ENTRETENIMIENTO EN CASA
Por Leo González Pérez
clarin.com
La moda es mirar de corrido varios capítulos y hasta temporadas completas. Internet la potenció: el 61% de los usuarios de Netflix lo hace. Los detractores critican el hábito por apresurado y superficial.
El idioma inglés ya le asignó un verbo: binge-watching,
que podría traducirse como exceso o atracón de mirar. La tendencia
consiste en devorar, de una vez, varios capítulos y hasta temporadas
completas de programas de TV, casi siempre series. Esta práctica se
extiende y está definiendo un nuevo perfil de espectador.
Aunque sus orígenes pueden rastrearse en el consumo de series en DVD y, si se quiere, tiene como antecedente el siempre estigmatizado acto de sentarse a ver TV hasta el hartazgo, fue la difusión de contenidos audiovisuales por Internet lo que potenció este hábito y le dio una nueva dimensión.
Tras las series disponibles completas en el videoclub y las “maratones” propuestas por los canales de televisión, llegaron servicios como Netflix, OnVideo o Arnet Play, entre otros, para poner online miles de horas de programas, películas y temporadas completas de series, todo para ver sin límites. Con esta oferta, el binge-watching creció, y lo hizo aún más cuando comenzaron a ser exitosas series producidas para ser vistas exclusivamente por Internet.
Quien esté mirando los títulos finales de un capítulo de House of Cards – serie producida por Netflix para difundirse sólo en su plataforma– verá en la banda inferior de la pantalla una cuenta regresiva que indica los segundos que faltan para que comience a reproducirse, de modo automático, el capítulo siguiente. Y parece que esta invitación al atracón da resultado. Datos de Procera Networks –una compañía de tecnología de banda ancha– indican que sólo en los Estados Unidos unas 660 mil personas (el 2% de los usuarios de Netflix de EE.UU.) vieron en un fin de semana los 13 capítulos de la segunda temporada de House of Cards . Y una encuesta encargada por la misma Netflix reveló que un 61 % de sus clientes ejerce el binge-watching con regularidad.
Gabriela Fabbro, doctora en Comunicación Pública, investigadora y titular de una cátedra sobre narración audiovisual en cine y TV de la Universidad Austral, le dijo a Clarín que fenómenos como los “atracones de series” ratifican el nuevo rumbo, variado, que está tomando el consumo televisivo. “Si comienza a ser masivo y habitual, este modo de ver series implicaría un cambio en la concepción propia de los formatos. Se podría empezar a pensar en nuevas formas de sistematizar los programas: no ya por episodio, no ya por temporada, si no, por ejemplo, por ‘partes’, ‘ciclos’, es decir, unidades mayores de clasificación”, explicó Fabbro.
Del estudio hecho por Netflix entre sus clientes en EE.UU. se desprende además que los atracones no generan culpa ni conflicto: casi tres cuartas partes de los encuestados (el 73 %) dice que tiene sentimientos positivos hacia ellos.
Con las series gozando de cierto prestigio, la reputación de los empachos es más alta que la de la vieja costumbre de mirar TV por horas. Sin embargo, el binge-watching enfrenta a partidarios y detractores.
James Rattner, de la Universidad Brown, de Rhode Island, EE.UU., ve en los atracones potencial para disparar cambios deseables. Arriesga que mirar series en seguidilla podría reducir el tiempo que pasa la gente frente al televisor. Considerando que en EE.UU. los jóvenes de 18 a 24 años ven en promedio 25 horas de televisión por semana, quienes se limiten a ver una temporada de una serie en siete días reducirían a la mitad su consumo de TV. Para Rattner, además, los atracones son mejores que el zapping, evitan la publicidad y, como permiten un seguimiento detallado de las historias, podrían contribuir a que las series mejoren y ganen en complejidad.
En la vereda de enfrente, Willa Paskin, crítica de TV de la publicación online Slate , cree que el binge-watching implica un consumo apresurado y superficial. Y dice que esto se nota en House of Cards , serie con numerosas flaquezas que pasan inadvertidas para los espectadores que la ven en sesiones maratónicas. Otra sería la suerte de la historia protagonizada por Kevin Spacey si sus capítulos se vieran semana a semana, dice Paskin.
Gabriela Fabbro, finalmente, señala que siempre existió el placer de consumir mucho “de un mismo texto” y que esto fue captado por los programadores. Sin embargo, ella opina que todo lo hecho en exceso puede traer consecuencias desagradables. Y sugiere: “Disfrutemos las historias y dejémonos llevar por el suspense de las mismas, en los tiempos que sus creadores las concibieron”.
Aunque sus orígenes pueden rastrearse en el consumo de series en DVD y, si se quiere, tiene como antecedente el siempre estigmatizado acto de sentarse a ver TV hasta el hartazgo, fue la difusión de contenidos audiovisuales por Internet lo que potenció este hábito y le dio una nueva dimensión.
Tras las series disponibles completas en el videoclub y las “maratones” propuestas por los canales de televisión, llegaron servicios como Netflix, OnVideo o Arnet Play, entre otros, para poner online miles de horas de programas, películas y temporadas completas de series, todo para ver sin límites. Con esta oferta, el binge-watching creció, y lo hizo aún más cuando comenzaron a ser exitosas series producidas para ser vistas exclusivamente por Internet.
Quien esté mirando los títulos finales de un capítulo de House of Cards – serie producida por Netflix para difundirse sólo en su plataforma– verá en la banda inferior de la pantalla una cuenta regresiva que indica los segundos que faltan para que comience a reproducirse, de modo automático, el capítulo siguiente. Y parece que esta invitación al atracón da resultado. Datos de Procera Networks –una compañía de tecnología de banda ancha– indican que sólo en los Estados Unidos unas 660 mil personas (el 2% de los usuarios de Netflix de EE.UU.) vieron en un fin de semana los 13 capítulos de la segunda temporada de House of Cards . Y una encuesta encargada por la misma Netflix reveló que un 61 % de sus clientes ejerce el binge-watching con regularidad.
Gabriela Fabbro, doctora en Comunicación Pública, investigadora y titular de una cátedra sobre narración audiovisual en cine y TV de la Universidad Austral, le dijo a Clarín que fenómenos como los “atracones de series” ratifican el nuevo rumbo, variado, que está tomando el consumo televisivo. “Si comienza a ser masivo y habitual, este modo de ver series implicaría un cambio en la concepción propia de los formatos. Se podría empezar a pensar en nuevas formas de sistematizar los programas: no ya por episodio, no ya por temporada, si no, por ejemplo, por ‘partes’, ‘ciclos’, es decir, unidades mayores de clasificación”, explicó Fabbro.
Del estudio hecho por Netflix entre sus clientes en EE.UU. se desprende además que los atracones no generan culpa ni conflicto: casi tres cuartas partes de los encuestados (el 73 %) dice que tiene sentimientos positivos hacia ellos.
Con las series gozando de cierto prestigio, la reputación de los empachos es más alta que la de la vieja costumbre de mirar TV por horas. Sin embargo, el binge-watching enfrenta a partidarios y detractores.
James Rattner, de la Universidad Brown, de Rhode Island, EE.UU., ve en los atracones potencial para disparar cambios deseables. Arriesga que mirar series en seguidilla podría reducir el tiempo que pasa la gente frente al televisor. Considerando que en EE.UU. los jóvenes de 18 a 24 años ven en promedio 25 horas de televisión por semana, quienes se limiten a ver una temporada de una serie en siete días reducirían a la mitad su consumo de TV. Para Rattner, además, los atracones son mejores que el zapping, evitan la publicidad y, como permiten un seguimiento detallado de las historias, podrían contribuir a que las series mejoren y ganen en complejidad.
En la vereda de enfrente, Willa Paskin, crítica de TV de la publicación online Slate , cree que el binge-watching implica un consumo apresurado y superficial. Y dice que esto se nota en House of Cards , serie con numerosas flaquezas que pasan inadvertidas para los espectadores que la ven en sesiones maratónicas. Otra sería la suerte de la historia protagonizada por Kevin Spacey si sus capítulos se vieran semana a semana, dice Paskin.
Gabriela Fabbro, finalmente, señala que siempre existió el placer de consumir mucho “de un mismo texto” y que esto fue captado por los programadores. Sin embargo, ella opina que todo lo hecho en exceso puede traer consecuencias desagradables. Y sugiere: “Disfrutemos las historias y dejémonos llevar por el suspense de las mismas, en los tiempos que sus creadores las concibieron”.