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viernes, 18 de abril de 2014

El blog superó las 300 mil visitas

En exactamente diez meses, treinta mil por mes,mil por día.
El 17 de junio de 2013 comencé esta aventura de publicar trabajos propios, entrevistas, audios de reportajes y noticias locales, nacionales e internacionales.Tuve el honor que prestigiosos perdiodistas, escritores, gente de la cultura, haga llegar su aporte periódico para así poder reflejar todas las historias posibles y todos los colores de la realidad.
Anoche, 17 de abril de 2014 ustedes, l@s lector@s hicieron que se superara esa línea de los 300 mil visitantes.
Es una alegría enorme para un periodista que todo lo hace "a puulmón" ver que del otro lado hay gente que día a día se acerca a leer nuestras publicaciones.
Dicen los que saben que es un record que sin medios económicos,sin promociones pagadas, tanta gente acompañe a un blog como este.
Gracias por el apoyo permanente.Es una frase repetida....pero..sin ustedes...esto no sería posible.
Gracias de nuevo!
Un abrazo
Juanjo Pereyra
Rocha, Uruguay
18 de abril de 2014

26 de abril: Gernika Leopoldo Amondarain


En Gernika hay un roble en torno al cual, cuentan las tradiciones vascas, sus milenarias tribus se reunían periódicamente a legislarse democráticamente. Respetaban sus libertades, celosamente defendidas con sus más íntimas convicciones.
Un pueblo pacífico, protegido tal vez por su propio entorno geográfico montañoso, descendía a sus fértiles valles a dar un ejemplo al mundo de democracia y respeto a la libérrima opinión de su pueblo. Jamás tuvieron ambiciones imperiales. Incluso los moros en sus 700 años de dominio del resto de la Península Ibérica nunca los conquistaron, ayudando sin duda, el aislamiento y hasta una pureza racial entre lo que se destaca por lo mismo un tipo de sangre típico, O-Rh negativo, que lo distingue del resto de los nostálgicos imperios vecinos.
El origen de su idioma, absolutamente distinto, se desconoce, como el de su pueblo mismo y se pierde en la nebulosa de los tiempos. No son indoeuropeos y tal vez sean esas características tan particulares e intrínsecas de su historia y su idiosincrasia que los hicieron diferentes étnica, idiomática, espiritualmente y sobre todo con un sentimiento libertario tan marcado a través de los milenios y conservado hoy día en una esperanza latente y cierta a la que esperan las generaciones venideras, hijos, nietos, etcétera, puedan volver a gozar como nación libre. Gernika y su roble, por todo ello, sufrió un genocidio que como tal fue de una crueldad y ferocidad imperdonable y despiadada. Allí descansan los sagrados huesos de miles de mujeres, viejos y niños, ya que los hombres estaban mayoritariamente en el frente de batalla, representando los más puros sentimientos libertarios vascos.
Gernika, no obstante su drama, no es un símbolo de muerte, por el contrario, su roble cada día está más verde, sus brotes más firmes y sus raíces más prendidas a una tierra que quiere libertad y soberanía. Gernika con su pueblo, su historia, su cultura propia, su idioma y tradiciones, montada en sus picos pirenaicos con su árbol, algún día verá flamear su legendaria Ikurriña entre las banderas soberanas y libres de las Naciones Unidas.
El 26 de abril se cumple otro aniversario en que la legión Cóndor alemana bombardeó por orden de sus ocasionales socios españoles, con brutal ferocidad, sus calles y sus casas. Su sangre generosa corrió a raudales por su valle. Pero jamás han podido ni podrán los criminales responsables de la época, ni los gobiernos sucesivos que han llegado al colmo de prohibir que el famoso cuadro de Picasso se exponga en Euskadi para el cual el maestro lo pintó en su homenaje, acallar el grito libertario que surge desde el fondo mismo de las entrañas de su tierra, de sus valles, de sus montañas y de las mazmorras españolas en que tantos cientos de hijos suyos, enterrados en vida están por querer una patria soberana; recorriendo las conciencias y el más puro sentimiento libre vasco. ¡Gora Euskadi askatasuna! ¡Viva Euskadi independiente!


Leopoldo Amondarain
C.I. 950.556-0
Cel: 099 626 573

Medianías Viviana Padelin


En los últimos meses el FA ha instalado en la ciudadanía la matriz de opinión: "Gana Tabaré". Y, lamentablemente muchos "opositores" se suman a abonar esta teoría redirigiendo su campaña a la conquista de bancas legislativas.
Es bien sabido el descreimiento y la desconfianza de muchos en los partidos tradicionales, un descontento y vacío que la izquierda (que llegó a su techo electoral con Mujica) supo trabajar oportunamente  con otra matriz de opinión: "la corrupción de los PPTT"
Lo que sorprende de los PPTT es la falta de interpretación de nuevas necesidades,  objetivos y participación de una ciudadanía que se expresa activamente en las redes sociales en este nuevo escenario de globalización e instantaneidad. Frente a esto, se ve una clara disociación entre la comunicación de contenido de propuestas y lo que hoy se espera de un candidato.
No son tiempos de medianías, son tiempos de recuperar al País. Un país, como tantos, hoy gobernado por el proyecto de "Patria Grande" del Foro de Sao Paulo.  La gravedad de esta situación actual no es advertida por los PPTT o bien no es expresada en función de conservar un cierto "orden institucional" que les permita continuar o bien con los privilegios legislativos o bien con la "paz democrática".
No son tiempos de tibiezas, de cordialidades ni de diplomacias, son tiempos de señales, de identificación y de identidades.  Es por esta razón que los gestos de camaradería  (tal como el de Bordaberry con Tabaré en Rocha) son interpretados como complicidad de "espíritu de cuerpo" o debilidad.  Uno puede preguntarse si estos gestos son sólo eso, finalmente los votos del Partido Colorado en 2009 no sumaron en su totalidad en la segunda vuelta al Partido Nacional, tal como el Partido Nacional sí sumó al entonces candidato colorado del 2004, Jorge Batlle.  Más aún, el propio Bordaberry no acompañó la campaña de balotaje de Luis A Lacalle a sabiendas  que lo que se jugaba era el País, hoy sumido en la delincuencia y disvalores.  De cara a una probable segunda vuelta FA-PN, es de esperar que el candidato Bordaberry asuma un compromiso a la altura de las actuales circunstancias, a fin de no desmoronar un partido histórico, y mostrar un gesto de grandeza para con la Patria.
Por lo opuesto, Lacalle Pou parece estar claro en su propuesta nacionalista, creando una imagen identitaria "por la positiva" transmitiendo conceptos simples e incluyentes sin dispersiones. Sin dudas, AIRE FRESCO




GABRIEL GARCIA MARQUEZ LA LITERATURA ESTÁ DE DUELO. Por Julio Dornel.

                                                    Escritor y periodista Julio Dornel



No por esperada la muerte del escritor Gabriel García Márquez, ha sorprendido al mundo de las letras, que observa con dolor el desenlace final  de la agitada vida del Nobel colombiano. 
Por lo general la estación preferida para la lectura ha sido siempre el verano, donde los regalos obligatorios de noche buena, fin de año y reyes pasan inevitablemente por los libros. Existen algunos que no resisten la tentación de una segunda o tercera lectura, cuando no se trata de algún autor influyente de la literatura universal. Tal lo sucedido recientemente con el ilustre colombiano Gabriel García Márquez y sus Cien Años de Soledad, cuya lectura habíamos disfrutado décadas anteriores. Fue realmente reconfortante encontrarnos nuevamente con el Coronel Aureliano Buendía, transitando las 495 páginas, utilizadas por la editorial para narrarnos una historia, que nadie imaginaba que conjuntamente con otros títulos lo llevaría años más tarde al Nobel de Literatura. (1982). Como presagio del desenlace final, después de 20 años volvimos a la lectura de CIEN AÑOS DE SOLEDAD, sin saber siquiera que el ilustre colombiano ya estaba sentenciado. Todo había comenzado  en mayo de 1967 cuando CIEN AÑOS DE SOLEDAD salía desde una imprenta argentina con la ilusión de que se pudieran vender algunos ejemplares. Sin embargo se vendieron muchos millones, sin tener en cuenta los juicios legales que se generaron por ediciones piratas y copias fraudulentas. El relato de García Márquez está basado en los  años transcurridos  en el pequeño rancherío que fundara don José Arcadio Buendía con  el nombre de Macondo, donde transcurrió la vida de sus descendientes Arcadio, Aureliano, José y sus nietos. Sin embargo la obra de García Márquez va más allá de sus libros, al haber comenzado con el periodismo su oficio primario y base fundamental de su carrera literaria. Había señalado en una oportunidad que  no hubiera escrito ningún libro sin conocer las técnicas del periodismo, con su forma de capturar y elaborar la información en el momento de utilizarla en el relato. Lo despedimos con las palabras iniciales de su legendaria novela CIEN AÑOS DE SOLEDAD: “Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota que su padre lo llevó a conocer el hielo….” 

jueves, 17 de abril de 2014

Discurso íntegro que Gabriel García Márquez dio al recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1982



La soledad de América Latina

El País de España

 

                     Gabriel García Márquez, durante la entrega del Nobel, en 1982. / ap


Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen.
Este libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy, no es ni mucho menos el testimonio más asombroso de nuestra realidad de aquellos tiempos. Los cronistas de Indias nos legaron otros incontables. Eldorado, nuestro país ilusorio tan codiciado, figuró en mapas numerosos durante largos años, cambiando de lugar y de forma según la fantasía de los cartógrafos. En busca de la fuente de la Eterna Juventud, el mítico Alvar Núñez Cabeza de Vaca exploró durante ocho años el norte de México, en una expedición venática cuyos miembros se comieron unos a otros y sólo llegaron cinco de los 600 que la emprendieron. Uno de los tantos misterios que nunca fueron descifrados, es el de las once mil mulas cargadas con cien libras de oro cada una, que un día salieron del Cuzco para pagar el rescate de Atahualpa y nunca llegaron a su destino. Más tarde, durante la colonia, se vendían en Cartagena de Indias unas gallinas criadas en tierras de aluvión, en cuyas mollejas se encontraban piedrecitas de oro. Este delirio áureo de nuestros fundadores nos persiguió hasta hace poco tiempo. Apenas en el siglo pasado la misión alemana de estudiar la construcción de un ferrocarril interoceánico en el istmo de Panamá, concluyó que el proyecto era viable con la condición de que los rieles no se hicieran de hierro, que era un metal escaso en la región, sino que se hicieran de oro.
La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia. El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles. El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial. El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas.
Hace once años, uno de los poetas insignes de nuestro tiempo, el chileno Pablo Neruda, iluminó este ámbito con su palabra. En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido un instante de sosiego. Un presidente prometeico atrincherado en su palacio en llamas murió peleando solo contra todo un ejército, y dos desastres aéreos sospechosos y nunca esclarecidos segaron la vida de otro de corazón generoso, y la de un militar demócrata que había restaurado la dignidad de su pueblo. En este lapso ha habido 5 guerras y 17 golpes de estado, y surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo. Mientras tanto 20 millones de niños latinoamericanos morían antes de cumplir dos años, que son más de cuantos han nacido en Europa occidental desde 1970. Los desaparecidos por motivos de la represión son casi los 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares. Por no querer que las cosas siguieran así han muerto cerca de 200 mil mujeres y hombres en todo el continente, y más de 100 mil perecieron en tres pequeños y voluntariosos países de la América Central, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Si esto fuera en los Estados Unidos, la cifra proporcional sería de un millón 600 mil muertes violentas en cuatro años.
De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el 10 por ciento de su población. El Uruguay, una nación minúscula de dos y medio millones de habitantes que se consideraba como el país más civilizado del continente, ha perdido en el destierro a uno de cada cinco ciudadanos. La guerra civil en El Salvador ha causado desde 1979 casi un refugiado cada 20 minutos. El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega.
Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.
Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12 mil lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a ocho mil de sus habitantes.
No pretendo encarnar las ilusiones de Tonio Kröger, cuyos sueños de unión entre un norte casto y un sur apasionado exaltaba Thomas Mann hace 53 años en este lugar. Pero creo que los europeos de espíritu clarificador, los que luchan también aquí por una patria grande más humana y más justa, podrían ayudarnos mejor si revisaran a fondo su manera de vernos. La solidaridad con nuestros sueños no nos haría sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.
América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.
No obstante, los progresos de la navegación que han reducido tantas distancias entre nuestras Américas y Europa, parecen haber aumentado en cambio nuestra distancia cultural. ¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a 3 mil leguas de nuestra casa. Pero muchos dirigentes y pensadores europeos lo han creído, con el infantilismo de los abuelos que olvidaron las locuras fructíferas de su juventud, como si no fuera posible otro destino que vivir a merced de los dos grandes dueños del mundo. Este es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.
Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.
Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: «Me niego a admitir el fin del hombre». No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
Agradezco a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido.
Es por ello apenas natural que me interrogara, allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad, cuál ha sido el sustento constante de mi obra, qué pudo haber llamado la atención de una manera tan comprometedora a este tribunal de árbitros tan severos. Confieso sin falsas modestias que no me ha sido fácil encontrar la razón, pero quiero creer que ha sido la misma que yo hubiera deseado. Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía. A la poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Iliada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Pichu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos.
En cada línea que escribo trato siempre, con mayor o menor fortuna, de invocar los espíritus esquivos de la poesía, y trato de dejar en cada palabra el testimonio de mi devoción por sus virtudes de adivinación, y por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte. El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.
Muchas gracias.