En nuestra entrega anterior ()
habíamos apreciado que la formación del Imperio del Brasil, al
proclamar su independencia el 7 de setiembre de 1822, había detonado
una división entre las fuerzas de ocupación de la Provincia
Oriental o Cisplatina, posicionándose por un lado quienes ofrecieron
su lealtad al novel Imperio brasileño y por otro, los partidarios de
mantenerse bajo la corona del Reino de Portugal.
El 11 de setiembre de 1822, el Barón de la
Laguna Carlos Lecor declararía la anexión de la Provincia
Cisplatina al Imperio de Brasil. Las fuerzas portuguesas de los
Voluntarios Reales de El Rei y de los Talaveras al mando del General
Álvaro Da Costa, que presidía el Conselho (Consejo) Militar
(conocido como la “Logia de los 19” o la “Logia de la
Constitución”) y leales a la corona portuguesa, se hicieron
fuertes en Montevideo. Lecor se retiraría a la campaña y se instaló
el 17 de setiembre en San José, con el propósito de afianzar su
autoridad y desde allí hostilizar a Montevideo y a la facción
pro-portuguesa. Mediante una Orden del 25 de setiembre, el Conselho
Militar designó a Da Costa como Comandante Interino de la “División
de Voluntarios Reales d'El Rey”, y
se lo comunicó a Lecor, quien la rechazó el 27 de ese mes ().
En enero de 1823, Lecor instalaría su gobierno con sus conmilitones
en Villa Guadalupe (actual ciudad de Canelones).
El Cabildo de Montevideo y los Caballeros
Orientales habían encontrado, ante esta división de los invasores,
una oportunidad para articular su labor independentista. Al 19 de
setiembre de 1822, el Cónsul General y Agente de Negocios de Brasil
en Buenos Aires António Manoel Corrêa da Câmara, ya conocía que
los “Membros do Club de Monte Video
haviáo resolvido declarar a desmembraçáo de Monte Video com o
Brasil para o unir no despois ás outras Provincias da Prata”
().
“Los miembros
mas influyentes del cabildo se ha dicho anteriormente que estaban
afiliados en el Club patriótico ().
Esto era importantísimo, por ser el cabildo, en virtud de los
tratados celebrados en 1817, la única autoridad patria que los
portugueses reconocian y con la que directamente se entendiesen.
Tenian estos conocido interes político, cuyo alcance es facil
comprender para llevar adelante la decepcion en aparentar deferencia
al cabildo. Esta corporacion no limitaba su accion al egercicio de
sus atribuciones municipales; en ciertas ocasiones funcionaba como
cuerpo representativo.” ()
Por su parte Da Costa procuró el apoyo del
Cabildo de Montevideo, haciéndoles entrever que podía verificarse
la desocupación de la ciudad y que los orientales quedarían con el
control del territorio ().
Esto daba esperanzas a la Sociedad de Caballeros Orientales, de que
podía tener éxito su empresa emancipadora.
“La sociedad
de Caballeros Orientales de que yo era miembro, abrió sus sesiones y
empezó a trabajar. Temíamos y repugnábamos tanto la dominación
brasileña como la portuguesa, pero estabamos bajo la férula de
éstos, y era de necesidad disimular nuestros conatos a la
dominación.” Aunque
estratégicamente se posicionaron más de los portugueses “porque
estos estaban de tránsito; pues los brasileros ya se dejaba ver que,
como vecinos continentales, aspiraban al dominio perpetuo.”
().
Rivadavia, dentro de la prudencia con que hasta
ese momento había sabido manejarse ante la coyuntura, había
recomendado a Tomás de Iriarte que solicitaran a Da Costa el retiro
de Montevideo, que si éste entregaba la Plaza al Cabildo y si éste
estaba alineado con los Caballeros Orientales, las tropas argentinas
podrían entrar en Montevideo; inclusive estaba la posibilidad de que
Buenos Aires podía ofrecer transporte para el retiro de las huestes
portuguesas. La propuesta era difícil de que pudiera cumplirse, pero
había que intentarlo. Los Caballeros Orientales y el Cabildo
decidieron articular voluntades para que Da Costa accediera ().
El Cabildo de Montevideo confiaba en que Álvaro
da Costa, ante la alternativa de que tuvieran los leales a Portugal
que retirarse del Río de la Plata, les entregaría al irse el
territorio de la Provincia libre e independiente ().
Se dice que Da Costa veía con buenos ojos entregar la Plaza, pero
que esperaba recibir instrucciones del Rey de Portugal al respecto
().
Los Capitulares se pusieron así de su lado, pero se desconfiaba en
el fondo de que Da Costa pudiera o quisiera cumplir efectivamente ese
compromiso. ¿Pero qué otra alternativa había aparte de confiar,
ante el cerco que desde Canelones el Barón de la Laguna Carlos Lecor
estaba poniendo a Montevideo?
La situación auguraba una oportunidad para el Cabildo montevideano,
pero la ocasión no se planteaba sencilla para sus intereses
emancipadores.
“Este temia
dar un paso falso y avanzado que lo comprometiese con las autoridades
portuguesas, bajo cuyas bayonetas se encontraba cohartado; pero
tampoco podia conformarse con la inaccion en coyuntura tan propicia.”
()
El 22 de Octubre de 1822 apareció
una proclama anónima en que se alentaba a los orientales, ante la
separación del Brasil de Portugal, a sentirse libres y a convocar a
un Cabildo Abierto con el fin de “acordar
la forma de gobierno que afiance la seguridad individual, la de la
propiedad, y haga poner en vigor los derechos usurpados á los dignos
orientales...”, uniéndose a
Buenos Aires, lo cual podrían convenir los militares portugueses al
mando de Da Costa. Era la oportunidad de emanciparse:
“Calle
Esparta la inmortal,
Oculte sus glorias Roma,
Calle el mundo, que ya asoma
La República Oriental.”()
Desde Buenos Aires, António Manoel Corrêa da
Câmara, Cónsul y Agente de Negocios do Brasil en Buenos Aires,
informaba a Río de Janeiro con horror las actividades de los
Caballeros Orientales en ambas márgenes del Plata entre los años
1822 y 1823, a quienes denominaba “Carbonarios”
o “Club carbonario”,
sobre sus “Projectos mais
escadalozos, e absurdos”,
denunciando toda una red supuesta internacional de conspiraciones: “O
grande Oriente carbonario da Bahia trabalha com os clubs de Rio e de
Monte Video e a Grande Loja de Buenos Ayres para levantar o Brasil
contra o systema actual”, “para
o unir no despois ás outras Provincias da Prata”,
alentada por los “Incendiarios 19
carbonarios”, y maniobrada por “os
dous Irmaòs Santiago Basques e Ventura Basques de Monte Video e
Agentes Activissimos da Cabala Militar”
().
Increíblemente, el Cónsul brasileño en
Buenos Aires Corrêa da Câmara tenía un hermano, Lourenço Jozé
Correa da Camara, que era “Capitáo
Graduado nos Dragoens desta Provincia”
(),
que era adepto antilecorista. Una
curiosidad: el día 6 de noviembre de 1822 Herrera da cuenta que “…el
Barón [Lecor]
ha recibido dos cartas del Sr. Consul de Bs Ay.s en la una le dice
que se guarde mucho de un Carbonario, asesino y malvado qe está en
el Quartel Gral. acá para matarlo; y que este Carbonario es ¿Quién
le parece que es él? Un Cap.n hermano del mismo Consul, qe esta en
el Reg.to de Marques” ().
El 16 de diciembre de 1822 el Cabildo
montevideano, ante este vacío de poder donde Portugal ya no ejercía
su dominio y mientras Pedro I de Brasil no había todavía afianzado
su imperio, proclamó que no obedecería más a Lecor, desconoció al
Síndico Procurador General Tomás García de Zúñiga, y se atrevió
a convocar una Asamblea de Diputados para determinar sobre el destino
de la Provincia, preparando una posible separación de la Provincia
Oriental respecto al Brasil ().
Comunicó el Cabildo su decisión a Lecor y al Consejo Militar
presidido por Da Costa (esperando que este segundo no se opusiera).
El 18 de diciembre de 1822 Da Costa envía una respuesta instando al
Cabildo a que “delivere lo que
mejor parezca, aunque hubiera deseado obraran conforme a las ‘Bases
de la Constitución Portuguesa’”,
mientras que Lecor el día 21 de diciembre respondió rechazando tal
iniciativa ().
Esta convocatoria fracasó y no se llevó a cabo ().
El 7 de enero de 1823 Lecor desconoció a las nuevas autoridades
electas de ese año para el Cabildo de Montevideo, declarando nulos y
sin ningún valor todos sus actos y acuerdos, a la par que exhortaba
a los civiles y militares a la desobediencia contra el mismo ().
Mientras tanto, los Caballeros Orientales
insistían solicitando auxilios a Buenos Aires y a Santa Fe. El 26 de
diciembre de 1822 una porción de importantes ciudadanos orientales
solicitaron a nombre personal el auxilio del gobierno de Santa Fe,
dirigiendo una nota al caudillo y Gobernador Estanislao López; vemos
en la Lista los nombres de connotados Caballeros Orientales ().
El “club de patriotas de
Montevideo, en unión con el Excmo. Cabildo nombraron Diputados cerca
de los Gobiernos de Buenos Aires y Santa Fé, por moción del señor
[Gabriel Antonio] Pereira para pedir
una protección armada para la libertad Oriental”,
designándose y enviándose a Gabriel Pereira y a Prudencio
Echevarriarza para Buenos Aires (recordemos que ya Tomás de Iriarte
y Ventura Vázquez estaban moviendo contactos en Buenos Aires), y a
Luis Eduardo Pérez y a Domingo Cullen para Santa Fe. Aunque los
resultados de estas gestiones continuaron siendo estériles:
“Don Gabriel
y su compañero trabajaron empeñosamente, pero experimentaron
esperanzas sin fruto y dificultades invencibles por hallarse la
primera Capital en acuerdos con el Brasil de guardar una estricta
neutralidad respecto al Estado Oriental.
Otro tanto sucedió á los comisionados en
Santa Fè, porque ambos Gobiernos profesaban iguales principios de
neutralidad” ().
Se generó una activa Prensa
pro-independentista, que intentaba formar conciencia y convencer a
una opinión pública todavía indecisa. Conforme a De la Sota, “Los
Caballeros Orientales se apropiaron entonces la imprenta, y con los
escritos que desparramaban por la campaña, la disponían á la
independencia” ().
Se asocia a los Caballeros Orientales con la publicación de algunos
periódicos agitadores por la causa independentista, como La
Aurora y El
Pampero (1822-1823), dirigidos por
Antonio Díaz y Santiago Vázquez respectivamente, periódicos de
resistencia y de corta vida impresos en la Imprenta de Torres ().
En 1823 apareció El Aguacero
(1823), que se ubicaría en una línea opositora a los Imperiales,
aunque disidente con las de La Aurora
y El Pampero;
no obstante, Herrera comunica a Obes el 3 de agosto de 1822 que “…los
autores del aguacero son Vasquez, el Gallego Díaz, y Juan Giró, en
que hace los quartos de timon el Dr. Muñoz”
e involucra también a “Estos
hombres con Antuña y demás auxiliares…”
, a quienes califica de “sabandijas
venenosas” ().
Esta prensa arreció duramente contra los partidarios de Lecor,
alarmando a Herrera quien informa el 1º de mayo de 1823 que “…siguen
los periódicos cada vez con mas insolencia”
(),
todo con el beneplácito de Álvaro da Costa y del Consejo Militar
pro-portugués: “…este Gefe y el
Consejo protegen abiertamente á los Independentistas, como se ve de
las nubes de papeles incendiarios que salen diariamente de aquella
Imprenta” ().
A su vez, entre 1822 y 1823 arreciaron libelos contra Lecor y sus
partidarios.
Entre los días 25 de febrero y 7 de marzo de
1823 varios empresarios comprometieron sus bienes en garantía al
Comercio de Buenos Aires, procurando recursos para la causa
libertadora. En la Lista figuran Manuel Pérez, Pedro Berro, Pedro
Vidal, Francisco Aguiar, Fermín Plá, Silvestre Blanco, Ramón
Castriz, Juan Francisco Giró Giró, Gabrial Antonio Pereira, Luis
Seoane, Luis Lamas, José María Roo, Juan Méndez Caldeyra, Santiago
Maza, Gregorio Lecocq, Francisco Lecocq, Pablo Vázquez, Miguel
Furriol y Francisco Muñoz ().
Mientras tanto, portugueses y brasileños se
enfrentaban en las afueras de Montevideo, verificándose algunas
acciones armadas entre ellos. El 16 de
Marzo de 1823 se encontraron en Casavalle las vanguardias de las
fuerzas brasileña y portuguesa, comandadas respectivamente por
Fructuoso Rivera y Manuel Oribe, de cuyo choque sangriento “resultó
que el primero perdiera 50 hombres muertos y heridos, y 7 oficiales y
150 soldados pasados á las fuerzas del segundo, cuyas pérdidas
fueron mínimas relativamente.”
()
El 25 de marzo de 1823 se suscitó en el Norte
del país un conato revolucionario liderado por Pedro Amigo, antiguo
oficial artiguista, que fue aprehendido por las fuerzas de Lecor.
Llevado a Canelones, Pedro Amigo fue sometido a juicio sumario. A
pesar de la heroica defensa de Joaquín Suárez (que sin ser abogado
era un vecino muy respetado y ejerció ese papel porque entonces era
permitido –aparte, nadie quería ser defensor de Pedro Amigo, por
lo que éste debió implorarle a Suárez), quien aprovechó para
cantarles en su alegato a las autoridades militares brasileñas
cuatro frescas y decirles lo que pensaba de ellos, Amigo sería
condenado a muerte el 20 de agosto de 1823, siendo fusilado ().
Buenos Aires finalmente comisiona por julio de
1823 al lautarista Valentín Gómez la negociación de la devolución
de la Provincia Oriental con la Corte imperial de Río de Janeiro,
quien presenta el 15 de septiembre de 1823 una reclamación ante las
autoridades brasileñas, la cual será desestimada. Además, se
celebró el 4 de agosto de 1823 una Convención de los gobiernos de
Santa Fe y Entre Ríos relativa a la situación de la Banda Oriental,
donde se resolvió prestar ayuda (),
pero no trasuntó en un concurso militar.
Una Ley del Congreso de Buenos Aires del 14 de octubre de 1823 había
autorizado al Gobierno de Rivadavia a negociar con Álvaro da Costa
la entrega de la ciudad de Montevideo. Pero Da Costa había adoptado
un proceder muy errático, que despertaba resquemores. Algo tramaba.
El Cabildo de Montevideo había tomado conocimiento de que Da Costa
estaba negociando con el Barón de la Laguna Carlos Lecor una
eventual entrega de la Plaza de Montevideo a los brasileños.
Intentando comprometerle, los Capitulares exigieron a Da Costa que
entregara al Cabildo la ciudad de Montevideo y el territorio de la
Provincia, y que se favoreciera la entrada de las tropas de Buenos
Aires.
El 29 de octubre de 1823 el Cabildo se reunió
en sesión extraordinaria en su Sala Capitular. Afuera, en la Plaza
Matriz, los vecinos querían saber de qué se trataba. Se leyó un
oficio de Álvaro da Costa en donde éste da cuenta al Cuerpo
Comunal, palabras más palabras menos, que su propósito era mantener
la tranquilidad y orden conforme a las instrucciones y órdenes que
el Rey de Portugal habría proveído para la Provincia, cuya
intención era poner paz y evitar el choque entre las tropas europeas
y brasileñas, y que haría cuanto estuviera a su alcance para ello,
expresando que sólo fomentaría la guerra si permitiera la entrada
de tropas de Buenos Aires, agravando males que podrían solucionarse
conciliatoriamente. El Cabildo manifiesta su sorpresa de esta
renuencia de Da Costa “desentendiendose
aquel Gefe de la entrega de la Plaza á esta Autoridad”,
manifestando su protesta ante posibles negociaciones con el Barón de
la Laguna Lecor con el propósito de dar la plaza a las tropas
brasileñas bajo promesa de que se garantiría indemnidad, cuando la
reacción del Cabildo era querer ponerse bajo la protección del
gobierno de Buenos Aires ().
E invocando “los poderes que sus
comitentes le otorgaron p.r el acto de su elecci.n en 1.° de enero
del cor.te año: que la Prov.a toda, tomándose la voz de la Campaña
por el estado de opresion en q.e ella se encuentra”,
y “q.e la mõr parte de este
vencidario pedia con instancia, q.e p.r este Cuerpo se hiciesen las
protextas, q.e contra los actos violentos de las fuerzas brasileras
en la Campaña, haría el mismo, sino se hallase hoy en iguales
circunstancias q.e aquella; y haciendo referencia de la arbitrariedad
y nulidades con q.e se había formado el Congreso provincial de 1821;
después de una ilustrada y madura discusión acordó S.E. por
unanimidad de votos” ()
una declaración muy importante y contundente para los destinos del
territorio oriental.
(Continuará)