Escritor y periodista Julio Dornel
El “Indio” Rondan
había debutado con Estrázulas, Giordano, Padilla y Pérez Pintos,
ante un exigente jurado que integraban entre otros Benavides, Schinca
y Berenguer que lo integraron de lleno a la poesía uruguaya. Fue con
ARTIGAS COMPAÑERO que le llegó la consagración definitiva,
haciendo reflexionar al Prof. Jesús Perdomo: “Nos estábamos
quedando con un ARTIGAS transformado en gramófono que fabricaba
frases celebres al hilo. Es un hombre real con sus grandes virtudes,
pero también con sus grandes defectos, con sus vacilaciones y
problemas naturales de todo hombre. Le hemos quitado el sabor humano
que tanto lo acercan a nuestras vidas”. Por ese motivo al
aproximarse un nuevo aniversario de la desaparición física del
héroe (23 de septiembre) queremos compartir una vez más el poema
cumbre del poeta José María Rondan Martínez, en homenaje al prócer
de nuestra nacionalidad.
Artigas Compañero
Artigas, Pepe Artigas,
Viejo Artigas, Capitán del Lucero…
Artigas Padre: Voy a
ubicar tu nombre,
cuando entonces todavía
no andaban por la Patria tus frases como soles,
tus palabras
mayúsculas, cuando eras José Gervasio Artigas.
Cuando tu vestimenta
de patricio atildada y prolija
impresionaba a tu
sobrina ña Josefa, cuando, conversabas de cosas familiares,
de la estancia de
Pando, de las reses faenadas por el cuero.
Eras entonces nada más
que un hombre perdido
entre otros hombres.
Esas cosas pequeñas,
cotidianas, son las que quiero
para ver tu estampa
como cuña de sol en nuestra Patria.
Por ejemplo te veo
cabalgando en tu caballo zaino
y legua y legua hasta
encontrar cansancio y pulpería,
hasta encontrar
guitarra, naipe y trago,
china, requiebro y una
copa arisca.
Ese molde tan macho es
el que quiero
para este criollo que
me dio el lucero...
SEMENTAL desbocado
hacía la aurora,
pampa de luz, salvaje,
ilimitada:
no cabía tu pecho en
estas casas
de piedra dura y paja
recortada.
(Pagos de Pando,
Casupá, los pagos juveniles
de Artigas campesino)
Rumbeaste al Norte bien
montado, altivo.
En Batoví te vieron
por picadas de sombra y contrabando.
Pepe Artigas,
entreverando sueños y aventuras,
jineteando leyendas,
buenas, malas,
cosas de hombre citado
con la Historia.
En la grupa de tu
cabalgadura
traías un carguero de
esperanzas.
La noche fronteriza,
hembra salvaje,
se bebía con caña
brasilera.
Campesino del Alba,
Pepe Artigas,
enamorando auroras y
luceros:
el tiempo de los toros
se acercaba
como un grito ancestral
por la campaña.
En el rodeo, la
corambre estabas
, ágil en la jornada,
duro, huraño,
solitario en la hondura
de tu alma.
Hacías Patria en
mocedad campera
todavía sufriendo con
los hombres.
TU PONCHO claro que
agitó el pampero
sembró palomas, lanzas
y relinchos.
Ala gloriosa
enamorando anhelos
por un paisaje
montaraz: Mi Patria.
En el llano te veo
jineteando
el potro alerta del
terruño en armas:
Los pliegues de tu
poncho
acariciando las ancas
de tu zaino.
El paño ilustre de
bayeta fina
te protegió de
nieblas e intemperie.
Alguna vez se humedeció
de sangre
cuando guerreabas
lindo en las cuchillas.
Simbolizó el adiós
para Melchora
luego que el beso dijo
su palabra:
anocheciendo olvidos, a
los lejos,
tu poncho saludaba a
la esperanza...
CONOCEDOR del mapa que
nacía,
amigo de entreveros y
paisajes
buscabas horizontes y
luceros
en pampa abierta, brava
y cimarrona.
Arerunguá, Cuñapirú,
baluartes de Artigas estanciero...
Vaquerías donde mugía
el toro degollado
y el potro corcoveaba
su fiereza.
La jornada en oficio
de gauderios
tenía olor salvaje de
espinillos.
Se enlazaba la res con
tiento duro
y media luna de
preciso corte
confundía las voces y
el mugido.
Y el cuero en los
corrales se secaba
juntando moscas,
cuervos y ladridos.
Luego en carretas
hacia el sur
bajaba la industria
del corambre.
Otras veces sorteando
vigilancias
a la frontera del
Brasil se iba,
para volver en caña o
aguardiente,
naco varón, tabaco
brasilero.
Era la aurora
primitiva,
el grito del pueblo
bravo
en vendaval heroico.
El hombre Artigas
fabricando al Héroe
en el común oficio
campesino
. UN DIA te enrolaste
de blandengue
Chambergo de alas
anchas, sencilla chaquetilla,
poncho claro; pantalón
ajustado, finas botas,
las espuelas pequeñas,
pura plata
y el sable militar,
corvo, filoso.
Tu partida baqueana
transitaba
lugares primitivos,
montaraces,
que tu montura conoció
en los años de la
cerril industria del corambre.
Había que ordenar
gente y paisaje,
encauzar alarido y
montonera,
al indio darle nombre
de cristiano
y al portugués
malevo, perdigones.
AYUDANTE Mayor de los
Blandengues
con cien hombres
marchaste a la frontera.
El Chuy te vio alerta
y vigilante
acechando los grillos y
el lucero.
El infinito mar tuvo
una copla
que te habló de
naufragios y veleros.
Una gaviota se perdió
a lo lejos
y alguna pena se te fue
con ella.
Con la noche prendida
a las espaldas
Santa Teresa saludó el
regreso:
desensillaste el cuerpo
y el caballo
y resumiste en el papel
del parte
tus peripecias de
hombre en la Frontera.
Escuetamente como debe
ser,
hablaste de la
hacienda rescatada,
de los retobos de
tabaco negro
apresados a tiros de
trabuco.
Después de nuevo a
perseguir matreros,
a cabalgar crepúsculos
y lluvias,
improvisar fogones,
bichar indios
y entretener el ocio
con paisajes.
MURIÓ Esquivel
Aldao... Lo encontraron ya frío, boca abajo,
muerto al caer de su
cabalgadura.
Fue su última campaña
de blandengue.
Aquí están sus
soldados, los primeros,
en verlo con su rostro
de difunto:
Sargento Mirabal, José
Martínez, cabizbajos,
sin voz ante la
Muerte.
La partida a caballo,
galopando,
llanura y serranías,
detuvo sus avances
militares
para darle a una vida
sepultura.
Doloridos paisanos de
uniforme
transportaron el
cuerpo a la cuchilla.
El día se apagaba
entre palomas.
La primavera presenció
el entierro
. La primavera, el
gaucho y el caballo:
singular trilogía
campesina.
Después Artigas
escribió en el parte:
“Determiné
enterraran su cadáver
en cercana cuchilla con
miras
de llevarnos sus
despojos.”
Otro arbitrio no había.
Arriba un cuervo se
clavaba en el cielo...
FÉLIX de Azara remansó
el pampero
que suelto andaba por
el suelo patrio.
Delineó el caserío y
con madera
fragante de esperanzas
y de anhelos
forjó el poblado que
creció en el tiempo.
No hubo palomas, pero
sí zorzales
que al batir la
campana campesina
aletearon plegarias y
oraciones.
Y Artigas, por el
pueblo que nacía,
repartía las chacras,
las estancias,
para que el hombre
sedentario hiciera,
mansa ganadería,
agricultura retoñando
en canción
sacrificada.
Alguien trajo mujer,
hijos, oficio;
el gaucho trova dijo su
mensaje;
el indio bautizó sus
pequeñuelos.
Hubo una escuela en
Batoví,
hubieron, trigales
saludando la esperanza.
Félix de Azara
remansó el pampero.
Artigas vigilaba su
destino...
QUIEN como tú, para
saber la vida
germinando valiente
por la Patria.
Quién como tú,
paisano de mi tierra
para darnos, un
horizonte libre:
PATRIA Y CANTO!!
Te vio el paisano en el
rodeo, pronto,
para enlazar la res,
te vio el matrero con
tu partida
de hombres cabalgando.
En San Gabriel te
vieron dando al hombre
la paz tan necesaria
del labriego.
Te ven ahora ojos que
te buscan
en la aurora del pan y
de la espiga;
te ven mis ojos, los
del patria triste
humillado en la vida y
en la muerte.
Te ven los sembradores
que en el alba
consultan horizontes y pamperos;
te ve el poeta que
habla con el Pueblo
y comulga con él, en
la jornada.
Nadie dirá que te
encontré olvidado
pues estabas a mano,
en el sendero,
conversando conmigo,
con ustedes,
sufriendo con la
Patria,
cabalgando al lado del
tropero,
en los fogones de la
yerra campera,
en los boliches donde
el pulso agiliza las guitarras
. Éstas en todas
partes,
muchas veces
disgustando,
con hambre de
verdades,
pues tiene el día, el
año, la pobreza,
una esperanza que no
llega nunca.
Conversaré contigo
hasta la muerte:
lo hará mi hermano,
el tuyo,
el Pueblo entero
rescatando tu voz,
tu grito alerta
ordenando paisajes y personas,
dándole al hombre
dimensión eterna,
su justa ubicación en
los trigales.
LOS HOMBRES ANDRESITO
Tacuarí te llamabas,
Andrés Guacurarí o Quacurari,
Andresito Artiginhas,
Andrés Artigas indio?
Indio guaraní en puma
conversando,
por el llano y los
cerros cabalgando,
Andrés Artigas,
Tacuarí, Artiginhas,
cacique de la leva
correntina, con la pampa cerril por casaquilla,
por chambergo el azul
ilimitado.
Era la guerra
montonera, era, la Patria alzada
por el llano gaucho y
tú, con lanza y boleadora
abrías picadas de
luceros y esperanzas.
Aquel hombre tan macho
que vestía sencilla ropa militar,
tan parco en palabras
y gestos,
gaucho duro, capitán
de blandengues,
luego Jefe de la
avalancha conquistando anhelos;
aquel hombre baqueano
en horizontes
te dio la mano,
conversó contigo
y juntos fueron por la
senda criolla,
derrumbando un imperio
y otro y otro,
editando la paz con
sacrificio,
con cuero y piedra,
lonja y boleadora.
Y conversó contigo en
soledades de tolderías,
fuegos y guitarras, y
siempre fue sencillo
en sus decires
imaginando tú, al escucharlo,
que tu voz retumbada en
otra boca.
Y el dialogo siguió
junto a los trigos
, junto a la tierra y
junto a las pitangas,
junto al árbol que
ornaba mi paisaje,
junto a tu nombre
indio, junto al mío,
ANDRES ARTIGAS,
TACUARÍ, ARTIGINHAS, JOSÉ GERVASIO ARTIGAS, PEPE ARTIGAS, gente y
paisaje, vendaval y aurora,
mi Capitán y tú, mi
hermano indio!!
RECUERDAS Vaimacá
Perú, recuerdas, la montonera, el grillo y el lucero?
Recuerdas cuando la
loma se erizaba en lanzas y en pedestal de raza corajuda Artigas nos
tallaba el horizonte?
A gusto te encontrabas
en tu potro, a gusto con tu Jefe, a gusto con tu tribu, a gusto con
tu oficio de guerrero boleando la mañana que se iba, apurando la
Patria, conquistando, para nosotros libro y paisajes.
Artigas te encauzaba
el alarido, arreglaba tu vincha montonera,
conversaba contigo en
los fogones, bautizaba a tus hijos,
les hablaba de la
tierra que en surcos florecía.
Forjado en bronce, en
barro y en jilguero,
enfrentabas la muerte
cara a cara, la vida frente a frente
y en gran abrazo de
indio
dabas la bienvenida a
las batallas.
Charrúa Vaimacá,
indio, guerrero,
desnudo en la alborada
de mi Patria:
tienes el grito libre,
no te escondas en primitivos bosques de infinito...
IVIRAY, la tarde...
El negro Ansina trajina
por el rancho.
El familiar ladrido del
“Charrúa” le recuerda al amigo que se ha ido
. El Viejo Amigo de las
horas mansas
que intercambiaba
diálogos y mates, recuerdos y sonrisas.
El Viejo Amigo en
senectud benévola, otrora Jefe de hombres, de centauros, criollo de
ley, ahora entre raíces de árbol y cielo, río, espiga y Patria.
Todo el ayer de lanzas
combatientes golpea suave, como un golpe tierno en su osamenta casi
sombra...
Afuera la tarde llora
ausencias. No pudo Ansina con sus yuyos mágicos detener tanta vida
que se iba. No pudo con sus místicos conjuros esconder a su amo de
la Muerte:
vino de madrugada,
cabalgando su potro
inmemorial y puso en ancas el
alma de aquel hombre
que moría.
Y se perdió a lo
lejos, en las luces, del alba saludando a los trigales.
Y el negro Ansina
triste, sin destino,
sigue detrás de aquel
cortejo fúnebre:
una carreta lenta,
mansos bueyes,
cantos de urutaú,
blandos sollozos y el fiel “Charrúa” aullando lastimero...
Desnudo como un héroe
de leyenda
el Viejo Artigas se
escondió en la tierra,
para volver en surcos
y esperanzas,
en árbol musical,
canción agraria.
Iviray... La tarde...
El Negro Ansina añora al Viejo Amigo en la guitarra. MOZOS
alucinados lo siguieron hasta el Ayuí en marcha de ideales.
Un pueblo alerta tras
sus pasos iba,
dejando en el recuerdo,
casa, hogares.
El General cabalga
hacía la aurora envuelto en luz
de Patria y libertades;
ansias de cielo libre
picaneaba este afán
de los bravos
orientales.
El indio altivo, el
gaucho y el mulato,
el estanciero rico, el
respetable cura de aldea,
capellán del Pueblo,
seguían al Patriarca
en las triunfales
jornadas de hambre y
frío: LA REDOTA.
Desnudos, andrajosos
en su avance
a la conquista del
Estado
iban, cielitos,
coplas, décimas,
cantares, alegraban la
paz del campamento.
Cantos de Patria
germinando,
cauce, transitado de
lanzas y carretas, de tacuaras ariscas, voces, sables, en un vaivén
de Pueblo en sacrificio.
“Yo llegaré muy
pronto a mi destino con este Pueblo de héroes”...
Los trigales del alba
florecían.
ARTIGAS: clarinada
palpitante del oriental que busca su destino,
Patriarca del Lucero,
ARTIGAS PADRE!!
LAS MUJERES PRESA en
dura muralla,
entre paredes de
ausencias y retornos, vive muerta,
Rafaela Villagrán, la
esposa del justiciero
de la pampa gaucha.
En el hogar tan triste
y desolado,
bordando soledades y
tristezas,
melancólicamente
alucinada Rafaela
dialoga con su sombra:
“Lleno de polvo
llegará mi amado,
oliendo a pampa y a
espinillo, a pedernal y a pólvora,
a guaco y yierbabuena,
fragante de paisajes y
pamperos.
Desmontará sus armas
militares;
se quitará el
sombrero y la chaqueta,
recostará el
cansancio en mi regazo
y con mis manos
temblorosas, frágiles,
pondré cariño en su
tristeza altiva.
No hablaremos de luchas
ni combates,
de lanzas ni
degüellos...
Conversaremos del
hogar, los hijos,
de su retorno cierto y
verdadero;
para siempre a mi lado,
con su abrazo,
ahogándome la voz y la
tristeza.”
Y el dialogo siguió a
través del tiempo,
alucinante, hasta
encontrar la noche.
La oscura noche donde
calla el eco y
el huracán destruye
la esperanza...
CANSADO de horizontes
y refriegas
en Isabel hallabas el
descanso.
Tu amante compañera
, femenina mano de luz
que guiaba tu ventura.
Soriano fue testigo
apasionado
de aquel romance que en
hoguera viva,
calentaba tu anhelo y
tu destino.
Por eso regresabas
dócil, manso, jinete de la aurora,
miliciano de la Patria
en albores todavía.
Y en el encuentro de
pitanga te esperaban.
Fue Isabel Sánchez tu
pasión eterna,
tu eterna confidente
, embanderada con el
amor
que en bálsamo y
aceite
se derramaba por el
día criollo.
Por el día y el mes,
y el año bravo,
cuando la Patria en
lanzas afirmaba
tu indiscutida jefatura
de hombres.
UNA RAÍZ amarga se
clavaba para siempre
en tu pecho de
lancera.
Melchora en soledades
campesinas -
-Mandisoví, Queguay--
litoraleña calandria
desangrando sus
cantares.
El Río tibio murmuró
mensajes,
noticias del ausente en
pago extraño,
el General Artigas, su
hombre, el Jefe,
que en Hervidero la
enlazó en sus besos
y modeló en cariño,
rebeldía de áspera criolla,
corazón de selva.
Ceñida a tu cintura,
la esperanza del
abrazo feroz de luna nueva
crecía en el verano,
dulce, tierno, retoñando en los hijos que nacían.
Pero vino el adiós y
la tristeza. El General no quiso que siguieras sus pasos de león
agonizando: para saber derrotas se bastaba;
sin testigo es mejor
la mala suerte.
Después te vieron
sola, entristecida,
buscando pulperías,
huella y campo.
Tu coraje temblaba en
lanza criolla:
era tu emblema de
hembra despreciada.
Más en la noche a
gritos lo llamabas
y encendías su nombre
en las estrellas.
Estuvo siempre en ti,
latiendo vivo,
latiendo sus palabras
de agua clara,
su musical encanto
guitarrero,
su dura voz para
ordenar combates,
y el desolado adiós
de sus pupilas.
Melchora Cuenca,
paraguaya, oriental,
la compañera del
General Artigas,
Héroe, Hombre, la
ruina heroica
en Paraguay muriendo.
Melchora Cuenca,
abrazo y despedida,
sobre el surco
doblada, abriendo espigas,
oteando los caminos del
regreso,
con lanza pronta y
alma apasionada:
Melchora Cuenca,
escucha los clarines del Alba
que regresa con
ARTIGAS!!!