Familia Hernández Priliac año 1959
Julio Dornel,escritor y periodista
Es cierto, ya no se multiplican las tarjetas, los saludos, las felicitaciones y los regalos con motivo del nuevo año. Piense bien, haga un rápido balance y comprobará que hemos recibido pocas tarjetas y algún almanaque. Surgen en cambio las reiteradas interrogantes sobre lo que podrá depararnos este 2016 tan globalizado como nunca en la historia de la humanidad y donde resulta muy difícil elegir el camino que deberemos tomar en los próximos días. Quiérase o no, nadie quedará al margen de los grandes cambios que con velocidad supersónica se producirán en el transcurso del nuevo año.
Culmina el 2015 y como suele suceder nos detenemos ante el teclado con la intención de realizar un breve balance de estos 365 días. Sin embargo rechazamos la idea que nos llevaría mucho espacio para analizar temas que ustedes conocen de primera mano. Alegrías, amarguras y sufrimientos que forman parte de la propia esencia de toda comunidad y quienes hacen EL ESTE diariamente van acumulando esos acontecimientos palpitando en cada noticia sin tener en cuenta los triunfos ni las derrotas porque ese es el papel que nos reserva la sociedad como medio de comunicación. EL ESTE ha sido testigo y protagonista de muchos acontecimientos que jalonaron la vida fronteriza y quedarán como páginas sueltas que servirán algún día para conocer mejor nuestra identidad popular.
Un año significa muy poco para evaluar el desarrollo de una población. Por ese motivo retrocedemos algunas décadas para ver cuáles eran las aspiraciones populares que preocupaban a la sociedad fronteriza. Es curioso que algunos temas que preocupaban a los habitantes en 1996 (hace 20 años) se mantengan en la agenda de las autoridades y de la población en general. El 27 de diciembre de 1997 recogimos la opinión de algunas mujeres que incursionaban en distintas áreas para conocer su visión de la realidad fronteriza y las perspectivas para el nuevo año.
La educacionista Susana Rocha señaló en aquella oportunidad que “Chuy tiene muchísimas carencias en lo cultural, en la infraestructura, en lo urbanístico y en lo social. No tenemos centros de enseñanza técnica, faltan escuelas, no tenemos parques ni espacios verdes, no hay teatro ni pileta de natación. La plaza de deportes es chica y carente. El gimnasio está en camino. Las calles dejan mucho que desear, el alumbrado público ni que hablar, la limpieza es insuficiente, hay basura por doquier, no hemos encontrado soluciones para la avenida Internacional , no tenemos casa cuna, no hay control sobre los niños de la calle, ni autoridades del INAME radicadas, ni locales donde los atiendan. Estas son algunas de nuestras carencias, sin tocar otros temas como la droga, la violencia familiar y la desocupación fuera de temporada. Sería necesario –dijo Susana Rocha- que toda la comunidad a través de sus representantes naturales y fuerzas vivas se unieran para analizar estos problemas y sus posibles soluciones”. Por supuesto que algunos de estos problemas se han ido solucionando con el paso de los años, pero es evidente que otros se mantienen intactos por distintas circunstancias. Debemos reconocer que Chuy ha logrado cosas importantes en la última década, pero también ha perdido otras cuyo valor es incalculable cuando ponemos en la balanza los afectos, los recuerdos, las reuniones informales y los encuentros fortuitos que hoy a la distancia van alimentando la nostalgia.
Un lector de estas páginas radicado en Noruega nos señalaba que prefería quedarse por aquellos pagos, ante la seguridad de que en su regreso no encontraría el Chuy que dejó en la década del 70. Con el efecto de una avanzada Noche Buena se dejaba llevar por la nostalgia para mencionar lugares, situaciones y personajes desaparecidos. Cuántos recuerdos y episodios de aquella “década de oro” con el OPEL en la tradicional esquina de la Avenida Internacional y Laguna de Los Patos, EL PALENQUE frente al Estadio Samuel Priliac, PARRILLADA PAMPAS frente al Baratillo, el Cine de Lasa, MI CASA y algunos boliches donde recalaban los pocos habitantes de la “aldea”. Sin embargo los tiempos fueron cambiando y también las peñas semanales empezaron a espaciarse ante la ausencia de los parroquianos. Se vivía una época de bonanza y felicidad que parecía eterna, con un ambiente fermental en lo cultural impulsado por Jesús Perdomo, Wilkins Machado, Rondan Martínez, Jorge Calvette, el Pocho Techera y varios jóvenes que buscaban su espacio como el Pico Decuadra, Alcides Romero, Raúl Antunez, Duverlý Rodríguez, Dany Acosta y el Bico Decuadra. Claro, ese Chuy no tenía duplicado y se perdió definitivamente. Ahora son otras las prioridades. Ni mejor ni peor, simplemente distintas.
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