“¡Atención-exclamó el general
de cinco estrellas sobre sus hombros- el enemigo se está acercando!”
Y mandó a los artilleros a colocar
el lanza misiles apuntando en dirección al sur.
“¡Cuidado- gritó otro general
con siete estrellas sobre sus hombros- el enemigo se está
acercando!”
Y ordenó a sus artilleros colocar
el lanza misiles apuntando en dirección al norte.
“¡Guarda que nuestros enemigos se
están acercando!”- avisó el vigía sin estrella alguna sobre sus
hombros y mucho menos jerarquía militar, ya que era el hijo del
almacenero del pueblo que estaba de turno sobre la colina desde donde
se podía ver tanto el sur como el norte.
Y todos corrieron hacia los refugios
caseros, para tratar de resguardarse de los misiles que caerían,
como siempre, sobre sus casas, escuelas, plazas y única salita de
auxilios existente, maldiciendo el haber quedado como jamón de
sándwich en el medio de un conflicto totalmente ajeno a ellos.
Mientras tanto o casi al mismo
tiempo, aviones de la Fuerza Aérea Norteamericana, fiel a su
consigna de ayudar a los rebeldes que peleaban contra otros rebeldes
de un país ajeno a ellos, tiraban desde el aire cargamentos con
refuerzos de armas , medicinas, botellas de agua y algunos
chocolates.
Chocolate que como todo el mundo
sabe, es el alimento ideal para reponer energías en el medio de una
batalla, porque tiene un alto contenido calórico y al mismo tiempo
es fácil de llevar en el bolsillo de la dama o el caballero
combatiente.
Lo que al parecer no todo el mundo
sabe, es que si se tiran chocolates en el medio de un desierto en
donde la temperatura promedio en un día fresco y a la sombra, es de
55 grados, estos llegarán listos para ser tomados en taza y por lo
tanto dejan de ser prácticos para la dama o el caballero
combatiente, que deberán empezar a correr de un lado al otro
tratando de embocar en sus cantimploras el delicioso y derretido
manjar.
Descuidando así su tarea
fundamental, que es tratar de hacer bosta al enemigo, en nombre de la
patria de cada uno de los dos lados en pugna.
Como iba diciendo, los pilotos
tiraban el cargamento del lado de las filas de los rebeldes amigos,
al menos por el momento, y veían como estos pegaban saltitos de
alegría al abrir los regalos y encontrarse con granadas, balas de
mortero, lanza misiles, curitas, agua oxigenada, aspirinas y
lexotanil.
Alegría que no mermaba a pesar del
hecho de que todo venía pegoteado con el chocolate derretido.
“Águila Piadosa a base- dijo un
piloto norteamericano con un tono ligeramente preocupado- creo que
le erré a las coordenadas y largué un cargamento de lado de las
filas de los combatientes de ISIS.”-
Y antes que el sargento Collins
pudiese empezar a recontra putearlo por nabo, Águila Piadosa,
haciendo honor a su nombre, mintió:-“ No hay problema, ya pegué
la vuelta y destruí dicho cargamento!”
Saltitos de alegría pegaban los de
ISIS al abrir los paquetes que contenían granadas, balas de mortero,
lanza misiles, curitas, agua oxigenada, aspirina y lexotanil.
A pesar de que estuviesen todos
pegoteados por un menjunje marrón que parecía ser chocolate
derretido.
-“Cosa de gringos infieles”-
murmuró Mohamed Al Asud Marjabá Habibi, mientras lamía una
granada de mano antes de meterla en su mochila, junto a otras armas,
también norteamericanas, que le habían regalado las fuerzas armadas
iraquíes cuando ellos recién invadieron Iraq.
Ehhh…me refiero a la invasión de
los de ISIS, no la de los norteamericanos que también invadieron a
Irak para derrocar a su amigo del alma y aliado contra Irán, el
bueno de Saddam Hussein, convertido, un ratito antes de la invasión,
en un malvado dictador que masacraba a shiitas, kurdos y hasta a los
propios sunitas iraquíes, si no le caían simpáticos.
Por suerte y gracias a la invasión
y posterior pacificación llevadas a cabo por el glorioso ejército
del gran hermano, Iraq se convirtió en un paraíso, que digo, un
oasis democrático, en donde todo era paz y armonía.
Hasta que aparecieron los guachos de
ISIS, hijos de otro invento norteamericano, Al Qaeda, que también
era amigo y aliado de USA en su guerra contra Afganistán, hasta que
no lo fue más. Y no tuvieron más remedio que liquidarlos.
Pero no pudieron evitar que antes de
ser semi aniquilados, Al Qaeda pariese a su hijito adorado. ¡Y otra
vez sopa!
Bueno, esos, los de ISIS, pegaban
saltitos de alegría por el inesperado regalo caído del cielo y tras
una reunión convocada de urgencia, decidieron que no se lo iban a
devolver nada.
Que si el piloto se había fumado
todo y le había errado fiero a las coordenadas, no era problema de
ellos.
E inmediatamente grabaron todo con
sus celulares y lo subieron a You Tube.
Los isistas serán muy anti
diluvianos en sus creencias religiosas, costumbres ancestrales y en
su machismo recalcitrante, pero a la hora de hacer sus campañas de
publicidad y reclutamiento no dudan un segundo en utilizar las
herramientas de comunicación del siglo veintiuno.
Gracias a ese video, el que no da
saltitos de alegría, sino más bien saltos de ranas y carreras
march, es el piloto Águila Piadosa, que se ligó además 3 meses de
arresto en una carpa en el medio del desierto, por más que adujo que
probablemente el video mostraba otro cargamento mal caído, ya que él
estaba seguro que había pegado la vuelta y lo había destruido. Juro
que lo hice polvo, lloriqueó mientras se lo llevaban en penitencia.
Hecha polvo quedó la casa del hijo
del almacenero del pueblo, que había tenido la mala idea de apilar
un montón de cajas en su patio, en vez de quemarlas como le había
dicho su padre.
L.M.V.