Escritor y periodista Julio Dornel
Blanco Balao
Entre las Sierras Chicas y las Grandes del Valle de Punilla, se encuentra la ciudad de Cosquin, cuya fama nacional e internacional comenzó en las primeras décadas del siglo pasado, fomentada por las curas milagrosas que experimentaban los enfermos pulmonares.
El antiguo asentamiento de los aborígenes Come chingones está ubicado a 1.000 kilómetros de Montevideo, y fue allá por 1960 que por iniciativa del cura párroco José María Manguillot y un grupo de vecinos que tomó cuerpo la iniciativa de organizar un festival de folklore de carácter nacional. El reencuentro con el cantautor y poeta castillense Blanco Balao, participante de varios festivales nos permite conocer algunos detalles sobre algunas ediciones del promocionado festival:”Una cosa es el festival que escuchamos y vemos por la televisión, y otra muy distinta la que se vive fuera del escenario, en las calles, en las peñas, en los centros culturales y en los escenarios levantados a la orilla del río Cosquin con sus 15 kilómetros de playa. De esta manera nos entreveramos con distintas colectividades de América y del mundo presentándonos una visión distinta del mismo, compartiendo vivencias y tenidas personales. En un artículo periodístico que publicamos hace algunos años para la Prensa Rosarina señalábamos que “ya instalados en una casa familiar, en horas de la tarde se armó una guitarreada en el jardín con gente del Chaco, Santa Fe, Buenos Aires, Santa Cruz y , nosotros por Uruguay, comenzamos a cantar en rueda. En esa oportunidad un joven de apellido Chamorro, alumno de Juan Falú nos deleito con unas hermosas zambas; entre ellas una de Alfredo Zitarrosa. Yo no cabía en el pecho, y cuando me tocó el turno salieron todas cosas orientales; de Rocha, del Olimar etc, ganándome el afecto de la gente, que al otro día se movilizaron para que yo no me fuera de Cosquin. Movido por esa magia festivalera que ya me navegaba por la sangre, les obsequié estas líneas que comparto con ustedes: “Cayendo la tardecita el sol va rejuntando sus cobres y juega con su paleta de colores en la falda de los cerros cercanos. Las guitarras dormidas se desperezan juntando trinos, preparándose para endulzar la noche del hombre festivalero. Y cuando la luna aparece suspendida en el cielo de Cosquin, revienta por fin la cohetería multicolor y el Valle se puebla de coplas, colores y calor humano. Desde el escenario Atahualpa Yupanqui (que así se llama en honor al Maestro) el locutor pregona alzando su voz dentro del estruendo pirotécnico: “AQUIIIIIIIII COSQUIN….CAPITAL DEL FOLKLORE. Las campanas de la iglesia repican a gloria frente a la plaza Prospero Molina y la magia está hecha de latidos, corazón de la amistad, corazón del canto haciendo historia. Culminaré esta nota-dijo Balao- diciendo que, cuando en el mundo los fabricantes de guerras hacen su negocio, en lugares como este la gente levanta su pensamiento en canciones, poemas, música y danza, donde el pueblo baila y canta junto a sus artistas”. Sin embargo los cambios experimentados en el mundo tenían que llegar inevitablemente a la plaza “Prospero Molina, haciendo temblar las raíces del escenario de Don Atahualpa. Próxima Nota:
PELIGRA COSQUIN: ARBITRARIEDADES, ACOMODOS POLÍTICOS Y CENSURA.
YA ES TARDE....