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sábado, 11 de enero de 2014

Pereyra y la baja de la edad de imputabilidad: “El plebiscito no es necesario”


La República

Anibal Pereyra
El tema de no baja de la edad de imputabilidad estará presente en la campaña electoral de la izquierda a la que se enfrenta la oposición que plantea la necesidad de su aprobación con el fundamento de terminar con los problemas de inseguridad que vive en nuestro país.
Con el propósito de conocer la posición del dirigente del MPP y diputado por el departamento del Rocha, Aníbal Pereyra, accedió a dialogar con “Primera Voz” de La Catorce 10 sobre este tema. “Es una campaña que se ha instalado y ese referéndum dentro de las cuestiones que plebiscita -el mismo día de la elección nacional-, tres de las cuestiones que propone, dos ya están definidas por ley”.
“Eso quiere decir -continuó-, que en estos cinco años ha habido modificaciones en el Código de la Niñez y la Adolescencia (CNA) y ha significado que por ejemplo, se creara el Programa de Inserción Social y Comunitaria SIRPA que aunque la oposición dice que está dentro del INAU hay que tener en cuenta que la propia ley establece la separación de SIRPA del INAU en un plazo progresivo”.
Si bien “se le dice a la gente que bajar la edad de imputabilidad no resuelve los problemas que tenemos de inseguridad, ya que los menores que participan en los problemas vinculados al delito representan un 12% y porcentualmente este tipo de delitos no han aumentado (solo en un 1 o 2%), pero los problemas siguen estando”.
La solución
Según Pereyra “hay que seguir mejorando, porque a partir de los 13 años quien comete un delito está sujeto ante la Justicia a ser responsable. Por lo tanto, lo que hay que hacer es que lo que está previsto dentro del CNA hay que separarlo del Código Penal Adolescente. Ya hay un proyecto de ley que abogamos para que avance, y en él se establece que se puedan modificar cosas que hoy se pueden establecer como dificultad”.
“Ese plebiscito no es necesario, pero… está dentro de la campaña electoral”, reflexionó el diputado.

Terminó internada por un orgasmo de tres horas


La República
orgasm
Los médicos pensaron que estaba en trabajo de parto. La joven entró en pánico cuando notó que, al cabo de una hora, la inmensidad más placentera no terminaba.
Un orgasmo te puede llevar al cielo. Y, también, a un hospital. Liz, una mujer de Seatle, Estados Unidos, tuvo que ser ingresada de urgencia a un centro sanitario, luego de sostener el clímax por tres horas.
La joven había tenido sexo con su pareja Eric. Sin embargo, y pese a que el muchacho ya había abandonado el lecho, la chica seguía disfrutando de la inmensidad más placentera.
Al cabo de una hora, el orgasmo seguía y la joven entró en pánico. Cumplidos los 120 minutos, Liz fue trasladada al hospital para ser asistida, relató el Daily Mail.
En un principio, los médicos pensaron que estaba en trabajo de parto, pero luego entendieron que la mujer presentaba un orgasmo de excepción.
La pareja contó lo ocurrido en el programa Sex Sent Me to the ER, de la señal TLC.

Libro de El Obsercador sobre Pluna: ¡Usteg es edemigo de mi madigo!

Source
Observadoruy
El parlamentario nacionalista Carlos Moreira se metió a investigar el asunto cuando, estando de vacaciones en Punta del Este en el verano de 2007, recibió una llamada telefónica del líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, quien le dijo que le sentía “feo olor” al negocio de Pluna con el Estado. Fue así que el legislador coloniense, abogado y exintendente, comenzó a investigar la causa.
En el Parlamento, sus colegas bromean con que es “catedrático grado cinco en Pluna”. En una fiesta de fin de año organizada por canal 12, Campiani divisó a la distancia a Moreira, que lo venía criticando duramente a través de los medios de comunicación. El empresario, acompañado por Jutta, su esposa alemana, seguía los pasos del parlamentario durante la fiesta con la intención de conversar y, aconsejado por un asesor, buscar algún acuerdo de no agresión.
Moreira estaba flanqueado por el expresidente del Banco Central, Ricardo Pascale, quien no tenía idea del enfrentamiento entre el senador y el empresario aeronáutico. Poco a poco, Campiani —llevando a su esposa del brazo— se acercó a Pascale para hablar y, de paso, saludar a Moreira. Pascale se encargó de las presentaciones y, cinco segundos después, el intento de pacificación se derrumbó imprevistamente.
—¡Usteg es edemigo de mi madigo! —le espetó a Moreira la esposa de Campiani, en un castellano chapurreado, mientras lo señalaba con un dedo.
—No, no… —balbuceó Campiani, pero el daño ya estaba hecho.
—Yo no soy enemigo de su marido. Yo hago mi trabajo, nada más —respondió Moreira.
Campiani trató de plantearle al legislador algunos temas de su interés e incluso le propuso reunirse en otro lado para hablar más tranquilos. Pero Moreira le dijo que no, que no había nada de lo que ellos dos pudieran conversar y dio por terminado el accidentado encuentro.

Del lbro de El Observador sobre Pluna: "La historia detrás de la foto"

Observadoruy
La historia detrás de la foto
Aquel mediodía del 3 de octubre de 2012, el exdiputado blanco Álvaro Lorenzo dudó dos veces luego de llegar al restaurante Lindolfo, en donde había quedado para almorzar con el entonces director de Ancap, Carlos Daniel Camy. Primero pensó en sentarse en una de las mesas del fondo del salón, pero siguió buscando un lugar más cómodo. Divisó otro lugar vacío en uno de los costados del salón de la calle Lindolfo Cuestas pero lo descartó porque estaba cerca del baño.
Por último, decidió sentarse a esperar a su invitado en una mesa que tiene vista al estacionamiento que queda frente a la entrada del restaurante. Allí estaba comiendo cuando divisó un Mercedes Benz con chapa argentina que estacionaba a pocos metros de su ventana. Vio bajar a tres personas. A una de ellas la identificó de inmediato: era el dueño de BQB y de Buquebus, Juan Carlos López Mena.
Lorenzo se preparó para saludarlo apenas ingresara al salón. El exparlamentario conoce al empresario de varias actividades en las que coincidieron relacionadas con el departamento de Maldonado. Incluso son vecinos, porque López Mena vive en el kilómetro 11 de la ruta 12 de Punta Ballena y Lorenzo en el kilómetro 16. Pero aquel mediodía López Mena evitó la puerta principal de Lindolfo y entró por una lateral que lleva a un salón reservado. Con él ingresaron su hijo Juan Patricio López y el representante de Cosmo, Hernán Calvo.
Unos minutos después, el exdiputado Lorenzo dejó los cubiertos a un lado, interrumpió el diálogo con Camy y marcó el celular de un periodista de El Observador. ¿Las razones del apuro? Desde su ventana había visto bajarse de un Renault con chapa oficial al ministro de Economía, Fernando Lorenzo, que entró al restaurante por la misma puerta que López Mena. El exdiputado Lorenzo —quien no tiene ningún parentesco con el ministro— cuenta así las razones que lo llevaron a alertar a El Observador. “Se trataba de un tema nacional, dos días antes había sido la subasta de Pluna y, por pura casualidad, veo que el ministro de Economía y López Mena se juntan en un lugar semiprivado. Algo estaba pasando. Me pareció que era un evento relevante. Entonces señalé la perdiz y los periodistas dispararon”.
El que disparó su cámara fue el fotógrafo Diego Battiste, a quien se le encomendó la tarea de dirigirse al restaurante y, más precisamente, al salón en donde almorzaban los distinguidos comensales.
“¡Fotos no!”, alcanzó a exclamar el ministro Lorenzo cuando oyó el sonido del obturador a sus espaldas. Se dio vuelta y su rostro quedó enmarcado junto a las presencias de López Mena, Juan Patricio López, Hernán Calvo y el asesor del Ministerio de Economía, Gabriel Papa. La publicación de la foto el 4 de octubre del 2012 en la tapa de El Observador dejó en evidencia un entramado político-empresarial y de vinculaciones varias que ya no pudieron ser desmentidas. Luego de que el fotógrafo hiciera su trabajo, los encargados de Lindolfo cerraron el portón del local para que nadie más entrara. A los 15 minutos salió el ministro Lorenzo muy enojado, y 40 minutos después se retiró López Mena con sus acompañantes, no sin antes dejarle dos billetes de $20 como propina al cuidador de coches.
El ministro Lorenzo siempre sospechó que fue López Mena el que había “vendido” el encuentro a los periodistas.
Tres meses después de esos hechos, el exdiputado Lorenzo se encontró en el Aeroparque de Buenos Aires con el empresario y operador astorista Esteban Valenti. Y entre ambos ocurrió el diálogo que se consigna casi textual a continuación:
Valenti. ¿Cómo andás? Esto es un desastre, tenía un vuelo en Aerolíneas más temprano, lo cancelaron y tuve que esperar hasta las siete…
Lorenzo. Yo salgo ahora en BQB para Laguna del Sauce. ¿Cómo anda todo?
V. Y bueno, por suerte mi hijo vive acá, me pasó a buscar y aproveché la demora…
L. Lo que pasa es que el asunto de Pluna está complicando todo. ¿Viste lo del Lindolfo? ¡Qué movido se puso! (Se ríe.)
V. ¿Y qué tenés que ver vos con lo del Lindolfo? L. Como salió en Caras & Caretas pensé que ya sabías. Fui yo el que llamó a El Observador para avisarle de la reunión.
V. No, no sabía. ¿Fuiste vos? ¿En serio? Eso es importante porque nosotros creíamos que había sido López Mena el que se había visto encerrado en el tema y que había entregado la reunión…
L. No. Fui yo. Tengo buen trato con López Mena, pero no sé, me salió el instinto político y llamé para el diario.
V. Y sí, yo en tu lugar hubiera hecho lo mismo…
L. Pero más allá de la reunión, lo que los dejó mal parados fue la cola de paja de Lorenzo. Fotos no, fotos no…
V. Y sí, puede ser… (Le suena el teléfono, Valenti atiende, tapa el auricular.) Es el Ñato (Sobrenombre del ministro de Economía, Fernando Lorenzo, quien llamaba desde Washington. Luego, habla con el jerarca a través del celular.) ¿Sabés con quién estoy acá? Con el diputado Lorenzo.
L. Exdiputado…
V. (Hace un gesto como diciendo que no importa.) Me acaba de decir que fue él el que llamó a El Observador para avisarle de la charla en Lindolfo... (Silencio.) Te digo que sí, me lo acaba de decir…
L. Mandale saludos. Decile que es la ley de la selva.
V. Te manda saludos, dice que es la ley de la selva… (Silencio, seguido de comentarios superficiales sobre la repercusión en los medios de la movida astorista.) Bueno, bueno, chau.
L. ¿Se calentó?
V. Y…, el Ñato es muy calentón.
L. Es muy calentón y muy pelotudo.

Terminado el diálogo, cada cual tomó el avión que le había tocado en suerte.

EDITAN LIBRO. "Pluna, la caja negra"


Pormenores del caso que conmovió al gobierno de izquierda


"Vos no me vas a cortar nada porque nadie se va a animar a cortarme el suministro de combustible”, levantó la voz y dio un golpe sobre el escritorio el empresario Matías Campiani, presidente de Leadgate. Del otro lado del despacho, el presidente de Ancap, Raúl Sendic, se levantó de su silla y al tiempo que extendía su brazo apuntando hacia la puerta, gritó: “¡Te vas de acá y te voy a cortar el suministro de combustible!”. Era el principio del fin de Leadgate al frente de la ya legendaria Pluna como lo era de las posibilidades que el gobierno tenía para mantener funcionando un negocio que había nacido mal parido con la concesión directa a la empresa de Campiani.

Episodios como este pautaron el que posiblemente sea el mayor golpe político y de gestión recibido por las dos administraciones frenteamplistas, y son narrados en el libro Pluna, la caja negra que se publicará este lunes junto con la edición de El Observador.
Aunque los ecos del impacto aún no se apagaron, los periodistas Leonardo Pereyra y Martín Viggiano reconstruyeron metro por metro esta fenomenal caída libre de Pluna que aún genera algo parecido al vértigo entre los protagonistas de una historia por la que transitan presuntos empresarios desdentados que llegaban hasta la oficina del mismísimo presidente de la República con fórmulas mágicas, operadores políticos como Esteban Valenti tratando de convencer desde el exterior al ministro de Economía, Fernando Lorenzo, que no había sido el empresario López Mena el que lo sopló para que un fotógrafo de El Observador lo eternizara en el almuerzo más pesado de su vida, y jerarcas de gobierno que iban en busca de un grupo de inversores y se terminaban encontrando con un solitario comprador sospechado de lavar dinero del narcotráfico.


Diálogos violentos, actitudes sospechosas y situaciones tragicómicas que pasaron inadvertidas en su momento pero que quedaron grabados en la memoria de sus protagonistas, como quedan grabadas en la caja negra de un avión las últimas voces antes del desastre.

En el libro se realiza un pormenorizado informe de los rasgos personales de algunos de los principales protagonistas de esta historia –Matías Campiani, Paul Elberse, Juan Carlos López Mena, entre otros– y repasa las idas y venidas de la última década que ha sido una de las más tempestuosas para las compañías aéreas que se desplomaron para nunca más levantar vuelo o debieron fusionarse para seguir existiendo en un mercado golpeado por las crisis económicas, la suba del petróleo, las aerolíneas de bajo costo y la amenaza del terrorismo. 
Esa crisis tuvo en Uruguay un especial condimento político por haber ocurrido durante el primer gobierno de izquierda que hubo en el país, que se vio obligado a ir contra principios que predicó históricamente, como la participación de extranjeros en servicios públicos o la privatización de empresas estatales.

Aunque fue el presidente colorado Julio Sanguinetti quien en junio de 1995 le cedió a la empresa Varig buena parte del capital de Pluna, le tocó a su par frenteamplista Tabaré Vázquez abrirle la puerta a la participación de la firma Leadgate, e inauguró así un período especialmente turbulento, cuyas repercusiones políticas y judiciales el médico oncólogo seguramente no imaginó. Aquella alianza, o mejor dicho su ruptura, terminó por impactar en cuestiones aun más caras para la izquierda que la privatización de una empresa y  terminó cerrándola el presidente José Mujica con altísimas dosis de desprolijidad en la gestión, al punto que provocaron la mayor crisis no solo del gobierno sino de la historia de la izquierda como partido gobernante. Además, expuso a varios de sus colaboradores a enfrentar las acusaciones de un fiscal ante los estrados judiciales y, como un búmeran, catapultó el caso Pluna como un complicado tema de campaña que deberá enfrentar nuevamente Vázquez.
Este es un libro que repasa lo que ya es un hito en la historia política contemporánea uruguaya, a través del relato de algunos de sus protagonistas, quienes aportaron esos detalles que, en general y por diversas causas, la cobertura periodística cotidiana deja en un segundo plano o directamente obvia, pero en los que muchas veces anida el alma de los hechos.
Ficha técnica
Nombre:  Pluna, la caja negra

Autores:  Leonardo Pereyra y Martín Viggiano

Páginas:  201

Editorial:  El Observador

Precio:  $ 250