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miércoles, 26 de julio de 2023

¡Y NO LO ENTIENDEN! COLUMNA DE ANTONIO PIPPO

El lenguaje es lo que nos hace humanos y nos diferencia del resto de las especies. Sólo que, como han dicho muchos prestigiosos filósofos, es la madre de la ciencia y todos los conocimientos pero también construye toda clase de supersticiones, prejuicios, locuras.

De esa verdad central viene el valor de la palabra, asunto acerca del cual ya me he referido antes. Destacar el valor de la palabra, significa darle a ésta una precisión simbólica y descriptiva que sea comprendida por los demás –más allá de acuerdos o desacuerdos previos- y que contribuya a definir con claridad lo que uno quiere explicar o proponer, en un contexto de respeto y tolerancia. Y qué decir de ese valor cuando la palabra pasa a ser parte esencial de una frase, generalmente necesaria en la comunicación humana, aunque haya palabras que por sí solas definan conceptos, para describir un sentido, una dirección, intenciones o la transmisión de diversos conocimientos.

Para entendernos mejor, y con cierta sencillez, veamos la contracara: multitud de palabras y frases, casi siempre dichas con tono épico, supuestamente seductor, que no apuntan a verdad alguna sino, más bien, alimentan una confusión generalizada o, con espurios objetivos, procuran convencer a interlocutores no suficientemente preparados para desentrañar el mensaje que están recibiendo y que a veces los convence por meros tonos de expresión y gestualidad apropiada para desatar entusiasmo. Una precisión: hay quienes manejan mal la palabra y es por propio desconocimiento de su esencia –algo de ignorancia hay en estos casos- simbólica.

Un prólogo quizás demasiado extenso, lo admito.

Me pareció imprescindible al enfrentarme, por enésima vez, a la realidad de discursos repletos de enunciados y palabras y frases que no tiene correcta relación con la realidad y sólo contribuyen a que el ciudadano común pero inteligente sea ganado por el desconcierto.

Pocos días atrás, la señora Laura Raffo –de quien tengo una elevada opinión- fue capturada por una suerte de “viento de locura” y en un discurso público, ya lanzada a la campaña prelectoral inopinadamente- analizó lo hecho por este gobierno y proyectó ciertas ideas para el futuro. A ver: ¿qué novedad hay aquí? Ninguna, si lo comparamos con los miles de mensajes políticos que han surgido en tales circunstancias a lo largo de décadas. Pero me preocupó una serie de planes, supongo que suyos o de su agrupación partidaria, desarrollados con un lenguaje de barricada, sorpresivo en ella, que calificó de “esenciales para la educación futura”.

Confieso, pese a que yo sigo entre aquellos que todavía no saben con certeza la idea central y las formas a encarar la reforma de la educación, que no había escuchado hasta entonces unas denominaciones de programas y unas formas de orientación educativas como las que describió. Es más: en este punto, nada de lo que le escuché lo había oído en expresiones recientes de las autoridades de la enseñanza, intentando, hasta ahora sin éxito, que nadie en la sociedad nacional se mantenga en la duda o en la simples y descarnadas ignorancia e incomprensión.

Dejando a un lado el ejemplo concreto, es un hecho que seguimos padeciendo la fiebre del enunciado estentóreo, gesticulado enérgicamente y, mala suerte en esta mano, con resultados absolutamente inversos a los esperados.

Escribió Aldous Huxley, y soy recurrente, sí, que “por medio del lenguaje imponemos un orden y un sentido simbólicos a una profusión de hechos y circunstancias que, como es aprehendida directamente, nos resulta muy confusa; pero muy a menudo descubrimos, en nuestro entusiasmo mediante símbolos por imponer orden y sentido a las experiencias inmediatas o proyectadas, que hemos producido una espantosa confusión que nos conduce a interminables perturbaciones”.

Sinteticemos, lector: viene un tiempo político que nos llevará a asumir la responsabilidad de elegir a nuestros representantes. Mi propuesta se tiñe de mi carácter de periodista (ya por demasiado tiempo). Hay que limpiar de ansiedades y fanatismos el camino; aferrarse al libre pensamiento crítico aceptando de buen talante, si alguien lo prueba, el estar equivocado, y no decidir por dogmas sino por lo que surja no de discriminar fuentes de información sino contrastarlas, admitiendo el hecho de que lo sabido al final puede ser lo mejor aún sin alcanzar la perfección.




Antonio Pippo nació en Argentina y su familia se mudó a San José siendo aún un niño. Viene ejerciendo el periodismo desde hace sesenta y tres años: prensa , radio, televisión. Fu director de informativos de todos los canales de televisión, públicos y privados. Ha escrito y publicado varios libros. Estudioso del tango, es también artista y participa y ha dirigido espectáculos como empresario durante años.

Son clásicas las columnas que publicó durante años en el semanario Búsqueda y aún en la Agencia Mundial de ensa.

Ha sido docente de periodismo de opinión en la Universidad ORT.


 

miércoles, 19 de julio de 2023

EL COMUNISMO NO EXISTE / *COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

Esta historia puede remontarse al año 1848, mediados del Siglo XIX, cuando el alemán Carlos Marx publicó “El Manifiesto Comunista” y poco después “El Capital”, algunas de sus obras emblemáticas. El “Manifiesto” empieza con una famosa frase: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo". Han pasado 175 años desde aquel momento y aquel “fantasma” sigue sobrevolando los países y afectando la vida cotidiana de muchísima gente. A pesar que no ha pasado de ser un “fantasma”, quienes tienen el poder, a nivel planetario y a nivel de cada país, lo siguen agitando como “el Gran Cuco”. Muchas voces repiten y repiten, machacan sobre la conciencia de la gente, que el comunismo es la peor plaga. Y acusar a alguien de comunista es usado como un insulto o una descalificación. Primero fueron amenazas groseras, como que “los comunistas iban a llevarse a los niños a la Siberia” o iban a sacarle todo a los ricos para dárselo a los pobres y cosas por el estilo. Poco a poco se fue afinando la puntería y ahora los ataques y descalificaciones suelen ser más sutiles, pero iguales en su esencia. Y cada tanto se les escapa alguna sentencia burda.



ORDENANDO LA COSA



Simplificando bastante los conceptos, que son mucho más profundos, el comunismo es concebido como una forma de organización de una sociedad en la que no existan clases sociales, que los bienes de producción estén en manos de la gente y que la economía este centralizada, organizada por el Estado. Pero el comunismo viene a ser una forma superior del capitalismo que tiene una etapa previa, que los teóricos han llamado “Socialismo”. Un sistema social que vendría a ser un tránsito hacia una sociedad comunista. Donde “cada uno viva según sus necesidades y según su capacidad”. O sea, después del “Capitalismo” la sociedad podría ir a un sistema llamado “Socialismo” y recién después de algún tiempo podría pasarse a un sistema comunista. Pero usted coincidirá que se está muy lejos de eso. Porque, en el mundo actual, Siglo XXI, año 2023, el capitalismo aún goza de buena salud. Algunos teóricos sostienen que está en sus etapas finales, caracterizadas por el consumismo, la acumulación insaciable de capital, de bienes materiales, la competencia despiadada, el odio entre semejantes y todo eso que usted vive y sufre cada día, aunque no sepa que es consecuencia de este sistema capitalista. Pero hay que tener claro: En ningún país del planeta existe actualmente un sistema socialista ni mucho menos comunista. Una cosa es el nombre que se den y otra cosa es la realidad. No hay socialismo ni en Cuba, ni en China, ni Vietnam, ni Nicaragua, ni Venezuela, ni Corea del Norte. Que existan Partidos Comunistas o que haya quienes gusten definirse como “socialistas” o “comunistas”, no significa que esa sociedad esté organizada sobre esas bases teóricas planteadas por Marx y después por el ruso-soviético Vladimir Lenin (1870-1924), protagonista y conductor de la “Revolución Rusa de 1917”. De la unión de ambos pensadores surgió lo que se llamó, hasta ahora, el “marxismo-leninismo”. Recuerdo que alguna vez, el líder cubano Fidel Castro (1926-2016) admitió que su país buscaba el camino hacia una sociedad socialista, en base a la teoría marxista-leninista, pero que el gran desafío era transitar ese camino. “Nadie nos enseñó nunca cómo construir esa sociedad más igualitaria”, dijo, mas o menos así, el veterano dirigente latinoamericano



¿Y ENTONCES?



Yo tampoco sé cómo se construye una sociedad diferente. Y no sé si alguien sabe. Pero lo que sí parece claro es que hay que cambiar este estado de cosas. Abandonar esa costumbre de invocar cucos, de agitar fantasmas. Hasta ahora, los intentos por construir una sociedad socialista siguen siendo eso: intentos, procesos sociales, nada sencillos, repletos de obstáculos y dificultades. Quienes siguen enarbolando el fantasma del comunismo deberían reconocer que la alternativa no ha sido la mejor para los seres humanos que habitamos este planeta. Alcanza con mirar lo que ha hecho el sistema capitalista, alabado y erigido como el sistema más “democrático” y otra lista de “virtudes”. Hambre, miseria, violencia, guerras, corrupción, desperdicios, contaminaciones, destrucción del ecosistema planetario, catástrofes de todo tipo…y la lista puede ser interminable. Sin embargo, a quienes dirigen el planeta (no siempre desde un sillón presidencial) parece no importarles nada de esto. Cada tanto hacen alguna cumbre (pero para hacer negocios), redactan una declaración de intenciones y cada uno para su casa. Mientras tanto, la humanidad sigue padeciendo las consecuencias de la mediocridad, la decadencia, la ineptitud y la ineficiencia, que reinan en estos tiempos y hacen caminar a la humanidad por el borde del abismo.





Carlos Castillos - Docente y periodista, trabajó en Radio Chuy, Difusora Rochense, El Espectador, Radio Carve, CX 30 La Radio, Emisora del Palacio FM y CX 36 Radio Centenario. Además fue corresponsal de la agencia alemana de prensa dpa en Uruguay, Argentina y Paraguay durante 22 años. Es egresado del Instituto Superior de Educación Física (ISEF) como Entrenador de Fútbol y desde el 2010 impulsa el Movimiento de Cine Con Vecinos-Uruguay que se dedica a producir documentales comunitarios y a talleres básicos en todo el país. Desde el 2011 participa del Movimiento ARAS (Artistas Rochenses Amigos) para publicar y difundir obras de creadores de la zona.




jueves, 13 de julio de 2023

ALGO NO ESTÁ CLARO / COLUMNA DE ANTONIO PIPPO PEDRAGOSA

 

He recibido de varias fuentes, con los matices comprensibles, una información que me ha preocupado mucho y que, con los reparos del caso, quiero compartir con los lectores.

Primero: confío en las fuentes referidas, a las que obviamente no identificaré y he contrastado entre ellas lo que me ha sido dicho por cada una. Segundo: no obstante este procedimiento, del todo profesional y responsable, considero necesario plantear la cuestión desde el punto de vista hipotético.

La información aludida converge, expresada en detalles y desde enfoques diferentes, en una presunción: muchos de los casos, especialmente de niños y de personas mayores, adjudicados hoy por el Ministerio de Salud Pública a una suerte de epidemia de gripe y/o de infección bronquial, serían originados por un rebrote del corona virus o covid. En paralelo, esa información sugiere que las autoridades son conscientes de esto y están preocupadas también por cómo algunos CTI llegan al límite de su capacidad.

¿Puede ocurrir esto? Sí, claro, eso no puede discutirse. ¿Sería inquietante? Por supuesto. ¿Entonces?

Mi posición es clara: creo que la simple expansión entre la ciudadanía de esta hipótesis, más aún, incluso, si fuese confirmada, debería haber obligado al Ministerio de Salud Pública, o directamente al vocero principal del Poder Ejecutivo a dirigirse a la opinión pública. Ya no hay GACH al cual recurrir. Y por otro lado, ¿en qué quedó la iniciativa, nunca ratificada oficialmente, que creo partió del entonces ministro Salinas, de llevar la vacunación contra la pandemia sufrida -y que por aquí, me parece que irresponsablemente, se califica superada y sólo se mantienen en pie controles menores- a un ritmo anual, en particular para poblaciones de riesgo?; yo, por ejemplo, que porto en mi organismo hasta la quinta dosis de Pfeizer programada por Salud Pública, caigo en ese sector y estaría en fecha para recibir la próxima dosis: sin embargo, no tengo datos de que se esté vacunando contra el corona virus y nadie, del ámbito oficial, ha hecho mención alguna a esa propuesta.

No deseo extenderme porque no percibo haber perpetrado irresponsabilidad alguna y me parece que todos los lectores han entendido. Sí siento una angustia que no necesito vivir, como tampoco lo merece el resto de la población de esta abnegada sociedad, y que podría disolverse –incluso, y lo aceptaré porque soy un libre pensador crítico con la ética del postulado sobre la idea de dogma, si debo aceptar que mi hipótesis se cae a pedazos ante pruebas objetivas- con rápidas, breves y muy precisas expresiones de quienes corresponda.

¿Acaso es pedir demasiado? ¿Acaso estoy infringiendo alguna ley, alguna norma, o violando el sentido común?

Otra vez recurriendo a mi admirado orientador en el proceso de construcción del pensamiento, Aldous Huxley, “no es necesario insistir en lo necesario que son las palabras en la relación social y la construcción de cultura en el sentido antropológico”.

Y Huxley, en una de sus últimas conferencias académicas, ilustró esto con una anécdota verídica y divertida. El pintor Degas y el poeta Mallarmé eran amigos; a Degas le gustaba, en sus ratos libres, escribir poesías:

-¡Qué cosa terrible, Mallarmé, no sé qué me ocurre! Tengo ideas estupendas, pero cuando las pongo por escrito los versos son muy malos…

Mallarmé respondió, condescendiente: -Mi querido Degas, ocurre que la poesía no se hace con ideas, sino con palabras…



Antonio Pippo nació en Argentina y su familia se mudó a San José siendo aún un niño. Viene ejerciendo el periodismo desde hace sesenta y tres años: prensa , radio, televisión. Fu director de informativos de todos los canales de televisión, públicos y privados. Ha escrito y publicado varios libros. Estudioso del tango, es también artista y participa y ha dirigido espectáculos como empresario durante años.

Son clásicas las columnas que publicó durante años en el semanario Búsqueda y aún en la Agencia Mundial de ensa.

Ha sido docente de periodismo de opinión en la Universidad ORT.



DESDE UNA PERSPECTIVA FRONTERIZA / COLUMNA DE RICHAR ENRY

Fue hace un tiempo atrás cuando dos actores culturales y sociales decidieron promover la discusión de un tema tan álgido como lo es el contrabando, el cual es considerado tabú para algunas personas desde hace mucho tiempo, en el entendido de que se trata de una práctica que atenta contra la producción nacional, un antipatriotismo y un neoliberalismo salvaje que llevaría a gran parte de los uruguayos al desempleo y la ilegalidad.

Pero antes de intentar desentrañar el motivo de esa última calificación jurídica que se le da a la práctica comercial transfronteriza (considerada ilegal y pasible de sanciones penales y administrativas), tal vez debamos empezar por analizar el origen etimológico del término que la tipifica.

Tal como lo descubriéramos en el transcurso de las investigaciones llevadas a cabo de cara a la realización del documental audiovisual EL POBRE QUE VA POR PAN y del libro QUILEROS, fue en la época colonial cuando los intereses de la Corona española popularizaron el uso de ese término, al prohibir a los pobladores de los límites indefinidos del Virreinato del Rio de la Plata (origen de la aun en ciernes República ubicada al Este del Rio Uruguay) comercializar con los vecinos que acertaban a quedar fuera de los límites geográficos determinados, para frenar la invasión de sus rivales -la Corona portuguesa-, impidiendo así que se continuara llevando a cabo el intercambio habitual de mercaderías, bienes y servicios que permitían la sobrevivencia en esas entre-regiones liminares.

Esas directivas españolas eran comunicadas a los gobiernos locales, representantes de la Corona Española, mediante “bandos” u órdenes con carácter de ley, los cuales con frecuencia llegaban tarde o eran inefectivos para los casos particulares en que España entendía se debían aplicar, razón por la cual estos gobiernos locales decidían “obedecer, pero no cumplir”. De ahí que, pese a que el bando real lo prohibiese, las personas que habitaban ese territorio indefinido siempre comercializaron entre ellas, por lo que se afirmaba que esos comerciantes iban “contra el bando” del Rey de España, es decir, que eran “contrabandistas”.

Ahora bien: aclarado el origen de la palabra, conocidos los motivos que llevaron a condenar esa práctica y tratar a las personas de forma represiva (para impedir la comercialización entre habitantes de “territorios enemigos”), sin ser expertos, deberíamos analizar la legalidad y el valor que dicha idea protectora tiene por la vía de los hechos hoy día.

Quizás siguiendo esa premisa de proteger la producción de este “bando”, transformado luego en república y país independiente, siguiendo el interés comercial y económico de las clases empresariales propietarias de la mayoría de los medios de producción o del comercio internacional más próximo al puerto de Montevideo, el espíritu del legislador haya sido incluir en los texto legales subsiguientes la prohibición de comprar mercaderías de un lado de la frontera y pasarla al otro, tratando de proteger el capital local, aun a sabiendas de que su aplicabilidad real siempre fue imposible.

Lo que no se entiende, es cómo una norma de tales características se mantiene vigente incluso en la actualidad, cuando desde sus orígenes fue violada, transgredida e ignorada, pero que además hoy día ya no tiene casi ninguna producción nacional que proteger. Resulta difícil comprender qué ha llevado a casi todos los legisladores a conservar una ley que contradice un marco regional como el Acuerdo de Asunción (MERCOSUR), que es injusta y que afecta más de lo que beneficia a la mayoría de la población; pero sobre todo, que violenta derechos humanos fundamentales de las personas que habitan en las zonas de frontera, ya que no les permite tener una vida decorosa, les prohíbe adquirir los bienes necesarios para su bienestar en el lugar donde está más barato, sólo porque hay que proteger al importador nacional (que se beneficia de comprar en el exterior lo que no se produce en el país, recibirlo en puerto y distribuirlo con niveles de ganancia exorbitantes, generando incluso monopolios injustos y desleales, que vuelven imposible el acceso a esos productos).

La primera pregunta que nos surge es: ¿por qué puedo elegir dónde comprar dentro de mi ciudad, pero si lo que necesito y es más barato o de mejor calidad está del otro lado de la calle o del río, no lo puedo comprar porque está fuera del territorio nacional? ¿Por qué se aplican impuestos de importación que llegan a superan el valor del propio producto, desincentivando así la importación legal, y no se regula el comercio regional, si estas personas no quieren perjudicar a nadie, no quieren ir presas ni perder lo que tienen, sino que sólo quieren poder ganarse el pan con dignidad?

Éstos y otros conceptos fueron los que movieron a Nicolás Fariña y Richar Enry Ferreira a empezar a cuestionar esta realidad, para honrar la memoria de toda la gente que, de un modo u otro, viajaba a la frontera a ganarse un jornal, y para recordar a los que perdieron su vida en esos caminos y rutas de necesidad a caballo, en bicicleta, en moto o a pie -los cuales han sido plasmados en cuatro esculturas en hierro de más de tres metros de altura que Fariña realizó-. Porque está muy claro que nadie subía a un caballo para tirotearse con la Policía, ni a una bicicleta para que el Ejército le sacara todo, o a una moto para morir aplastado por la carga, o a un ómnibus con bolsitos para que la Aduana le incaute lo poco que intenta pasar, sólo por placer; aquí el factor determinante fue y es la necesidad de un empleo, de un ingreso económico que les diera a ellos y a sus familias un poco de esperanza para soñar.

Obviamente, la decisión de tratar este tema no fue fácil. Poco tiempo antes, una agrupación política de Tacuarembó se había lanzado a la campaña electoral bajo el slogan “Un bagayero, un patriota”, y había sido denunciada por un líder de la oposición política por apología del delito; sin embargo, nada estaba más lejos de esta iniciativa histórica, cultural y social que alentar la comisión de esta práctica ilegal.

No podemos negar asimismo que, ante los cambios y transformaciones de la nueva era política y moral global, por la misma época un legislador llegó a pensar en que se podría despenalizar el contrabando (esto es, que dejara de ser considerado delito), lo cual aunque inédito, no parecía una locura: al fin y al cabo, hasta hace muy poco el aborto era ilegal, consumir marihuana en la vía pública o pensar en la unión conyugal de personas del mismo sexo también. De modo que el foco de estos trabajos se centró en dar la discusión histórica, recordar a aquellas personas y preservar sus memorias de vida.

En próximas publicaciones les seguiremos contando más sobre esta otra perspectiva fronteriza.





RICHAR ENRY FERREIRA - Productor y documentalista, investigador, escritor, periodista y amigo de la naturaleza. 


 





domingo, 2 de julio de 2023

LA OMISIÓN INEXPLICABLE COLUMNA DE ANTONIO PIPPO PEDRAGOSA

 

Si hay algo que no falta en Uruguay son problemas.

Como hablar de todos –o de todos los que parecen serlo, camino que algunos siguen- parece imposible en una reflexión sintetizada como ésta, me centraré en una cuestión que me mantiene confundido.

Si en medio de una crisis económica que no ha cesado uno descubre que el sector que está trabajando a pleno empleo y con fuertes inversiones locales y del exterior es la industria de la construcción, mientras con fuerte sonoridad resuenan protestas por la necesidad de viviendas de interés social para beneficio de los sectores más castigados, es como tropezar con una contradicción.

Sin embargo, luego de analizar con detenimiento el proceso que vivimos, todo responde a una lógica, aunque ésta implique, al menos, omisiones injustas.

¿Qué es lo que mantiene a esta industria empujada por esas inversiones?

Enorme cantidad de altos edificios en distintos barrios distinguidos, así como casas en parques privados. Toda una propuesta variada, básicamente destinada por los precios a la clase alta de Montevideo y del exterior. Como la oferta supera la demanda, está ocurriendo otro fenómeno que da para reflexionar: sobre todo en las modernas e imponentes torres habitacionales gran cantidad de apartamentos vacíos. Ocurre que se han vendido pero no se han ocupado; esa es una inquietud menor de los inversores –en particular argentinos y brasileños, aunque ahora se han sumado chilenos y paraguayos- cuyo objetivo central es dejar aquí sus dólares por los beneficios que nuestra estabilidad implica con respecto a la economía de sus países. ¡Lo de los argentinos es impresionante!

Ahora bien, mientras este proceso se mantenga dentro de la legislación y normas que están establecidas, nada debe objetarse. Salvo, claro, pedir que no se distraigan quienes son los responsables de investigar maniobras de lavado de dinero.

Mientras tanto, el reclamo de una vivienda simplemente digna al alcance de la clase media baja, de los pobres, de los marginales hacinados en barrios invivibles y los ya resignados pobladores de asentamientos que se prometió eliminar, sigue sonando como una clarinada de protesta. Y lo que aparecen son enunciados, alusiones a las dificultades del Estado de invertir en ello y, al fin, el incumplimiento.

Mi sorpresa de estos meses, alimentada día tras día, es la constatación de que hace no menos de veinte años que los gobiernos han dejado de mirar hacia el cooperativismo, que décadas atrás produjo una revolución, sacando de la indignidad a miles de familias con las cooperativas de vivienda, sea por ahorro previo o por ayuda mutua, éste un mecanismo muy conveniente para los más desfavorecidos porque abarata el sistema al sustituir las entregas iniciales y luego mensuales, por trabajo en las obras de integrantes de las familias interesadas en vivir en esos complejos.

Por cierto que conozco los problemas que, sobre todo en la dictadura e inmediatamente luego de ella, se produjeron, sobre todo, por el peso del aumento, ya concluidas las obras, de las cuotas de los préstamos concedidos por el Banco Hipotecario.

Pero también sé que ningún gobierno -¡ninguno, más allá del palabrerío y del invento hasta ahora insuficiente y deprimente del Ministerio de Vivienda!- ha prestado atención al sistema cooperativo para resolver un problema que a todos ellos, durante cada gestión, ha generado una intensa picazón en la conciencia y, está claro, el descenso de las posibilidades de vivir mejor de cada vez más cantidad de familias, la mayoría del país, castigadas por los precios de venta y los alquileres.

Por supuesto que ningún sistema es perfecto y esto vale para el cooperativismo. Sin embargo, siento la necesidad –porque sé de qué estoy escribiendo ya que estuve años en ese escenario- de afirmar que, gratuitamente, cada gobierno de los últimos cincuenta años ha temido que las cooperativas, en especial de personas habitualmente marginadas, se convirtiesen en un comité de base de la izquierda. Que nadie lo niegue porque va a sufrir un topetazo. Y lo que también puedo decir, porque es verdad, es que en las federaciones esa izquierda ha trabajado mucho, pero las cooperativas siguen siendo eso, cooperativas, con una ejemplar convivencia entre quienes tiene ideas de un tipo u otro.

Los asentamientos, con cooperativas por ayuda mutua, una inversión accesible del Estado y usando predios de propiedad estatal o municipal, podrían ser borrados en un par de años de planificada actividad. Lo aseguro sólo como ejemplo. Para otras situaciones, como quienes elijan el sistema de ahorro previo, sólo bastaría que el Hipotecario –acerca del cual he oído que se lo quiere aniquilar- o el rancho pobre del Ministerio de Viviendas ofrecieran préstamos de arranque accesibles y, particularmente, cuotas de pago mensual que contemplen la real situación de los deudores. No es tan complejo. No es imposible.

Qué sé yo. No creo en milagros, así que bastaría para alentar algún optimismo que ese “no ver a las cooperativas” se disolviera y se iniciara un estudio apropiado hasta ver adónde llegamos.



Periodista con 64 años de trayectoria, Fue director de todos los informativos de televisión. Ha estudiado el tango durante decadas y su historia durante décadas y publicado varios libros.