y ensayista.

1993 .Publicación de “El pez en el agua”. En esta autobiografía divide el libro entre sus años de formación y su experiencia como candidato presidencial. La obra genera controversia por su crítica a políticos peruanos y por evidenciar una perspectiva liberal y sin concesiones del país.

1994 .Premio Cervantes. Es galardonado con el más prestigioso premio de las letras hispánicas. Aunque es celebrado, algunos sectores critican su ideología neoliberal y sus opiniones contrarias a los nacionalismos latinoamericanos.

1995 .Críticas desde el exilio. Se convierte en una de las voces internacionales más activas contra la dictadura de Alberto Fujimori, denunciando violaciones a los derechos humanos y la manipulación institucional.

1996 .Defensa del libre mercado. En diversos artículos en “El País” y otros medios, defiende las reformas económicas liberales en América Latina, generando controversias en sectores de izquierda que lo acusan de insensibilidad social.

1997 .Publicación de “Carta a un joven novelista”. Aunque el texto es literario y formativo, algunos críticos señalan que hay en el mismo una defensa implícita del individualismo liberal como ideal artístico y ético

1998 .Críticas a la izquierda latinoamericana. En conferencias en México y Argentina, acusa a la izquierda tradicional de “populismo retrógrado” y “antimodernismo”. Estas declaraciones causan tensiones con sectores académicos y políticos progresistas.

1999 .Apariciones en foros liberales internacionales. Participa activamente en congresos del “Cato Institute” y la “Mont Pelerin Society”, consolidando su rol de defensor del liberalismo clásico. Es criticado por aproximarse a posturas conservadoras económicas.

2000 .Celebración tras caída de Fujimori. Apoya públicamente las marchas y denuncias que condujeron a la renuncia de Alberto Fujimori. Aunque su figura es reivindicada por sectores democráticos, también es señalado como parte de la élite intelectual distante del pueblo peruano.

2001 .Crítica al nuevo gobierno de Alejandro Toledo. Aunque apoya la transición democrática, expresa reservas sobre la falta de reformas profundas. Es acusado, por algunos periodistas peruanos, de influenciar desde el exterior sin asumir responsabilidades directas.

2002 .Postura contra el nacionalismo catalán. Se manifiesta en contra del independentismo en Cataluña, lo que genera polémicas en el ámbito cultural español.

2003 .Controversia en México. Declara que el país vivía “una dictadura perfecta” bajo el PRI. La frase se volvió célebre, pero también desata fuertes críticas por parte de Octavio Paz y el mismo gobierno mexicano.

2010 .Premio Nobel de Literatura. Es galardonado “por su cartografía de las estructuras de poder y su mordaz imagen de la resistencia del individuo”. Su Nobel fue celebrado ampliamente, aunque algunos sectores criticaron sus posturas políticas neoliberales.

2011 . Polémica en la Feria del Libro de Buenos Aires. Invitado como orador inaugural, sectores kirchneristas se oponen por sus críticas a los gobiernos populistas. Finalmente, habla sin restricciones, defendiendo la libertad de expresión.

2015 .Relación con Isabel Preysler. Tras separarse de Patricia Llosa, se hace pública su relación con la socialité española. Este episodio, aunque de índole personal, alimenta el sensacionalismo mediático en el mundo hispano.

2016 .Apoyo al neoliberalismo en América Latina. Reafirma su adhesión al libre mercado y critica duramente a los gobiernos del “Socialismo del Siglo XXI”. Estas posiciones lo distancian de amplios sectores progresistas.

2021 .Apoyo a Keiko Fujimori en Perú. Pese a haber sido opositor de su padre, Alberto Fujimori, respalda a su hija en el balotaje contra Pedro Castillo. Genera gran polémica y críticas desde sectores democráticos y de izquierda.

2022 .Ingreso a la Academia Francesa. Se convierte en el primer autor no francés en ingresar sin haber escrito originalmente en ese idioma. Esto provoca cierta controversia en Francia y una ola de reconocimiento en el mundo hispano.

2023 .Publicación de artículos críticos a gobiernos de izquierda en América Latina, incluyendo a Lula, a AMLO y Petro. Aunque coherente con su postura liberal, vuelve a ser blanco de críticas por parte de intelectuales progresistas.

2024 .Apariciones públicas con figuras del liberalismo conservador europeo. Participa en foros junto a políticos como José María Aznar, lo que afianza su posición dentro de un espectro ideológico alineado con el centro-derecha occidental.

2025 .Fallece el 13 de abril en Lima, Perú.


Referencias bibliográficas

Vargas Llosa, M. (1963). La ciudad y los perros. Seix Barral.

Vargas Llosa, M. (1966). La casa verde. Seix Barral.

Vargas Llosa, M. (1969). Conversación en La Catedral. Seix Barral.

Vargas Llosa, M. (1981). La guerra del fin del mundo. Seix Barral.

Vargas Llosa, M. (1990). La verdad de las mentiras. Alfaguara.

Vargas Llosa, M. (1993). El pez en el agua. Alfaguara.

Vargas Llosa, M. (2003). El paraíso en la otra esquina. Alfaguara.

Vargas Llosa, M. (2010). Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura. Academia Sueca.

González, A. (2020). Intelectuales y poder en la España contemporánea. Madrid: Editorial Tecnos.

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Said, E. (1994). Representations of the Intellectual. New York: Vintage.

Sarlo, B. (2005). La ciudad vista: Mercancía, memoria y cultura urbana. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Svampa, M. (2019). Debates latinoamericanos: Indianismo, desarrollo, populismo. Buenos Aires: Edhasa.

Vargas Llosa, M. (2000). La fiesta del Chivo. Madrid: Alfaguara.

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Vargas Llosa, M. (2018). La llamada de la tribu. Madrid: Alfaguara.

Vargas Llosa, M. (2019). “La deriva populista”. El País. Recuperado de: https://elpais.com/autor/mario_vargas_llosa/

Domínguez Michael, C. (2015). Literatura y poder en América Latina. México: Fondo de Cultura Económica.

Esteban, Á. (2001). Mario Vargas Llosa: entre la libertad y el compromiso. Madrid: Edaf.

Menton, S. (1982). La nueva novela hispanoamericana. México: Fondo de Cultura Económica.

Todorov, T. (2007). La literatura en peligro. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

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Vargas Llosa, M. (2012). La civilización del espectáculo. Madrid: Alfaguara.

Flaubert, Gustave. Madame Bovary. París: 1857. Ediciones varias.

Vargas Llosa, Mario. La orgía perpetua: Flaubert y “Madame Bovary”. Barcelona: Seix Barral, 1975.

Vargas Llosa, Mario. Carta a un joven novelista. Barcelona: Alfaguara, 1997.

Kristal, Efraín. Temptation of the Word: The Novels of Mario Vargas Llosa. Vanderbilt University Press, 1998.

King, John. Mario Vargas Llosa. London: Reaktion Books, 2010.


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Darío Amaral, docente y escritor uruguayo, nació en Rocha en 1974; estudio Literatura en el IPA (Montevideo). Sus cuentos y poemas han sido seleccionados en antologías y revistas de Uruguay, Argentina, Chile, México y España. Libros publicados: Cuentos de Felisberto Hernández, El estampido de la entraña oriental, Confesiones de un oriental cuerdo en desacuerdo y La melancólica oquedad del caracol ermitaño. Participó en seminarios y talleres de lecto-escritura y en el proyecto de difusión cultural nacional “Uruguay te leo”, auspiciado por el MEC.



lunes, 1 de septiembre de 2025

 

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martes, 5 de agosto de 2025

TIEMPO DEL IMPERIO DE LA SANATA CARLOS CASTILLOS/ Agosto de 2025

 




¿Qué significa la palabra sanata?. Es una “expresión despectiva o peyorativa con la que se pretende disfrazar un engaño, una mentira: es un artificio verbal empleado para ocultar una verdad”. No soy de los que creen que todo lo que recibimos como información, análisis o comentario de la realidad es un engaño, pero sí estoy convencido que la mayoría de los mensajes que recibimos a diario usted y yo, como ciudadanos comunes, apuntan a ocultar la verdad.


Cuando le dicen que el partido se juega en el estadio Centenario usted vaya al de Defensor Sporting o al de Cerro. Porque, al igual que el comportamiento del tero, todas aquellas personas influyentes, de este país y del mundo, se han especializado en perfeccionar su lenguaje, con artificios verbales. Y da la impresión que han conseguido mucho, particularmente en adormecer la conciencia. Sino no se explica cómo hay gente que se niega a aceptar esa realidad artificiosa que se nos ha instalado, casi sin darnos cuenta.


Esta apreciación vale para prácticamente todos los temas. Aunque me voy a detener en un par de acontecimientos: la incertidumbre y tensión mundial por guerra comercial y las cumbres de gobernantes.


Se hace difícil entender qué está pasando con esa verborragia incontinente del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que un día anuncia sanciones comerciales “ejemplares” y al otro día da marcha atrás y suaviza su discurso. O amenaza con sancionar a alguien pero parece que se arrepiente y no sanciona. O sanciona por unos días. Un día dice que quiere terminar la guerra y al otro día bombardea Irán. Y reclama por la hambruna en Gaza pero le vende armas a Israel para que siga arrasando a sus vecinos.


He leído que el ataque de Estados Unidos a Irán fue para “probar” un nuevo modelo de avión de guerra, que quiere colocar en otros mercados, principalmente el europeo. Y algo de eso debe haber porque aquella acción quedó en eso. Ni siquiera hubo respuesta de Irán.


Si miramos más cerca de nosotros, en la región sudamericana, en el mes de julio se sucedieron al menos tres grandes “cumbres” presidenciales. La del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Estados Asociados), la de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se realizó en Brasil, y otra de gobernantes progresistas, que convocó el presidente de Chile, Gabriel Boric y que se realizó en ese país trasandino.


Si usted se toma el trabajo de revisar comentarios, comunicados y declaraciones surgidos en estos y otros acontecimientos similares, notará algo en común: nadie habla de nosotros. Del ciudadano común.


Con matices se expresa preocupación por la situación mundial, la volatilidad de los mercados, las tensiones internacionales y, a veces, de la necesidad de encarar esfuerzos conjuntos para “enfrentar fenómenos globales”.

Cualquiera de esos documentos o “declaraciones finales” de cumbres o reuniones similares recogen una reiterada expresión de deseos, pero no van más allá de eso.


Entonces mientras los gobernantes de aquí y de allá se pasan de cumbre en cumbre, los ciudadanos de a pie seguimos con nuestros problemas diarios, nuestras dificultades para acceder a necesidades básicas. Alimentación, salud, educación y vivienda siguen siendo reclamos centrales de millones de hombres y mujeres del planeta. Y quienes tienen la mayor responsabilidad de ofrecer respuestas y soluciones, parecen distraídos en otras cosas. Seguramente negocios y negociados sin ningún “derrame”. Por eso me atrevo a sostener que todo o “casi” todo lo que circula en los medios de difusión y las redes sociales cada vez más suena a sanata.


lunes, 23 de junio de 2025

UN AMOR DEL URUGUAY SEMIBÁRBARO POR EDGARDO ETTLIN

 




Esta historia no es un cuento, pues no fue cuento. Sucedieron los hechos más o menos así, de acuerdo a ciertas crónicas que intentaré no alterar con mi imaginación.

Pedro Bazán vino desde España a la Provincia Oriental por los tiempos del proceso de Emancipación de las tierras del Río de la Plata. Había participado en las guerras napoleónicas y en las guerras civiles peninsulares apoyando a los constitucionalistas, huyendo del absolutismo restaurado por Fernando VII luego de haber sido derrotados los vientos de libertad de 1820-1823. Abrazó en estos lugares la causa independentista e hizo carrera castrense como oficial en el Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata, ascendiendo a Sargento Mayor en 1829. Integrando una misión diplomática en el Brasil, cúpole conducir desde el entonces Imperio el Acta en que constaba su beneplácito al texto constitucional que tendría el incipiente Estado Oriental del Uruguay, y que se juraría el 18 de Julio de 1830.

Le conocían a Pedro como “el Galleguito de la Media de Seda”. Militar gallardo y valiente, inteligente y de refinados modales, era poseedor de una sólida ilustración y de una vasta cultura. Fue Edecán del primer Presidente de la República, el Brigadier General Fructuoso Rivera, función que alternaría ejerciendo el periodismo como uno de los redactores del periódico El Caduceo, entre 1830 y 1831. Un apuesto y calificado joven como él, todo un caballero español con el atractivo que además le deparaba el provenir del extranjero, no tardaría en captar la atención de las damitas de la pequeña sociedad de Montevideo.

Por esas épocas Pedro conoció en dicha ciudad a Petrona Magariños, una joven y bonita hija del español Mateo Magariños Ballinas y de la porteña Manuela Cerrato.  Tanto fue su amor y sentimiento de afecto mutuo que pronto se comprometieron en matrimonio. Pero las obligaciones militares de Pedro venían postergando la boda.

Luego de haber participado con Don Frutos en la campaña contra los charrúas de 1831, y de regreso en la Capital, Pedro decidió, a pesar de que por junio de ese año había ascendido a Teniente Coronel Graduado, que era hora de dejar de una vez por todas  las armas y de formar con Petrona una familia feliz. Con ella, en el Uruguay tendría un hogar.

Pedro y Petrona estaban aprontando con ilusión y alegría los arreglos para su inminente casamiento cuando el Coronel Bernabé Rivera, sobrino del Presidente y con quien Pedro tenia una entrañable e íntima amistad, le hizo llamar a fines de mayo de 1832, pidiéndole que le acompañara en una campaña que el Gobierno le había encargado, ordenándole sofocar una rebelión de los indios guaraníes misioneros y charrúas en el Norte, en la frontera con el Brasil. Pedro vaciló, pero ¿cómo negarse al llamado de su amigo tan querido? ¿Cómo rehusar a los designios del deber? Contra su voluntad, postergó su proyecto matrimonial para concurrir a ayudarle.

Prometiéndose a sí mismo y jurando a Petrona que sería su última campaña militar, Pedro partió a la guerra, hacia aquellas tierras lejanas y desiertas. Le prometió que retornaría. Petrona le aguardaría con fe ardiente, con la esperanza de su pronto retorno y de que cuando regresara, estaría en adelante y para siempre a su lado.

El levantamiento de los indígenas fue prontamente sofocado. Sin embargo, cuando se disponían a regresar a casa, Bernabé Rivera recibió la noticia de que se encontraba un núcleo de charrúas levantiscos por la hondonada de Yacaré Cururú;  y hacia ellos fue en su búsqueda con un puñado de hombres, entre ellos el Sargento Mayor Pedro Bazán. Lograron alcanzarles el 20 de junio, mas los perseguidores fueron emboscados en las cercanías de un monte por un grupo al mando del cacique Sepé. Bernabé Rivera, intentando combatirles, rodó con su caballo y quedó a merced de los charrúas, quienes desquiciados de furia y algarabía, y viendo en esa posibilidad una venganza contra la traición recibida en Salsipuedes, le rodearon con presteza a los gritos rabiosos de “¡Bernabé! ¡Bernabé!”.

Pedro pudo haber huido ante esa encerrona que no auguraba ningún éxito. Sin embargo acudió en defensa de su camarada y gran amigo, entreverándose dentro de aquel círculo fatal seguido por el Teniente Roque Viera y por un Sargento de apellido Gabiano o Galiano.

Roque Viera fue el primero en morir. Gabiano pudo escapar de milagro porque los indios se concentraron sobre Bernabé Rivera y Pedro Bazán. Se cuenta que espalda contra espalda, Bernabé y Pedro desafiaron a los enfervorizados y aterradores charrúas, infundiéndose mutuamente valor hasta el final.

Cuando el espantoso desenlace se conoció en el Sur y en la Capital del país, todos se llenaron de congoja y lo vivieron como una tragedia nacional. Decíase entonces que seguramente Bernabé sucedería a Fructuoso Rivera en la Presidencia, dado sus condiciones y elevadas prendas personales. Se daba por descontado que Bazán tendría un importante lugar a su lado, en los altos destinos de Gobierno.

Al enterarse de la triste muerte de su novio, Petrona le lloró amargamente. Pedro no había cumplido su juramento de volver. Entre lágrimas, ella se preguntaba si en sus últimos instantes la habría recordado.

Dos años después, por marzo de 1834 fueron traídos a Montevideo desde la frontera del Norte los despojos mortales de los infortunados Bernabé Rivera, Pedro Bazán y Roque Viera, que fueron recibidos en medio de un solemne y emotivo homenaje fúnebre, con el propósito de que recibieran oportuna y definitiva sepultura cuando se inaugurara el Cementerio Nuevo que se crearía en la ciudad.

Alguien entregó a Petrona un mechón del pelo rubio de su Pedro amado. Según se comentaba, se lo habían arrancado los charrúas de su cuero cabelludo después de haberle destrozado y mutilado. Lo conservó como una reliquia a través de la cual le recordaría, llorándole toda vez que le añoraba, mientras sostenía y acariciaba la guedeja entre sus manos.

Andando el tiempo, Petrona Magariños se casaría con el Coronel Doctor José Gabriel Palomeque. Con el consentimiento de éste, ella continuó guardando con cariño los cabellos de Pedro. Palomeque no ignoraba, en lo más hondo, que el corazón de Petrona seguía perteneciendo a su antiguo prometido.

Cuando el 1º de junio de 1872 murió el Coronel Doctor Palomeque, Petrona colocó dentro del ataúd de su marido el mechón de Pedro, su primer y quizá su mayor amor, que por casi cuarenta años había atesorado consigo.

Fallecería Petrona Magariños Cerrato años más tarde, un 8 de abril de 1903, aproximadamente a los 92 años. Se extinguía con ella la última luz de un romance truncado por la tragedia.

 

Fuentes:

ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera. En VARIOS AUTORES, El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 198-206.

FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, El episodio de Yacaré Cururú, en El Día, Suplemento Dominical, Año VII No. 301, 16 de octubre de 1938.

FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940, Adolfo Linardi Librería Anticuaria Americana, 1945, pp. 159-160.

PALOMEQUE Alberto, El General Rivera y la Campaña de las Misiones, Arturo E. López Editor, Buenos Aires, 1914, pp. 290-292.

 



SOBRE USTEDES Y NOSOTROS CARLOS CASTILLOS/ Junio de 2025



Todo lo que sucede fuera de la frontera de cada país, generalmente llega a nosotros a través de los medios de difusión y las redes sociales. A veces, hasta dentro del propio país hay dificultades para acceder a los hechos.

Tomando entonces como referencia lo que publican los medios, impresos o electrónicos, puede verse que los temas son recurrentes. La macroeconomía, las disputas políticas, los conflictos mundiales o regionales, lo que en Uruguay se le llama “noticias policiales” (accidentes, robos, narcotráfico, inseguridad en general).

Y cuando aparece algún espacio sobre economía, suele referirse, al menos en Uruguay, a la cotización de las monedas, la venta de automóviles, cifras genéricas sobre empleo y desempleo y poca cosa más.

Lo que ha ido desapareciendo de los medios ha sido los problemas cotidianos de la gente. Si usted accede a un medio argentino, en este momento, verá que la noticia predominante es que Cristina Fernández de Kirchner, la ex presidenta fue condenada recientemente por la Justicia de su país.

En Paraguay, los medios de mayor circulación son “francotiradores” contra el gobierno o a favor del gobierno. Y cualquier noticia sirve para alimentar esa forma indisimulada de hacer periodismo.

Brasil no sale mucho de esa norma, aunque es un país mucho más grande y con realidades diferentes. Una cosa es el sur, otra el espacio que forman Rio de Janeiro, Sao Paulo y Minas Gerais y otra el norte y el nordeste.

Pero aún así, el común denominador es que los medios no abordan, por ejemplo, el tema central, que es el económico. Aquel que impacta directamente en la vida de la gente, aunque la gente (usted, yo y nosotros) no nos demos cuenta.

Y dentro del vasto territorio de la economía, prácticamente todos, sin excepción, eluden el tema de la DEUDA EXTERNA. En Uruguay, y por lo que se puede ver en los medios de los países de la región (Argentina, Brasil y Paraguay, que forman el bloque Mercosur) la DEUDA EXTERNA no integra la agenda política. Ni de los gobiernos ni de los partidos de oposición.

Sean conservadores, progresistas o lo que sea. Todos ignoran, “olímpicamente” el tema. Lo esquivan, lo esconden o se hacen los distraídos. Vivir endeudados y cada vez más parece algo natural.

Este jueves 20 de junio de 2025 se supo de un documento, que fue elaborado por el papa Francisco, en una de las últimas iniciativas de su pontificado. Este documento se titula “El Informe Jubilar: Una hoja de ruta para abordar las crisis de deuda y desarrollo y sentar las bases financieras de una economía mundial sostenible y centrada en las personas”.

Fue encargado por el papa a un grupo de economistas de varios países como parte de las actividades del Año Jubilar 2025 y apunta a “transformación global” del tema.

El papa propuso la reestructuración eficiente de deuda soberana, mediante cambios en las legislaciones clave (como las de Nueva York y Reino Unido) que rijan los contratos de deuda.

Se propone introducir cláusulas que faciliten acuerdos colectivos y eviten la acción de fondos especulativos. Finalizar los rescates a acreedores privados por parte de instituciones multilaterales como el FMI, que “han contribuido a mantener la lógica perversa de endeudamiento y rescate que no resuelve los problemas estructurales”.

El uso estratégico de controles de capital para prevenir flujos financieros desestabilizadores, fomentar inversiones de largo plazo y permitir a los países preservar su soberanía económica.

Transparencia y participación pública en la toma de decisiones sobre endeudamiento, con mayor involucramiento de los parlamentos nacionales y de la ciudadanía. Reinvención del sistema financiero global, con nuevos instrumentos que prioricen el financiamiento del desarrollo sostenible y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

No sé en otros países, pero seguramente a este documento no se le dio demasiada difusión en casi ninguna parte, al menos de América.

El informe recuerda que 54 países en desarrollo ya destinan el 10 por ciento ó más de sus ingresos fiscales sólo al pago de intereses de la deuda, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Esta carga, señala el texto, “ha desviado recursos esenciales que deberían destinarse a la sanidad, la educación, las infraestructuras o la resiliencia climática, privando a millones de personas de atención médica vital, alimentos o empleo”.

Ahí está el tema. La DEUDA EXTERNA es el gran cáncer que padecen los países, y no solamente los más vulnerables o menos desarrollados. Pero claro, el endeudamiento también es una forma de dominación. Y a los acreedores les sirve mantener esa situación. Será por eso que nadie parece escandalizarse. Y se sigue informando de muchas banalidades, sin que nadie ubique en el centro de la agenda un tema clave, como éste.

 



lunes, 19 de mayo de 2025

LA VERDAD Y LA SABIDURIA *Columna de CARLOS CASTILLOS, Mayo de 2025


 

Una red de información puede permitir que la gente busque la verdad, incluso animarla a hacerlo, pero sólo en campos específicos que contribuyan a generar poder, sin suponer una amenaza para el orden social”. Esta afirmación forma parte del libro “Nexus” del israelí Yuval Noah Harari: “Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA” (Inteligencia Artificial). ¿Qué es lo que plantea, en los primeros capítulos, este pensador, nacido en la ciudad de Haifa, en 1976, que es un catedrático destacado y autor de otros interesantes libros, como “Homo Deus” y “Sapiens”, entre otros?”.

Resumidamente, en esos primeros capítulos, Harari plantea, simplificando sus profundos conceptos, claro, que desde el fondo de la historia, el conocimiento de la verdad no condujo, precisamente, a la sabiduría de los seres humanos. Por el contrario. El conocimiento de algunos ha servido, históricamente, para perpetuar un determinado orden social.

En lugar de una marcha del progreso, podríamos ver la historia de las redes de información humanas, como un ejercicio de fonambulismo (*) en el que lo que hay que equilibrar es la verdad con el orden”. (NOTA: Fonambulismo: Acróbata. Habilidad para desenvolverse entre distintas tendencias, principalmente en política).

Es difícil resistirse a reproducir textualmente otras partes del libro ya que Harari lo expresa mejor que nosotros. “La verdad suele ser dolorosa e inquietante y, si intentamos hacerla más reconfortante y favorecedora, ya no será la verdad”.

Será por eso entonces, que prácticamente desde siempre, quienes acceden al poder, prefieren recurrir a la ficción, en lugar de la verdad, porque eso les permite conservar sus privilegios y comodidades. “La ficción es muy maleable. La historia de toda nación contiene episodios oscuros que a sus ciudadanos no les gusta reconocer ni recordar. La fidelidad rigurosa a la verdad es esencial para el progreso científico y también es una práctica espiritual admirable, pero no es una estrategia política ganadora”.

Harari recuerda que Platón (filósofo griego que vivió entre los años 427 y 347 antes de esta Era) en su obra más conocida, como es “La República”, ya imaginaba que la constitución de su Estado utópico se basaría en la ‘noble mentira’: un relato ficticio acerca del origen del orden social que asegurara la lealtad de los ciudadanos e impidiera que cuestionaran la Constitución. “Platón afirmó que a los ciudadanos y ciudadanas se les debe decir que todos nacieron de la Tierra, que la patria es su madre y que, por lo tanto, le deben lealtad filial”.

Estas ideas de Platón casi nunca se aplicaron estrictamente como él las planteaba desde su concepción filosófica e ideológica. Pero vaya si lo han intentado varios, con sus variables y adaptaciones.

Y la historia está llena de ejemplos. Desde Hitler a Stalin, desde Estados Unidos a Rusia, desde Europa a América Latina y también en muchos países africanos. O sea, casi nadie se queda afuera.

Y en estos tiempos, los seres humanos crearon la Inteligencia Artificial (IA), una de las mayores revoluciones tecnológicas que se han producido. Si hasta ahora el ejercicio del poder se ha basado en relatos de ficción, y muchas veces en mentiras para ocultar la verdad, imagínese usted ahora, cuando nos enfrentamos a la presencia, cada vez más avasallante, de la Inteligencia Artificial (IA).

Harari lanza “duras advertencias” sobre las consecuencias que puede acarrear para la humanidad concederle a la Inteligencia Artificial un mayor control sobre las sociedades del Siglo XXI. Porque “los cuchillos y las bombas no deciden por sí mismo a quien matar. Son instrumentos sin criterio que carecen de la inteligencia necesaria para procesar información y tomar decisiones independientes. En cambio, la Inteligencia Artificial (IA) puede procesar información por sí sola, y por lo tanto, sustituir a los humanos en la toma de decisiones. La IA no es una herramienta, es un agente”, sostiene el pensador israelí.

Un planteo de este tipo puede dejarnos sin respuesta, sin saber qué hacer. Es que, en el mundo, casi nadie sabe qué hacer ni hacia dónde vamos. Tal vez lo más saludable sea seguir buscando la verdad, “empujando” para que no prosperen los relatos ficticios que, ahora, nos llegan envueltos en seductores mensajes audiovisuales. Tan deformados, que hasta reviven a los muertos. Hay que desconfiar siempre. Aprender a seleccionar, a clasificar los mensajes. Y no seguir aceptando y tragándose los mismos “versos” de todos los tiempos.







Y TODO EMPEZÓ CON SABINA IGNACIO SALABERRY

 




En los primeros años de liberación musical de la casa paterna, Joaquín Sabina fue sin dudas uno de mis referentes musicales. Alguien que cantaba lo que yo sentía, más aún cuando mis primeros romances se terminaban e iniciaban nuevos, que volvían a terminar. Si alguien, para mí, cantaba a esa situación sentimental, era Sabina. No era el único, pero Sabina, para mí reitero, tenía ese aire de tango, ese goce y tristeza sobre la misma situación. Esa forma de acomodar lo malo en un beso o una noche de sexo furtiva, esa esperanza guardada tras una mina jugada. Y también en sus canciones, estaba algo que hizo eco en mis emociones, que fue, el constante juego de, por lo menos, tres personas. Canciones como Contigo, Peor para el sol (nos sirvió para el último trago...) Y sin embargo, Y nos dieron las diez, La Magdalena, canciones que hablan de personas enamoradas aunque no pasen sus momentos de placer con su amada (?), o que viven un momento de placer que les queda para siempre, o al menos hasta el año siguiente cuando la va a buscar y hay un banco.
Obviamente que no sólo a mi me gustaba, me gusta Sabina, hay millones de personas que se identifican con esa forma de contar amores perdidos, que quedan en lugares inalcanzables para los demás mortales que viven el día a día, aunque ellos también lo sean.
Al mismo tiempo que me asombraba como había gente como yo, añorando amores, celebrando engaños, también me daba cuenta que no era sólo un tema Sabinero, que las añoranzas de amores pasados, que superan a los actuales, o amores segundos que vienen a ocupar los lugares que el amor oficial, el social, deja vacíos, estaban en toda la historia de la música.
La conclusión fue clara y preocupante, ¿Por qué nos gusta añorar amores que ya no son? ¿Por qué no valorar lo que uno elige vivir? ¿Por qué se necesita de otro amor por fuera que llene la vida que a veces mi pareja no sabe que tengo?
Descubrí canciones como Corazón Loco, otras tantas de Arjona, Alejandro Sanz, boleros, maravillosos casi todos ellos, y así, la lista es larga y abarca a todos los músicos. Hombres y mujeres, la verdadera Shakira cantando, moscas en la casa, Inevitable (no sé preparara café... Y no entiendo de fútbol... Todo dicho).
Ya se ha dicho en otras ocasiones que la tristeza, la melancolía, la añoranza, inspiran mucho más que la alegría, al menos para los que vivimos por acá, y en gran parte del mundo.
Ahora, darnos cuenta que al hacer un culto de los amores que no fueron, de que los amores que no están en el día a día son los mejores, de que un rato de sexo despreocupado es más importante que conocer la profundidad de la otra persona, sus gustos y disgustos, sus puntos fuertes, y aquellos que la hacen débil, es algo que no ayuda mucho al armado social, pero que no se puede negar.
Porque tras ese sentimiento viene la mentira, porque cantar abrazado a mi pareja, que extraño un amor por lo furtivo o lo bueno que fue sexualmente o por lo despreocupado, es también, mandar mensajes subliminales (y no tanto), al resto de personas que conviven conmigo.

Sabina y sus secuaces me han servido para darme cuenta que siempre estuve mal, que como sociedad hemos estado poniendo el foco donde quedamos, y dejamos, mal parados a los demás.

El amor que añoramos muchas veces no es por esa relación en si, sino por querer volver a vivir el pasado, porque esa lucha con la juventud se sigue perdiendo. Y si no la aceptamos en buena medida, de manera que podamos aprender a querer el presente, no vamos a mirar con ganas el presente, y mucho menos el futuro.

La biodecodificación, me ha llevado por estos caminos y me ha servido, para darme cuenta que tengo que pedirme disculpas, y hacer ese acto extensivo a todas mis parejas, que también, hicieron lo mismo conmigo. Vivimos en un mundo donde añoramos lo pasado, aunque cuando era presente lo estábamos ignorando por otro pasado. O esperando un futuro que creemos imposible, pero como está adelante, lo usamos para darnos esperanzas, porque sentimos, que el presente no vale la pena, o está mal, o debería ser mejor.

Por eso Sabina y tantos otros dieron en el clavo, por eso hicieron cantar a millones de personas cosas como "y sin embargo un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera" o Antonio Machín con "ahora ya puedes saber cómo se pueden querer dos mujeres a la vez, y no estar loco", ejemplos hay millones.

Valorar el presente, la persona que tenemos a nuestro costado, la que quiere estar con nosotros todos los días y nosotros queremos estar con ella, la que por esa decisión se pierde ser nuestra estrella sexual de un momento fugaz, es la que debemos valorar.
Y si no sentimos que eso valga la pena, debemos de soltar, sin preocupaciones, porque si no suelto, si no respeto mi tiempo presente, ni el de la otra persona, empezaré de a poco nuevamente, a escuchar a Sabina y cía.

I.S.S. 






jueves, 1 de mayo de 2025

SER Y HACER *Columna de CARLOS CASTILLOS, Abril de 2025

Ojo de agua es un “ambiente educativo” de España. No es una escuela, ni un colegio ni nada que se parezca a las instituciones de educación formal existentes en tantos lugares. De casualidad, hace algunos años, entré en contacto con sus responsables y desde entonces recibo mensajes, informaciones y reflexiones sobre el tema educativo. Este es uno de los últimos textos que recibí y decidí compartir con usted. Recientemente, escuchamos en una entrevista a un experto en educación afirmar que “cuando llevan a su hijo a la escuela, los padres quieren que se le reconozca por lo que es, pero la escuela tiene que lograr que se le reconozca por lo que hace, que es por lo que la sociedad les valora”. Esta idea nos dejó cavilando. En principio, parece razonable que la escuela desarrolle el conocimiento y las destrezas de las niñas y niños. No obstante, algo en esa formulación no llegaba a encajar. ¿Es necesario renunciar a lo que eres para desarrollar lo que haces? ¿Significa que reconocerte por lo que eres impide desarrollar tus talentos, lo que puedes aportar? Al cabo de un tiempo, vimos claro que el argumento de ignorar quién eres en favor de recompensar lo que haces cumple con precisión el precepto básico del sistema educativo: renunciar a tu singularidad. Aquello que eres, es único. Ignorarlo es enterrarlo. Sin embargo, lo que haces es intercambiable. Si no lo haces tú, otro podría hacerlo. Quizá una institución como la escuela, no puede permitirse el lujo de valorar lo que eres. Quizá es demasiado peligroso para el objetivo de lograr que las personas encajen lo más posible en el marco social establecido; ese que nos desindividualiza, nos fragmenta y nos enfrenta; el que nos masifica. El día a día de nuestra experiencia nos ha revelado que reconocer el ser (lo esencial) es condición primera y necesaria, aunque no suficiente, para desplegar funcionalmente las habilidades y los conocimientos (lo instrumental). Desarrollar lo instrumental dando la espalda a lo esencial lleva a relaciones humanas desatinadas, a la división entre adultos y jóvenes, a la pérdida o al olvido del propósito vital, agarrándonos al clavo ardiendo de la recompensa económica o las “salidas profesionales”. Una institución que pretenda educar en toda su dimensión debe reconocer quiénes son las personas a las que pretende educar, pues solo después de saber quién soy podré desplegar con vigor, eficacia y valentía mi talento y mi propósito. Aquello que más me interesa, que más facilidad tengo para hacer, aquello que más me inspira, casi con total certeza será bueno para la sociedad, además de satisfacer mi realización personal. Lógicamente, ésta no es -ni mucho menos- una responsabilidad de la educación extrafamiliar. El fundamento de todo ello está en prácticas de crianza basadas en la satisfacción de las necesidades reales de los seres humanos que solo pueden practicarse con un cierto grado de desarrollo consciente de las personas que más cerca están de la primera infancia; normalmente, la madre, primero, y el padre, en segundo lugar. Pero, ¡qué diferente podría ser una educación cuya prioridad fuera reconocer el ser para, en segundo término, facilitar el contexto del conocer y del hacer. Con frecuencia se escucha el comentario “todos tuvimos un profesor que nos influyó tanto que aún lo recordamos”, dando a entender que la conexión humana es el factor más importante del proceso educativo. En eso pensábamos después de que uno de nosotros se encontrara a Gael, un chico que participó en ojo de agua desde bien pequeño hasta que decidió irse al instituto y cuya historia de transición al sistema educativo convencional compartimos en un artículo que titulamos “Pero, ¿cómo es posible?” Pues bien, años después nos volvemos a ver y, tras intercambiar las novedades del momento vital de cada cual (trabajo, familia, vicisitudes varias…), dice: “Es curioso, anoche soñé con vosotros”. “¿Ah, sí?”, respondí. Y, con un punto, quizá de vanidad, quizá de alegría, continué -señalando con un dedo a su cabeza-: “Nos llevas ahí”. “No”, replicó con agilidad. “Os llevo en el corazón”. La sorpresa fue tan grande que no pude reaccionar y la conversación continuó por derroteros superficiales hasta que nos despedimos. De vuelta, lo comentamos entre nosotros dos y nos surgieron muchas preguntas: ¿Qué debe suceder para que un niño a quien has acompañado a lo largo de ocho o diez años en parte del periplo de su formación como ser humano social te “lleve en el corazón”? ¿Qué diferencia hay entre recordar a un profesor y llevar en el corazón a un adulto que no pertenece a tu linaje de sangre? ¿Qué significa “llevar en el corazón”? Nuestra respuesta es que solo quien abre su corazón puede acceder al corazón de otros. Llevar a alguien en el corazón significa que esa relación ha sido profundamente humana, que no ha sido una relación puramente instrumental o mecánica. Una relación que también habrá incluido desencuentros, pero que por encima de todo trataba de compartir respeto por quién es uno mismo, por quiénes son los demás y por el mundo no humano que nos acoge y sostiene. Esa frase “Os llevo en el corazón” quizá signifique “Me distéis la oportunidad de mostrarme tal cual era con mis virtudes y mis defectos. No me juzgasteis. Me ofrecisteis un ámbito de libertad y responsabilidad que aprecio y valoro. Ví cómo os jugabais la piel por nuestra libertad y nuestro bienestar (que están indefectiblemente entrelazados). Viví también vuestros errores y tuve la oportunidad de confrontaros con ellos a pesar de que era un niño. Confiasteis una y otra vez, cada vez que me equivocaba. Pude ser yo mismo”. Y así es, pues como en una ocasión nos compartió nuestra querida Inma Nogués: “Somos seres humanos, no somos haceres humanos”.