La historia detrás de
la foto
Aquel mediodía del 3 de octubre de 2012, el
exdiputado blanco Álvaro Lorenzo dudó dos veces luego de llegar al
restaurante Lindolfo, en donde había quedado para almorzar con el
entonces director de Ancap, Carlos Daniel Camy. Primero pensó en
sentarse en una de las mesas del fondo del salón, pero siguió buscando
un lugar más cómodo. Divisó otro lugar vacío en uno de los costados del
salón de la calle Lindolfo Cuestas pero lo descartó porque estaba cerca
del baño.
Por último, decidió sentarse a esperar a su invitado en una mesa que tiene vista al estacionamiento que queda frente a la entrada del restaurante. Allí estaba comiendo cuando divisó un Mercedes Benz con chapa argentina que estacionaba a pocos metros de su ventana. Vio bajar a tres personas. A una de ellas la identificó de inmediato: era el dueño de BQB y de Buquebus, Juan Carlos López Mena.
Lorenzo se preparó para saludarlo apenas ingresara al salón. El exparlamentario conoce al empresario de varias actividades en las que coincidieron relacionadas con el departamento de Maldonado. Incluso son vecinos, porque López Mena vive en el kilómetro 11 de la ruta 12 de Punta Ballena y Lorenzo en el kilómetro 16. Pero aquel mediodía López Mena evitó la puerta principal de Lindolfo y entró por una lateral que lleva a un salón reservado. Con él ingresaron su hijo Juan Patricio López y el representante de Cosmo, Hernán Calvo.
Unos minutos después, el exdiputado Lorenzo dejó los cubiertos a un lado, interrumpió el diálogo con Camy y marcó el celular de un periodista de El Observador. ¿Las razones del apuro? Desde su ventana había visto bajarse de un Renault con chapa oficial al ministro de Economía, Fernando Lorenzo, que entró al restaurante por la misma puerta que López Mena. El exdiputado Lorenzo —quien no tiene ningún parentesco con el ministro— cuenta así las razones que lo llevaron a alertar a El Observador. “Se trataba de un tema nacional, dos días antes había sido la subasta de Pluna y, por pura casualidad, veo que el ministro de Economía y López Mena se juntan en un lugar semiprivado. Algo estaba pasando. Me pareció que era un evento relevante. Entonces señalé la perdiz y los periodistas dispararon”.
El que disparó su cámara fue el fotógrafo Diego Battiste, a quien se le encomendó la tarea de dirigirse al restaurante y, más precisamente, al salón en donde almorzaban los distinguidos comensales.
“¡Fotos no!”, alcanzó a exclamar el ministro Lorenzo cuando oyó el sonido del obturador a sus espaldas. Se dio vuelta y su rostro quedó enmarcado junto a las presencias de López Mena, Juan Patricio López, Hernán Calvo y el asesor del Ministerio de Economía, Gabriel Papa. La publicación de la foto el 4 de octubre del 2012 en la tapa de El Observador dejó en evidencia un entramado político-empresarial y de vinculaciones varias que ya no pudieron ser desmentidas. Luego de que el fotógrafo hiciera su trabajo, los encargados de Lindolfo cerraron el portón del local para que nadie más entrara. A los 15 minutos salió el ministro Lorenzo muy enojado, y 40 minutos después se retiró López Mena con sus acompañantes, no sin antes dejarle dos billetes de $20 como propina al cuidador de coches.
El ministro Lorenzo siempre sospechó que fue López Mena el que había “vendido” el encuentro a los periodistas.
Tres meses después de esos hechos, el exdiputado Lorenzo se encontró en el Aeroparque de Buenos Aires con el empresario y operador astorista Esteban Valenti. Y entre ambos ocurrió el diálogo que se consigna casi textual a continuación:
Valenti. ¿Cómo andás? Esto es un desastre, tenía un vuelo en Aerolíneas más temprano, lo cancelaron y tuve que esperar hasta las siete…
Lorenzo. Yo salgo ahora en BQB para Laguna del Sauce. ¿Cómo anda todo?
V. Y bueno, por suerte mi hijo vive acá, me pasó a buscar y aproveché la demora…
L. Lo que pasa es que el asunto de Pluna está complicando todo. ¿Viste lo del Lindolfo? ¡Qué movido se puso! (Se ríe.)
V. ¿Y qué tenés que ver vos con lo del Lindolfo? L. Como salió en Caras & Caretas pensé que ya sabías. Fui yo el que llamó a El Observador para avisarle de la reunión.
V. No, no sabía. ¿Fuiste vos? ¿En serio? Eso es importante porque nosotros creíamos que había sido López Mena el que se había visto encerrado en el tema y que había entregado la reunión…
L. No. Fui yo. Tengo buen trato con López Mena, pero no sé, me salió el instinto político y llamé para el diario.
V. Y sí, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo…
L. Pero más allá de la reunión, lo que los dejó mal parados fue la cola de paja de Lorenzo. Fotos no, fotos no…
V. Y sí, puede ser… (Le suena el teléfono, Valenti atiende, tapa el auricular.) Es el Ñato (Sobrenombre del ministro de Economía, Fernando Lorenzo, quien llamaba desde Washington. Luego, habla con el jerarca a través del celular.) ¿Sabés con quién estoy acá? Con el diputado Lorenzo.
L. Exdiputado…
V. (Hace un gesto como diciendo que no importa.) Me acaba de decir que fue él el que llamó a El Observador para avisarle de la charla en Lindolfo... (Silencio.) Te digo que sí, me lo acaba de decir…
L. Mandale saludos. Decile que es la ley de la selva.
V. Te manda saludos, dice que es la ley de la selva… (Silencio, seguido de comentarios superficiales sobre la repercusión en los medios de la movida astorista.) Bueno, bueno, chau.
L. ¿Se calentó?
V. Y…, el Ñato es muy calentón.
L. Es muy calentón y muy pelotudo.
Terminado el diálogo, cada cual tomó el avión que le había tocado en suerte.
Por último, decidió sentarse a esperar a su invitado en una mesa que tiene vista al estacionamiento que queda frente a la entrada del restaurante. Allí estaba comiendo cuando divisó un Mercedes Benz con chapa argentina que estacionaba a pocos metros de su ventana. Vio bajar a tres personas. A una de ellas la identificó de inmediato: era el dueño de BQB y de Buquebus, Juan Carlos López Mena.
Lorenzo se preparó para saludarlo apenas ingresara al salón. El exparlamentario conoce al empresario de varias actividades en las que coincidieron relacionadas con el departamento de Maldonado. Incluso son vecinos, porque López Mena vive en el kilómetro 11 de la ruta 12 de Punta Ballena y Lorenzo en el kilómetro 16. Pero aquel mediodía López Mena evitó la puerta principal de Lindolfo y entró por una lateral que lleva a un salón reservado. Con él ingresaron su hijo Juan Patricio López y el representante de Cosmo, Hernán Calvo.
Unos minutos después, el exdiputado Lorenzo dejó los cubiertos a un lado, interrumpió el diálogo con Camy y marcó el celular de un periodista de El Observador. ¿Las razones del apuro? Desde su ventana había visto bajarse de un Renault con chapa oficial al ministro de Economía, Fernando Lorenzo, que entró al restaurante por la misma puerta que López Mena. El exdiputado Lorenzo —quien no tiene ningún parentesco con el ministro— cuenta así las razones que lo llevaron a alertar a El Observador. “Se trataba de un tema nacional, dos días antes había sido la subasta de Pluna y, por pura casualidad, veo que el ministro de Economía y López Mena se juntan en un lugar semiprivado. Algo estaba pasando. Me pareció que era un evento relevante. Entonces señalé la perdiz y los periodistas dispararon”.
El que disparó su cámara fue el fotógrafo Diego Battiste, a quien se le encomendó la tarea de dirigirse al restaurante y, más precisamente, al salón en donde almorzaban los distinguidos comensales.
“¡Fotos no!”, alcanzó a exclamar el ministro Lorenzo cuando oyó el sonido del obturador a sus espaldas. Se dio vuelta y su rostro quedó enmarcado junto a las presencias de López Mena, Juan Patricio López, Hernán Calvo y el asesor del Ministerio de Economía, Gabriel Papa. La publicación de la foto el 4 de octubre del 2012 en la tapa de El Observador dejó en evidencia un entramado político-empresarial y de vinculaciones varias que ya no pudieron ser desmentidas. Luego de que el fotógrafo hiciera su trabajo, los encargados de Lindolfo cerraron el portón del local para que nadie más entrara. A los 15 minutos salió el ministro Lorenzo muy enojado, y 40 minutos después se retiró López Mena con sus acompañantes, no sin antes dejarle dos billetes de $20 como propina al cuidador de coches.
El ministro Lorenzo siempre sospechó que fue López Mena el que había “vendido” el encuentro a los periodistas.
Tres meses después de esos hechos, el exdiputado Lorenzo se encontró en el Aeroparque de Buenos Aires con el empresario y operador astorista Esteban Valenti. Y entre ambos ocurrió el diálogo que se consigna casi textual a continuación:
Valenti. ¿Cómo andás? Esto es un desastre, tenía un vuelo en Aerolíneas más temprano, lo cancelaron y tuve que esperar hasta las siete…
Lorenzo. Yo salgo ahora en BQB para Laguna del Sauce. ¿Cómo anda todo?
V. Y bueno, por suerte mi hijo vive acá, me pasó a buscar y aproveché la demora…
L. Lo que pasa es que el asunto de Pluna está complicando todo. ¿Viste lo del Lindolfo? ¡Qué movido se puso! (Se ríe.)
V. ¿Y qué tenés que ver vos con lo del Lindolfo? L. Como salió en Caras & Caretas pensé que ya sabías. Fui yo el que llamó a El Observador para avisarle de la reunión.
V. No, no sabía. ¿Fuiste vos? ¿En serio? Eso es importante porque nosotros creíamos que había sido López Mena el que se había visto encerrado en el tema y que había entregado la reunión…
L. No. Fui yo. Tengo buen trato con López Mena, pero no sé, me salió el instinto político y llamé para el diario.
V. Y sí, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo…
L. Pero más allá de la reunión, lo que los dejó mal parados fue la cola de paja de Lorenzo. Fotos no, fotos no…
V. Y sí, puede ser… (Le suena el teléfono, Valenti atiende, tapa el auricular.) Es el Ñato (Sobrenombre del ministro de Economía, Fernando Lorenzo, quien llamaba desde Washington. Luego, habla con el jerarca a través del celular.) ¿Sabés con quién estoy acá? Con el diputado Lorenzo.
L. Exdiputado…
V. (Hace un gesto como diciendo que no importa.) Me acaba de decir que fue él el que llamó a El Observador para avisarle de la charla en Lindolfo... (Silencio.) Te digo que sí, me lo acaba de decir…
L. Mandale saludos. Decile que es la ley de la selva.
V. Te manda saludos, dice que es la ley de la selva… (Silencio, seguido de comentarios superficiales sobre la repercusión en los medios de la movida astorista.) Bueno, bueno, chau.
L. ¿Se calentó?
V. Y…, el Ñato es muy calentón.
L. Es muy calentón y muy pelotudo.
Terminado el diálogo, cada cual tomó el avión que le había tocado en suerte.