Buscar este blog
domingo, 8 de diciembre de 2013
Malasia: Destruyen en secreto un templo de 1.200 años para levantar viviendas
RT
Las ruinas históricas de un templo malasio de más de 1.200 años han sido derribadas en secreto por una empresa constructora que quiso despejar el lugar para levantar viviendas.
Se trata de una de las decenas de templos antiguos que se encuentran en la zona Lembah Bujang, o el Valle de Bujang, en el estado de Kedah.
El templo había sido propuesto par entrar en la lista del patrimonio de la humanidad de la Unesco, y su destrucción ha provocado la indignación de los ciudadanos, que critican al Gobierno por no haber sabido proteger estas ruinas.
"Antes de certificarlo, la Unesco nosotros mismos nos desacreditamos", comentó Clement Liang, el secretario honorario de Penang HeritageTrust.
Mientras, los activistas señalan que no ha sido el único templo destruido en los últimos años. "Había otros que nunca fueron reconstruidos o excavados, sino destruidos por completo en la zona Sungai Batu cerca de Candi (el apodo local del templo)", dijo a los medios locales el abogado Datuk V. Nadarajan, jefe de la organización no gubernamental que Bujang Valley Study Circle (El Círculo para Estudios de la Valle de Bujang). "Me lo dijeron la gente que vive al lado. Dicen que los constructores demuelen las ruinas y se llevan del lugar los escombros".
El templo en cuestión fue descubierto por exploradores británicos en los años 20.
UCRANIA: "Centenares de miles" en las calles exigen dimisión del presidente
Los proeuropeos refuerzan el pulso contra el presidente ucranio en la calle
"Tengo cuatro hijos y seis nietos y quiero que vivan en un país europeo", dice un manifestante
El País de España
Imposible predecir cómo concluirá la tensa jornada en la capital de Ucrania.
Puede que esta noche manifestantes y policías con rosas y flores
prendidos de los uniformes confraternicen en una fiesta popular en Kiev,
o puede que el bloqueo de los edificios gubernamentalescontinúe por
tiempo indefinido en una guerra de desgaste y puede también que se
produzcan víctimas, se vierta sangre y se repita de alguna manera la
situación del pasado domingo cuando las unidades antidisturbios, las
Berkut, cargaron con virulencia sobre la multitud que había intentado
bloquear la sede de la presidencia.
Centenares de miles de personas han vuelto a salir a la plaza para pedir el cese del presidente, Victor Yanukóvich, del Gobierno, así como el castigo de la represión del pasado fin de semana y también la integración a Europa. La bandera estrellada de la UE ondea en las plazas y calles de Kiev y da cobijo a una multitud ilusionada y resuelta, que está simplemente harta y que tiene muy claro lo que quiere: la revolución.
En el enfrentamiento que está desarrollándose en Ucrania convergen muchas líneas argumentales, desde las más prosaicas a las más globales y geoestratégicas. Queda claro: Ni la guerra fría ha concluido en Europa ni el imperio soviético en la mayoría de su territorio ha dejado paso todavía a países estables y democráticos con instituciones capaces de encauzar reivindicaciones democráticas.
Los líderes de la revolución ucraniana no controlan a la multitud que quiere la revolución. Esto puede asustar, pero todo depende de cómo acabe el juego. Si los revolucionarios vencen y el régimen de Yanukóvich cae sin sangre y se encauza la calle en un proceso electoral, tal vez el que tenga más motivo para inquietarse sea el líder de Rusia, Vladímir Putin, por cuanto Ucrania puede ser un ejemplo de lo que puede ocurrir en su propio país.
Pero si los manifestantes fracasan y la violencia y la anarquía se apoderan de un país como Ucrania y ello justifica una brutal represión policial asustarse pueden todos, desde Washington a Moscú pasando por Bruselas. Y en ese caso, puede que los analistas tengamos que ponernos a analizar la perspectiva real del desgarramiento del país en una zona oriental y meridional de cultura rusa y otra occidental, que es la cuna del nacionalismo ucraniano. El fantasma de Yugoslavia se perfilaría entonces en el horizonte.
Pero cualquiera que sean los análisis de la situación a posteriori, la cantidad de gente madura y decidida a que caiga el Gobierno no deja lugar a dudas: los centenares de miles de personas que salen a la plaza en Kiev están hartas. En la calle Hrushévskoho, frente a la sede del Gobierno, grupos de manifestantes estaban levantando las rejas metálicas de las jardineras en torno a los árboles. Con una pieza de metal en la mano, un hombre ya maduro contestaba a las preguntas de esta corresponsal:
-¿Por qué tiene ese hierro en la mano?
-Este hierro es para construir una barricada. No tenemos nada más. No tenemos otros métodos Tenemos palos y lo que hemos pillado y nos defenderemos de estas autoridades.
-¿Y no puede ser que acabe usando este hierro para atacar?
-Creo que si estos dirigentes se quedan yo personalmente voy a ser castigado, porque ya han filmado a todos los que hemos participado en esto. No tenemos salida. Tenemos que vencer.
-¿De dónde es usted? ¿Qué edad tiene?
-Soy de Donetsk. Tengo 55 años
-¿Es usted minero?
-No. Solo tengo cuatro hijos y seis nietos y quiero que vivan en un país europeo.
-Europa no necesita gente agresiva, sino gente que se ponga de acuerdo pacíficamente entre ella.
-¿Acaso necesitan ustedes a esos bandidos [hace una señal en dirección a la sede de Gobierno]? Lo hemos intentado y no entienden. Pegan a nuestros niños que se manifiestan pacíficamente. ¿Hemos de esperar que nos peguen a todos? Nosotros no les pegamos y estas rejas son propiedad del ayuntamiento, dice sacudiendo el trozo de jardinera que tiene en la mano.
-Esto es un gran trozo de hierro
-Y servirá para nuestras barricadas. No lo alzaremos contra ellos las fuerzas de seguridad] como ellos levantaron sus porras contra nosotros.
-¿Cómo se llama usted?
Mi interlocutor da el nombre completo,-- nombre de pila, patronímico y apellido--. Lo hace frente a la grabadora, tranquilo, decidido, con las rejas en la mano, con el rostro descubierto. Y ese rostro descubierto, ese nombre dado sin vacilaciones, son una afirmación de responsabilidad que impone y que también asusta. Todo dependerá de cómo acabe.
Centenares de miles de personas han vuelto a salir a la plaza para pedir el cese del presidente, Victor Yanukóvich, del Gobierno, así como el castigo de la represión del pasado fin de semana y también la integración a Europa. La bandera estrellada de la UE ondea en las plazas y calles de Kiev y da cobijo a una multitud ilusionada y resuelta, que está simplemente harta y que tiene muy claro lo que quiere: la revolución.
En el enfrentamiento que está desarrollándose en Ucrania convergen muchas líneas argumentales, desde las más prosaicas a las más globales y geoestratégicas. Queda claro: Ni la guerra fría ha concluido en Europa ni el imperio soviético en la mayoría de su territorio ha dejado paso todavía a países estables y democráticos con instituciones capaces de encauzar reivindicaciones democráticas.
Los líderes de la revolución ucraniana no controlan a la multitud que quiere la revolución. Esto puede asustar, pero todo depende de cómo acabe el juego. Si los revolucionarios vencen y el régimen de Yanukóvich cae sin sangre y se encauza la calle en un proceso electoral, tal vez el que tenga más motivo para inquietarse sea el líder de Rusia, Vladímir Putin, por cuanto Ucrania puede ser un ejemplo de lo que puede ocurrir en su propio país.
Pero si los manifestantes fracasan y la violencia y la anarquía se apoderan de un país como Ucrania y ello justifica una brutal represión policial asustarse pueden todos, desde Washington a Moscú pasando por Bruselas. Y en ese caso, puede que los analistas tengamos que ponernos a analizar la perspectiva real del desgarramiento del país en una zona oriental y meridional de cultura rusa y otra occidental, que es la cuna del nacionalismo ucraniano. El fantasma de Yugoslavia se perfilaría entonces en el horizonte.
Pero cualquiera que sean los análisis de la situación a posteriori, la cantidad de gente madura y decidida a que caiga el Gobierno no deja lugar a dudas: los centenares de miles de personas que salen a la plaza en Kiev están hartas. En la calle Hrushévskoho, frente a la sede del Gobierno, grupos de manifestantes estaban levantando las rejas metálicas de las jardineras en torno a los árboles. Con una pieza de metal en la mano, un hombre ya maduro contestaba a las preguntas de esta corresponsal:
-¿Por qué tiene ese hierro en la mano?
-Este hierro es para construir una barricada. No tenemos nada más. No tenemos otros métodos Tenemos palos y lo que hemos pillado y nos defenderemos de estas autoridades.
-¿Y no puede ser que acabe usando este hierro para atacar?
-Creo que si estos dirigentes se quedan yo personalmente voy a ser castigado, porque ya han filmado a todos los que hemos participado en esto. No tenemos salida. Tenemos que vencer.
-¿De dónde es usted? ¿Qué edad tiene?
-Soy de Donetsk. Tengo 55 años
-¿Es usted minero?
-No. Solo tengo cuatro hijos y seis nietos y quiero que vivan en un país europeo.
-Europa no necesita gente agresiva, sino gente que se ponga de acuerdo pacíficamente entre ella.
-¿Acaso necesitan ustedes a esos bandidos [hace una señal en dirección a la sede de Gobierno]? Lo hemos intentado y no entienden. Pegan a nuestros niños que se manifiestan pacíficamente. ¿Hemos de esperar que nos peguen a todos? Nosotros no les pegamos y estas rejas son propiedad del ayuntamiento, dice sacudiendo el trozo de jardinera que tiene en la mano.
-Esto es un gran trozo de hierro
-Y servirá para nuestras barricadas. No lo alzaremos contra ellos las fuerzas de seguridad] como ellos levantaron sus porras contra nosotros.
-¿Cómo se llama usted?
Mi interlocutor da el nombre completo,-- nombre de pila, patronímico y apellido--. Lo hace frente a la grabadora, tranquilo, decidido, con las rejas en la mano, con el rostro descubierto. Y ese rostro descubierto, ese nombre dado sin vacilaciones, son una afirmación de responsabilidad que impone y que también asusta. Todo dependerá de cómo acabe.
UN HOMBRE CONVERTIDO EN MITO La nueva Sudáfrica Una miseria de dos colores
-
En medio de infraestructuras del primer mundo, la pobreza coloniza los guetos
-
En ellos se hacinan los desheredados de ambas razas
Un niño pasa junto a una foto de Nelson Mandela.
SIPHIWE SIBEKO
REUTERS
ADVERTISEMENT
Hasta el final del apartheid los negros tenían prohibida su entrada. El Rand Club era uno de los claros símbolos de aquel sistema de exquisita opresión victoriana mezclada con la rudeza rural de los boers que escandalizó al mundo por legislar con precisión el horror. Hoy, una gran pintura de Nelson Mandela preside los secretos encuentros de sus señorías los amos de Sudáfrica.
El Rand Club está enclavado en el centro financiero de Johannesburgo. La antigua city de los negocios convertida hoy en reliquia de instituciones y bancos que conviven perfectamente con la miseria. Cuando cae la noche sus calles vacías quedan bajo el control de miles miserables a los que se reconoce en la oscuridad por el humo de sus hogueras y por los ladridos de su hambre.
David Lobban, un blanco de mediana edad encargado del recinto, hace de anfitrión con gentileza. El club está aún cerrado. Todo el edificio parece que se abrillanta cada mañana con una capa de polvo para no perder su añeja esencia.
"El club tiene 1.400 miembros de todas las creencias, razas y religiones", explica. Al subir la escalinata que lleva a los pisos superiores se tropieza con la pintura de Mandela. "Él mismo vino aquí el día de su colocación", recuerda.
La nueva Sudáfrica
Un poco más arriba están algunas de las salas patrocinadas donde los socios mantienen sus reuniones privadas. "Aquella la esponsoriza la compañía minera Anglo American. Esta la apadrina Tokyo Sexwale", indica David. Curiosa ironía, Sexwale, recién destituido como ministro de Asentamientos Humanos por Jacob Zuma, es un histórico de la lucha por la libertad y una de las grandes fortunas de la nueva Sudáfrica.El millonario ex guerrillero, envuelto en diversos escándalos, es hoy uno de los benefactores de un club en el que hasta no hace mucho tenía prohibida la entrada. Un buen ejemplo de este país: la elección de los otrora agraviados no fue cerrar o destrozar el club, como en tantos lugares se hizo en este continente, sino hacerse socios.
Ya en la planta baja, tras pasear por vitrinas que guardan manuscritos históricos, David explica con orgullo sobre la que es la barra de bar más larga de África que fue allí donde se inventó la ONU. "En este edificio el presidente sudafricano Jan Smuts, tras la segunda guerra mundial, redactó el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas. Fue él quien impulsó su creación. La ONU es un invento sudafricano", dice.
Otra ironía, aquí se redactó la carta de convivencia de la aldea global y el entramado legal del apartheid. De aquel lugar se sale con la sensación de no haber entrado.
Minoría negra
Crhistine Barkhuizen es una de las pocas novelistas que aún escribe sólo en afrikáner. Vive con su familia en una finca en medio del semidesierto del pequeño Karoo, un milagro de tierra árida domada por los duros afrikáners y convertida ahora en gran huerto lleno de frutales y viñas. Toda esta parte del suroeste del país es zona blanca o mestiza, la población negra es aquí minoritaria."Nos enterramos junto a nuestros empleados", dice dando un paseo por su finca, señalando las tumbas de sus antepasados y las de sus trabajadores, más discretas, que están cerca. "Nosotros tenemos buena relación con los coloureds [mestizos], aunque no nos mezclamos. Con los negros es más difícil por cultura", comenta esta culta viajera.
Aún hoy en esta parte del país las escuelas de los niños mestizos son pagadas en parte por los granjeros blancos, las clases se dan en afrikáner como primera lengua y la mitad del salario de muchos empleados es una bolsa con comida y primeras necesidades que se le entrega a la esposa para asegurarse que la familia tenga un sustento. "Ellos se lo gastan todo en alcohol", apunta Robert, otro afrikáner.
Luego, la escritora habla de las complicadas relaciones familiares de los boers. "Mi libro más vendido, Padmaker, relata la fría relación que tenía con mi madre. Muchas mujeres que lo leen me escriben y me dicen que no pararon de llorar recordando que así fue también su infancia", cuenta.
"Eran tiempos complicados. Mi padre trabajaba construyendo carreteras, éramos pobres, pero eso no se decía. Era una vergüenza reconocer que un blanco era pobre", rememora.
Mendigos sin color
Hoy esa realidad comienza a ser algo más común en Sudáfrica. En la población minera de Krugersdorp, un mendigo atraviesa varios carriles y sortea varios vehículos para pedir dinero. "Tengo hambre, cómpreme pan", suplica mientras sujeta un paquete de salchichas entre sus brazos. El mendigo es blanco y se dirige al único coche conducido por un blanco en ese semáforo.En esa misma avenida hay cuatro mendigos más blancos, desharrapados, algo que hasta hace no mucho era impensable en Sudáfrica. "Es un buen síntoma que se distribuya también la pobreza", comenta ante la escena un diplomático europeo especializado en África.
En la ciudad de Nelspruit, al este del país, también se ven en varios centros comerciales a ancianos blancos que trabajan de guardacoches. Vigilan los vehículos y piden a cambio una propina como hacen tantos miles de africanos en este continente. Tienen siempre un gesto avergonzado.
En 2010, antes del Mundial, el presidente Zuma hizo una histórica visita a una comunidad de pobres blancos en Pretoria que exigían ser tratados igual que los negros. "Nosotros también somos sudafricanos, también queremos ayudas", denunciaban ante un sistema que intenta compensar el injusto pasado con leyes que fomentan hoy la contratación de los negros y discriminación de los blancos.
'Porque lo mandó mister Mandela'
"Perdono pero no olvido", dice Thulani Mabaso, un ex convicto condenado a 18 años de cárcel en Robben Island por luchar contra el apartheid mientras muestra los secretos de la famosa prisión. "Muchas mañanas cuando tengo que coger el barco para venir hasta aquí me dan ataques de ansiedad por los recuerdos", explica. ¿Por qué ha perdonado? "Porque nos los dijo Madiba. Cuando él hablaba en la cárcel todos escuchábamos». Esa frase, «porque lo mandó mister Mandela", se oye constantemente en Sudáfrica. Siempre a gente muy desfavorecida que vive en la absoluta pobreza. Es un mandato sagrado.La miseria es todavía hoy demasiado extensa en Sudáfrica. Guetos como Soweto en Johannesburgo o Khayelitsha en Ciudad del Cabo siguen siendo bolsas de miseria y violencia que baten marcas mundiales. Hay sin embargo mejoras constantes.
El Gobierno tiene un programa de reforma de infraviviendas que va dando resultados. Regalan ladrillos y cemento para sustituir las chozas de hojalata y cartón. Hay también cada vez más placas solares que asoman de los tejados de las humildes casas. Lentamente aparecen también gimnasios, centros comerciales, universidades y hospitales en esos focos de pobreza.
"Mire la hermosa casa que tengo", llama la atención Barbara, una mujer de la limpieza abandonada por su marido que vive junto a sus dos hijas. Acaba de conseguir una casa de cemento que le han ayudado a levantar sus hermanos en la township de Guguletu, Ciudad del Cabo. Abre la puerta de su flamante vivienda.
Dentro, en la cocina, se ve un hornillo de gas y una nevera pequeña junto a un grifo y un barreño. En el salón hay un sofá y un madero alargado sujeto a dos cubos en las puntas para sentarse. En su cuarto hay una cama y un armario endeble. Nada más. "Estoy feliz", dice eufórica y orgullosa. Es una de esas personas que suelta eso de "mister Mandela nos mandó...".
Más allá del idioma
Pero el problema racial sudafricano es demasiado complejo. Carola, una periodista blanca sudafricana, recuerda que nunca pudo hablar con su abuela por el idioma. "Yo era su nieta favorita. Veníamos cada año a pasar las vacaciones desde Estados Unidos donde se había trasladado mi padre y yo me pasaba el día pegado a ella. Ella hablaba afrikáner y yo inglés, así que nunca nos comunicamos de palabra. Luego, años después de morir ella, supe por mi madre que ella había aprendido a hablar inglés de niña pero se negaba a utilizarlo porque sus tías y hermanas murieron en los campos de concentración en los que los ingleses metieron a los afrikáners en las guerras anglo-boers", rememora Carola emocionada. "Prefería no hablar con su nieta que hablar en inglés", se dice ya a ella misma con voz quebrada.Mivek es un congoleño que trabaja a comisión llevando un taxi en Ciudad del Cabo. "Yo en mi país era jefe de obra en los ferrocarriles", explica. Trabaja atemorizado por sufrir agresiones. "No puedo parar en las paradas de taxis, me golpean. Éste es un país de locos en el que son racistas todos contra todos", asegura.
¿Entonces por qué vive aquí? "Aquí hay trabajo, en mi país no hay nada". La realidad es que el efecto llamada de Mandela hizo que el país más rico del continente sufriera una inmigración legal e ilegal que ha generado enormes bolsas de delincuencia y pobreza.
Un país de muertos vivientes
Sólo de Zimbabue se calcula que han cruzado la frontera cinco millones de personas. "Nunca vi nada igual en mi vida. Son muertos vivientes. De vez en cuando en medio de la oscuridad escuchas un disparo u oyes un grito. Hay violaciones, partos, es horrible", señala Ariane Bauernfeind, responsable de Médicos sin Fronteras en Sudáfrica y veterana en enfrentar de cara la miseria.Habla de un edificio abandonado que está en el centro de Johannesburgo. Allí se hacinan cientos de zimbabuenses que huyen de la policía y de los guetos en los que hay brotes de xenofobia constantes contra los extranjeros por quitar empleos a los locales.
Este desolado esqueleto de hormigón, símbolo de la barbarie, es muy cercano al prestigioso Rand Club. Pocos tienen valor para entrar solos en aquella oscuridad. De lejos, se ven hogueras encendidas pero no se escucha nada.
Este difícil entorno contrasta con el barrio de Houghton, donde el hombre capaz de unir toda esta complicadísima realidad social y de mantener Sudáfrica como el único país africano con opciones de alcanzar el desarrollo e igualdad social, luchó hasta el último aliento contra la muerte.
Sudáfrica tiene infraestructuras del primerísimo mundo y una clase media multicolor creciente. Lejos de cualquier certeza, positiva o negativa, el país es al menos una esperanza. Ése es el legado que deja Mandela, un imposible hace casi 20 años cuando fue nombrado presidente: poder creer.
Templo Mayor de Dolores, dicen que la Virgen, llora.
POR NOÉ ZENÓN SUÁREZ HISTORIADOR Y POETA ARGENTINO
Agradecemos sus aportes al blog
EN
EL AÑO DE LA FE, y el DÍA de la INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA.
Un
27 de noviembre de 2013, masiva concurrencia al Templo Mayor de
Dolores, dicen que la Virgen, llora.
Bajo
el gris, que colorean las nubes y la llovizna por momentos, corren
voces en la ciudad, que una de las imágenes de Nuestra Señora de
los Dolores, en el Templo Principal, frente a la Plaza Pedro
Castelli, está llorando.
Viendo
un movimiento mayor al acostumbrado en esas horas de la tarde, y
voces oídas a la salida de la escuela, que la Virgen llora, trato de
buscar mi máquina fotográfica y encaminarme, con el fin saber que
es lo que verdaderamente está pasando.
Al
poner mis pies en la entrada, por la puerta principal, veo que es
masiva la concurrencia y hay gente por todas partes, al dirigirme
hacia la imagen que está sobre el lateral derecho, entrando, ya debo
mirar bien por donde llegar, dado el amontonamiento, más, cerca de
la imagen, casi se me hace imposible avanzar, por la lentitud en que
se mueven los creyentes.
Despacito,
puedo ir ganando distancia, y ponerme lo más cerca posible, así
tomar algunas imágenes. Comentarios no muchos, unos parecen orar y
casi todos haciendo centellear sus cámaras, voces, cae una lágrima
dice alguien, sí, sí, dice otro, yo fijo la mirada, las luces me
quieren engañar con sus brillos, sí, parece caer una lágrima, me
pongo con todos los sentidos para certificar, pero me parece que al
moverme, son solo reflejos, que nos engañan, Impresiona en mi vista,
que corre una lágrima, pero no puedo asegurar que sea una lágrima,
registro cada uno de esos momentos para estudiarlos en casa por medio
de la computadora. Paso a paso, aumentando y recorriendo todo el
rostro. Son nítidas las lágrimas que la artista a decorado
maravillosamente, se hace evidente el material puesto, no noto gotas
fuera de él, ni tampoco por el rostro, recorrido que deberían
seguir, según la fuerza de gravedad.
Ahora,
quién puede asegurar lo uno, como lo otro, pues, unos veían llorar,
lágrimas, que aseguraban ver, otros no
podíamos
percibir y asegurar que ocurría. Hechos similares han ocurrido en
otros lugares, tal es el caso de un óleo representando a la virgen,
en Córdoba, sin dilucidar. Todos estamos inclinados o necesitamos de
evidencias concretas para creer, se nos hace casi imposible hacerlo
si no lo vemos, “ver para creer”, el lema que se repite.
El
Hombre es un ser maravilloso creado a semejanza de DIOS.
El
Hombre siempre ha tratado de buscar a DIOS, lo ha imaginado y lo
imagina como lo entiende.
El
milagro, es algo que esperamos siempre, pero, caro a nuestro
entendimiento. El diccionario de la Lengua Española nos dice “Hecho
no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a
intervención sobrenatural de origen divino”. Hay milagros, suceden
hechos casi imposibles de explicarnos, pero existen y es difícil de
que te crean.
Debemos
creer en el Hombre, su Fe y su devoción. María desde los comienzos
de la Iglesia, es la Madre Inmaculada, y con distintos nombres es
adorada en todos los altares, en donde los fieles se acercan
suplicantes en ayuda a sus necesidades, y nos da su Gracia. Al pie de
su templete protector, han quedado unas cuantas flores.
Estos
acontecimientos hacen meditar y encaminar a cada uno, para despertar
o dar fuerza a su Fe, poder encontrar el verdadero camino y entender,
para confirmar la Fe, y llevarnos hacia Él. El Catecismo de la
Iglesia Católica nos dice: “La Fe es la virtud teologal por la que
creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado y la
Santa Iglesia nos propone, por que Él es la verdad misma. Por la fe
“el hombre se entrega entera y libremente a Dios”…
La
Fe afirma razones que explican realidades en cada uno. Este es el Año
de la Fe, quiera Dios por medio del trabajo de los hombres de buena
voluntad, revertir la pobreza en todas sus dimensiones y disminuir
las desigualdades, y poder meditar las palabras de nuestro Papa,
Francisco: “La belleza del amor salvador de Dios hecho manifiesto
en Jesucristo”. Para unos, la Virgen lloraba, para otros no, y como
dije al principio, quién puede asegurar lo uno, como lo otro.
Noé Zenón Suárez Casielles, 2013.
Profesor de Catequesis, egresado del Inst. Francisco
de Paula Robles, Dolores, Bs. As. Argentina.
Junta Departamental de San José apoyó idea de limitar la minería a cielo abierto
El órgano político local decidió sin los votos del Frente Amplio, aprobar una moción para pedirle al intendente José Luis Falero que limite la actividad minera en el departamento. Argumentan que existen varias denuncias de prospección minera presentadas por productores.
Según informa el diario local Primera Hora, la resolución fue apoyada por los ediles blancos y colorados, durante una sesión a la que no acudieron los representantes del Frente Amplio.“El tema megaminería metalífera a cielo abierto causa una gran preocupación a los distintos sectores sociales y productivos del departamento”, sostiene la declaración aprobada.
“Siendo San José fundamentalmente productor de alimentos, causa desconcierto tantas denuncias para prospección minera presentadas ante el MIEM en una gran cantidad de padrones rurales, que suman alrededor de 6.000 hectáreas”, agrega el documento.
Ante esta situación, la Junta Departamental resolvió “encomendar al Ejecutivo departamental para que en el marco de la aplicación de la Ley de Ordenamiento Territorial y el decreto de directrices, asesorado con los técnicos que crean necesario busquen una solución legislativa para limitar y restringir la explotación minera metalífera a cielo abierto en el territorio del departamento a los suelos categorizados como rural productivo”.
Montevideo, Uruguay
UNoticias
Fuente: Primera Hora
MDS
Suscribirse a:
Entradas (Atom)