Debemos
comenzar esta entrega, al igual que la anterior, con otra
puntualización: Bernabé
Rivera jamás perteneció al Partido Colorado. Tampoco perteneció al
Partido Blanco
(hasta 1870 -o 1872 para otros- ni siquiera se le conocía como
“Partido Nacional”). Por
la simple razón de que a la fecha de su deceso (20 de junio de 1832)
esos partidos todavía no existían;
éstos y sus tradicionales divisas recién aparecerían
posteriormente, el 19 de setiembre de 1836 en ocasión de la Batalla
de Carpintería. Como bien destacó José Eduardo Picerno, “No
había blancos ni colorados en el momento histórico de los hechos
contra los charrúas. El Presidente
[Fructuoso]
Rivera no representaba al Partido Colorado porque este, de hecho, no
existía. … En ese momento no era miembro ni representaba a ningún
partido. … En resumen, queda en evidencia que ningún partido
político estuvo involucrado en los sucesos…”
().
Esto se aplica “mutatis
mutandis”
a Bernabé Rivera, por lo precedente. Bernabé concitó a su muerte
el homenaje de personajes que se asociarían tanto al Gobierno de la
Defensa y al Partido Colorado (por ejemplo, Francisco Acuña de
Figueroa), como al Gobierno de Cerrito y al Partido Blanco, (caso de
Carlos Villademoros) ().
De nuestro artículo anterior recordemos que su monumento funerario
fue ordenado levantar en 1835 por Manuel Oribe (quien tenía aprecio
por Bernabé -era mutuo ese aprecio, dicho sea de paso-) siendo
Presidente constitucional, y si nos estamos a que el ángel que
remata la construcción es de 1862 (),
tenemos que éste fue colocado durante la Presidencia de Bernardo
Prudencio Berro. Cosas de la Historia; pero para mal o para bien, son
datos “duros”.
Según
una fuente, Bernabé Rivera habría nacido en lo que es hoy el
Departamento de Durazno en 1795, y habría sido bautizado el 11 de
junio (día del Apóstol San Bernabé) de ese año (),
aunque Fernández Saldaña ubica el año de nacimiento en 1799 ();
pero si nos atuviéramos a los datos de su monumento funerario en que se
le menciona combatiendo desde los 10 años de edad, teniendo presente
que la Revolución Oriental se gestó en 1811, podríamos ubicar la
fecha de nacimiento de Bernabé en el año 1801. Fue sobrino del
Brigadier General Fructuoso Rivera, aunque entre sí solían tratarse
mutuamente usando la palabra “Hermano”; según se dice, porque
Bernabé (en verdad, su verdadero nombre era Juan Estevan) era hijo
de una relación extramatrimonial de María Luisa Rivera (una hermana
de “Don
Frutos”,
como se le decía popularmente al Brigadier General Fructuoso Rivera)
con el brasileño Alejandro Duval Rocha (),
y para evitar el reproche social los padres de Fructuoso criaron e
hicieron pasar a Bernabé como un hijo más.
Ya
desde 1811, Bernabé Rivera se involucró con la causa
independentista oriental, y se fue consolidando como uno de los más
jóvenes Tenientes de Artigas. En ocasión de las invasiones
portuguesas, fue herido gravemente en la cabeza y cayó prisionero en
1818 en las cercanías de Pando (),
siendo remitido por los portugueses junto a otros destacados
oficiales artiguistas a la cárcel de la Ilha das Cobras (compartió
la reclusión con Andresito -de quien se dice murió en dicha
prisión-, Juan Antonio Lavalleja y Fernando Otorgués). Regresó a
la Provincia Oriental a fines de 1820 por influencia de su tío
Fructuoso (en ese momento ya incorporado a las filas portuguesas
-dicho sea de paso, Fructuoso Rivera obtuvo de Carlos Lecor no sólo
la liberación de Bernabé, sino también de otros oficiales
artiguistas presos en Ilha das Cobras, como Manuel Francisco Artigas,
hermano de nuestro máximo Prócer José Gervasio Artigas-) (),
y también a su influjo se incorporó al ejército portugués, donde
recibió el grado de Capitán. Al declararse la Independencia del
Brasil (7 de setiembre de 1822), Bernabé pasó a formar parte de sus
fuerzas militares en la entonces Provincia Cisplatina. Incorporado
Fructuoso Rivera a las fuerzas orientales independentistas tras el
Abrazo del Monzón el 29 de abril de 1825, por supuesto Bernabé
siguió sus pasos y tuvo una destacada participación en las Batallas
de Rincón (24 de setiembre de 1825) y Sarandí (12 de octubre de
1825) ().
En
1826, ya con el grado de Sargento Mayor, Bernabé se unió a las
fuerzas orientales y argentinas luego de que el Imperio del Brasil
declarara la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata (10
de diciembre de 1825). Tanto Bernabé como Fructuoso Rivera se
negaban a seguir las órdenes de Carlos de Alvear y eran partidarios
de separar las fuerzas “orientales” de las “argentinas”.
Alvear, Comandante en Jefe del Ejército de las Provincias Unidas, lo
tomó como insubordinación. Invitó a Bernabé, a través del
Coronel Federico Brandsen, con el engaño de querer tener una
entrevista para conciliar diferencias. Bernabé aceptó pero al
concurrir fue aprehendido por orden de Alvear, quien le acusó de
desertor y ordenó que fuera fusilado al alba siguiente. Sin embargo,
gracias al entonces Coronel José María Luna, quien le debía a
Bernabé la vida de una ocasión anterior e hizo que durante la noche
le limaran los grilletes, se escapó y se llevó con él a toda la
guardia. Furioso, Alvear mandó una partida a cargo del entonces
Teniente Melchor Pacheco y Obes con el propósito de fusilarle donde
lo encontraran. Pero al llegar y entrar éste en la casa de la
hacienda de Gerónimo Jacinto, Bernabé asaltó a Pacheco y Obes
pistola en mano y le obligó a entregarle su espada. Nuestro
personaje les preguntó entonces a los soldados que acompañaban a
Pacheco y Obes si deseaban seguir a éste o a aquél, y todos se
fueron con Bernabé. Su audacia y valor ya era leyenda entre las
fuerzas de las Provincias Unidas ().
Participó
en la toma de las Misiones Orientales junto a su tío Fructuoso
Rivera en 1828, con el grado de Teniente Coronel y comandando la 2ª
División ().
Habían actuado en contra de Juan Antonio Lavalleja, quien había
enviado a Manuel Oribe en su persecución con la orden estricta de
pasar por las armas a todo oficial o soldado de los Rivera que
pudiera prender o que cayera en su poder, en cuya comisión Oribe
tomó la decisión de ejecutar a cinco chasques que Don Frutos les
había mandado a aquél y a Lavalleja para comunicarles sobre los
triunfos obtenidos. El episodio se zanjó cuando Bernabé,
ofreciéndose él mismo como rehén, se entrevistó con Oribe y le
convenció de que Fructuoso Rivera sólo quería con la expedición
de las Misiones recuperar ese territorio para la patria; Oribe
escribió de ello a Lavalleja y éste, aleccionado también por el
éxito de Don Frutos en las Misiones, le dejó proseguir haciéndole
llegar su satisfacción ().
Bernabé
se graduó de Coronel en 1829. A su mando, en febrero de ese año se
formó el entonces 2º Escuadrón de Caballería, del cual fue su
jefe ().
Declarada la Independencia del novel Estado Oriental del Uruguay, al
ser electo como su primer Presidente Fructuoso Rivera (1830), éste
nombró oficialmente como Coronel efectivo a su sobrino Bernabé, el
mismo 18 de julio de 1830 ().
Al
asumir Fructuoso Rivera la Presidencia Constitucional, desde su
primer día como Primer Magistrado tuvo que tratar las ingentes
denuncias que estancieros y vecinos de la Campaña realizaban en
forma cada vez más creciente e insistente sobre los desórdenes,
asesinatos, robos de ganado y saqueos a establecimientos que cometían
los indios charrúas, especialmente en el Norte del territorio. Se
cuestionaba, asimismo, que en sus tolderías se refugiaban desertores
y delincuentes criollos que cometían sus fechorías bajo el nombre
de dichos indios. Se trataba de un tema que ya venía desde la época
colonial y que no tenía un punto de solución, lo cual a Rivera no
le era ajeno, y que a muchos preocupaba por el temor y la inseguridad
que generaba, comprometiendo el desarrollo y el bienestar del país
profundo.
La
solución que se diseñó por el gobierno de Rivera para “terminar
con el problema charrúa”, apoyada por los vecinos de la Campaña y
por el “establishment” de la época es menester agregar, fue la
más extrema: debían erradicarse los asentamientos charrúas en el
Estado Oriental, o echarlos fuera de sus fronteras; de ameritarlo la
situación, combatiendo, exterminando o reduciendo a sus individuos
().
Fructuoso Rivera se puso a la cabeza del operativo personalmente,
manejándose todo con estricta reserva. Su sobrino Bernabé tendría
un rol importante en su ejecución.
¿Era
necesario haber adoptado una medida tan drástica contra los indios
charrúas? Desde del punto de vista histórico no podemos opinar, y
punto. No es pertinente juzgar con nuestros parámetros a los sucesos
de ayer, ni a las circunstancias en que se desenvolvieron.
Años
después de los hechos que narramos, en una carta abierta del 30 de
octubre de 1848 y publicada el 1º de noviembre de ese año en el
periódico “Iris” de Río de Janeiro, Fructuoso Rivera
justificaría su proceder hablando de los
“inmensos
males que, de tiempo inmemorial”,
hicieran los charrúas al Uruguay y al Brasil, “-de
sus depredaciones y ferocidades; -de los esfuerzos vanos hechos por
varios gobiernos para subyugarlos; -de la noble sangre por ellos
derramada, en la cual abunda la de mi hermano Bernabé… y de otros
muchos orientales; -y de cuanto en fin fue patente para que el
gobierno constitucional de acuerdo con las cámaras legislativas
resolviese su total aniquilación. Si a mí cupo la fortuna y la
gloria de acabar con una horda de salvajes nómadas y feroces,
abrigada en las escabrosidades del país, hice lo que otros no
pudieron alcanzar antes de mí, y cumplí las órdenes del gobierno,
con gran satisfacción de las poblaciones, que por tantos años
fueron víctimas de correrías, robos y muertes de aquellos
bandidos.”
“Es
falso que hubiese necesidad de traicionar los salvajes para
destruirlos: ni estos salvajes fueron nunca aliados del gobierno
oriental, ni los orientales con quienes yo tuve la fortuna y la honra
de combatir por más de 35 años, en más de cien batallas, podían
temer a tales hombres, desde que por utilidad general, se decretaba
su exterminio.”
“Solo
es verdad que se repartieron los Charrúas porque no quisimos acabar
con ellos…”
(),
En “El Defensor de la Independencia Americana” (diario de
filiación blanca) del 30 de diciembre de 1848 se le criticaba a
Rivera: “Las
naciones salvages no se esterminan. Se las reduce, se las catequiza,
se las hostiliza tambien, cuando hay que defenderse de ellas.
Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra, con una matanza
calculada, y eso usando de traicion y de perfidia es un crimen
espantoso, un crimen de lesa humanidad que debe sublevar contra él á
todas las almas honradas y justas, y á todas las conciencias
cristianas.”
()
En una tesitura semejante sostenía el Brigadier General Antonio Díaz
(1789-1869), de tendencia blanca aunque de espíritu ponderado, quien
había tratado a los charrúas directamente y observado sus
costumbres: “Los
descubridores del Río de la Plata empezaron, como en todo el resto
de la América, conquistando con las armas: pocos o ningunos han sido
los esfuerzos empleados para atraer á la civilización a los
indígenas de este país; y si algunos se hicieron, que no me consta,
han sido errados. Lo mismo ha sucedido en cuanto á los misioneros
encargados de catequizarlos, quienes por las razones que voy a
deducir, creo que hubiera sido muy fácil conseguirlo; pues que no se
trataba de convertir, sino de adoctrinar…”
().
El
11 de abril de 1831 participó Bernabé al mando de las tropas del
Gobierno junto a su tío-Presidente Fructuoso Rivera en la polémica
Matanza de Salsipuedes (para algunos también “Masacre”, para
otros “Combate”, para otros “Episodio”, según del bando
histórico que se esté); para Bernabé Rivera, “la
jarana de los indios”
().
Uno de los episodios más controvertidos de la Historia uruguaya si
los hay. No queremos detenernos en los detalles de este suceso (),
salvo para destacar que Bernabé Rivera participó en dicho evento al
mando del 2° Escuadrón de Caballería ().
A él le cupo inducir y hacer confiar principalmente (el General
Julián Laguna, encargado también en esa tarea, tuvo inconvenientes
para convencerlos), a los indios charrúas a allegarse al lugar que
estaba convenido para dar cuenta de ellos, acompañándolos: “El
coronel Bernabé Rivera, … jefe del segundo regimiento de
caballería, fué el guía de la hueste que encabezaban los caciques
Venado y Polidoro ().
Había sido escogido expresamente para esta comisión por la
confianza que inspiraba á los charrúas.”
().
Difieren
las apreciaciones sobre cómo ocurrieron los hechos en el episodio de
Salsipuedes. Podríamos reconstruir una versión sobre lo sucedido
cruzando las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja (uno de los
33 Orientales, y hermano del Brigadier General Juan Antonio
Lavalleja), del Brigadier General Antonio Díaz, del Coronel Antonio
Díaz (hijo) y de Eduardo Acevedo Díaz ().
Principalmente los relatos de Manuel Lavalleja y los del Brigadier
Antonio Díaz son de valía, porque recogieron testimonios
presenciales de los hechos.
Nos
referiremos a los acontecimientos de Salsipuedes y a los que le
sucedieron en la próxima entrega. Prometemos que será relativamente
pronto.
EDGARDO
ETTLIN. Investigador en Historia y en Derecho. Publicó
entre otros libros: “Zonas Francas” (Fundación de Cultura
Universitaria, 1989), “Cómo dirigir y desempeñarse en Audiencias”
(Amalio Fernández, 1999), “Procesos de Ejecución de Sentencias a
pagar Dinero contra el Estado” (Amalio Fernández, 2008),
“Violencia Doméstica. Régimen y abordaje jurídico de la mujer
maltratada en ocasión de su vida afectiva” (La Ley Uruguay -
Thomson Reuters, 2009), “Una Justicia Eficiente” (Forvm
Orientalis, 2010), “Normativa sobre la Propiedad Intelectual en el
Uruguay” (2012), “Ejecución de Sentencias Judiciales contra el
Estado” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2014), y
“Responsabilidad Patrimonial de los Funcionarios Públicos” (La
Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2017), “El Derecho de Resistencia en
las Constituciones de las Américas” (Fundación de Cultura
Universitaria, 2018), “Responsabilidad Civil por Daños en los
Espectáculos Deportivos” (La Ley Uruguay, 2019), y “Estudios
sobre Justicia y Propiedad Intelectual” (La Ley Uruguay - Thomson
Reuters, 2021). Ha escrito más de doscientos artículos y estudios
sobre temas de Derecho, principalmente en Derecho Público, Derecho
Procesal y Derecho de la Propiedad Intelectual, publicados en
Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia y
España, y a través de Internet. Es referencia de citas por
numerosos autores uruguayos y extranjeros, y asiduo colaborador de
diversas revistas y publicaciones jurídicas de Uruguay y América
Latina. Conferencista en diversos eventos de Derecho en América
Latina y Europa. Sentencias y contribuciones jurisprudenciales suyas
han sido publicadas y comentadas en prestigiosas publicaciones
jurídicas. Historiador y ensayista, ha publicado diversos libros y
artículos sobre Cultura e Historia, destacándose: “Bajo la
Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería” (bajo
el seudónimo de Jean-Marie Mondine, Ediciones de la Plaza, 2016),
“Judas Iscariote y otras incursiones pseudoculturales” (Los
Caminos, 2020), y “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas
sobre Juan Idiarte Borda, 13º Presidente constitucional de la
República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino
Arredondo” (Fundación de Cultura Universitaria, 2021). Ha
participado y es usualmente invitado como ponente sobre diversos
temas de Historia y Cultura. Ministro
de Tribunal de Apelaciones Civil
(Poder Judicial - Uruguay).