Tiene más de 16 mil lápices de todo el planeta; también colecciona gorros, fósforos y hasta amigos
+ Carolina Delisa @carodelisa -
Emilio Arenas vive entre grafos. A sus 68 años puede decir que es el mayor coleccionista de lápices del mundo. Batió el récord Guinness cinco veces, el último tras acumular 16.260 unidades, aunque ya lo superó. Vive en la ciudad de Colonia, donde tiene una granja que le genera ingresos suficientes para vivir. Sin embargo, su mayor orgullo es la colección, que mantiene con gran cuidado.
Se acuerda de todos sus lápices, y en treinta segundos puede decir dónde está ubicado cada uno. Entre los ejemplares, tiene un lápiz miniatura de 17 milímetros, y el más finito del mundo, que mide un milímetro de diámetro.
"Me llegan lápices todos los días, de todas partes del mundo: de Italia, de Escocia, de Japón. Siempre voy buscando lápices, pero este año superé todas las expectativas. En un mes recibí 630 lápices de 47 personas de Rumania, Polonia, Praga, Serbia, Londres, Brasil", cuenta Arenas a El Observador.
Su pasión por los lápices comenzó en quinto de escuela, cuando tenía once años. En 1956, a Arenas le regalaron un lápiz que tenía escrito "Arroz Corola, el mejor Carolina". Fue a sacarle punta, para comenzar el dictado que la maestra había pedido, y se lo quedó mirando: "'Este lápiz no va a salir más', pensé. Levanté la mano y le pedí a la maestra un lápiz para seguir escribiendo, porque ese lo quería guardar. Le dije que iba a empezar una colección. 'Le doy dos, uno para el dictado, y otro para su colección', me dijo doña Lorenza Peluffo de Barrera, la maestra que me entendió", cuenta Arenas, con entusiasmo, mientras asegura que el lápiz fundador lo guarda en una cajita aparte.
Luego de ganar su primer Guinness, en 2002, Faber Castell lo invitó a visitar la fábrica de Alemania. A partir de entonces, no fue necesario seguir buscando. Los lápices comenzaron a llegar, todos los días, de diferentes partes del mundo. Incluso Mauricio Macri, Jorge Larrañaga, los embajadores de Serbia, de Japón y de Estados Unidos se han acercado a Colonia para contribuir con la colección. María Auxiliadora, la esposa de Tabaré Vázquez, le dijo: "Arenas, fuimos con Tabaré a Vietnam y me acordé de usted, tome", según contó Arenas. Sin embargo, aún quedan países que la colección todavía no conoce: "Me faltan de Arabia Saudita, Dubái, y algunos de África", se queja.
Arenas ha llegado a caminar 42 cuadras para ver si encontraba alguno que le faltara. En la zona es conocido como "el loco de los lápices", pero él, más que una locura, dice que es una pasión. "El coleccionismo es como un vicio, pero no hace daño. Gasto exactamente lo que gasta una persona fumando una caja de cigarro por día: la inversión es en las vitrinas, las cajas de lápices que yo mismo hago", explica.
Para él, para ser un buen coleccionista hay que cumplir con 5 factores: ser obsesivo, paciente, perseverante, querer lo que se hace, y quererse. "Y yo tengo toda esa locura acumulada", cuenta entre risas.
"El lápiz es cultura de punta a punta"
Arenas asegura que la obsesión con coleccionar lápices se funda en la importancia que tienen para la cultura, porque hacen referencia a la escritura y al aprendizaje, sobre todo el que uno adquiere cuando va a la escuela. "La cultura del lápiz es de punta a punta", reivindica. Sin embargo, en una oportunidad discutió con una maestra que visitaba su colección. "Una maestra, totalmente desubicada, me dijo que si yo tenía tantos lápices, porque no se los regalaba a los niños. ¿Entonces, qué le muestro yo a los niños? Los de la colección no se pueden usar, el que me los toca le corto un dedo", advierte.
El vicio se contagia
Lo curioso es que, luego de más de 40 años, a Arenas le han dado ganas de coleccionar otras cosas. También batió el récord Guinness de 9.130 cajas de fósforos en 2005, aunque ahora tiene 14 mil. Además, ese mismo año logró otro Guinness por tener 25.630 llaveros. Hoy tiene 37 mil.
Después le vinieron las ganas de tener gorras, y llegó a juntar cerca de mil. Incluso contagió a su mujer, y ahora ella guarda cerca de 5.200 frascos de perfumes. Son tantos los objetos que tiene en su granja, que tuvo que comprar un contenedor para guardarlos.
Gracias a los lápices, mucha gente visita la Granja Arenas, ubicada en el kilómetro 167 de la ruta 1. Entre los viajeros se ha corrido la voz de que deja que estacionen las casas rodantes en su predio, sin cobrar nada. Hay oportunidades en que llega a haber 20 vehículos en su jardín. Pero a él le gusta, porque dice que así va generando nuevos vínculos. "También colecciono amigos", revela.