La performance electoral del Frente
Amplio en las primarias del pasado 1º de junio abre muchas preguntas. Me
gustaría reflexionar acerca de tres aspectos que no deberían ser
pasados por alto: la baja votación; el pobre desempeño de los
principales grupos; y la posible irrupción de un escenario interno
fragmentado que mueva el centro de gravedad del partido hacia la
izquierda.
1. Algunos análisis señalan que en esa
instancia más de cien mil frenteamplistas no concurrieron a votar.
Existen buenas razones para pensar que ello efectivamente fue así. Una
forma de comprenderlo es realizar un ejercicio comparativo que controle
la tasa de crecimiento entre octubre y junio. Así como los estudiosos
del desarrollo del ser humano han encontrado que un bebé crece en el
primer año un 50% de su talla, podríamos deducir cuánto crecen los
partidos entre una y otra instancia electoral. Si se observa el cuadro 1
se verá que el Frente Amplio multiplica su tamaño por dos veces y media
entre junio y octubre. Si aplicamos esta tasa de crecimiento al
desempeño mostrado en las primarias de este año, encontraríamos que el
Frente Amplio apenas superaría los 760 mil votos en octubre, es decir
reuniría solo un 33% del electorado.
Esa proyección sería un resultado
electoral calamitoso para el Frente Amplio. Dado que ninguna encuesta de
opinión pública corrobora esa intención de voto (por lo menos en los
últimos 50 meses), deberíamos descartarlo e incluso considerarlo
absurdo. Por tanto, deberíamos aceptar que efectivamente el 1° de junio
se generó un fenómeno no previsto de deserción masiva de ciudadanos
frentistas. ¿Por qué sucedió esto?
Por el momento, se han ofrecido dos
explicaciones serias. La primera es la que señala el escaso atractivo
que tenía la competencia interna. Dado que la disputa por la candidatura
presidencial estaba resuelta de antemano, los incentivos para
participar eran extremadamente pobres. Además, los sectores políticos
que integran el Frente Amplio no abrieron la competencia interna para
conformar las listas de diputados como sí lo hacen los partidos
tradicionales. Ese esquema habría provocado un desinterés masivo que
redunda en una de las peores votaciones de su historia.
La segunda explicación refiere al
posible desencantamiento de los votantes. Luego de una década en el
gobierno, podría estar sucediendo que muchos ya no se sienten tan
entusiasmados como antaño, cuando el Frente Amplio alcanzaba el gobierno
y prometía cambios sustantivos en todos los planos. Si bien ello no
significa que los desencantados abandonarán al Frente Amplio en octubre,
supone sí un cambio cualitativo en el estado de ánimo general. Aquí
convergen expectativas insatisfechas, incapacidad para agregar nuevas
demandas, cansancio con el candidato, etc.
Ambas hipótesis parecen convincentes y
pueden perfectamente explicar el "faltazo" masivo de votantes. La
prevalencia de una u otra ofrece consecuencias políticas muy distintas.
Si solo se tratase de un problema de competencia, los dirigentes de la
izquierda no deberían desesperarse y su preocupación podría quedar
limitada al análisis de un hecho circunstancial. Pero si el problema es
el desencantamiento, el Frente Amplio tendría por qué alarmarse pues de
aquí a octubre tendrán doble tarea: cambiar el estado de ánimo de sus
simpatizantes y conseguir una movilización superlativa para ganar el
electorado. No obstante, considero que en las primarias sucedieron ambas
cosas. Una oferta poco atractiva para participar y una sensación de
desánimo en ciertos sectores del electorado de la izquierda.
2. El segundo aspecto que me gustaría
analizar es el resultado de la competencia entre sectores. Llama
poderosamente la atención el descenso electoral de los tres grandes
grupos que han dominado la interna durante los últimos quince años.
Mientras en las elecciones de 1999, 2004 y 2009, el Movimiento de
Participación Popular (MPP), el Partido Socialista (PS) y el Frente
Líber Seregni (FLS), representaban en conjunto el 60%, el 77% y 73%
respectivamente del voto frenteamplista, en la elección de este año
juntos sólo reunieron el 42%. Es cierto que el achicamiento de la
votación frenteamplista pudo haber afectado el resultado de la
competencia entre sectores. Como ya se ha explicado en anteriores
columnas, en las elecciones primarias suelen participar votantes más
ideologizados y más próximos al partido que en las elecciones
nacionales. Pero aún así, no deja de sorprender el importante descenso
de la votación de quienes dominaron la interna durante tanto tiempo.
El MPP sufrió una fuga importante de
votantes hacia la lista de Sendic y ello tal vez se deba a que una parte
del electorado considere a esta propuesta como una suerte de mujiquismo
moderno (o post-mujiquismo) que mantiene el rumbo pero que se adapta a
los nuevos tiempos del país. Otros votantes, en cambio, parecen haberse
ido con Constanza Moreira y ello probablemente responda a un problema de
preferencias ideológicas. Dado que Mujica y los principales dirigentes
del MPP que están en el gobierno han moderado sus posiciones y en
algunos casos han cambiado sus puntos de vista (en temas relativos al
Ministerio del Interior, Defensa, etc.), es posible que una parte del
electorado haya visto en Constanza a alguien que realmente los
interpreta. En uno u otro sentido, el poder de Mujica se debilitó en
esta elección a favor de estas dos nuevas corrientes que precisamente
surgen del seno del Espacio 609.
El FLS ha mantenido parte de su votación
gracias al buen desempeño de Asamblea Uruguay. La votación de sus dos
principales socios, que concurrían juntos en la lista 99738, fue mala en
todo el país, salvo en el departamento de Maldonado donde el Intendente
Óscar De los Santos hizo una diferencia. La pérdida electoral de los
liderados por Michelini y Nin Novoa explica muy bien la baja del FLS y
en parte, también el crecimiento de Sendic en algunos distritos del país
(como por ejemplo, Salto). Constanza Moreira también pudo haber
recibido votos de estas tiendas, pues algunos de los grupos que la
apoyaron, como Magnolia o la Lista 1642, habían respaldado a Astori en
la interna de 2009.
Finalmente, la proporción de votos del
PS no se diferencia mucho de la alcanzada en anteriores elecciones
internas, salvo que en esta oportunidad fue dirigida a un partido
fracturado en dos grupos, tal cual lo demostró la Convención
Departamental de Montevideo. El PS siempre ha tenido dos corrientes y
ello ha sido útil para rastrillar votos en espacios ideológicos
diferentes del electorado frenteamplista. Sin embargo, las opciones
nunca estuvieron tan distantes ni generaron tanto desánimo entre sus
militantes y simpatizantes. Es probable que en el marco de esas crisis,
tanto Sendic como Moreira hayan abrevado del electorado que naturalmente
sigue a este partido.
3. La contracara de la caída de los tres
grandes es la emergencia de dos nuevas corrientes: Compromiso
Frenteamplista de Raúl Sendic y la coalición de grupos que respaldó la
candidatura de Constanza Moreira. Ambos reúnen el 38% del voto
frenteamplista y representan una novedad que puede traer consecuencias
políticas importantes.
En los anteriores procesos electorales, el patrón de distribución de votos entre los sectores
del Frente Amplio en las elecciones primarias se reprodujo con pocas
diferencias en la elección de octubre (ver cuadro 2). Si esto ocurre
este año, el escenario interno del Frente Amplio puede cambiar en forma
drástica. Por un lado, habrá más actores relevantes (al pasar de tres a
cinco) y por otro, el centro de gravedad del partido se trasladaría un
poco más a la izquierda de lo que actualmente está. Ambos factores
pueden complejizar el esquema de gobernabilidad de un eventual gobierno
de Tabaré Vázquez, tenga o no el Frente Amplio mayoría parlamentaria. En
otras palabras, con más agentes con los que negociar en el Parlamento y
con una mayor distancia ideológica entre el Presidente y el legislador
promedio del partido, el proceso legislativo puede volverse más trabado e
imprevisible.
Siempre se ha asociado la vigencia
electoral de los tres principales grupos del Frente Amplio con la
popularidad de las tres principales figuras de la izquierda. Los
liderazgos de Vázquez, Mujica y Astori, tuvieron siempre como
contrapartida a fuertes bancadas del PS, el MPP y el FLS. Si la
capacidad electoral de los grupos se deteriora cabe preguntarse si
ocurrirá lo mismo con los líderes. O sea, ¿los líderes estarán inmunes a
un cambio del mapa de la interna? Una hipótesis en boga sostiene que la
emergencia de Sendic y Moreira representa el comienzo de la renovación
del liderazgo de la izquierda y esto traería consigo un cambio del
escenario interno. Si ello efectivamente es así, deberíamos preguntarnos
si el proceso se agotará en esas dos personalidades o si hay espacio
para otros aspirantes. Sendic y Moreira pueden satisfacer perfectamente
las preferencias del electorado típico de izquierda que en los últimos
años sufragó por el MPP y otros grupos menores ubicados en la izquierda.
Sin embargo, no parece claro que ellos puedan representar correctamente
las exigencias de los votantes moderados o de centro izquierda, próximo
al FLS o al ala renovadora del PS. Por ello, deberíamos pensar que
existan condiciones todavía para que se agreguen nuevas figuras y si
octubre y mayo del próximo año pueden ser coyunturas aptas para su
emergencia.
Si mis inferencias no están equivocadas
el Frente Amplio estaría en vísperas de ingresar en una nueva etapa de
su historia que converge con la elección nacional. Por esa razón, parece
razonable creer que los comicios tendrán un valor superlativo para el
Frente Amplio no solo porque pondrá en juego su continuidad en el
gobierno sino también porque se estará configurando el esquema que
predominará en la próxima década.