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sábado, 17 de diciembre de 2016

¿Artigas es uruguayo? Por Leonardo Borges.


Caras y Caretas

Desde el punto de vista historiográfico, la pregunta del título es absolutamente disparatada y anacrónica. Artigas en definitiva es, más allá de referencias políticas, un representante de su época, en definitiva un oriental. La condición de oriental toma sentido sólo relacionado con las demás comunidades que forman un todo, que es el virreinato. El sueño de los revolucionarios de aquellos tiempos era justamente la unión, una realidad no discutida por aquellos. Lo que era tema de discusión por aquellas estaciones era cómo organizar esa unión. Ya sea de manera centralista (por parte de los porteños) o la alternativa federal republicana del artiguismo. Hasta ese punto, seguramente con matices, estaremos todos de acuerdo con esta interpretación.

La figura de Artigas ha transitado por varias etapas a lo largo de la historia uruguaya propiamente dicha, un pasaje de enemigo público tras su partida a Paraguay, hasta finales del siglo XIX, hasta héroe pétreo y homérico ya entrado el siglo XX. Ese proceso que está relacionado con la creación de una historia patria (nacional) y la consecución de una nacionalidad buscada, pero subsumida en las luchas blanquicoloradas, fue generando una idea de un Artigas uruguayo, partiendo del silogismo simple (y erróneo) de creer que los orientales son uruguayos. De esta forma, durante años el costado más regional y radical del caudillo fue fagocitado por su cara “nacional”.

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¿Artigas es uruguayo? - Caras y Caretas

Quien es Maru Leone la autora de Morite de amor cagón


http://www.elsol.com.ar/

La mendocina se ha convertido en el nuevo "fenómeno" de las redes sociales. Sus reflexiones hablan sobre la vida, la muerte, el amor y el desamor.

Maru Leone es la joven mendocina autora de Morite de amor, cagón, una reflexión que se volvió viral y logró trascender las fronteras más allá de las redes sociales. El mensaje es directo, sin sutilezas invita a romper con la rutina y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

Tiene 26 años y aunque desde que aprendió a hilar dos oraciones escribir es algo que la hace feliz, muy pocas personas sabían de su pasión. Sin embargo, luego de un viaje a Brasil decidió hacer públicas todas esas “palabras acumuladas”. “Necesitaba gritar y encontré esa manera”, dice.

Antes de que se diera cuenta el mensaje que, en realidad, se llama: Antes de decir que no fue rápidamente viralizado, incluso Lalo Mir le puso voz y su página Morite de amor, cagón, donde comparte sus reflexiones, tiene más de 100 mil seguidores.

A punto de sacar un libro que será un cambalache, sobre la vida y la muerte, el amor y el desamor, cree que “la gente empatizó con el texto porque se les metió en la vida, se les metió por los ojos y por la boca”.

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Quien es Maru Leone la autora de Morite de amor cagon

Mensaje ''Morite de Amor, Cagón'' de Maru Leone por Lalo Mir en La 100 FM

viernes, 16 de diciembre de 2016

SOBRE ANCAP. EDIL SEBASTIÁN PINTOS



Me voy a referir a lo que está ocurriendo en ANCAP en el conflicto que mantiene con los dueños de las estaciones de servicio, por entender que es un tema que sin lugar a dudas las diferencias entre el Ente y los estacioneros va a perjudicar lamentablemente a los trabajadores, especialmente a los pisteros de las estaciones, y a los consumidores debido a que además de no incidir en el precio de los combustibles, que es otra de las cosas que nos preocupa, seguramente se afecte el servicio.
En nuestro país hay 477 estaciones de servicio que emplea a unos 8.400 trabajadores y en nuestro departamento hay 15 bocas de venta que emplean alrededor de 200 personas.
Entre las cosas que pretende cambiar el Gobierno y que afecta a los estacioneros y es el objeto de este conflicto es modificar lo que perciben las estaciones que se llama "bonificación", y esa bonificación equivale en promedio (del precio de las naftas y gas oil) a 4,50 pesos por litro de combustible que venden.
Y de lo que perciben por esta llamada “bonificación” es de donde sale el dinero para el pago de los salarios a los trabajadores, las cargas sociales, los impuestos, la seguridad, los aranceles de tarjetas de crédito y débito y todos los gastos del funcionamiento, por tanto es una falsedad sostener que ese porcentaje es las ganancias de los estacioneros.
La resolución de ANCAP que entrara en vigencia a partir del 1 de enero del año siguiente establece que las estaciones que venden más de 150.000 litros mensuales de combustible, que son la mayoría de las que están en nuestro departamento, verán caer su "bonificación" en un 38%, esto es que pasaran a percibir como bonificación de 4.50 pesos a 1,71 pesos por litro de combustible vendido, siendo claro que se ajusta mucho el margen de viabilidad de varias empresas con los costos actuales.
Decíamos al principio de nuestra exposición que entendemos que se esta poniendo en riesgo las fuente de trabajo de los pisteros y sostenemos esto por varias razones, en primer lugar porque contractualmente las estaciones de servicio no están obligadas a permanecer abiertas durante los siete días de la semana, sino que cumplen el contrato con permanecer seis días abiertos, al mismo tiempo tampoco están obligados a permanecer abiertos las 24 horas del día, sino que están obligados a abrir durante 16 horas, o sea solamente con sacar un turno y trabajar un día menos en la semana estarían presidiendo de varios trabajadores y si toman estas medidas, que contractualmente pueden se afectaría el servicio a los consumidores que estamos acostumbrados a que las estaciones permanecen abierta todos los días del año durante las 24 horas.
Otra de las cosas que va a precipitar estas erróneas decisiones del Gobierno es que se implemente, como ocurre en muchos países de Europa y Estados Unidos, que las estaciones funcionen como autoservicio, y esto es posible ya que en la actualidad no existe ninguna prohibición contractual, legal o reglamentaria que impida que exista esa posibilidad, por tanto las estaciones de servicio pueden empezar a funcionar con autoservicio. Parecería que el Gobierno no está teniendo en cuenta todos los puestos de trabajo que están en riesgo, y como se limitaría el servicio que prestan.
Lo otro que debemos preguntarnos Sra. Presidenta el motivo de porqué pasa esto, o sea si estas medidas se hubiesen tomando si ANCAP -empresa monopólica- no hubiera perdió 800 millones de dólares como perdió en los años anteriores debido a las pésimas Administraciones. Personalmente entiendo que no, que si ANCAP no estuviera en la situación deficitaria que la dejaron esto no estaba pasando y de alguna manera esto es reconocido por la actual presidente la Sra. Marta Jara cuando manifiesta en los medios de prensa refiriéndose a esto, dice en forma textual la Presidente del Ente "estamos comprometidos en equilibrar los números de Ancap y se necesita todo para lograr mayores eficiencias". Es muy clara la afirmación de la Presidente o sea que el Gobierno para equilibrar los números del Ente y mejorar las eficiencias acude a los más sencillo que es modificar las condiciones establecidas de hace más de treinta años que hasta la fecha funcionaba bien poniendo el riesgo los mas importante que son las fuentes de trabajo, perjudicando a los empresarios y en detrimento de los servicios que prestan a los consumidores.
Lamentablemente todas estas medidas que está tomando el Gobierno apuntan a mejorar el déficit fiscal que padecemos y en este sentido no nos podemos olvidar que desde principio de año venimos soportando aumentos de las tarifas públicas donde la UTE aumento sus tarifas en un 10 por ciento en todas sus categorías, al igual que la OSE y ANTEL que aumentaron sus tarifas en el mismo porcentaje.
Es claro que se está intentando por todos los medios recaudar más modificando las condiciones contractuales que se han mantenido por más de treinta años, condiciones que se mantuvieron en momento muy difíciles para la economía nacional como fue la crisis de 2002.
En definitiva Sra. Presidenta esperemos que esto sea revisado por Poder Ejecutivo, ya que de concretarse es muy probable que ocurra lo que estamos diciendo que va a afectar sobre todo a los trabajadores y lo que no es menor afectara los servicios que nos vienen prestando las Estaciones desde hace mucho tiempo.




Raúl Legnani, “el chancho” Por Roger Rodriguez·


Lo conocí tiempo después de que volviera del exilio en México, donde ejerció su profesión de Maestro (eran hermosas sus historias sobre los alumnos pobres de DF). Yo me había ido de La Hora y él había llegado desde El Popular. Era un tiempo de conflicto entre generaciones (la del 58, la del 68 y la del 83), entre las vertientes (los del exilio, la resistencia, la cárcel y la nueva generación), las organizaciones sociales (los de Pit-Asceep-Fucvam vs. los de Cnt-Feuu-Sunca), y en las estructuras políticas (los bolches, los latas, los ultras, los socialdemócratas, etc.). Un tiempo en el que todo el que no era compañero-camarada, era un aliado con potencialidad de adversario (o sencillamente de enemigo) hasta que se demostrara lo contrario. Una crisis de crecimiento de la izquierda y las organizaciones sociales que se pagaron con derrotas electorales y frustraciones plebiscitarias. No fue fácil aceptar las diferencias de los otros.
Ambos teníamos fama de locos y difícilmente se pudiera encontrar a dos personas que desde la misma intensión de fortalecer la institucionalidad democrática actuáramos tan diferente en lo personal, lo político y lo profesional. Él se definía bolche y se enorgullecía de la aplanadora del Tercer Congreso de la central obrera. Yo era un lata no encuadrado y rebelde que no debería hablar con un “traidor” de la fracción de mayo de 1973, a la que “el Chancho” (mote que le puso José Díaz) había pertenecido siendo dirigente de la JSU. Se proclamaba como un “operador político” y se reía de mi visión del periodismo, que comparaba con la de quienes se definían independientes y en realidad eran operadores del sistema.
Firmamos la tregua ya entrado el nuevo milenio, cuando volví a La República: lo que un día comenzó con la mutua advertencia de partirnos una silla en la cabeza si volvíamos a putearnos a las espaldas, terminó en el respeto, que llevó a la aceptación, al compañerismo y finalmente a la amistad. “Lo que pasa es que vos no entendés ni sabés nada de política”, me decía cada vez que no estábamos de acuerdo en algo... es decir, todas las veces. Ser bolsilludos, era casi el único punto de coincidencia y aun así discrepábamos sobre el fútbol que él vio durante sus diez años de ventaja y el que se perdió cuando estaba en el exterior, sobre el que yo podía exagerar descripciones de goles o jugadas que no pudo presenciar. De básquetbol no hablábamos, porque él había jugado en Canelones y yo no.
Aunque había pasado por la escuelita socialista y se había formado en la acción comunista, Raúl (nunca me gustó decirle Chancho) jamás dejó de ser batllista y sobretodo republicano. También discrepaba con lo que llamaba mi “interpretación blanca” de la historia, aunque el Partido Nacional hubiese sido su aliado en Convergencia Democrática, que integró en el exterior. Era una de las personas que seguía diciéndole “Mi Presidente” a Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle o Tabaré Vázquez, aunque habían terminado sus mandatos. Tenía la capacidad de entretejer por teléfono y conspirar contra la realidad en el mejor sentido (si lo hay), y estaba de mal humor cuando no había un tema que lo tuviera entretenido. En eso podía ser un niño caprichoso.
Aunque tenía una excelente pluma (habría que enmarcar su crónica “El pulso del pescador” en una contratapa de La República) y era extraordinario en los trabajos más pesados de la prensa (leer, desgrabar, editar), sentía una gran libertad en la radio (donde podía sintetizar la noticia como pocos y comprometer a los entrevistados con sus repreguntas al aire), incluso llegó a hacer televisión, delante y detrás de cámaras. Recuerdo de los noventa un programa con Jorge Arellano, donde no pudo terminar de desarrollar un fantástico personaje de periodista que caracterizaba con comentarios rotundos, lentes gruesos y gabardina clara. “¿No me parezco a Michael Caine?”, impostaba la voz con coquetería.
Lo que más le gustaba hacer eran los editoriales. Decía que podía pensar como medio de comunicación, como Partido, o como organización en vez de individualmente (aunque en realidad hacía pensar como él al medio, el Partido o la organización). “No nos une el amor, sino el estaño y será por eso que bebemos tanto”, parafraseábamos a Borges... Cuando no eran los temas políticos, las permanentes crisis de La República y luego de AMlibre y TVlibre, eran siempre motivo para ir al bar a tomar una y discutir. El vale que no pagaban un viernes, la nota que no publicaron o que censuraron, el título que pusieron o que me cambiaron, el hijo de puta de aquel o el sorete del otro, quiénes integraríamos la próxima lista de envíos al seguro de paro, entre otros, podían ser la excusa para quedarnos hasta que el boliche cerrara.
En los últimos 15 años, nos juntábamos en el Bar Las Flores de Emilio Raña y Garibaldi, donde el dueño, Juan Carlos, era el árbitro de las reuniones del Club de Toby (hasta un cartel de madera grabado tiene el boliche). Cuando el tono de discusión subía demasiado, el alcohol excedía la capacidad o la temperatura ambiente podía pasar de las palabras, Juan Carlos terminaba el partido. Por allí pasaron todos los protagonistas del ambiente político: presidentes, intendentes, ministros, senadores, diputados, dirigentes, periodistas, militares, activistas, fuentes, conspiradores, etc. Una gran secta cuyo punto de encuentro se llamaba Raúl Legnani. Era su oficina. A varios les escribió los discursos, les hizo operativos comunicaciones, les dio espacio en prensa, siempre desde las sombras. Fueron muchas horas, días y meses acumulados de un cotidiano mano a mano, doble a doble con hielo, en una mesa donde discutimos, argumentamos, confesamos, acusamos, discrepamos, puteamos, aceptamos, operamos, perdonamos y, casi sin buscarlo, fuimos confirmando afecto, más allá de que nos separaran la teoría y las acciones.
En la penúltima crisis del 2011, La República nos mandó a los dos al seguro de paro rotativo en una medida ejemplarizante de la que no escapaban sus “periodistas estrellas”. Legnani volvió, yo no. Cuando lo vendieron, el diario ya no fue lo mismo: “Los porteños saben de prensa y de política menos que vos”, me decía Raúl. Y aunque después nos seguimos viendo, llamando o encontrando los sábados en las reuniones matinales de El Valerio, los caminos se fueron separando. Ya compartíamos más las pacíficas y hasta tiernas anécdotas de abuelos que otras pasiones de guerra... Este también había sido para él un año duro, en el que partieron Daniel Mañana y Gerónimo Cardozo, con quienes compartía almuerzo en Las Flores un par de veces a la semana. Lo jubilaron, se quedó sin micrófono ni teclado, solo seguía con La Onda Digital en la web, lo operaron de la vesícula y no llegó a acceder a un contrato que le daban en Sepredi. “Nunca llegaré a funcionario público que es el sueño de todos los uruguayos”, me criticaba por mi empleo en la Intendencia.
Fui a despedirlo a Abbate, puse mi mano sobre su cajón y le prometí que en el próximo encuentro yo pagaría la vuelta (aunque él casi nunca aceptaba un trago, ni lo pagaba). Estaban los que siempre fueron y no fueron varios de los que estuvieron cuando lo necesitaron... Creo que con Raúl Legnani, de algún modo, se termina un tipo de periodismo político, en toda la dimensión del término. Un periodismo que podía sintetizar la concepción de propaganda leninista, la superestructura gramsciana, las garantías liberales y la independencia al opinar. Un periodismo de compromiso, táctico y literario, de noticia y crónica, con el que se podía contextualizar subjetivamente la objetiva información... Pero, es claro, yo de política no sé nada. Chau, Raúl.
Roger Rodríguez
(Periodista y su Amigo)