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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Escocia por Leopoldo Amondarain




El que crea que los nacionalismos -incluyendo los europeos- puedan desaparecer, no tiene la más pálida idea de las arraigadas fluctuaciones políticas mundiales. Es muy cierto, en Escocia aún ganaron los ingleses. Festejan Cameron y las grandes potencias que lo rodean por los problemas que hubiese suscitado, desde el punto de vista económico financiero y un esquema político a reformarse en su totalidad. Pero si yo fuera inglés no dormiría tranquilo conociendo que el 44% del pueblo escocés no se siente británico. Es obvio que hay un nacionalismo profundo y muy arraigado, el porcentaje es demasiado importante como para desconocerlo. Es evidente que tanto los catalanes como los vascos que están quietitos “de pata arrollada” esperaban para festejar la independencia escocesa. Por situaciones e intereses particulares y parecidos de cada uno. Pero no todos los nacionalismos son iguales, o sea que también hay variantes son sistemas enfrentados al imperialismo. La subdivisión inglesa era un poco demostrar la debilidad de la rubia Albión y una fragilidad futura que comenzaría a despedazarse. Algo parecido a lo que sucedería en España, que si los catalanes y sin duda los vascos, tuviesen una situación de separación sufriría la vieja Ibérica divisiones en las zonas más prósperas muy difícil de compaginar para soluciones futuras. Correría el riesgo de disoluciones o rupturas definitivas. Incluso en este último caso, a diferencia de Escocia, la Iglesia Católica que siempre jugó un partido muy importante para la unidad de España, tendría que manejarse en situaciones especiales y delicadas. La Iglesia vasca por ejemplo, siempre fue separatista. Si bien doctrinariamente pertenecen a una misma fe, cuya cabeza es Roma, en lo interno fomentaron y muy activamente la independencia del país vasco. Connotados historiadores éuscaros han sostenido y con razón que la propia ETA tuvo sus orígenes en conventos jesuíticos, sin perjuicio de los variados fusilamientos que Franco en su momento hizo de curas vascos. En Cataluña es muy similar, vascos y catalanes siempre fueron vecinos “bien dispuestos” entre ellos. En Inglaterra es distinto, los ingleses más hábiles que los españoles, es notorio, participaban fraccionariamente a los escoceses incluyendo los sectores eclesiásticos, de un cogobierno que trataron siempre de que fuera globalizado, reinas escocesas casadas con ingleses y viceversa, por ejemplo, hacía una participación notoria más abierta que la que tenían con los irlandeses. Y de esa manera se explican más de 300 años que llevaban de una unidad muchas veces “atada con hilo dental”. Por todo esto llama la atención la desesperación que tenían los ingleses desde la Reina y Cameron para abajo poco menos que implorando ostensiblemente por la unidad de Inglaterra y a su vez el desprecio de los dirigentes escoceses en declaraciones que son notorias contra el sentimiento unitario imperial inglés. Que Inglaterra, uno de los significativos y emblemáticos imperio que se mantienen a la vieja usanza, con historia, tradiciones, costumbres, idiomas, unidad comercial y ejércitos, se haya mantenido todo este tiempo y que de buenas a primera se puedan quebrar llegando nada menos que a un 44% de gente que en un pueblo integrado y que además goza de los más homogéneos en el mundo no es para dormir tranquilos. El tiempo es un “gentil hombre”, en el transcurso de los años, no lo vamos a ver nosotros posiblemente, los imperios se van degradando en su momento fue Francia cuya revolución terminó con el absolutismo monárquico. También le pasó a España y a Portugal que fueron perdiendo “pilchas del apero”, dividiéndose correlativamente y hoy día le puede tocar perfectamente a Inglaterra y con el tiempo incluyendo los yanquis. Los imperios no tienen amigos. Tienen subalternos explotados y contra ellos se han levantado siempre los nacionalismos. Se pierde y se gana, pero la llama siempre está encendida. En Inglaterra todo quedó como estaba, por ahora. Con cambios estratégicos que se tranzan en aras de la pacificación inmediata. Pero a la larga es circunstancial. Lo permanente de un pueblo es su cultura, es su historia, son sus hombres y descendientes directos, es su idiosincrasia, sus costumbres, una homogénea manera de pensar, sus idiomas, sus religiones, todas realidades que no separan sino que unen. El haber conquistado territorios con otros pueblos que han sido sometidos y se someten por la fuerza tiende a romperse institucionalmente. Aunque los hechos dicen lo contrario, los escoceses no perdieron, su sentimiento nacional sigue vigente y tal vez necesiten algunos “retoques” para concretar añejos sueños libertarios.


Leopoldo Amondarain

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