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martes, 23 de junio de 2015

ESCUELA 28: TAN JOVEN COMO EL PRIMER DÍA DE CLASE. Por Julio Dornel.



 






Allá por los años 50 del siglo pasado, cuando compartíamos los bancos escolares con Norma, Baltasar o Eduviges, bajo el estricto control de la maestra Lydia Sopeña no  imaginábamos  que algún día tendríamos la oportunidad  de volcar aquellos momentos en una crónica evocativa.
Era simplemente “la escuela 28”. Los nervios se alteraban desde el primer día de clase. Nos dejaban en la puerta sin saber siquiera quién sería la maestra y lo que es peor, sin derecho a elegir a los compañeros de clase. Allí nos quedábamos con el guardapolvo de cuello almidonado y la moña azul. Venía luego la clásica fotografía del grupo escolar que los años fueron dispersando luego en distintas direcciones para enfrentar el futuro y que tienen hoy a la distancia un significado muy especial. Fotografías que representan en la actualidad una referencia para ubicar compañeros que compartieron el banco, los juegos y también los sueños de la infancia. Por razones de edad andaban por otros salones Julio Corbo, el “fifo” Vidal, Julio Sanguinetti, las hermanas Correa (Leyda y Graciema) Lira Nuñez y el “aleman” Vogler. Eran tiempos del portafolio de cartón  (casi vacío) con lo necesario para comenzar; lápiz, goma y un cuaderno que por lo general tenía en la tapa la foto de Artigas y en la contratapa el Himno Nacional que nunca logramos memorizar. Una galleta o boniato cocido para la merienda, bolitas para el recreo y figuritas repetidas para intercambiar mientras soñábamos con la sellada que completaría el álbum. Un recuerdo muy especial para las maestras de aquellos años que superando las dificultades y las carencias de la época cumplían su tarea educativa con cariño y dedicación. Esa era la filosofía dominante de la “escuela 28”. La conocimos muy joven, todavía no había cumplido  40 años. Fue un amor a primera vista, todas las cosas importantes de la aldea pasaban por la escuela. Cuántos hombres y mujeres se iniciaron a la vida en sus salones. Los cambios experimentados en la educación le otorgan mayor responsabilidad, mientras el nuevo milenio representa un desafío para la “vieja” escuela 28, que pese a sus ciento diez años continúa tan joven como la vimos el primer día de clase.


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