El parlamentario nacionalista Carlos Moreira se
metió a investigar el asunto cuando, estando de vacaciones en Punta del
Este en el verano de 2007, recibió una llamada telefónica del líder de
Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, quien le dijo que le sentía “feo
olor” al negocio de Pluna con el Estado. Fue así que el legislador
coloniense, abogado y exintendente, comenzó a investigar la causa.
En el Parlamento, sus colegas bromean con que es “catedrático grado cinco en Pluna”. En una fiesta de fin de año organizada por canal 12, Campiani divisó a la distancia a Moreira, que lo venía criticando duramente a través de los medios de comunicación. El empresario, acompañado por Jutta, su esposa alemana, seguía los pasos del parlamentario durante la fiesta con la intención de conversar y, aconsejado por un asesor, buscar algún acuerdo de no agresión.
Moreira estaba flanqueado por el expresidente del Banco Central, Ricardo Pascale, quien no tenía idea del enfrentamiento entre el senador y el empresario aeronáutico. Poco a poco, Campiani —llevando a su esposa del brazo— se acercó a Pascale para hablar y, de paso, saludar a Moreira. Pascale se encargó de las presentaciones y, cinco segundos después, el intento de pacificación se derrumbó imprevistamente.
—¡Usteg es edemigo de mi madigo! —le espetó a Moreira la esposa de Campiani, en un castellano chapurreado, mientras lo señalaba con un dedo.
—No, no… —balbuceó Campiani, pero el daño ya estaba hecho.
—Yo no soy enemigo de su marido. Yo hago mi trabajo, nada más —respondió Moreira.
Campiani trató de plantearle al legislador algunos temas de su interés e incluso le propuso reunirse en otro lado para hablar más tranquilos. Pero Moreira le dijo que no, que no había nada de lo que ellos dos pudieran conversar y dio por terminado el accidentado encuentro.
En el Parlamento, sus colegas bromean con que es “catedrático grado cinco en Pluna”. En una fiesta de fin de año organizada por canal 12, Campiani divisó a la distancia a Moreira, que lo venía criticando duramente a través de los medios de comunicación. El empresario, acompañado por Jutta, su esposa alemana, seguía los pasos del parlamentario durante la fiesta con la intención de conversar y, aconsejado por un asesor, buscar algún acuerdo de no agresión.
Moreira estaba flanqueado por el expresidente del Banco Central, Ricardo Pascale, quien no tenía idea del enfrentamiento entre el senador y el empresario aeronáutico. Poco a poco, Campiani —llevando a su esposa del brazo— se acercó a Pascale para hablar y, de paso, saludar a Moreira. Pascale se encargó de las presentaciones y, cinco segundos después, el intento de pacificación se derrumbó imprevistamente.
—¡Usteg es edemigo de mi madigo! —le espetó a Moreira la esposa de Campiani, en un castellano chapurreado, mientras lo señalaba con un dedo.
—No, no… —balbuceó Campiani, pero el daño ya estaba hecho.
—Yo no soy enemigo de su marido. Yo hago mi trabajo, nada más —respondió Moreira.
Campiani trató de plantearle al legislador algunos temas de su interés e incluso le propuso reunirse en otro lado para hablar más tranquilos. Pero Moreira le dijo que no, que no había nada de lo que ellos dos pudieran conversar y dio por terminado el accidentado encuentro.