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viernes, 10 de marzo de 2023

Columna de *Carlos Castillos / EL NOMENCLÁTOR COMO ESPEJO DE LA HISTORIA

 

Cuántas veces usted se detuvo a observar los nombres de las calles de su pueblo, villa o ciudad. Y analizarlos. ¿Se habrá dado cuenta que “detrás de las calles, las esquinas, las plazas y los caminos, se esconde una interpretación de la historia misma?”. Este tema, que puede parecer secundario o intrascendente, sin embargo, es esencial porque esconde una realidad que condiciona nuestra interpretación de la historia. La local, regional y la nacional, claramente. Porque el nomenclátor, que así se le llama a “una recopilación o glosario de nombres de personas, de lugares geográficos, de animales, vegetales o voces técnicas de una rama del saber” es básicamente político y patriarcal. Decir “machista” puede sonar agresivo y esa no es la intención, aunque el término es más claro. Quienes resuelven los nombres de esos lugares públicos suelen ser políticos (municipales, departamentales e incluso nacionales). Y como la política ha sido históricamente ocupada por hombres, casi como derivación directa se eligen a hombres para perpetuar su memoria. Y en este aspecto quiero detenerme. Las mujeres no existen para nuestra historia. Fíjese usted. Montevideo, la capital de Uruguay, cuenta en su nomenclátor de aproximadamente unas cinco mil (5.000) calles, avenidas, plazas o plazoletas, caminos o bulevares, espacios abiertos o plazuelas. Una cantidad considerable que recorren los poco menos que un millón y medio de habitantes en sus casi doscientos kilómetros cuadrados. De esa cantidad solamente 142 tienen nombre de mujer, mientras que 2.019 son nombres masculinos. Las mujeres representan entonces poco más del 2,5 por ciento, mientras que los nombres masculinos son poco más del 36 por ciento. En la ciudad de Chuy, en el departamento de Rocha, y fronteriza con Brasil, hay unas cincuenta (50) calles y solamente dos (2) tienen nombre de mujer. Alrededor del 4 por ciento. En su libro “La historia escondida del Uruguay”, el profesor Leonardo Borges señala, con acierto, que “cuando aparecen mujeres en la historia nacional lo hacen como accesorios del varón. Bernardina Fragoso (de Rivera), Ana Monterroso (de Lavalleja) solo por poner dos de las más nombradas. Más allá de la relación evidentemente sostenida en un discurso patriarcal, (el nomenclátor) también está permeado por la relación social. Por lo tanto, para aparecer en la historia patria, siendo mujer, además debe ser de la clase dominante o relacionada con ella”. Como también apunta del profesor Borges en su obra “no es cuestión de pontificar o crucificar personajes. La historia no es un juicio sumario en el que sentenciamos a los que consideramos malos”. Pero es necesario advertir de esta realidad. Y tratar de cambiarla. Seguramente en su pueblo o ciudad ocurre algo similar con los nombres de las calles y otros espacios públicos. Un nomenclátor contaminado por el criterio patriarcal de los políticos de turno. Por eso, de lo que se trata aquí es de detenerse un momento también en estas cuestiones para empezar a cambiar ese estado de cosas. Si el criterio patriarcal es cuestionable, mucho más lo es que, a veces, el nombre de una calle sea moneda de cambio o negociación política. Para evitar esta situación, que muchas veces ha resultado en el manoseo de nombres y en injusticias, se me ocurre que las calles podrían llevar nombres de la flora y fauna local o regional (como ocurre en tantos lados) o números como en zonas de Punta del Este o Nueva York o una combinación de números y letras. Se evitarían muchos vicios como los señalados.

 

 

*Carlos Castillos - Docente y periodista, trabajó en Radio Chuy, Difusora Rochense, El Espectador, Radio Carve, CX 30 La Radio, Emisora del Palacio FM y CX 36 Radio Centenario. Además fue corresponsal de la agencia alemana de prensa dpa en Uruguay, Argentina y Paraguay durante 22 años. Es egresado del Instituto Superior de Educación Física (ISEF) como Entrenador de Fútbol y desde el 2010 impulsa el Movimiento de Cine Con Vecinos-Uruguay que se dedica a producir documentales comunitarios y a talleres básicos en todo el país. Desde el 2011 participa del Movimiento ARA (Artistas Rochenses Amigos) para publicar y difundir obras de creadores de la zona.






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