Por Enrique Müller
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LA NACION
Un veterano político demócrata reveló los encuentros sexuales del presidente con una alemana
BERLÍN.-
Ellen Rometsch tiene 77 años, vive retirada en una pequeña y
confortable casa con jardín en las afueras de Bonn y cuando su nombre
aparece impreso en los diarios de su país, como ocurrió poco antes de
las fiestas navideñas, pone en marcha una estrategia casi militar para
mantener alejados a los periodistas que desean revivir su pasado cuando,
entre 1961 y 1963, vivía en Washington y era una de las mujeres más
deseadas del exclusivo local Quorom Club de Washington
Gracias a una indiscreta entrevista concedida por el ex
político demócrata norteamericano Bobby Baker a la revista Politico
Magazin en noviembre pasado, el nombre de Ellen Rometsch recuperó la
actualidad perdida con los años y los lectores de la prensa alemana
pudieron enterarse de que la mujer había sido la última amante que tuvo
John F. Kennedy, una aventura que quedó registrada en los archivos del
FBI.En la entrevista, el ex político de 85 años revela que Ellen Rometsch era más hermosa que Elisabeth Taylor y que amaba, por sobre todas las cosas, el "sexo oral".
"Ella visitó varias veces la Casa Blanca", confiesa el anciano, que se atribuye la primicia de haber sido la persona que hizo posible los encuentros amorosos entre la hermosa alemana y el más mujeriego de los presidentes que haya tenido nunca Estados Unidos.
"Después del primer encuentro, el presidente me llamó por teléfono y casi eufórico me dijo: «Ha sido la mejor relación sexual que jamás he tenido»", contó el ex político, que dirigía con una rara mezcla de oportunismo, discreción y éxito el club visitado por la flor y nata del mundo político de Washington.
No fue todo. Según Bobby Baker, la belleza alemana, cuyas medidas hacían suspirar a sus clientes, también tuvo sexo oral con otro político que llegaría a ser presidente: Gerald Ford. Era la época en que el líder republicano intentaba llegar a la cumbre del poder político. "Tenía problemas con su mujer, que era drogadicta", cuenta Baker.
Las revelaciones de Bobby Baker, que entre 1961 y 1963 ejerció el cargo de secretario de la bancada demócrata del Senado y era conocido como "el senador número 101", gracias a sus contactos con el poder, revivieron el pasado de la hermosa y misteriosa Ellen Rometsch. Una mujer que durante su estancia de dos años en Washington enloqueció a los políticos y despertó la curiosidad del FBI, que la puso bajo vigilancia ante el temor de que fuera una peligrosa espía de la Alemania del Este.
En el verano de 1963, el director del FBI, el poderoso J. Edgard Hoover, visitó a Robert Kennedy y le dijo: "Tenemos información de que no sólo su hermano, el presidente, sino muchos otros [políticos] tienen relaciones con una mujer que está bajo sospecha de ser una espía de la inteligencia soviética".
Verdad o mentira, el resultado del encuentro entre el director de FBI y Robert Kennedy tuvo consecuencias devastadoras para Ellen Rometsch. En menos de una semana, la mujer y su esposo, un agregado militar alemán en la embajada, fueron invitados a abandonar el país.
Cuando Ellen Rometsch regresó a Alemania, la mujer se refugió en la casa de sus padres y rehusó hablar con la prensa, pero su silencio no impidió que los medios germanos crearan una leyenda en torno a su vida.
La biografía oficial de Ellen Rometsch señala que nació en el año 1936, en Kleinitz, una pequeña localidad de Alemania del Este. En 1955 emigró al Oeste y se casó en segundas nupcias con Rolf Rometsch, un oficial del ejército alemán que fue enviado a Washington en 1961.
La biografía paralela inventó una imagen más romántica y adecuada a la Guerra Fría. La hermosa Ellen habría contraído matrimonio con el oficial alemán para poder tener acceso a información privilegiada. En Washington no tardó en convertirse en una deseada invitada en el famoso Quorum Club, una actividad que despertó las sospechas del FBI y acabó con su matrimonio.
El FBI nunca pudo probar que la hermosa alemana hubiera sido agente de la Stasi, pero su silencio en torno a los dos años que vivió en la capital de Estados Unidos convirtió a Ellen en una leyenda viva.
En la única entrevista que concedió a un medio alemán (Stern) en 1964, la supuesta espía confesó que jamás había trabajado para la Stasi, una afirmación que fue confirmada por el más famoso jefe de los espías del Este, Markus Wolff, quien reveló, después de la caída del Muro, que la última amante de Kennedy jamás había trabajado para él.
Ellen Rometsch volvió a casarse con su segundo esposo, el oficial del ejército alemán, con quien vive en las afueras de Bonn.
© El País, SL.