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lunes, 5 de febrero de 2018

Semblanza por Oscar Bruno Cedrés Prof. Lic. Miguel González Silvera



Es una de esas semblanzas especiales, muy especiales, la del día de hoy, es dedicada a alguien que muy joven partió a seguir dando enseñanza deportiva en el escenario celestial.
Miguel González Silvera, nació el 13 de setiembre del año 1985 en nuestra ciudad, concurrió al Jardín 98, hizo primaria en la Escuela No. 7 Gral. Artigas, secundaria en el Liceo No. 1 de nuestra ciudad luego en el Instituto Superior de Educación Física en la sede de la ciudad de Maldonado realiza el curso para profesor de Educación Física que obtiene en el 2007 y luego de licenciado también en la Educación Física en el 2008.
Falleció el 14 de diciembre del 2011, tenía apenas 26 años debido a una grave enfermedad, dejando truncos sueños personales y profesionales, deseos se seguir superándose para brindar sus conocimientos a la sociedad.
Su vinculación con el deporte en nuestra ciudad pese a su corta carrera fue muy activa, lo que llevó a que aún hoy se le recuerde.
Varias Escuelas de nuestro departamento lo tuvieron como profesor en su especialidad de la educación física, como la No. 4 Juan Antonio Lavalleja, la Especial No. 97, la No. 74 de la Barra de Chuy, el Colegio y Liceo Dámaso Antonio Larrañaga y fue también lo hizo en el fútbol local, en el Club Palermo en la temporada de 2010 con César Olivera como técnico siendo campeones de la Liga Rochense volviendo a ser el preparador físico del equipo de la Avenida Ituzaingó al año siguiente, 2011.
Fue técnico honorario de voleibol en el Complejo Médico Deportivo, fomentando la práctica de este deporte, creando un equipo mixto y femenino que representó al departamento de Rocha en competencias departamentales, nacionales e internacionales.
El Profesor González integró el equipo de Mountain Bike de Rocha en travesías a nivel departamental, nacional e internacional, obteniendo importantes premios.
En el año 2004 obtiene medalla de bronce en categoría hombres entre 15 y 25 años en competencia internacional desarrollada en el circuito de Pozos Azules, departamento de Maldonado.
Compitió a nivel departamental en las correcaminatas entre los balnearios de La Paloma y La Pedrera.
Tuvo a su cargo durante la temporada de verano de 2009-2010 de un espacio recreativo en la playa de La Aguada con el propósito de incentivar y enseñar el Volley a los veraneantes.
Integró el Grupo GRADA de Rocha y la Mesa Redonda junto a Técnicos de la Educación primaria y de la Salud sobre la temática de Prevención de Enfermedades Cardiovasculares, en el marco de la Semana del Corazón del año 2009.
Siempre atento a todo lo que es el que hacer de los jóvenes que necesitan apoyo especial, Miguel manifiesta su inquietud ante el equipo docente de la Escuela No. 97 de nuestra ciudad y de GRADA para que exista en Rocha una Escuela de Equinoterapia como ayuda y terapia a niños y jóvenes con capacidad diferente.
En el 2008 realizó un Curso de Especialización en Educación Física en La Habana, Cuba, en 2009 realiza un Curso de Especialización en Técnicas de Alto Rendimiento referidas al deporte en general con énfasis en Fútbol, Volley, Natación, Ciclismo y Atletismo.
El Colegio Dámaso Antonio Larrañaga en el año 20009 le otorga un reconocimiento como “El Profesor más amigo, alegre y divertido”.
Varias han sido los torneos que lo recuerdan permanentemente, como el Clausura de 1ª. División de esta temporada de la Liga Rochense de Fútbol que obtuviera el Plaza Congreso, el Campeonato de la Liga Federada departamental de Rocha de Volley recientemente finalizado en el Polideportivo, y el pasado 18 de octubre la Intendencia Departamental y la Dirección de Deportes de Rocha inauguraron la Plazoleta con su nombre en predio del Complejo Médico Deportivo de nuestra capital departamental.
Su mamá Graciela Silvera nos dice: “Deja sí… una gran Enseñanza a quienes supieron estar a su lado… Enseñanza de superación…de amor, de amistad… y agradecimiento… pero sobre todo…AMAR LA VIDA!!!
Fueron muchos los jugadores que en el período de su enfermedad lo acompañaron, en dos recordamos a todos ellos, Leonardo Maldonado que lo hacía antes y luego de los partidos dedicándole los goles y el golero Alfonso Rotela que además había sido compañero de Escuela.
Al Profesor Licenciado Miguel González Silvera, quien muy joven y con mucho para dar a la vida, a su familia, a la juventud, partió dejando en grato recuerdo entre todos los que tuvieron la suerte y el privilegio de compartir su amistad y cariño, esta semblanza.
Diciembre/2017


JOSÉ FAUSTO CRUZ. EL ATLÁNTICO FUE TESTIGO. Por Julio Dornel.




Eran los tiempos de los corresponsales. Desde las grandes ciudades o pequeñas poblaciones del interior, llegaban diariamente los principales acontecimientos que tras ser chequeados y “corregidos” cuidadosamente por el Jefe de las corresponsalías se autorizaba su publicación. Los principales medios de comunicación El País, La Mañana, El Diario y El Día, al igual que otras publicaciones de menor tiraje nominaban corresponsales en distintos puntos del país para estar el día y tener la primicia vendedora que se destacaba en la primera pagina con letras de regular tamaño. Por allí andábamos en la década del 70 con Juan San Martín, Andres Vilizio, Pereyra Fonseca, Jorge Benítez, Onelis Correa, Lujan Cabral, Artigas Barrios, Amauri Cardoso, Jorge Graña, Mario Barceló, Zelmar Bitabarez y Julio Bianchi Coello entre otros. En noviembre del 74 nos encontramos en la capital del país con el periodista castillense Bianchi Coello (diario El Día) quien nos obsequia una copia del material relacionado con un reportaje realizado a José Fausto Cruz, uno de los primeros pobladores de Cabo Polonio, solicitada especialmente para un suplemento dedicado a la costa atlántica del departamento. Señalaba don Fausto Cruz que “los primeros pobladores de Cabo Polonio vivíamos como ermitaños, y muchas veces no teníamos ni siquiera un caballo para salir en casos de emergencia. Los hombres que fueron mi ejemplo eran duros y con nervios de acero. Mis primeros recuerdos con ellos datan de cuando yo tenía 8 años y los faeneros de lobos marinos me llevaban escondido en la ballenera, porque mi padre que era el capataz no me dejaba acompañarlos. En aquellos tiempos se utilizaban viejas embarcaciones a vela, poco indicadas para el mar, pero si grande resultaba el riesgo mayor era el valor de los hombres que como José Francisco Cruz (mi padre) Damaso Cruz (mi tío) Nicomedes Acosta y Jacinto Pereyra, nombres que están grabados para siempre en la historia de la zona, por haber sido los primeros. En aquellas pequeñas embarcaciones iban a las islas cercanas a La Coronilla donde se faenaban hasta 11000 lobos para obtener sus pieles en viajes que duraban de 3 a 4 horas según el viento. Permanecíamos hasta 20 días antes de iniciar el regreso”. Don Fausto se entusiasma con el relato, mientras los recuerdos fluyen con facilidad. “Comencé a trabajar “oficialmente” en las matanzas de 1922 y a los 18 años fui nombrado capataz por el Ministerio de Defensa Nacional con todo el Polonio bajo mi control. El 1946 empezó la matanza de lobos a cargo de la empresa “Coate- Lagomarcino” y en 1948 se hace cargo el SOYP de todo el sistema. Hubo una época en que los piratas casi exterminaron a los lobos y costó muchos años su reposición. Venían a cualquier hora del día y operaban sin que nadie los molestara, pese a que los veíamos desde tierra, nada podíamos hacer. Mataban los lobos a tiros y hasta llegaron a usar dinamita, colocándola donde estaba el cardumen contra las islas. Cuando se producía le explosión aquello era dantesco, y luego cargaban los restos en botes y los transportaban hasta el barco pirata. Los lobos tienen un promedio de vida de 16 años, llegan a medir más de 2 metros y pesar unos 500 kilos. Se internan muchas millas en el mar y allí permanecen hasta 3 meses, sin tocar tierra en busca de alimentos. Para dormir forman en el agua una especie de balsa apretándose entre ellos, a excepción de los que hacen la guardia contra los feroces tiburones. Viven en las islas del Polonio que son 5 aunque los lobos ocupan solamente 4. En realidad el Cabo comenzó a poblarse en 1963, pero allá por el 50 don Romeo Ferrari que era el telegrafista del radiofaro notó que su pequeño hijo de 3 años había enfermado de gravedad. Desesperado intentó comunicarse por telégrafo con todos los centros para solicitar la presencia de un médico. Finalmente se puso en contacto con el Dr. Juan Carlos Pertuzo en la ciudad de Rocha, quien se traslado de inmediato en su jeep por el oscuro desierto que presentaban los médanos. Llegó al cabo de 3 horas de viaje cuando el niño agonizaba”-dijo finalmente don Fausto Cruz, testigo y protagonista de mil batallas libradas al atlántico a partir del año 1922.

domingo, 4 de febrero de 2018

Siete oficios . Cuento de Antonio Pippo




El blog comienza hoy a publicar cuentos y artículos del periodista y escritor Antonio Pippo  de una  muy rica experiencia y trayectoria de décadas en medios del país.
Algunos de sus cuentos serán tomados del blog Delicatessen del también periodista Jaime Clara cuyo sitio Web invito a conocer o volver a transitar quienes ya lo hayan hecho.
 http://www.delicatessen.uy

Los lectores del blog podrán también disfrutar las notas que Pippo publica en el semanario Búsqueda sobre el tango y sus historias, otra de sus pasiones. El autor está al frente de su proyecto Tango íntimo, con el que, junto a varios artistas, recorre el país.
Agradezco la generosidad de Antonio al permitirme llevar a ustedes sus creaciones.
Estoy seguro que ustedes lectores disfrutarán de los aportes de Antonio Pippo Pedragosa.


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Había aparecido en el pueblo hace alrededor de dos años, con una bolsa de herramientas, vendiendo simpatía. Consiguió pieza en una pensión, la de doña Rosa, aquella cerca de la ruta. Era joven, rubio, de ojos claros, buen conversador. Nadie supo jamás, a ciencia cierta, de dónde llegó ni qué había hecho antes. Tampoco era costumbre preguntar, hay que decirlo.





Enseguida, por unos cuantos días, anduvo repartiendo unos volantes chiquitos: "Serafín Mamberra. Siete oficios", decían, y a mano había agregado el teléfono de la pensión.




Iba y venía por las calles de tierra con una sonrisa, entregando cada papelito como si fuese una ceremonia entrañable, necesaria, casi pastoral. Recorrió al menos dos veces cada tienda, cada boliche, cada almacén y la entrada de las oficinas de la Caja Rural los días de pago. Ni el quilombo de La Mellada se salvó de su propaganda. Y se las arregló, también, todos los domingos, para estar a la salida de la misa en la puerta de la parroquia, de mañana, y en el portón principal de la cancha de Juventud, de tarde, al final de los partidos.

Y resultó bueno en muchas cosas. Arreglaba canillas y cañerías, azulejos despegados o partidos, instalaciones eléctricas y humedades de planchada. A veces hacía leña chica de troncos grandes, cortaba el pasto, reparaba radios y pintaba paredes y cielorrasos. En dos meses, o algo así, se hizo conocido y necesario para mucha gente. Cobraba en cuenta, era inteligente y entretenido y garantizaba los trabajos: "No quiero volver por algo que hice mal".




Sin embargo, pronto comenzó a regresar con frecuencia a algunos lugares. Ciertamente, la mayoría no se dio cuenta al principio. Fue el Negro Collazo, viejo zorro y habitual caminador de tardecitas y noches, generalmente borracho, siempre presto para hablar mal de alguien, quien dio la voz de alarma, una madrugada de truco y caña con pitanga en lo del Chiquito Otegui:




-Este muchacho, el Serafín, me parece que es baqueano con las minas-. Las barajas mugrientas y las copas cálidas fueron desplazadas, en la atención de los otros, por la figura del Negro, maciza, desprolija, casi amenazante. Su picardía de siempre, su olfato, auguraban novedades: -Vení acá, que hay pie- le dijo al compañero, haciéndose el distraído. Le encantaba llamar la atención ajena, guardarse hasta el último momento el dato preciso, ignorado por la tertulia. Pero aunque le gustaba exagerar no mentía jamás, por eso le costaba hallar pareja para el juego. Por eso y por su prepotencia, que en ocasiones se acentuaba por el alcohol, tanto que ya tenía una muerte encima. Y porque se había vuelto medio jactancioso, desde que trajo una morocha teñida de rubio, bastante entrada en carnes, de un "queco" de la capital para su rancho.




-¡Dejate de joder con el truco, Negro!- gritó el Cascarilla Batista-. Y contá lo que sabés, que se me antoja interesante.





Collazo echó una mirada abarcadora al boliche, lenta, deteniéndose en cada uno de los presentes. Volvió a encender el cigarro armado a mano, sin apuro, y al final dejó caer la bomba:




-Se está volteando a la viuda de Molina...




La expectativa se desinfló. ¿Tantas vueltas para eso? La viuda en cuestión no tenía compromisos. Desde que murió su marido, rematador de haciendas, se había dedicado a la educación de sus dos hijos y a tejer para afuera. Una mujer interesante, eso sí. Cuarentona, pero enterita. De piernas bien torneadas, caderas firmes y pechos abundantes. Andaba poco por el pueblo, no miraba a nadie y había resistido con dignidad variados asedios, entre ellos el del gerente del Banco República, más cargador que pulga de tapera. Que se la montase el recién llegado, a fin de cuentas, no podía sorprender a nadie. De hielo no era, claro.




-Andá a cagar, Negro- contestó, al fin, el Cascarilla.




-Lo que pasa -contraatacó displicente pero de inmediato el aludido- es que yo creo que este pibe recién arrancó... y creo que hay algo más...¿me hago entender o no?

El silencio que cayó encima de esa frase fue espeso, unánime. En la cabeza de unos cuantos había comenzado a germinar la semilla, tímida todavía, de una sospecha y de incertidumbres varias. Collazo agarró el mazo de cartas y lo entreveró un poco, para entretenerse; luego acomodó los porotos del tanteo armando un montoncito desparejo. Y recién entonces, mirando al mostrador de madera del fondo, donde se acodaba un hombre fornido y barrigón, de poblado bigote y pelo entrecano, lanzó la pregunta con malicia:




-¡Che!... ¿A vos no te han andado fallando las canillas últimamente?




Era el resto de la información, entregada como un tiro por el costado de la barrera, esos de comba acentuada y el peso de una piedra en la pelota. ¡Qué hijo de puta, el Negro!

Ahí fue cuando el Loco Montes pareció despertar de su habitual letargo etílico. Un tipo especial, si se puede decir. Ya veterano, recibió en herencia unos campos en la sexta sección judicial. Los vendió bien y desde entonces dedicó su vida a disfrutar, a su modo, y gastar la plata. "Para vivir como Dios manda", contestaba cuando algún comedido le advertía que podía quedarse sin un peso. Sus únicas inversiones serias fueron un Ford del 48 y Rosaura, la menor de los Roballo, con quien se casó en un abrir y cerrar de ojos. Rosaura tenía veinte años menos que él y cuando llegó al altar era dueña de cualquier virtud menos la inocencia. Criada poco menos que en la calle, sin mucho freno ni horizontes a qué aspirar, quizás vio en aquel hombre mayor, de bebida fácil, apariencia protectora y la billetera llena, todo cuanto le había faltado desde que nació. Llevaban quince meses juntos y parecían felices. Pero al Loco le gustaba mucho la caña y el vino y se quedaba ratos largos, muy largos, en los boliches. Las malas lenguas sentenciaban que dejaba sola demasiado tiempo a su mujer.




Montes se separó del mostrador y fue caminando, muy lento, hasta quedar delante de Collazo. No se le conocían reacciones violentas; más bien tenía fama de componedor, de tipo afable y manso. Pero... nunca se sabe. En una de esas pensó golpear al Negro o hasta asestarle una puñalada, porque con cuchilla andaba. Nadie lo sabrá jamás.





-Puede ser, puede ser... -empezó a decir mirando fijamente al otro-. Ahora que lo mencionás... por tu rancho han andado cambiando enchufes medio seguido ¿no?-. Luego, sin más, dio media vuelta, atravesó la puerta y se perdió en una oscuridad que dolía, que era como una amenaza. Después de lo que vendría, muchos se preguntarían que fue lo que pasó por su cabeza en aquellos breves, dramáticos instantes.





El Negro se quedó quietito como un buda callado, flotando en la nada y, de pronto, empezó a repartir cartas para otro truco. Apenas si se notó una brevísima sombra empañándole los ojos. Siguió jugando como si nada, pero, cosa rara en él, perdió cuatro partidas seguidas.





Serafín apareció muerto, dos madrugadas después, tirando en una zanja. Degollado, según el forense.




Al comisario y al Juez Letrado les fue imposible averiguar algo consistente. En lugares así, la sangre que no es del pago, en el suelo, sólo sirve para abono. Los datos aislados, las supuestas pista,s se fueron diluyendo en una suerte de conspiración de silencio. El expediente se cerró a los dos meses, repleto de testimonios vagos, insustanciales, contradictorios. Cuando les tocó el turno al Negro Collazo y al Loco Montes la versión no tuvo una fisura: esa noche, durante horas, hasta que clareó, habían jugado al truco juntos, en lo de Otegui. El bolichero dijo que siempre le caía mucha gente, que eran parroquianos habituales, que no podía estar fijándose en todos, que, que a lo mejor habían estado jugando a las cartas, cómo no. Y el Cascarilla y los otros lo confirmaron, una y mil veces. Total, el Serafín se lo había buscado. ¡Mire que andar de "pata e' bolsa", viniendo de afuera, con mujeres ajenas!





Al paso del tiempo, casi todo se fue olvidando en el brumoso aburrimiento de pueblo chico. Sólo algo quedó, agazapado, en la memoria de unos pocos. Fue lo que unos pocos oyeron decir a Montes una noche, después del derrumbe de la investigación, al Loco Montes acodado al mostrador al lado de Collazo:






-¿Viste, Negro, lo que es el truco? Hasta entre cornudos se puede armar una buena yunta...









(·) Este relato, reescrito por el autor para Delicatessen.uy, pertenece, como otros anteriores, a un libro de cuentos que editó a fines de 1993: El quilombo y los cuentos del otoño.







Antonio Pippo, nació en Buenos Aires, pero no dudamos que se considera oriundo de San José de Mayo, pese a vivir desde hace varias décadas en Montevideo. Es periodista, escritor, investigador del lenguaje del tango, narrador oral en lunfardo. Trabajó en televisión, prensa y radio. Es columnista de los semanarios Búsqueda y Voces. Es autor de, entre otros libros, El quilombo y otros cuentos de otoño, Obdulio con alma y vida o Jazmín de noviembre. Es autor y recitador en los espectáculos poético-musicales Bien polenta y Tango íntimo.

Jaime Clara




LOS VIOLADORES DEL LENGUAJE Dr. Ricardo Leiza De Los Santos




Nadie es autoridad en un tema ajeno a su experiencia.
Por decoro debemos llamarnos a silencio y declinar hablar del tema en cuestión. Menos aún presumir de sabios y explotar la posibilidad de un medio de comunicación para hablar y exponer sobre el tema y menos aún todavía,tener el descaro y la osadía, por no decir la desfachatez intelectual,de presentar un libro a la opinión pública, de un tema del cual íntimamente no sabemos nada. ¿Por qué entonces ponerle falsamente la firma nuestra a un libro que es solo la interpretación de conceptos ajenos ? ¿Por vanagloria, por oportunismo comercial? . El conocimiento no entra por los ojos, entra por la acción. Hay que " embarrarse las manos " en la materia en cuestión, para después decir no solamente yo he leído,ni siquiera yo estuve ahí,como espectador,mirando,sino yo fui parte del tema,del hecho,y poder relatar nuestra propia historia y no solo nuestra visión sobre lo que nuestro lego entendimiento y nuestra imaginación creen que perciben. El único libro válido para consulta de un autor decente,responsable y que se respete a si mismo es el diccionario,para tratar de saber cómo expresar su conocimiento,su experiencia a los demás.
Si sabiduría es la fusión de teoría, práctica y meditación en un ciclo de interacción y potenciación que rueda infinitamente sobre sí mismo, el pensador con práctica es un autor de sí mismo,un comunicador,un maestro y a la vez un traductor a los demás de un mensaje de conocimiento.
El escritor debe intentar siempre ser " autófilo ", autobiográfico. Solo transmitir su propia experiencia. No ser un ser " bibliófilo",un simple comentador de realidades ajenas,un malabarista del lenguaje, un mentiroso engañador de un público ávido de conocimiento y por lo tanto ignorante del tema y sin capacidad para detectar a un embaucador del lenguaje. Un ser oportunista que con rapacidad extrae frases y conceptos de libros ajenos y de realidades que desconoce pero que supone que le darán buena prensa,buen material para escribir otro libro más que aumente su fama.
Qué hechicería,ciega,trastorna y pervierte tanto a un individuo culto,con buena expresión, con buen manejo del idioma.! ! qué conjuro maldito ! ! lo transmuta en una creación del mal,en un íncubo o una súcubo del diablo,en un despreciable ladrón de ideas, de conceptos y de frases salidas de la mente de un verdadero creador por un proceso de intuición, meditación, de análisis expresivo y proyección final al libro como un documento imperecedero fruto de su saber y de sus desvelos para legar a los demás aquello que es su lucha,su leit motiv,lo que le da sentido a su vida.
Qué derecho tiene de tomar catorce libros para hacer el número quince y figurar así como autoridad en el tema,haciendo creer al desprevenido lector que cree en él porque siente intuitiva,subliminalmente,que un material al estar escrito debe ser verdad, tiene que ser verdad.
Cómo detectar a estos corruptos profesionales de la letra escrita,que escriben de todo,así como hablan de todo,de cualquier cosa,sin salir de su escritorio,de atrás de las cortinas?
Por la extensión de la bibliografía, del material de consulta que expone al final del libro. Es un método infalible. Hay una ley no escrita aun pero que todo individuo debería saber y tener en cuenta para evaluar cada libro que cae en sus manos.
El conocimiento de un autor está en relación inversa a la extensión de su bibliografía.



POR QUÉ ESCRIBIR Y LEER POESÍA. NOÉ ZENÓN SUÁREZ



Todo resulta muy personal, pero dentro de ello, también se tiene la relación con el entorno, cada idea depende de la forma de mirar el mundo y de valorar de acuerdo a nuestra carga de conocimientos, deseos, sentimientos y emociones que brotan a cada paso dado.
Al escribir, es jugar en el mundo de las palabras, va acompañado del desarrollo personal y por qué no, profesional. El alma vuelca su pensar sobre experiencias pasadas, las ilusiones y a veces los desencantos, dándonos la luz a las ideas que nacen y se pueden plasmar sobre el papel, para decirlo de alguna manera.
Además de escribir, muchas veces se leen poesías, la necesidad de leer es muy saludable para cargar conocimientos, además de alegrar el corazón, llegar a endulzar el oído, apreciar la belleza que nos pintan las palabras y el despertar emociones que curan el cuerpo y el alma.
Es un interminable de consideraciones positivas, y si entramos en fomentar capacidades creativas, despertar el asombro por experimentar y conocer lo que no se había percatado todavía, es más valioso, de mirar el mundo e ir al encuentro del otro, y muchas veces hacer una introspección, no tanto mirar el afuera, sino liberar el adentro.
Puedo decir, que a todos les hace bien leer poesía, pero mejor es poder escribir nuestras propias poesías, jugar con los pensamientos y las palabras, y dejar que el alma vuelque su pensar, descubriendo nuestro misterioso interior y el poder decir cosas, en una palabra, dar camino libre a la creatividad en cada uno.
Volcando ideas y experiencias, dejo para leer dos trabajos modestos, pero poéticos al fin, uno escrito en formato de la poesía Jotabé, que con ellas, se puede participar del Certamen VII Internacional de la Rima Jotabé hasta el 20 febrero 2018, de Valencia, España, y cada uno puede consultar en Internet y mandar por correo electrónico.
Además un Soneto, las dos formas que me gustan para escribir, hay que animarse; y a escribir y leer poesía.


BENDITA CONCIENCIA


Esa luz divina de mi conciencia,
una verdad dura que da la ciencia.


Ella pega muy adentro de uno mismo,
terremoto que mueve en cataclismo.
Y al sacudir con el puñal del sismo,
en dar martirio dentro de sí mismo.


Es dura piedra en golpe a la razón,
que pega en centro en nuestro corazón.


Vendita y dura en toda su evidencia,
removiendo el alma desde un abismo,
por la culpa de alguna desazón.
UN HARPA Y UNA NIÑA…


Vuela cual perfume de recuerdo dulce,
en suave sonido de harpa lejana,
para ese sabor, que al alma da endulce,
la melodía que no llegó vana.


Juegan sus dedos en caricia suave,
a la sombra de rubia cabellera,
volando en el aire cual ave,
para cautivar su oído que espera.


Con amor, que gustosa cada cuerda,
al dar dulzura a cada melodía,
y el alma que no olvida, lo recuerda.


Recuerdo que le llega cada día,
queriendo que perdure y no se pierda,
y renueva hoy, su ayer con alegría.
NOÉ ZENÓN SUÁREZ CASIELLES-2018.