El País
Nacida en Rocha,
Uruguay (1991), la cantante y compositora viene trazando de forma
sensible y tenaz su propio camino.
Pablo Fernández
Tiene un no-sé-qué
que te obliga, en medio del bombardeo cotidiano y anestesiante, a
detenerte y mirarla (o escucharla cantar) dos veces. Sorpresa y
cristalinidad son palabras que le caben, a sus letras y a su persona.
No hace tanto que empezó, por una simple cuestión de calendario,
pero Florencia Núñez (Rocha, 1991) sabe muy bien qué está
haciendo, a dónde quiere llegar, y cuál es el camino que une esos
dos puntos. A ello se aboca, guitarra en mano, sensible, certera y
tenaz: a Dios rogando, y con el mazo dando.
—En tus canciones
hay felicidad, sorpresa ante la vida, asombro, curiosidad. Todo
filtrado por una mirada casi ingenua. ¿De dónde viene ese tono
predominante, qué refleja?
—Yo me alegro
muchísimo cuando pasan cosas buenas. Pila, pila. Y es verdad que
estoy con la antena puesta hacia el asombro, hacia la búsqueda de
esas cosas. No soy para nada bajón, ni mala onda. Al contrario, soy
bastante optimista, y trato de ponerle alegría a todo lo que hago,
en cualquier ámbito. Estoy siempre atenta al otro, me gusta
conversar, intercambiar, como esperando lo mejor de la gente. Entre
otras cosas porque nunca sabes dónde puedes conocer personas que van
a determinar algo en tu vida. Y ante todo la sorpresa, decir "pa,
¿cómo pasó todo esto?". Aunque en realidad sabemos cómo
pasó, porque uno trabaja para que las cosas pasen.
—Hay un tema
identificable en algunas de tus letras que es cierta mirada a cosas
ocurridas hace ya tiempo, percibidas hoy como momentos idílicos. Se
nota en "La casa de la playa" y en "Memoria en
murales". ¿Qué lugar ocupa el pasado en tu vida? ¿Te
considerás una persona nostálgica?
—Nostálgica no.
Creo que el pasado es el pasado, y está bueno recordarlo como lo que
es: algo que ya ocurrió, y que no va a volver. Pero es cierto que la
niñez define muchísimo de lo que uno va a ser en la vida. Muchas
cosas en la infancia te definen y te marcan para siempre. Yo recuerdo
esa época como algo feliz, con la tranquilidad de saber que fueron
cosas buenas, que me marcaron para bien, y contenta de estar donde
estoy hoy. Creo que mi mirada al pasado va más por ahí. Muchas
veces esas cosas son hasta inconscientes: "La casa de la playa"
la compuse en una especie de reacción química celular, como un
flash. No sé si conoces el episodio de la magdalena de Proust,
cuando el personaje de la novela En busca del tiempo perdido revive
su infancia en un instante, al sentir el gusto de una magdalena
mojada en té. Bueno, "La casa de la playa" fue igual, yo
llegaba en la bici y cuando toqué la reja de entrada al edificio
donde vivo me bajó toda esa línea de pensamiento, esa cuestión
visual de esa canción, y entonces subí, la escribí y la toqué de
un tirón. Tiene una carga que es muy significativa para mí. Y para
mi familia también, es una canción que ellos quieren mucho, quizá
sea de sus preferidas. Porque claro, también se ven involucrados en
esa mirada hacia atrás, en esa retrospectiva. Que es totalmente
biográfica, el escucha se mete en mi cerebrito y ve lo que yo veo.
Una mirada muy como en VHS además.
—¿En qué
sentido?
—Viste que el VHS
tiene esa cosa vintage, que se ve como rotito, como ruidosito. Es una
imagen un tanto nublada, imperfecta, pero que al mismo tiempo tiene
un valor muy tremendo, porque muestra algo único, irrepetible. De
hecho tengo una aplicación en el celular que graba como VHS, y es
muy divertido poder hacer esas cosas, jugar, recordar el pasado con
cosas también tangibles. El VHS, esa canción, es parte de lo mismo.
El mismo ejercicio.
LA ALEGRÍA DE
ENAMORARSE.
—Otro tema que se
repite en tus canciones, casi como una obsesión, es el amor, o más
bien la pareja, y sobre todo la búsqueda de pareja. ¿Por qué ese
interés tan marcado?
—Mi primer disco
tenía mucha ficción en cuanto al amor. Está bueno ver el contraste
con lo que hago ahora, con una mirada menos ingenua del amor, que si
bien sigue siendo en muchos aspectos idealista es más de mujer,
tiene otra madurez. Y respecto a la presencia de la pareja en mis
canciones, yo le doy la importancia que tiene en mi vida, para mí es
un estado de alegría, enamorarse. Es precioso. Conocer a la otra
persona, entender, y sentir que puedes conquistar el mundo, cuando
uno entra en ese estado que te ríes como un choto por la calle, y
bailas y todo eso. Esas cosas me pasan, y entonces también es un
poco mostrarlas, es parte de quien soy. No lo voy a ocultar.
—Sí, pero
seguramente la gran mayoría de los artistas se ponen igual de
eufóricos cuando se enamoran. Pero no necesariamente le dedican una
porción tan importante de su obra.
—Estar enamorada
me impulsa a hacer canciones. Y no sólo en el caso de una relación
correspondida: el amor que no sale también. Porque en realidad para
sentir amor no hacen falta dos, con uno da y sobra. Entonces por
ejemplo el tema "Todo indica que caí" está escrito desde
un lugar de looser total, todo mal, y sin embargo también lo digo de
una manera contenta. O sea, a mí el amor me genera y me despierta
cosas que me mueven como compositora, y me llevan a escribir.
—En muchas letras
tenés un abordaje tremendamente racional hacia el amor. Como si más
que realidad hubiera actividad cerebral, miles de horas dedicadas a
analizar ese objeto anhelado. En "Tu nueva foto" decís
"seguro que seguiré pensando en tu sonrisa/ durante dos o tres
días/ o el resto de la vida/ Con esta resignación dejo la puerta
entreabierta/ nunca me cansaré de en tu vida estar alerta".
—"Tu nueva
foto" es, una vez más, una canción de perdedor, y lo que decís
de la actividad cerebral probablemente sea así. Pero tenía 19 años
cuando la hice. De hecho en mi primer disco canciones de amor entre
dos personas hay muy pocas, la mayoría son mías en plan romántico.
En mi último disco hay menos looser, y hay un poco más de madurez.
Hay menos de pensar en la otra persona, y más de vivir la situación.
Mi cabeza iba por túneles súper distintos a los 19, una edad a la
que te estás definiendo como persona: me acababa de mudar a
Montevideo, me estaba cuestionando mil cosas... Para mí el amor en
aquel momento era sólo algo ideal, sobre lo que podía fantasear, y
pensar, imaginar. El amor como algo real no estaba pasando. Canciones
como "Qué planes tienes para el sábado" o "Superwoman"
son historias ficticias. No tenía en ese momento los zapatos ni la
ropa de nadie en mi placard. Cambié mucho desde entonces, pasaron
algunos años, maduré, viví muchísimas cosas que me hicieron tener
otra visión del amor y la pareja, y de a qué le quiero escribir.
NIÑA FELIZ.
—¿Qué tipo de
niña fuiste? ¿Cómo fue esa niñez tan revisitada?
—Una niña muy
activa. Como sigo siendo hoy. Y muy curiosa también. Súper curiosa
por conocer, por leer, por escuchar, por ver. Pero al mismo tiempo
muy obediente, responsable, ordenada. Nada de pasarme para el otro
lado ni de romper reglas.
—¿Pero fuiste una
niña feliz, una nenita mimada, una niña prodigio, una niña
retraída, la rara del barrio, la sobre estimulada… un poco de todo
eso a la vez?
—Fui muy feliz. Y
mimada también, claro que sí. Pero además era bastante… no sé
si tanto como niña prodigio, pero me iba bien, y el resto lo daba
por sentado. Estaba sobreentendido que me iba a ir siempre bien. Era
lo que se esperaba de mí como niña, muy de exigencia cien por
ciento, sabían que tenía que dar el máximo. Y así era para todo:
en cualquier situación, la respuesta siempre era "no esperaba
menos de ti". Me acostumbré a que todo tenía que ser perfecto
en cuanto al hacer, tenía que ir todo bien, a un nivel alto, de
excelencia. No sé si está bueno acostumbrarse a eso, pero fue así.
No era alguien que podía pifiarla.
—Recién dijiste
que la niñez explica muchas cosas. ¿Cómo explica tu presente esa
niñez?
—Yo creo que soy
una insistente. Pero una insistente perdida. No me canso de hacer las
cosas y de hacerlas lo mejor posible. En cualquier ámbito. Soy
bastante impertinente incluso en cuanto a esa obstinación, me cuesta
rendirme. Capaz que dentro de unos años nos vemos y te digo 'me
cansé'. Pero no creo, porque siento una motivación muy fuerte, y
uno va creciendo y la motivación para seguir va cambiando.
—Te cuesta
rendirte. ¿Y aceptar un "no"?
—Depende de qué.
Muchas veces digo "bueno, hoy es un no, vamos a trabajar para
que mañana sea un sí". O sea, soy trabajadora, de verdad, me
considero trabajadora. Y responsable, y que voy para adelante.
Considero que con trabajo se pueden hacer cosas.
—¿Qué es para ti
la belleza?
—La belleza es lo
que me conmueve. Ya está. Si algo me conmueve, estoy segura de que
hay una belleza allí, sea del tipo que sea. Una canción de Rodrigo
Amarante me puede conmover de una manera, y una de Queen de otra: son
bellezas diferentes, a diferentes escalas, con matices distintos.
Pero cuando algo me conmueve es que hay una belleza ahí adentro. Y
lograr esa belleza, lograr conmover a los demás, es algo que no
siempre pasa, pero cuando pasa es precioso. Divino.
—Toda obra refleja
la personalidad de su autor. ¿Qué dice de vos el conjunto de tus
canciones? ¿Qué tanto te describe?
—Creo que dice
bastante verdad. Yo considero que lo que hago es genuino. Sino no lo
estaría haciendo, ni me tomaría todo este trabajo. Creo que mi obra
muestra que disfruto, y que encuentro en eso una felicidad que no me
dan otras cosas. La felicidad de componer y de tocar es muy difícil
de explicar, pero está ahí, son esos tres segundos por concierto
donde sientes que algo te corre por el cuerpo, y dices "claro:
es esto, es por esto que hago todo". El que me escucha, si se
conecta con lo que hago, probablemente también lo entienda. Lo que
hago habla de eso: es honesto, transparente, no le miente a nadie.
Sincero también puede ser la palabra. Mi obra es fiel a lo que creo,
a lo que pienso, a lo que siento.
ABRIENDO,
PROYECTANDO.
—Parecería que te
estás exponiendo cada vez más en tus letras, como si estuvieras
animándote a mostrar más de ti, por ejemplo en canciones como
"Secreto a voces". ¿Cómo definís hasta dónde llegar?
¿Qué cuestiones influyen en dónde ponés el límite?
—Yo no me imagino
diciendo "hasta acá mi vida, esta puerta no la pueden pasar".
¿Yo que sé si no la pueden pasar? Capaz que hoy no, pero mañana
sí, somos seres mutantes, vamos cambiando. Creo que el límite
también tiene que ver con el estado de ánimo, y con esa pulsión
que te lleva a hacer una canción y no otra. Y por supuesto que con
la experiencia acumulada y la madurez. Las cosas que te van pasando a
lo largo de los años van moldeando tu forma de ser, y eso también
incide en cómo te exponés y qué exponés. Tampoco creo que yo
exponga nada raro ni que sorprenda a nadie. Lo que muestro es
genuino.
—Claro, pero más
allá de que sea genuino, uno tiene pudores. Eso está siempre en
conflicto en una obra.
—Yo no veo un
límite claro, no en forma consciente en todo caso. Sí lo puedo
asociar —esa mayor exposición— con lo físico, incluyendo el
grado de desarrollo de mi voz en los últimos años. Siento que esa
exposición también se ha hecho desde lo vocal, no sólo en cuanto a
las letras. Es cierto que en este disco las canciones quizá muestren
un poco más de mí, y eso se acompaña con cómo me planto
físicamente para cantar, desde qué lugar. Estoy en un momento de
búsqueda importante en el tema vocal, en el tema de la cantada,
estoy estudiando. Desde entonces mi pecho, mi garganta, mi voz,
tuvieron una apertura. Me estoy explayando, caminé un poquito más.
Hay una relación entre la herramienta y lo que digo. Es una cuestión
hasta de actitud. Si me veías hace unos años al momento de cantar
estaba mucho más metida en mí misma, con los hombros para adentro,
retraída, una posición que ya te habla de algo como introspectivo,
con una pretensión mucho menor incluso. Ahora en cambio me estoy
abriendo, proyectando. Me estoy incorporando diferente, buscando la
manera de pararme para estar estirada, relajada, más cómoda. Ya no
es sólo mostrar lo que hago, doy un paso más. Tengo que decir algo
más.
—¿Y dónde nace
la necesidad de subir a un escenario a cantar canciones propias,
íntimas, ese deseo de protagonismo? Tiene que estar ese motor para
que te subas ahí arriba.
—Sí, el
mostrarte, la exposición. Lo que pasa es que el motor es la
creación. Para mí hacer canciones es lo más lindo y lo más
natural, una suerte de gema que me tocó tener, y que me encanta
poder compartir. Obviamente hay un deseo y una necesidad personal.
Pero creo que va más por el lado de pensar qué se puede generar en
común al mostrarle una canción a otra persona, qué le puede mover
al otro. Cuando alguien escucha una canción que le llega
particularmente siempre se adueña un poco de ella, y siente que en
algún punto pudo haber sido escrita para sí mismo, hace suya la
historia. Eso, que yo viví desde siempre con las canciones de otros,
me parece hermoso. Y poder lograrlo con mis propias canciones en
otras personas es súper deseable también. Compartir el
protagonismo, empatizar, que cada uno pueda vivenciar lo que estás
contando, verlo, hacerse una imagen de eso. Ese es el deseo.
—¿Cómo te
proyectás, dónde te gustaría estar en 15 o 20 años, cómo te
gustaría madurar?
—En eso siempre
hay decisiones acertadas y decisiones erróneas, es imposible de
prever. Creo que la proyección más genuina sería, dentro de 15 o
20 años, dedicarme sólo a esto y seguir siendo honesta con lo que
hago. Y eso para mí tiene que atravesar todo. No hacer algo para
cuadrar, o para que te vaya bien: hacerlo porque realmente te
conmueve, de alguna manera.
—¿Y qué querés
que pase con tu música? ¿Pensás que alguna de tus canciones va a
perdurar, que seguirá valiendo la pena ser escuchada en 20 o 30
años?
—No sé, las cosas
son muy efímeras hoy. Hay canciones que perduran, es cierto. Pero si
una piensa en el contexto actual, en la música como un mercado, y
probablemente lo que está pasando es que las cosas no perduran.
Salen productos que se consumen y se descartan. Lo mío no es la
salida de ningún producto, es algo que nace desde el deseo de
hacerlo. A mí me gustaría que llegara a las personas indicadas, las
que por alguna razón tengan las antenas para incorporarlo, para
hacerlo suyo y vivenciarlo. Porque llegarle a mucha gente quizá ni
siquiera es necesario. Lo importante para mí es llegar a la persona
adecuada, y eso tal vez sí tenga algo de atemporal. Puede ser hoy, o
dentro de 20 o 30 años. Pero no sé decirte si alguna de mis
canciones va a perdurar. Eso es imposible de saber, menos a esta
altura de mi vida.
—Bueno, según.
Uno quizá intuya que logró poner en palabras algo que representa a
muchas personas. Hay puñados de canciones que trascienden, y eso es
independiente de la edad, puede hacerlo un pibe de 18 años o un tipo
de 50.
—Es cierto,
Spinetta escribió "Barro tal vez" a los 15 años, Fernando
Cabrera "Agua" a los 22, canciones hermosas que permanecen.
Pasa que tiene que ver con algo hasta sociocultural, y demográfico,
debe haber mil variables que definan que una canción pegue en
determinada población en determinado momento, y que se mantenga.
Ojalá me pasara, pero es algo tan difícil de imaginar.