"Esto es una provocación que no nos va a hacer perder la calma. Este señor (Grille) lo que está haciendo es defender la publicidad oficial que recibe.No van a lograr que Luis cambie su discurso.Es lo que quieren, por eso provocan pero no lo lograrán".
La frase pertenece a un dirigente de primera línea del Partido Nacional.La afirmación fue en respuesta a la consulta de este blog en relación a varios artículos que el director de la revista Caras y Caretas ha estado publicando en relación a la campaña electoral del Partido Nacional y su candidato.
En su último editorial, Grille escribe "el recetario “La positiva”, que es una
perfecta colección de instrumentos de marketing político utilizada en
Nueva Zelanda y en Australia, es la base del discurso de Luis Alberto
Lacalle Pou, que no ha contestado esta denuncia que apareció también en
otros medios".
Llama "Pompita" al candidato presidencial a quien acusa de ser el representante de "la alta oligarquía" y que su campaña está siendo financiada por dinero "de dudoso origen".
"Reitero la “alerta roja”: Luis Alberto Lacalle Pou no debería
presidir la República aunque más no sea por el instinto de supervivencia
de los uruguayos. Los que aún tienen dudas, frenteamplistas
disgustados, wilsonistas, batllistas de don Pepe si aún queda alguno, e
independientes deberían tenerlo bien presente" escribe el editorialista.
A continuación el blog reproduce textualmente el artículo, quizás el ataque más duro contra la candidatura de Luis Lacalle Pou.
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LACALLE POU
No puede ni con él mismo
Alberto Grille Caras y Caretas
Si
no fuera por el peligro de que llegue a presidir nuestra República,
podríamos decir que la candidatura de Luis Alberto Lacalle Pou es una
farsa. En realidad es producto de una costosa operación de marketing
cuyo modelo se compró o se copió del exterior y fue instalada con el
objetivo de que una clase social, la alta oligarquía, retome el gobierno
en Uruguay.
Por Alberto Grille
PUBLICADO
el Domingo 5
de octubre, 2014
El candidato del Partido Nacional, Luis Alberto
Lacalle Pou, es una persona con escasos méritos y con algunas vanidades
de las que gusta presumir. Hijo de un político que fue presidente y
cuyos amigos aún llaman “presidente”, bisnieto de uno de los fundadores
del sistema tradicional de partidos políticos, él y sus amigos creen que
nacieron para ser “number one”. Sus andanzas por los medios
desconciertan. Tiene detrás una parafernalia de técnicos en comunicación
que le preparan los escenarios y las frases hechas que dispara cada
tanto, pero el disparo falla a veces por el azar, a veces por las
circunstancias y a veces por él mismo. Así lo tenemos día a día a pie
firme como en una tabla de surf, saltando con gran arrojo las olas o
deambulando por las calles de Carrasco, tratando de dejar de lado la
responsabilidad con el escudo de ocultar lo que piensa y dejar atrás su
historia política, ideológica y personal.
Merece una mención especial Sancho Panza, su fiel escudero, quien
oficia de ariete con su vozarrón y su trivialidad ya legendaria,
reclamando su espacio cada vez más a la derecha de la derecha.
Pero de Sancho no vamos a hablar más porque a él “le tocó, lo poco que le tocó”.
*
Para ser honesto, el “candidato” en ocasiones reconoce que de joven
era un poquito “banana” pero que de pronto se avivó al asumir una banca
de diputado en la que lo puso su mamá.
Lo cierto es que el muchacho nos somete a una sucesión de mensajes
vacuos, propios de libros de autoayuda o de sectas hindúes, que encubren
–no lo olvidemos nunca– las premisas de un gobierno autoritario,
neoliberal, oligárquico y reaccionario, que apunta directamente a barrer
todas las conquistas económicas, sociales y de derechos que en Uruguay
se han obtenido en casi diez años de gobiernos progresistas.
Después de diez años en que el proyecto de la izquierda ha demostrado
ser muy exitoso, mucha gente no quiere creer que estemos ante la
restauración conservadora; como consecuencia no resulta ni curioso que
algunos espectadores de la actual campaña no puedan creer que ese joven
tan “positivo” sea tan de derecha.
Para qué reiterarlo si alcanza con observarlo un poco.
Veamos: el candidato, al que llaman “pompita”, no ha logrado aún
coordinar un grupo de jóvenes afines a su ideología, vecinos de barrio,
compañeros de escuela y de balneario y de clase social.
No ha podido domesticar a sus asesores que tienen la maldita
costumbre de sincerarse ante los micrófonos; soporta sin mucha dignidad
que un periodista lo trate de “sanatero”, que el mismo cronista se burle
del programa del Partido Nacional y de su candidato en su cara, y lo
que es peor que no esté de acuerdo ni consigo mismo. Siempre que escribo
estas líneas tan militantes pienso que quizás algún lector crea que
debo mantener una línea más equidistante. En verdad no voy a hacerlo
porque de ganar Lacalle lo que nos espera no admite neutralidad.
Reitero la “alerta roja”: Luis Alberto Lacalle Pou no debería
presidir la República aunque más no sea por el instinto de supervivencia
de los uruguayos. Los que aún tienen dudas, frenteamplistas
disgustados, wilsonistas, batllistas de don Pepe si aún queda alguno, e
independientes deberían tenerlo bien presente.
“La positiva”: producto de marketing político internacional
Los últimos diez días han sido terribles para Cuquito, porque han
caído varias máscaras a la vez. La primera caída se produjo luego de que
el 24 de setiembre Caras y Caretas portal publicara imágenes de un
afiche del Partido Laborista de Nueva Zelanda –que paradójicamente luego
perdió con el derechista Partido Nacional (de Nueva Zelanda, por
supuesto)–, donde se podía leer la consigna “Por la positiva”, el mismo
eslogan de Lacalle Pou, incluyendo, of course, el mismo “tilde”.
Conocido esto, las redes sociales hicieron del tema un trendig topic.
A los creativos de Lacalle se les había ocurrido la misma idea, tres
años después que a los de la bella y joven candidata neozelandesa
Jacinda Arnes. En 2009 ya había ocurrido un hecho similar en la campaña
presidencial de Luis Alberto Lacalle Herrera: en un spot se veía a una
mujer escuchando atentamente, y algo emocionada, un discurso del
presidenciable blanco. Al poco tiempo se supo que la imagen provenía de
América TV y había sido filmada para la campaña del millonario porteño
Francisco de Narváez, que comparte ideologías y algunos foros con
Lacalle, vinculados al anticomunismo cubano con sede en Miami. El
episodio fue patético y terminó con los blancos retirando el spot
después de una escandalete internacional que llegó a las páginas del
diario Clarín. Los “extras” argentinos contratados para la campaña de De
Narváez miraban extasiados a Lacalle hablando emocionado con palabras
entrecortadas, casi llorando frente al público. Se supo entonces que el
publicista argentino Ramiro Agulla vendió los spots a De Narváez y
Lacalle. Cuando los hechos se conocieron, el comando de campaña del
Partido Nacional retiró el aviso, pero en una entrevista televisiva,
cuando un periodista ler preguntó si no era engañoso utilizar actores
que en realidad no escuchaban ni conocían sus palabras, el entonces
candidato, fiel a su economía de libre mercado, en la cual todo bien o
servicio –y aun la condición humana– es un objeto que se compra y se
vende, respondió con su características soltura y altivez: “Yo compro un
producto. No sé de dónde salen las imágenes ni me ocupo de dónde las
filmó el señor”.
Ahora el tema vuelve porque el recetario “La positiva”, que es una
perfecta colección de instrumentos de marketing político utilizada en
Nueva Zelanda y en Australia, es la base del discurso de Luis Alberto
Lacalle Pou, que no ha contestado esta denuncia que apareció también en
otros medios. En todo caso, según El Observador, habría contestado
implícitamente el 26 de setiembre durante su gira por San José y Flores,
donde “el candidato presidencial blanco no se apartó casi nada de su
discurso tradicional e internacional, evitó la confrontación con sus
rivales y lanzó frases y conceptos que, para quien sigue sus palabras,
suenan a cosa repetida”. El periodista Leonardo Pereyra afirmó que
“esto, que puede ser considerado como una falta de originalidad o de
sustancia, es, para el líder blanco, una de sus virtudes”. “Soy muy
previsible en las cosas que digo. Soy bastante aburrido; me van a
escuchar decir las mismas cosas mil veces”, ha dicho. Muchas de las
frases de Lacalle Pou ya se adivinan cuando toma el micrófono para
hablar ante sus simpatizantes: “Por la positiva no es un eslogan, es una
forma de ver la vida”. “Si nos van a votar por ser el menos malo, no
nos voten”. “Vamos a elegir a los mejores hombres para gobernar”. “Vamos
a gobernar bien”. “Analistas, políticos y periodistas se preguntan
hasta cuándo va a llegar este ‘por la positiva’. Dicen que no puede
durar mucho, que caduca antes de las elecciones”.
Sin embargo, insistió en sus cuestionamientos al oficialismo y pidió
implícitamente la renuncia del ministro Eduardo Bonomi. Pompita alardeó
esa tarde de cierto cinismo, criticando a “aquellos que gastan plata
innecesariamente en el período electoral”. “En nuestro gobierno los que
no expliquen debidamente sus gastos se van a tener que ir para sus
casas”, amenazó. Realmente se necesita mucho rostro en tiempos en que la
propaganda “lacallepompista” de carísima factura y financiada
copiosamente desde la gusanera cubana de Miami o de empresarios
paraguayos con plata de dudosísimo origen, a quienes manguean Julita y
Abreu, atiborran los espacios radiales y televisivos a un costo que ha
hecho suponer a más de un observador en una masiva inversión económica
de poderosos grupos nativos o extranjeros. “Ya sobre el final de la gira
–dice el cronista de El Observador–, Lacalle retomó su mensaje
habitual. ‘Frente a las críticas, la mentira y la intolerancia ¿saben
qué les vamos a contestar? Les vamos a contestar con eso… escuchen…’,
dijo. En la soledad de Ismael Cortinas sólo se oía el silencio y algún
tero lejano”, finaliza Pereyra.
El silencio de “Lacalle Pompita” no se altera ni siquiera cuando
aparecen elementos que tocan la ética política. Buen seguidor de una
tradición oligárquica más que centenaria que ha sabido estar en todas
las coaliciones reaccionarias y colaborar con las dos dictaduras del
siglo XX en Uruguay.
¿Usted sabe qué es ser Presidente de la República?
A mí me tocó visitar una vez un pequeño despacho presidencial que
usaba Tabaré Vázquez en esas discretas oficinas casi amuralladas que se
llaman Suárez Chico. En ese pequeño escritorio trabajaba Tabaré,
acostumbrado a hacer, gerenciar y mandar. El escritorio no tenía ni un
solo papel y Tabaré me mostró que tampoco había ningún expediente en los
cajones porque él firmaba todos los papeles todos los días. Nada
quedaba para el día siguiente. El presidente tiene que estar bien atento
y nada debe quedar para el día siguiente, porque el cargo de presidente
es de las 24 horas de todos los días del año. Una tarde, mientras
trabajábamos, le conté a Carlos Luppi esta pequeña anécdota y él
reflexionaba más o menos así: “Si mañana hubiera una matanza en Ucrania,
o el ébola se sigue extendiendo en África, o un ómnibus carretero se
desparrama en el arroyo Las Ceibas, o se escapan dos presos de la cárcel
de Campanero en Minas o sube dos pesos el ‘blue’ o el precio de la soja
sigue bajando, eso es –y es natural que sea– tema de preocupación para
el Presidente de la República Oriental del Uruguay. Me río de los que
dicen con mala intención que Tabaré dedica mucho tiempo a la pesca. Fue
un día de pesca que recibió una llamada, efectuó tres comprobaciones y
en una hora destituyó a un comandante del Ejército que había cometido un
acto indebido. Otro día se bajó de un yate de la Armada en Punta del
Este, se subió a un helicóptero, citó a los médicos en conflicto, se
reunió con ellos en el Edificio Libertad, arregló el entuerto que tenía
en jaque a la excelente ministra María Julia Muñoz, se subió al
helicóptero, subió al yate, tiró lejos la plomada y terminó la tardecita
sacándose una selfie con dos corvinas negras. El presidente de Uruguay
recibe de mañana, a primera hora, los diarios y dos resúmenes de
noticias: uno sobre la información corriente y otro elaborado por los
servicios de inteligencia. Recibe decenas de llamadas importantes,
algunas de colegas del exterior y a veces de los principales centros de
poder políticos y económicos mundiales. Lo que pasa en cualquier lado no
le puede ser ajeno. Por eso los presidentes, hasta los más desaliñados,
como Pacheco Areco, que pasaba todas las noches de rumba, encanecen en
el cargo. No lo veo a Cuquito sopesando el valor de la información que
pudiera eventualmente recibir, y, lo que es peor, dándole adecuado uso.
No lo veo agobiado por la carga de la responsabilidad del Estado, por la
suerte de sus compatriotas y por el peso de la Historia. No lo veo
leyendo expedientes hasta las cuatro de la madrugada o reflexionando
horas sin decir una palabra o escuchando atentamente a sus
colaboradores. En mis pesadillas lo veo haciendo fierros, ‘corriendo
para tener siempre 19 años’, haciendo alguna llamada a Miami o a Texas, o
reunido en el inmenso despacho con sus amiguitos del British y del
campo, planeando parties y jornadas de caza o de surf”, terminó Luppi
aquella tarde.
Juan Dubra Estrada ataca de nuevo
Tras la andanada de comentarios que siguieron a su famosa expresión
“El Uruguay [...] estaba muy bien antes del 2004″, el economista Juan
Dubra Estrada se llamó a silencio en su casa de Carrasco. Pero el jueves
25, el eventual presidente del Banco Central de un gobierno
lacallepompista volvió por todo lo alto. En la mañana se conoció una
carta publicada al comienzo de la sección correspondiente del semanario
Búsqueda bajo el título “Las declaraciones de Juan Dubra”. Tanto por su
ubicación como por el título, el semanario le dio el mismo tratamiento
que hubiera dado a una carta de Julio María Sanguinetti, de Mario Vargas
Llosa o de algún premio Nobel neoliberal de los muy pocos que quedan
vivos. En ella, el distinguido, por su porte, economista, tras reafirmar
sus declaraciones a Infobae, afirma condescendientemente: “Reconozco
que la expresión no fue apropiada, aunque sólo se refería a las
condiciones que teníamos para crecer, especialmente si se omite la
referencia a que en Uruguay sí había un problema de distribución y de
pobreza. Pero sobre los hechos en relación a lo que dije en esa frase no
hay discusión: […]“, y hace una serie de consideraciones según las
cuales las bases del bienestar posterior ya estaban echadas por los
gobiernos anteriores, los que nos llevaron a la crisis de 2002. Enumera
las presuntas oportunidades que Uruguay perdió y concluye su
argumentación afirmando: “Es claro que el uruguayo está mejor que hace
diez años. Pero el mundo y la región avanzaron tanto o más que
nosotros”. Realmente no creemos que sea así. Salvo Estados Unidos y
China, con sus políticas keynesianas, ni Europa, ni muchos países
asiáticos, ni, aunque duela decirlo, la región, “avanzaron tanto o más
que nosotros”. Se equivoca míster Dubra Estrada, que termina su carta
diciendo con un tono condescendiente estilo Luis XIV: “Escribo esta
carta porque me están usando para atacar a Lacalle Pou, el presidente
que Uruguay necesita, y quiero cerrar este capítulo para que todos nos
dediquemos a pensar en las cosas que le importan al país, como por
ejemplo educación, seguridad y cómo encarar los años que vienen
agregando productividad para mejorar el bienestar económico de los
uruguayos”.
Este final tiene una trampita que nos habla del verdadero motivo por
el cual Dubra Estrada escribió que estábamos “muy bien antes del 2004″,
es decir, después de la crisis de 2002. Nótese que al final habla de
mejorar el bienestar económico de los uruguayos, pero no dice “de todos
los uruguayos”. Y cuando habla de productividad deberíamos leer “tasa de
explotación”. Es que la gente de su ideología oligárquica
neomalthusiana considera en su fuero profundo que en realidad el país le
pertenece, como la tierra, por la gracia de Dios, y que el país
funciona bien si permite que el uno por ciento de su población viva muy
bien, como ha vivido siempre, y sobre todo en las crisis, que es cuando
más se enriquece.
La noche del jueves, en el programa televisivo de Gabriel Pereyra,
Cuquito lo desenterró. Dijo: “A Juan Dubra lo fui a buscar yo”, y “va a
estar en mi cuadro, no te quepa ninguna duda”.
No está de acuerdo ni con él mismo
Los lectores de Caras y Caretas ya saben
que Lacalle Pompita es hombre de macanas grandes y reculadas
vertiginosas. Que un día le dijo a Juan Pedro Bordaberry que “es muy
grave acusar de extorsión”, y que “eso se dirime en un Juzgado Penal
[...] porque extorsión es una figura penal”, y esa misma noche fue
reptando hasta la casa del hijo del dictador en Avenida a la Playa y le
rogó el perdón y le ofreció a cambio la mitad del gabinete,
especialmente el Ministerio del Interior.
Pedro pareció perdonar, y en estos días el presidente del Honorable
Directorio, el terrateniente floridense Luis Alberto Heber, declaró que
Bordaberry haría campaña por Lacalle Pou, dándolo ya por tercero, lo
cual lo debe haber dejado muy contento. ¿Se habrá enterado Heber,
desplazado al quinto lugar en la lista al Senado del herrero-lacallismo,
que Cuquito amenazó a Pedro con los estrados judiciales hace menos de
un mes? ¿Luis Alberto Heber leerá los diarios?
El caso es que Cuquito pareció haber hecho la paz y pudo hablarle y
servirle agua a Pedro durante toda la exposición de los cuatro
candidatos en la Rural, el viernes 12 de setiembre. Por entonces las
contradicciones eran para afuera.
Pero ahora, seguramente en el mareo de las peleas con los asesores
que dicen lo que todos piensan que piensan y no pueden decir, ha
empezado a contradecirse él mismo. Así, en un artículo que Crónicas le
dedicó el 19 de setiembre, titulado “Lacalle Pou deslizó que no
integraría el gabinete con hombres del Frente Amplio”, recogiendo una
entrevista realizada por El Espectador. Después reiteró la “sanata
positiva” y mencionó la gobernabilidad afirmando que “la buena noticia
es que vuelve el diálogo necesario a Uruguay”. Sin siquiera respirar
dijo: “En estos años notamos que se está mandando por imposición: yo soy
más que tú y por ende prima mi verdad, y se ha dificultado muchísimo,
aun con la buena voluntad del resto de los partidos”. Sobre la
participación de la oposición en cargos de gobierno Lacalle dijo ese
mismo día: “En entes autónomos, servicios descentralizados y
desconcentrados, necesariamente tiene que estar representada toda la
sociedad, los partidos que tengan representación parlamentaria van a
estar integrados”. En relación al gabinete dijo esa mañana que no
erradica “la posibilidad de que sectores del Frente Amplio lo integren,
aunque siendo realista, para integrar el Poder Ejecutivo hay que
suscribir la ley de presupuesto, y dados algunos proyectos que para el
Partido Nacional son de vital importancia (y que no mencionó), quizás
eso complique la representación en lo que respecta al Poder Ejecutivo”.
Rematando el entrevero de ideas lanzadas sin pensar demasiado sentenció
que “[al Frente] les cuesta tener cohesión interna y, cuando la logran,
aparecen factores exógenos como los sindicatos que los distorsionan. La
vocación de diálogo del Partido Nacional está probada”. Al final recordó
que él “no compartirá el gobierno”, en clara alusión al poder que
habrían alcanzado los sindicatos en nuestro país.
En suma: ¿hay diálogo o hay imposicición?, ¿Lacalle integrará o no
frenteamplistas a los cargos de gobierno?, ¿habrá frenteamplistas en el
gabinete o para estarlo deberán votar la ley de presupuesto?, ¿los
espacios conquistados por los sindicatos estarán en disputa durante su
gobierno? Me parece que detrás de ese trabalengua está todo más claro
que el agua clara. Lacalle no quiere diálogo ni coparticipación: quiere
un presupuesto en el que se vote el ajuste fiscal, y el que no lo vota
no entrará en el gabinete ni en los entes del Estado. Con los sindicatos
habrá lucha, en particular los consejos de salarios y el salario
estarán en disputa durante su gobierno.
Papelón en el programa de Gabriel Pereyra
Para continuar marcando la tendencia descendente que nos hace acordar
a otros candidatos del Partido Nacional, Cuquito estuvo el jueves 25 en
el programa televisivo En la mira que conduce Gabriel Pereyra,
periodista de El Observador, y también jugó un muy deslucido papel.
Pereyra enfrentó la nube de frases hechas de Lacalle Pou con preguntas
muy precisas sobre inconsistencias del programa nacionalista (al que
calificó de “sanata”, término que debería haber merecido alguna
respuesta más firme del sonriente entrevistado), y de sus propias
actitudes, como la eliminación de apoyo del “Sí a la baja” que le fue
reprochado por Bordaberry. Más tarde, ante las quejas de Lacalle Pou
sobre la inseguridad actual, le recordó los fracasos de la política de
seguridad del gobierno de Lacalle Herrera, le señaló que algunas de las
medidas propuestas ya están implementadas, y se burló de sus
conocimientos del sistema carcelario de nuestro país. Las ironías de
Pereyra siguieron con sus críticas al programa de salud, a los programas
sociales y a la eventual conflictividad social que tendría su gobierno.
Pompita buscó ganar tiempo sin replicar con dureza, tratando de
aprovechar la cámara, aunque lo que debe de haber dejado en sus
partidarios fue una gran desilusión.
A no engañarse, la lucha continúa
El Frente Amplio ha mejorado en las encuestas y muchos frentistas
respiran aliviados. No puede haber error más grande que bajar la
guardia: se está luchando contra un bloque oligárquico que dispone de
inmensos recursos y de un aparato mediático descomunal. La lucha
continúa, y debe hacerse cada día con mayor intensidad.
Claro que estos episodios que hemos reseñado en esta nota nos
reconfortan y surge la risa al ver esos lujosos carteles en las paredes
(¿cuánta plata paraguaya habrá entrado al país en estos meses?), donde
se ve al “príncipe encantador” mostrando su talante más arrogante y la
mano en el corazón –el gesto estadounidense que usaron los muy queridos y
populares presidentes Sanguinetti y Lacalle– mientras Larrañaga lo mira
embobado.
Por más jocosa que pueda ser la situación, en ningún momento debemos
olvidar que hay una crucial elección nacional por medio, que a Cuquito
lo empuja la publicidad más cara y más estudiada de las últimas décadas
para manipular electorados, que podría –Dios no lo permita– llegar al
máximo sitial y ser el mascarón del proa del proyecto histórico
reaccionario que representa el herrero-lacallismo, ahora nada menos que
en sociedad con el bordaberrismo.
¡¡Agarrate Catalina!!
¡¡Aguante el Frente!!
* Publicado en Caras y Caretas el viernes 03 de octubre de 2014