“Izquierda sin cultura no es izquierda” (Mariano Arana)
Nos falta aún bastante en cultura política para evitar así que nuestra democracia sea una cooptación clientelar o acabe reduciéndose al exigido acto cívico de votar cada quinquenio. Toda política de desarrollo sostenible debiera, (además de su dimensión social, ambiental y económica), incorporar y asumir, como cuarto pilar, una consideración explícita para con la cultura y sus factores como la memoria, la creatividad, la diversidad y el conocimiento; basado en los derechos y libertades fundamentales para que cada quien aspire, al menos, a la perspectiva, (hasta ahora encomendada a la educación y a la economía), de concreción de un unívoco proyecto de realización personal.
La “cultura ciudadana”, (resumida como el cúmulo de comportamientos en relación a un grupo de pares y por fuera de los espacios privados), desempeña, o debiera desempeñar, un rol clave en ese fortalecimiento de la sociedad civil, en la preparación de la comunidad para una mayor o más plena participación, en la generación de una cultura política seria, en la formación de una ética civil desde las políticas públicas, en la construcción de nuevos y activos referentes, en el cuestionamiento a conductas propias,(o impropias), al igual que en el desarrollo de proyectos que nos conduzcan a espacios de entendimientos, empatía y respeto por el prójimo y no a su irracional exclusión. Es decir, ello implica indefectiblemente la creación de dispositivos para pensarse de manera crítica como sociedad y como sector; construir condiciones y subjetividades siempre “incluyentes”, al igual que poner en juego los diversos relatos de lo social y la diversidad de sectores sociales participantes; bogar por el fomento de narrativas locales, por el contacto o encuentro intergeneracional e intercultural, así como la exploración de estéticas emergentes y el empoderamiento de las comunidades. En estos dispositivos habrán de generarse, además, alianzas público-privadas: un desarrollo conceptual y metodológico de colectivos culturales y artísticos, y sus propios recursos, los que históricamente ha sido una inversión pública, social, no cuantificada y, por tanto, no valorada. Por lo que, valorarla, cuantificarla, concebirla como aporte de las comunidades a los proyectos públicos de transformación y progreso de una sociedad resulta un verdadero imperativo. Nos referimos a construir y reconstruir, mediante una actitud empática y “asertiva” el tejido social del que formamos parte; propiciar espacios de acercamiento y diálogo, de debate colectivo, de encuentro de diferencias, de elaboración de propuestas, (o posibilidades), para enfrentar y/o superar las problemáticas estructurales que sofrenan el avance comunitario. Para entenderlo y arribar quizá a esa “respuesta cultural” necesaria, aún estamos a tiempo de plantearnos, entre muchas interrogantes, algunas que, factiblemente, a la hora de legitimar y convalidar nuestro voto, no excluyan la posibilidad de que acabemos, como en otras instancias, equivocándonos. Una pertinente interrogante, en pos de avizorar un proyecto de comunidad más próspera, tal vez podría ser: ¿cuáles son aquellos elementos que nos unen como sociedad, que nos integran como cultura y cuál candidato puede aproximarse a responder positivamente por ellos?
(DARÍO AMARAL-ESPACIO 609-MPP ROCHA)