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lunes, 21 de abril de 2014

Llevaban 70 años de casados y murieron con 15 horas de diferencia

Estados Unidos

Ella tenía 92 y él 91. Desayunaban todos los días juntos tomados de la mano. "Sabíamos que cuando uno se fuese, el otro también se iría" dijo uno de sus hijos. 

Helen y Keneth Felumlee. Foto: Time.com
El País
Helen Felumlee, originaria de Nashport, Ohio, murió a los 92 años de edad el pasado 12 de abril. Su marido, Kenneth Felumlee, de 91, dejó de vivir a la mañana siguiente. Se habían conocido cuando tenían casi veinte años y eran inseparables.

Los ocho hijos de la pareja dijeron que los dos habían sido inseparables desde que se conocieron adolescentes.

Se mantuvieron muy unidos y enamorados hasta el final, hasta el punto que solían desayunar juntos tomados de la mano, según relató su hija Linda Cody.

"Sabíamos que cuando uno se fuese, el otro también se iría", recordó.

Kenneth trabajó como inspector de ferrocarriles y mecánico antes de convertirse en empleado de la oficina de correos de Nashport. Helen se quedó en casa, y se ocupó no sólo de limpiar y cocinar para sus hijos sino también para otras familias necesitadas de la zona.

Cuando el hombre se jubiló y los hijos se fueron de casa, la pareja había empezado a viajar, habiendo visitado casi todos los 50 estados del país en autobús.

Aunque en los últimos años la salud de ambos se había deteriorado, cada uno de ellos había tratado de mantenerse fuerte para el otro, explicó su hija al diario local The Zanesville Times Recorder.

El calendario y la coyuntura electoral Mauro Mego – Edil MPP, E609 Rocha

IDEARIO


La República
IDEARIO 6
La fiebre electoral nos cala hondo, generando muchas veces efectos no deseados sobre el futuro inmediato de las organizaciones políticas que transitan la vía democrática.
En muchos casos, en el interior con intensidad, el calendario electoral parece haberse dado vuelta, y las definiciones que más mueven, más motivan y más se concretan tienen que ver con la última contienda electoral: mayo de 2015, las elecciones departamentales y locales. Pero, ¿Es correcta esta estrategia? ¿Cuáles son los riesgos de pensar en el último partido sin jugar aún el primero?
Las perspectivas de crecimiento del Frente Amplio (FA), más una política activa de décadas de acumulación de fuerzas progresistas de todos los ámbitos ha dado a la interna frenteamplista cotidiana una pluralidad asombrosa y un crisol de sectores y realidades multiplicados cada año. Con ello, legítimamente, muchos compañeros y compañeras se comienzan a considerar para determinadas y potenciales responsabilidades públicas, ya sean electivas o asignadas por resolución política. Recuerdo, a modo de ejemplo, que en un Encuentro Nacional de Ediles del Frente Amplio, en “La Huella de Seregni”, era evidente la multiplicidad de sectores o grupos políticos departamentales, tan variados en su forma de organización como en sus perspectivas y estrategias.
Esto no es malo, en absoluto, pero refleja la atracción que ha suscitado en el interior (histórica y generalmente tradicional) el crecimiento y las chances reales de gobierno del Frente Amplio a partir de esa acumulación, también vale resaltarlo. Pero cuando uno advierte la estrategia de la derecha de erosionar toda chance de obtener mayorías parlamentarias para tener, simbólicamente, un “rehén” de peso para frenar todo tipo de cambio en el rumbo de la izquierda, la cosa se complica. Es saludable y lógica la consigna de que lo próximo (lo local, lo departamental) le resulte mucho más atractivo a la gente, pero debemos reconocer cuanto antes el valor de la exposición de fuerzas de las internas, en donde tenemos competencia, tal vez no tan competitiva, pero competencia al fin, de la cual surgirá un escenario que sin duda alguna condicionará los meses siguientes. Por otro lado, el gran plato de este menú es octubre, en donde todas las fichas de los cambios y de la gobernabilidad están puestas en obtener la mayoría para continuar los procesos iniciados o corregir los que no hemos logrado solidificar e incluso para iniciar nuevos.

Es falsa la idea de que un gobierno dividido (un Ejecutivo de un partido con un parlamento mayoritariamente opositor) pueda generar equilibrios. En absoluto, todo lo contrario, generará tozudez, lentitud, freno y en cierto modo “ingobernabilidad”. Es más falsa aún la idea de que las mayorías las haya inventado el FA en 2005, no es cierto. Siempre ha habido mayorías, y esto hay que conversarlo con la gente, el asunto molesto para los personeros políticos de las élites es que estas mayorías son democráticas y son de izquierda, o para no ser tan ambiciosos, son progresistas. Ese es el asunto molesto.
La cuestión es: resulta legítimo el interés por saber quién será el candidato o candidata a intendente o intendenta en tal o cual departamento, o quiénes serán los integrantes de los municipios (nuevo desvelo de los militantes locales) pero que no se pierda de vista que para eso es importante (tal vez no determinante) obtener un gobierno nacional sólido, con mayorías.
En Rocha, para ejemplificar, es claro que la consonancia entre las líneas políticas nacional y departamental permitió sacar del CTI a un departamento fundido y devastado. ¿Hubiera sido posible si nuestro compañero Chueco Barrios se hubiera tenido que enfrentar a un gobierno nacional de otro partido? Conociendo las prácticas históricas de los partidos fundacionales la respuesta es evidente.
Es importante que sepan los compañeros, los vecinos y cada uno de nosotros contener esas fibras caudillescas que por larga duración conservamos los uruguayos, y ni hablar en el interior. Tampoco restar importancia a la figura individual y caer en el viejo error de votar “heladeras”, eso mucho menos. Conciliar todas esas agendas, esas aspiraciones, sin perder el factor unitario que ha sido la clave de las victorias. No está de más hacer un llamamiento a nuestros compañeros de relieve nacional que muchas veces también son presos de esta vorágine y generan mensajes difusos y fácilmente tergiversados por los interesados en destruir la unidad de las fuerzas de cambio que aún, no tengo dudas, están en el Frente Amplio como herramienta para terminar con lo viejo y sentar las bases de una nueva sociedad. Como todo parto tiene dolores muy fuertes y sinsabores, pero buena cosa es mantener la calma y no alterar el calendario electoral, conciliar y conectar la realidad local y departamental con nuestro país todo, evitando la atomización que nos haga perder de vista que el destino de cada compatriota, lejos o cerca nuestro, vale lo mismo y forma parte de la misma pelea.

Crean lentes para ocultar emociones que transmite una mirada

TECNOLOGÍA

Fue inventado por un profesor japonés con el objetivo de controlar el comportamiento durante relaciones sociales

Foto: AFP
El País
 
Para evitar que los ojos delaten los sentimientos, un investigador japonés ha creado unos lentes con ojos falsos para ocultar las emociones que transmiten las miradas.
En los anales de las invenciones estrafalarias y poco cómodas a las que son tan aficionados los japoneses, el investigador Hirotaka Osawa inscribirá sin duda su nombre con las "AgencyGlass".
Este prototipo está equipado con dos pantallas orgánicas (OLED) que se dirigen al interlocutor en forma de cristales.
Dependiendo de los movimientos de la cabeza y de los interlocutores, aparecen ojos globulosos que reflejan varias emociones, ya sea de interés, alegría, alivio o aburrimiento.
Osawa, de la prestigiosa universidad científica de Tsukuba, considera muy pertinente esta idea de hacer mentir a los ojos, por ejemplo para personas que deben mantener la calma ante individuos complicados, como en el caso de los profesores ante alumnos difíciles o la tripulación de los aviones ante pasajeros exasperantes.
Esta invención es en realidad bastante sintomática del estrés que causa la obligación que tienen permanentemente los japoneses de controlar las emociones durante las relaciones sociales.
Estos lentes traducen la dicotomía entre lo que se muestra y lo que se piensa realmente.
Además, con ellos, alguien puede dormir ante la computadora dando la impresión de que los ojos siguen abiertos.

“SE ESCUCHA MÁS MURGA QUE MÚSICA” - NIBYA MARIÑO

elMontevideano - Laboratorio de Artes


por Julio Zuasnábar

A sus 93 años, Nibya Mariño vive sola en su apartamento de Pocitos frente a la rambla. Allí nos recibió un viernes, poco después del concierto que ofreciera en el Auditorio Nacional Adela Reta en el que interpretó, junto a la OSSODRE dirigida por Strefan Lano, la Rhapsody in Blue de George Gershwin. La oportunidad fue excelente para repasar algunos de sus recuerdos de su vida adolescente en París, los grandes maestros que marcaron su carrera y por supuesto el Sodre. Lo primero que mencionó al comenzar la charla fue a sus nietos Rodrigo y Alfonso, radicados desde hace muchos años en Estados Unidos, a quienes extraña mucho. “Una de las partes más importantes de mi vida, de mi corazón, son los chicos. Mantenemos contacto permanente por teléfono pero no es lo mismo; son muy buenos chicos, estudiosos. Por suerte están muy bien”, dijo con orgullo.
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¿Qué recuerdos tiene de sus comienzos en la música?

Mi primer concierto fue a los seis años. Cuando era muy chiquita, con tres años, mis padres salían a caminar y me dejaban en la casa de mi abuela. Yo lloraba mucho, no quería quedarme. No sabían qué hacer para calmarme. En la sala había un piano que siempre me llamaba la atención, y le decía a mi abuelita “piano, pianoo”. En mi familia tenía una tía que tocaba muy bien tango. Yo la oía y la empecé a copiar. Un día me escucha una de mis tías y queda media sorprendida. No entendían cómo tocaba así con tres años. Un día va a casa un profesor de violín, mamá le dice que quiere que me escuche tocar. “¿Esto?”, dice sorprendido por mi pequeño tamaño. Me pone un ejemplo para que copie. Luego otro más difícil. Quedó de boca abierta. A los seis años me pusieron a estudiar y a los seis meses di mi primer concierto.

¿Dónde fue?

En el conservatorio de este gran maestro de violín. Después toqué en otros más, en el Orión. A los nueve fui a estudiar con Willelmo Kolischer y a los diez toqué en el Teatro Solís un concierto de Mozart con orquesta.

¿Cómo fue este proceso?

Tuve suerte. No es fácil enseñarle a un niño de seis años. Tuve una maestra muy inteligente, de una gran pedagogía que era Adela Piera; la tuve hasta los nueve años. Después, como ella sufría mucho de asma, pasé a Kolischer. Él era muy amigo de Arturo Rubinstein, que fue quien me presentó en Buenos Aires a los once años. Fue un concierto de Schumann en el Teatro Colón; después seguí tocando con Lamberto Baldi desde luego.

¿Qué significaba la música para usted por aquellos años?

Era parte de mi vida. A mí, creo que si me sacan el piano me muero. Si me tengo que quedar sin estudiar me siento vacía. Claro, tengo una gran fe gracias a Dios. Soy muy creyente y agradezco a Dios cada día que me levanto, siempre digo “gracias, Dios”. Tengo noventa y tres años y vivo sola.

Usted ha recorrido el mundo gracias a su música. ¿Qué lugar recuerda especialmente?
París. Estuve cuatro años, de los quince a los diecinueve, becada por el Sodre. Una gran experiencia, un gran aprendizaje; pude tocar con grandes maestros. Poder vivir en una ciudad como París, en donde en cada lugar se respira cultura, fue algo maravilloso. Te llena el espíritu: la gente es muy buena, muy respetuosa. Por supuesto que los museos como el Louvre son lugares fantásticos que uno nunca termina de descubrir. Cada rincón de la cuidad es un cuadro, se respira cultura a cada instante, es maravilloso.
¿Cuál ha sido la clave para tocar durante tantos años?

Es una devoción. Es una cosa que uno la lleva adentro. Constancia, mucha disciplina. Hay momentos que para mí no es fácil e igual sigo. Sufro mucho de las cervicales, el día del concierto (se refiere al ofrecido el pasado 5 de mayo) no podía mover la cabeza. La responsabilidad a veces pesa mucho. La gente es muy buena y muy generosa, pero uno tiene que responder a eso. Uno no es máquina, es humano. He visto tantos grandes detenerse en medio de un concierto. Nadie está libre de que le pase; es un segundo que uno se pierde.

Usted toca sin partitura, ¿por qué?

Siempre. Me molesta incluso. Tengo todo metido acá (señala su cabeza). No puedo estar mirando. Distinto es si se trata de un concierto a dos pianos.

¿Qué concierto recuerda especialmente de su carrera?

El del pasado 5. Principalmente por la generosidad que tuvo el Sodre, con el cariño que me recibió. Yo soy hija del Sodre. Crecí ahí desde los once años en los pasillos del Sodre haciendo diabluras. Me mimaban horrores. Tengo un gran cariño por el Sodre, la orquesta, y todo lo que significa. El Sodre… Lloré mucho cuando se quemó. Yo iba a ensayar diariamente y recuerdo que fue algo muy traumatizante.

¿Cómo fueron los tiempos posteriores al incendio del Estudio Auditorio?

Muchas cosas se diluyeron a falta de una sala de conciertos durante tantos años. Entorpeció mucho, un bajón espantoso. Tocábamos siempre de prestado en el Solís y otros lados. En cambio ahora, con esa sala estupenda que tenemos está empezando nuevamente a tomar su ritmo. Es un gran aliciente, y con gente capaz como el director artístico Ariel Cazes, un encanto de persona, muy valioso, se está logrando mover todo. Es un proceso, no es en un día para el otro.

¿Cómo tomó este concierto homenaje?

Para mí fue inolvidable por mi nieto. Verlo en la sala y cuando subió al escenario a abrazarme, eso no se me borra más. Afectivamente este concierto me marcó muchísimo. Claro que artísticamente fueron muchos buenos conciertos, pero este último lo recuerdo muy especialmente. Porque tener a mi nieto sentado ahí, que nunca había visto tocar a su abuela, es un gran regalo que Dios me hizo. Yo no sabía nada hasta que apareció en mi camarín el Sr. Fernando Butazzoni (Presidente del Sodre) y ahí es como que fui tomando conciencia. Nunca me gustaron los homenajes ni nada, pero bueno…, generosidad de la gente.

¿Qué recuerdos tiene de sus dúos con el maestro Hugo Balzo?

Hugo Balzo estaba estudiando en París cuando yo fui también. Estudiábamos juntos. Era macanudísimo, un encanto. Toqué varias veces con él. Era muy gracioso, muy oportuno, siempre estaba con bromas. Muy brillante. Una muy buena persona. Lo recuerdo con mucho cariño. Un gran amigo. Hizo mucho por nuestra cultura. Se nota mucho su falta.

En una nota de prensa pocos días atrás dijo que “Se escucha más murga que música”. ¿Por qué cree que esto es así?

A los chicos hay que educarlos, si usted no los acostumbra a escuchar algo bueno no saben valorar, no saben diferenciar. En los tiempos de Hugo Balzo, durante los ensayos de los sábados de mañana la sala estaba llena de estudiantes por obligación. Como una clase. Se iban comunicando, aprendiendo; eso no se hizo más. Es muy importante que los chicos vayan a los ensayos, que oigan y que aprendan lo que están escuchando. Se van educando y van tomando el gusto a oír buena música. Es una forma de fomentar. ¿Cómo vamos a fomentar esto con las murgas? Reconozco los valores de la gente que la hace, son muy talentosos, pero son cosas bien diferentes. No vamos a confundir una sala de conciertos con el Teatro de Verano y las murgas. ¡Por favor! ¡Que no pasen solo murgas! Una cosa no quita la otra, pero hay que poner cada cosa en su lugar. ¿Y con la televisión qué pasa? En una época el Sodre pasaba conciertos de grandes artistas o videos de embajadas extranjeras. Hoy no pasan nada. Tienen que empezar a pasar para que la gente se acostumbre a ver y a oír.

¿Cómo le gustaría que la gente la recuerde en un futuro?

Como una persona de fe con valores cristianos, en definitiva como una persona de bien.
Más allá de la artista y de la música.



Nybia Mariño Bellini (Montevideo, 1920) es una pianista uruguaya. Comenzó su formación musical siendo muy pequeña con el maestro Guillermo Kolischer. Debutó a la edad de 11 años en el Teatro Colón, de Buenos Aires, interpretando el Concierto en La menor Op. 54 de Robert Schumann, bajo la dirección de Ernest Ansermet. 
Viajó a París a perfeccionarse, interviniendo en varios certámenes, destacándose su actuación en Bruselas en el concurso Isaye, donde logró la primera clasificación y muy buenos elogios. A partir de ahí, Mariño comenzó una serie de conciertos por toda Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. Continuó estudiando en Estados Unidos con Claudio Arrau. En este país grabó tres CDs, dos de ellos con obras de Schumann y el otro con el Concierto para dos pianos de Poulenc, junto al uruguayo Enrique Graf y orquesta, bajo la dirección de David Stohl. 
Se presentó en los más importantes teatros del mundo, tanto en Estados Unidos como en Europa. Formó un recordado dúo con Hugo Balzo. En 1994 recibió un premio de la OEA por su aporte a la comunidad artística de las Américas. A fines de marzo de 2009 se le rindió homenaje por sus 90 años de vida. El concierto, organizado por la Orquesta Sinfónica del SODRE con la dirección del maestro Piero Gamba, incluyó el Concierto para piano No. 4 Op. 58 de Ludwig van Beethoven.

"La verdadera historia" del Liberaij


Una historia que se convirtió en leyenda, en novela y en película y ahora, en libro periodístico. El libro "Liberaij" relata aquella historia policial de locura y muerte que ocurrió en 1965. Su autor, Leonardo Haberkorn, estuvo en No toquen nada.

Publicado el: 20 de abril de 2014 a las 10:03
Por: Redacción 180
 

Joel Rosenberg: Hablemos de este libro. Hablaba recién de Claudia Dorda, que tenía siete años. No era la única de las que pudiste contactar que tenía siete años. Del otro lado, por decirlo de alguna manera, de la historia, Mónica Otero también tenía siete años cuando su padre el agente Francisco Eliseo Otero fue muerto por los asaltantes de San Fernando. Este es el primero que matan, cuando asaltan el blindado. Mónica no entiende por qué a alguien le interesaba esta historia ocurrida hace casi cincuenta años. Te traslado la pregunta de Mónica -cuando te la hizo-, ¿por qué te interesó tanto esta historia a vos?
Leonardo Haberkorn: Sí, Mónica Otero me hacía esa pregunta. Sospechaba que mi llamada tenía algo extraño que no podía creer. Lo que yo le explicaba a ella era que en Uruguay esta historia seguía siendo leyenda, que entendía que en San Fernando puede estar olvidada pero en Montevideo no. Eso por un lado. Acá, “los porteños del Liberaij” tienen el influjo de la canción de Jaime Roos y por lo que hicieron, también, lo que pasó sigue vigente. Después, había un factor personal. A mí me seguía interesando la historia. Ya desde que salió la novela de Piglia me había quedado como con la sangre en el ojo de haber visto que una historia tan importante para los montevideanos la había escrito un porteño. No en tono despectivo sino porque me había pasado por delante de los ojos y no la había sabido ver antes que Piglia. Y, todavía, que la había hecho en clave de novela y de ficción que, para mí, que soy un obsesivo de los datos era como una doble mojada de oreja. Esto era una historia de Montevideo y había que contarla con los hechos reales.
JR: Pero ya empezaste a investigarla hace mucho tiempo porque hay una nota en la Revista Tres que es el inicio de esto.
LH: Exacto. Es inmediatamente después de la novela. Mi primera reacción fue decir: “vamos a investigar lo que pasó en Montevideo” e hice un reportaje para la Revista Tres en 1997 o 1998. Para nota de revista estaba bastante bien, de largo también y, dentro de lo que es un reportaje de revista, investigué bastante. Pero ahora tenía la ambición de hacerlo completo, digamos.
JR: ¿Y ya te saltaron algunas diferencias grandes ahí con la novela, cuando empezaste a investigar en 1998?
LH: En aquella primera vez saltaban sí. Pasa que Piglia reproduce los diálogos que habrían tenido los porteños en el apartamento y, luego, en un epílogo, tiene que explicar cómo lo consiguió. Él dice que la policía uruguaya había puesto micrófonos en el apartamento. En realidad, no habían puesto nada. Fue el colmo de la desorganización, de la improvisación. No sólo no había micrófonos: no había nada, ni siquiera un plan.
JR: Yo miraba la novela en estos días y él nunca oculta que es una novela, una ficción, no trata de mentir en eso. Las novelas basadas en hechos reales siempre dejan la duda de cuánto es basado en un hecho real
LH: Yo cuidé mucho que, justamente, no parezca un libro contra “Plata quemada”, porque no lo es. Él hizo una novela, hizo su obra y está perfecto. Yo quise hacer otra cosa. No es contrapuesto a lo que hizo él.
JR: Después, vino la película basada en la novela. El acceso -es obvio- a los libros es mucho más restringido, a veces, que al cine. La película, además, se difundió en todos los formatos y plataformas y tenía actores muy taquilleros. Acá se potenció aquello de la historia de una pareja homosexual que, vos decís en el libro, “lleva, incluso, a que haya guías que inviten a los homosexuales a visitar el Edificio Liberaij” porque, supuestamente, esta es la historia de un raid delictivo que incluyó una pareja homosexual. Pero no hay datos de eso.
LH: No, no hay datos de eso. Y la pareja homosexual, según la novela y la película, es entre Dorda y Brignone. En la familia Dorda, que fue a la que más acceso tuve yo, no hay ninguna pista de que Roberto Dorda haya sido homosexual sino, más bien, todo lo contrario, digamos: un tipo con éxito con las mujeres, que siempre tuvo su novia, que se casó, tuvo su hija. No hay nada. Eso sí es inventado.
JR: Es parte de lo que potenció la novela
LH: Exacto. En realidad, las cuatro biografías que ponen en la novela y se usan en la película -Dorda, Brignone, Mereles y Malito- son inventadas, es la imaginación de Piglia. Luego, la película, por ejemplo, dice que Malito era hijo de un cirujano y la realidad es que el padre era un feriante que se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para abrir el puesto de las frutas y verduras. No puede haber algo más distinto. Pero es así, es la ficción versus la realidad.
JR: La historia policial es tremenda: el robo en San Fernando y la huida en Argentina tiene ribetes para cualquier película yanqui tipo thriller. Es impresionante. Pero vos -yo lo llamo correr un riesgo, no sé vos- intercalas la historia con algo mucho más periodístico que es la búsqueda de los testimonios. Lo hacés arriesgando en cierto momento perder lo que lleva al thriller que es a la ansiedad de uno a seguir leyendo. ¿En qué momento decidiste hacer eso?
LH: Mi idea original era contar la historia verdadera de estos asaltantes. Eso incluía el asalto en San Fernando, la huida al Uruguay, el tiempo que pasan en Uruguay, -que pasan como un mes, un detalle al que algunas personas no le prestan atención- y luego el tiroteo en el Liberaij. Ese era mi plan original. El tiroteo del Liberaij es un epílogo espectacular para un libro porque es una escena dantesca, es algo increíble, súper cinematográfico, por decirlo de alguna manera. Así que ya tenía un inicio muy fuerte con el asalto en San Fernando y un final muy bueno con el tiroteo en el Liberaij. Ese era mi libro cuando empecé. En el medio me encontré con Claudia Dorda, una de las hijas de los pistoleros y, en principio, yo quería que ella me contara quién era su padre, si sabía algo de los otros, que me diera datos biográficos de su familia. Pero ella, además de contarme todo eso, me contó su historia, que era muy fuerte, muy increíble y muy marcada por la vida de su padre y por la muerte que tuvo. Eso era más reciente en el tiempo que el tiroteo en el Liberaij. Entonces, si yo hacía el libro cronológico como había pensado al principio, después del Liberaij venía toda una parte de esta señora que a mí me resultaba interesante pero que, narrativamente, perdía un poco el final del libro. Así que tuve que buscarle una manera y la que se me ocurrió fue intercalar las historias.
JR: Hay testimonios que conseguiste allá en 1997/1998 y de otras notas que has hecho. Está este de Dorda que es de ahora. De las personas que contactaste, ¿cuál de los testimonios fue el que te impactó más por algo? Ya sea por el olvido que tienen del caso o por la sorpresa. ¿Es Claudia?
LH: Ella por un lado pero, también, el hermano de Mereles -que aparece mínimamente en el libro-. A él llegué después de una investigación casi detectivesca pero logré hablar con él por teléfono. Después de toda la investigación que yo había hecho yo sabía que ese era su número telefónico. No podía errarle. Él había sido acusado por la policía de cómplice del asalto, igual que su esposa. Estuvieron presos un tiempo. Después, creo que los largaron porque no tenían pruebas. Sus nombres salieron en los diarios argentinos. Y el nombre de la señora era muy especial, un apellido poco común. Logré localizar su teléfono en una guía vieja argentina y seguía viviendo en el mismo lugar. Lo llamo por teléfono a uno de los hermanos de Mereles. Me atendió un veterano amablemente y cuando le dije: “lo estoy llamando porque usted es el hermano de Carlos Mereles”, hubo un silencio prolongado al otro lado de la línea y, finalmente, dijo: “no, yo no soy esa persona” y cortó. Fue muy fuerte sentir el miedo de que el pasado volvía cincuenta años después. Le mandé una carta por correo -cosa que nunca había hecho como periodista, intentar contactar una fuente de esa manera- diciéndole: “mire, yo sé que es usted, -por esto y por lo otro-. No quiero molestarlo más. Lo único que quiero es que me cuente cómo era su hermano. Lo voy a volver a llamar dentro de quince días”. Cuando llamé nuevamente el tipo seguía igual. Poco menos que me imploraba que no llamara más. Dijo que esa historia la tenía enterrada, que le estaba haciendo mal a su salud. Fue muy fuerte. Me puso entre el límite de hasta dónde podemos molestar los periodistas, es decir, cuál es el límite que tenemos para, en función de conseguir nuestras historias, hasta que punto podemos molestar a otra gente.
JR: Hubo una situación -que no sé si llamarla límite- que vi en un video de la presentación del libro que está en tu blog. Está Claudia Dorda, una de las hijas de los pistoleros, junto a vos y está Jorge Traverso. Pero fue gente que era testigo o familiares de víctimas de los asaltantes. Es una presentación bastante inusual. Comienza bastante normal pero, en el final, cuando piden para intervenir los testigos cambia todo. Al final, también, aparece una señora que, no sé si le increpa pero, por lo menos, le dice a Claudia Dorda: “tu padre mató a mi padre”.
LH: Sí, fue muy fuerte. Demuestra que la historia está viva en Montevideo y en Uruguay. Mucha gente fue a la presentación sin estar invitada especialmente pero era gente que sentía que era parte de la historia o porque eran vecinos del edificio o del barrio y estuvo también la hija de un policía muerto en el Liberaij. Todos pidieron para hablar. Fue muy especial porque estaba fuera de programa. Y, efectivamente, la hija del policía muerto le dijo eso a Claudia Dorda. Está el audio de la presentación en mi blog -esa parte se escucha medio mal pero se escucha-. Después, ellas se quedaron hablando.
JR: Vos te quedaste helado, me imagino.
LH: Sí, obviamente. Se quedaron hablando. Había una tensión evidente. Yo sé algunas de las cosas que se dijeron pero, me parece, que es una conversación privada. Los hijos nunca son responsables de lo que hicieron los padres. Claudia Dorda no reivindica las muertes de su padre
JR: Reivindica el amor por su padre
LH: Exacto. Es una historia muy increíble. Sus recuerdos de Roberto Dorda como padre en la relación personal con ella son muy buenos. Creo que el haber averiguado las verdaderas historias, en parte, derriba muchos de los preconceptos que tenemos del mundo del delito y los delincuentes. De los cuatro, dos venían de familias muy acomodadas. Otro, no venía de una familia acomodada pero eran laburantes. Sólo uno tenía una familia de las que vos decís “de acá puede salir un delincuente”. A su vez, en su vida personal, no podemos decir que fue un buen padre porque un tipo que anda matando gente no da un buen ejemplo a sus hijos. Pero en el trato personal con su familia era encantador.
JR: Contás que en Argentina está contado de forma más descarnada cómo fue el final de esas 16 horas en Liberaij. Cuando Merelles que era el que estaba vivo sale en una camilla y el jefe de policía de Montevideo lo golpea y muestra su puño con sangre.
LH: Sí, el final es brutal. Yo creo que a un guionista de una película no se le ocurre que pase eso. En Uruguay se contó esto, la prensa uruguaya lo relató, podemos pensar que como era el jefe de policía de Montevideo la prensa uruguaya le bajó un poco los decibeles, aunque lo contó, el público se enteró. Pero la prensa argentina lo narró con más detalles como esta crónica. A su vez hay fotos, hay una foto en un diario argentino de Merelles en la camilla y alguien que no creo que sea Ventura, pero hubo otra gente que le pegó, que le está por dar, hay un zapato que viene en primer plano y se va a estrellar contra la cabeza de Merelles y esa foto es impresionantemente brutal.
JR: Ese es el final de tanta locura, la policía se debe haber visto desbordada por todos lados. En un momento dice la razón también otro diario, para entender un poco. “Llegó un momento al amanecer que no podíamos dar crédito a lo que sucedía”, dice uno de los policía de la Republicana. “Habíamos disparado miles de balas, arrojado ochenta bombas, muchas de las cuales entraron en la guarida de los dirigentes argentinos y estos nos seguían contestando con burlas y el fuego de sus armas”. Esa es la parte de la historia que no se puede dar crédito. Vos algo explicás de un lugar donde ellos de ubican en el apartamento para resistir donde no serían alcanzados por los disparos.
LH: Sí, no era alcanzados por las balas, pero sí por los gases, si por las bombas lacrimógenas, diarreicas que supuestamente son gases que dan diarrea, les tiraron cócteles molotov, les prendieron fuego. Es dudoso quién prendió el fuego, si ellos quemaban los muebles para que los gases salieran más rápido, pero la policía les tiró fuego. Primero con lanzallamas que no anduvieron muy bien y después con molotov. En un departamento que estaba con gente adentro, es increíble. Les tiraron de todo y los tipos no aflojaban y eso es parte del misterio.
JR: Va a quedar ese misterio.
LH: Va a quedar y es parte de la leyenda. Yo le explicaba a esta hija del policía argentino de por qué en Uruguay eso se sigue recordando. Porque estos tipos que eran tan malos tipos, que andaban matando gente, tenían como diez muertes arriba, no eran buena gente, a su vez exhibieron un coraje fuera de lo común en esas 16 horas porque todo lo que les hicieron, los tipos no tranzaron y no se rindieron, más allá de que tengamos que decir que eran criminales, también mostró un coraje que marcó la historia.
JR: Había una historia con un agente argentino también, ¿no? Y la idea de ellos que era matar o morir, preguntaban todo el tiempo dónde estaban los argentinos, querían darse por decirlo de alguna manera con los policías argentinos.
LH: Exacto. Eso es algo que yo había visto cuando hice la primera investigación y no le di importancia; y ahora cuando hice todo, fui a Buenos Aires recogí todos los diarios y hablé con gente allá también entendí la historia. La policía de la provincia de Buenos Aires no tomaba prisioneros, mataba directamente. Yo tenía como un objetivo que era, quiénes eran, de dónde venían, cuáles eran sus verdaderas historias y también por qué se hicieron matar y no se entregaron. Por qué esos tipos prefirieron morir y no entregarse, ir presos o tratar de escaparse. Lo que hace la mayoría de los delincuentes, obvio. Y bueno creo que encontré algunas claves para entenderlo en el accionar de la policía de Buenos Aires que no tomaba prisioneros. Los tipos estaban jugados y por eso preguntan todo el tiempo por el portero eléctrico si están los policías argentinos, que suban ellos, que vengan. Tenían un enfrentamiento muy persona. Y, ¿cuál era la verdad? La policía uruguaya les decía que no, que no había, pero la verdad era que sí estaban. Habían venido y en la vereda estaban sus enemigos porteños, habían venido especialmente. Sobre todo el sub comisario Verdún, que es como un antagonista que apareció en esta historia que fue el que los persiguió allá y acá. Personaje siniestro que después vuelve a aparecer en la dictadura argentina, con una faceta muy siniestra, un tipo que fue siniestro esa época persiguiéndolos a ellos, tiene en su historial una cantidad de gente muerta, secuestraba gente, extorsionaba, tenía muchas causas judiciales que como era policía zafaba. Pero luego aparece en la dictadura, un tipo que estuvo en los centros clandestinos de reclusión.
JR: Bien. Allá de los cuatro, aparecen dos muertos y contábamos recién al que golpea el jefe de policía de Montevideo que todavía no estaba muerto cuando salió, increíblemente, y no se sabe si lo ejecutaron tampoco.
LH: Los otros estabas acribillados a balazos, tenían 16, 17 balazos. Les habían dado con unas ráfagas de ametralladoras finalmente cuando logran darse cuenta en qué lugar del apartamento estaban que era el único que no podían balearlos, pero este tenía solo un balazo en la cabeza. Y bueno, da para pensar. Hubo un juez, Púrpura, que investigó todo lo que pasó, pero justo tocó un juez que pocos años después el MLN, según el libro de Walter Pernas, fue el propio Mujica el que comandó esa acción, que le allanó la casa y lo tuvo secuestrado por un tiempo porque era un juez acusado de muy corrupto, de contrabandista, de reclutar gente para el escuadrón de la muerte. Este juez Púrpura no encontró irregularidades en la desaparición de todas las armas y quizás la plata, y a su vez también en la muerte de Merelles, en estas agresiones que recibió.
JR: Y la plata quemada, ¿no? porque ese es el título de novela y de la película, pero había algunos billetes quemados. De ahí a que hayan quemado todos los billetes no se sabe. Y hay otras cosas que no se saben que se pueden saber. Fede dice: “Mi abuela fue la que los vio cambiando la matrícula del auto en la Aguada, llamó a la policía y empezó la persecución, es la mujer del panadero”.
LH: Yo busqué a esa señora y no la pude encontrar.
JR: Acá es cuando ellos después de un mes de fiesta y joda cometen un asesinato y ahí se les termina todo.
LH: Exacto. Por alguna razón que no queda del todo claro, justamente Verdún habla de eso en una entrevista que le hace diario Clarín. Él dice que eran delincuentes casi perfectos. Porque eran tipos que llevaban una vida familiar muy ordenada, que no eran el arquetipo, pero dice tenían un defecto y se vio cuando en Uruguay con toda la plata que tenían empezaron a hacer algunos asaltos menores por chirolas. ¿Para qué los hacían?, se pregunta él. Y hay dos respuestas posibles. Una es que en ese mes que estuvieron acá se hubieran gastado toda la plata, porque iban a los casinos, mujeres, fiestas todas las noches, esa es una posibilidad. La otra es que no pudieran con su condición de asaltantes y que después de un mes necesitaran volver a asaltar. La cuestión es que preparando uno de esos asaltos, frente a la panadería donde estaba la señora esta, frente a Canal 12, van un par de policías uruguayos porque la señora esta llamó para decir que había algo raro y ahí matan a un policía uruguayo. Y ahí se terminó la vista gorda de la policía uruguaya. Ya no se pudo hacer.
JR: “Aún no leí tu libro, recuerdo el tiroteo que comenzó cerca de Canal 12, el día previo al Liberaij, yo era alumno del liceo de la calle Martín García”, dice un mensaje. Y aparece mucha gente conocida y famosa que se acercó.
LH: Es así. Esa noche lograron dormir en un lado, después del tiroteo en Canal 12; que es donde aparece este señor Omar Blassi y logran dormir en la calle San Salvador. A la otra noche de ahí se van al Liberaij y ahí empieza todo, fue inmediato. Después que matan al policía rápidamente viene el desenlace de la historia.
JR: Te dejé para el final esto de Blassi que ahora lo mencionabas, porque a los días del lanzamiento del libro aparece esta historia donde según el fallo del Poder Judicial, Omar Blassi asesina a su hijo. Era un personaje ya, tenía un robo al propio banco donde trabajaba. Se lo acusa de darles aguantadero, se lo acusa de entregarlos también. Habían pasado 48 años cuando lo entrevistaste en Maldonado.
LH: Sí, dos veces. Me costó mucho localizarlo. Ahora parece que en Maldonado todo el mundo lo conocía, pero yo transpiré para localizarlo. También busqué a otra gente que aparece en la prensa de la época como encubriendo a los argentinos. No logré localizarlos porque que eran delincuentes, ladrones, no están en la guía obviamente, han pasado muchos años. Pero tuve suerte con Blassi. Él me recibió en Maldonado y me hizo la historia de su vida que ahora la conocemos todos, que había asaltado un banco cuando era joven, que después había sido contrabandista. Se quitaba importancia, dice los tuve en mi casa, pero no durmieron en mi casa sino que fue otro el que les consiguió alojamiento. Pero los describió, contó una escena muy fuerte que es como en agradecimiento, le empiezan a tapizar de billetes la cuna de su hijo. Yo hablé con él dos veces, conmigo fue una persona amable, le agradecí su testimonio y pocos días después de la salida del libro aparece este caso en el cual es el principal sospechoso de haber matado a su propio hijo, es muy fuerte. Aparte si es que fue así, si es que discutieron mi primera reacción fue pensar no habrán discutido por algo del libro, pero bueno toda la información que ha salido parecería indicar que no.