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jueves, 9 de octubre de 2014

"Lacalle Pou no puede ni con él mismo". Alberto Grille, Caras y Caretas


 Lacalle Pou beso

"Esto es una provocación que no nos va a hacer perder la calma. Este señor (Grille) lo que está haciendo es defender la publicidad oficial que recibe.No van a lograr que Luis cambie su discurso.Es lo que quieren, por eso provocan pero no lo lograrán".
La frase pertenece a un dirigente de primera línea del Partido Nacional.La afirmación fue en respuesta a la consulta de este blog en relación a varios artículos que el director de la revista Caras y Caretas ha estado publicando en relación a la campaña electoral del Partido Nacional y su candidato.
En su último editorial, Grille escribe "el recetario “La positiva”, que es una perfecta colección de instrumentos de marketing político utilizada en Nueva Zelanda y en Australia, es la base del discurso de Luis Alberto Lacalle Pou, que no ha contestado esta denuncia que apareció también en otros medios".
Llama "Pompita" al candidato presidencial a quien acusa de ser el representante de "la alta oligarquía" y que su campaña está siendo financiada por dinero "de dudoso origen".
"Reitero la “alerta roja”: Luis Alberto Lacalle Pou no debería presidir la República aunque más no sea por el instinto de supervivencia de los uruguayos. Los que aún tienen dudas, frenteamplistas disgustados, wilsonistas, batllistas de don Pepe si aún queda alguno, e independientes deberían tenerlo bien presente" escribe el editorialista.

A continuación el blog reproduce textualmente el artículo, quizás el ataque más duro contra la candidatura de Luis Lacalle Pou.
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 LACALLE POU
 No puede ni con él mismo

 Alberto Grille Caras y Caretas

Si no fuera por el peligro de que llegue a presidir nuestra República, podríamos decir que la candidatura de Luis Alberto Lacalle Pou es una farsa. En realidad es producto de una costosa operación de marketing cuyo modelo se compró o se copió del exterior y fue instalada con el objetivo de que una clase social, la alta oligarquía, retome el gobierno en Uruguay.
Por Alberto Grille


PUBLICADO el Domingo 5 de octubre, 2014 
 
El candidato del Partido Nacional, Luis Alberto Lacalle Pou, es una persona con escasos méritos y con algunas vanidades de las que gusta presumir. Hijo de un político que fue presidente y cuyos amigos aún llaman “presidente”, bisnieto de uno de los fundadores del sistema tradicional de partidos políticos, él y sus amigos creen que nacieron para ser “number one”. Sus andanzas por los medios desconciertan. Tiene detrás una parafernalia de técnicos en comunicación que le preparan los escenarios y las frases hechas que dispara cada tanto, pero el disparo falla a veces por el azar, a veces por las circunstancias y a veces por él mismo. Así lo tenemos día a día a pie firme como en una tabla de surf, saltando con gran arrojo las olas o deambulando por las calles de Carrasco, tratando de dejar de lado la responsabilidad con el escudo de ocultar lo que piensa y dejar atrás su historia política, ideológica y personal.
Merece una mención especial Sancho Panza, su fiel escudero, quien oficia de ariete con su vozarrón y su trivialidad ya legendaria, reclamando su espacio cada vez más a la derecha de la derecha.
Pero de Sancho no vamos a hablar más porque a él “le tocó, lo poco que le tocó”.
*
Para ser honesto, el “candidato” en ocasiones reconoce que de joven era un poquito “banana” pero que de pronto se avivó al asumir una banca de diputado en la que lo puso su mamá.
Lo cierto es que el muchacho nos somete a una sucesión de mensajes vacuos, propios de libros de autoayuda o de sectas hindúes, que encubren –no lo olvidemos nunca– las premisas de un gobierno autoritario, neoliberal, oligárquico y reaccionario, que apunta directamente a barrer todas las conquistas económicas, sociales y de derechos que en Uruguay se han obtenido en casi diez años de gobiernos progresistas.
Después de diez años en que el proyecto de la izquierda ha demostrado ser muy exitoso, mucha gente no quiere creer que estemos ante la restauración conservadora; como consecuencia no resulta ni curioso que algunos espectadores de la actual campaña no puedan creer que ese joven tan “positivo” sea tan de derecha.
Para qué reiterarlo si alcanza con observarlo un poco.
Veamos: el candidato, al que llaman “pompita”, no ha logrado aún coordinar un grupo de jóvenes afines a su ideología, vecinos de barrio, compañeros de escuela y de balneario y de clase social.
No ha podido domesticar a sus asesores que tienen la maldita costumbre de sincerarse ante los micrófonos; soporta sin mucha dignidad que un periodista lo trate de “sanatero”, que el mismo cronista se burle del programa del Partido Nacional y de su candidato en su cara, y lo que es peor que no esté de acuerdo ni consigo mismo. Siempre que escribo estas líneas tan militantes pienso que quizás algún lector crea que debo mantener una línea más equidistante. En verdad no voy a hacerlo porque de ganar Lacalle lo que nos espera no admite neutralidad.
Reitero la “alerta roja”: Luis Alberto Lacalle Pou no debería presidir la República aunque más no sea por el instinto de supervivencia de los uruguayos. Los que aún tienen dudas, frenteamplistas disgustados, wilsonistas, batllistas de don Pepe si aún queda alguno, e independientes deberían tenerlo bien presente.
“La positiva”: producto de marketing político internacional
Los últimos diez días han sido terribles para Cuquito, porque han caído varias máscaras a la vez. La primera caída se produjo luego de que el 24 de setiembre Caras y Caretas portal publicara imágenes de un afiche del Partido Laborista de Nueva Zelanda –que paradójicamente luego perdió con el derechista Partido Nacional (de Nueva Zelanda, por supuesto)–, donde se podía leer la consigna “Por la positiva”, el mismo eslogan de Lacalle Pou, incluyendo, of course, el mismo “tilde”.
Conocido esto, las redes sociales hicieron del tema un trendig topic. A los creativos de Lacalle se les había ocurrido la misma idea, tres años después que a los de la bella y joven candidata neozelandesa Jacinda Arnes. En 2009 ya había ocurrido un hecho similar en la campaña presidencial de Luis Alberto Lacalle Herrera: en un spot se veía a una mujer escuchando atentamente, y algo emocionada, un discurso del presidenciable blanco. Al poco tiempo se supo que la imagen provenía de América TV y había sido filmada para la campaña del millonario porteño Francisco de Narváez, que comparte ideologías y algunos foros con Lacalle, vinculados al anticomunismo cubano con sede en Miami. El episodio fue patético y terminó con los blancos retirando el spot después de una escandalete internacional que llegó a las páginas del diario Clarín. Los “extras” argentinos contratados para la campaña de De Narváez miraban extasiados a Lacalle hablando emocionado con palabras entrecortadas, casi llorando frente al público. Se supo entonces que el publicista argentino Ramiro Agulla vendió los spots a De Narváez y Lacalle. Cuando los hechos se conocieron, el comando de campaña del Partido Nacional retiró el aviso, pero en una entrevista televisiva, cuando un periodista ler preguntó si no era engañoso utilizar actores que en realidad no escuchaban ni conocían sus palabras, el entonces candidato, fiel a su economía de libre mercado, en la cual todo bien o servicio –y aun la condición humana– es un objeto que se compra y se vende, respondió con su características soltura y altivez: “Yo compro un producto. No sé de dónde salen las imágenes ni me ocupo de dónde las filmó el señor”.
Ahora el tema vuelve porque el recetario “La positiva”, que es una perfecta colección de instrumentos de marketing político utilizada en Nueva Zelanda y en Australia, es la base del discurso de Luis Alberto Lacalle Pou, que no ha contestado esta denuncia que apareció también en otros medios. En todo caso, según El Observador, habría contestado implícitamente el 26 de setiembre durante su gira por San José y Flores, donde “el candidato presidencial blanco no se apartó casi nada de su discurso tradicional e internacional, evitó la confrontación con sus rivales y lanzó frases y conceptos que, para quien sigue sus palabras, suenan a cosa repetida”. El periodista Leonardo Pereyra afirmó que “esto, que puede ser considerado como una falta de originalidad o de sustancia, es, para el líder blanco, una de sus virtudes”. “Soy muy previsible en las cosas que digo. Soy bastante aburrido; me van a escuchar decir las mismas cosas mil veces”, ha dicho. Muchas de las frases de Lacalle Pou ya se adivinan cuando toma el micrófono para hablar ante sus simpatizantes: “Por la positiva no es un eslogan, es una forma de ver la vida”. “Si nos van a votar por ser el menos malo, no nos voten”. “Vamos a elegir a los mejores hombres para gobernar”. “Vamos a gobernar bien”. “Analistas, políticos y periodistas se preguntan hasta cuándo va a llegar este ‘por la positiva’. Dicen que no puede durar mucho, que caduca antes de las elecciones”.
Sin embargo, insistió en sus cuestionamientos al oficialismo y pidió implícitamente la renuncia del ministro Eduardo Bonomi. Pompita alardeó esa tarde de cierto cinismo, criticando a “aquellos que gastan plata innecesariamente en el período electoral”. “En nuestro gobierno los que no expliquen debidamente sus gastos se van a tener que ir para sus casas”, amenazó. Realmente se necesita mucho rostro en tiempos en que la propaganda “lacallepompista” de carísima factura y financiada copiosamente desde la gusanera cubana de Miami o de empresarios paraguayos con plata de dudosísimo origen, a quienes manguean Julita y Abreu, atiborran los espacios radiales y televisivos a un costo que ha hecho suponer a más de un observador en una masiva inversión económica de poderosos grupos nativos o extranjeros. “Ya sobre el final de la gira –dice el cronista de El Observador–, Lacalle retomó su mensaje habitual. ‘Frente a las críticas, la mentira y la intolerancia ¿saben qué les vamos a contestar? Les vamos a contestar con eso… escuchen…’, dijo. En la soledad de Ismael Cortinas sólo se oía el silencio y algún tero lejano”, finaliza Pereyra.
El silencio de “Lacalle Pompita” no se altera ni siquiera cuando aparecen elementos que tocan la ética política. Buen seguidor de una tradición oligárquica más que centenaria que ha sabido estar en todas las coaliciones reaccionarias y colaborar con las dos dictaduras del siglo XX en Uruguay.
¿Usted sabe qué es ser Presidente de la República?
A mí me tocó visitar una vez un pequeño despacho presidencial que usaba Tabaré Vázquez en esas discretas oficinas casi amuralladas que se llaman Suárez Chico. En ese pequeño escritorio trabajaba Tabaré, acostumbrado a hacer, gerenciar y mandar. El escritorio no tenía ni un solo papel y Tabaré me mostró que tampoco había ningún expediente en los cajones porque él firmaba todos los papeles todos los días. Nada quedaba para el día siguiente. El presidente tiene que estar bien atento y nada debe quedar para el día siguiente, porque el cargo de presidente es de las 24 horas de todos los días del año. Una tarde, mientras trabajábamos, le conté a Carlos Luppi esta pequeña anécdota y él reflexionaba más o menos así: “Si mañana hubiera una matanza en Ucrania, o el ébola se sigue extendiendo en África, o un ómnibus carretero se desparrama en el arroyo Las Ceibas, o se escapan dos presos de la cárcel de Campanero en Minas o sube dos pesos el ‘blue’ o el precio de la soja sigue bajando, eso es –y es natural que sea– tema de preocupación para el Presidente de la República Oriental del Uruguay. Me río de los que dicen con mala intención que Tabaré dedica mucho tiempo a la pesca. Fue un día de pesca que recibió una llamada, efectuó tres comprobaciones y en una hora destituyó a un comandante del Ejército que había cometido un acto indebido. Otro día se bajó de un yate de la Armada en Punta del Este, se subió a un helicóptero, citó a los médicos en conflicto, se reunió con ellos en el Edificio Libertad, arregló el entuerto que tenía en jaque a la excelente ministra María Julia Muñoz, se subió al helicóptero, subió al yate, tiró lejos la plomada y terminó la tardecita sacándose una selfie con dos corvinas negras. El presidente de Uruguay recibe de mañana, a primera hora, los diarios y dos resúmenes de noticias: uno sobre la información corriente y otro elaborado por los servicios de inteligencia. Recibe decenas de llamadas importantes, algunas de colegas del exterior y a veces de los principales centros de poder políticos y económicos mundiales. Lo que pasa en cualquier lado no le puede ser ajeno. Por eso los presidentes, hasta los más desaliñados, como Pacheco Areco, que pasaba todas las noches de rumba, encanecen en el cargo. No lo veo a Cuquito sopesando el valor de la información que pudiera eventualmente recibir, y, lo que es peor, dándole adecuado uso. No lo veo agobiado por la carga de la responsabilidad del Estado, por la suerte de sus compatriotas y por el peso de la Historia. No lo veo leyendo expedientes hasta las cuatro de la madrugada o reflexionando horas sin decir una palabra o escuchando atentamente a sus colaboradores. En mis pesadillas lo veo haciendo fierros, ‘corriendo para tener siempre 19 años’, haciendo alguna llamada a Miami o a Texas, o reunido en el inmenso despacho con sus amiguitos del British y del campo, planeando parties y jornadas de caza o de surf”, terminó Luppi aquella tarde.
Juan Dubra Estrada ataca de nuevo
Tras la andanada de comentarios que siguieron a su famosa expresión “El Uruguay [...] estaba muy bien antes del 2004″, el economista Juan Dubra Estrada se llamó a silencio en su casa de Carrasco. Pero el jueves 25, el eventual presidente del Banco Central de un gobierno lacallepompista volvió por todo lo alto. En la mañana se conoció una carta publicada al comienzo de la sección correspondiente del semanario Búsqueda bajo el título “Las declaraciones de Juan Dubra”. Tanto por su ubicación como por el título, el semanario le dio el mismo tratamiento que hubiera dado a una carta de Julio María Sanguinetti, de Mario Vargas Llosa o de algún premio Nobel neoliberal de los muy pocos que quedan vivos. En ella, el distinguido, por su porte, economista, tras reafirmar sus declaraciones a Infobae, afirma condescendientemente: “Reconozco que la expresión no fue apropiada, aunque sólo se refería a las condiciones que teníamos para crecer, especialmente si se omite la referencia a que en Uruguay sí había un problema de distribución y de pobreza. Pero sobre los hechos en relación a lo que dije en esa frase no hay discusión: […]“, y hace una serie de consideraciones según las cuales las bases del bienestar posterior ya estaban echadas por los gobiernos anteriores, los que nos llevaron a la crisis de 2002. Enumera las presuntas oportunidades que Uruguay perdió y concluye su argumentación afirmando: “Es claro que el uruguayo está mejor que hace diez años. Pero el mundo y la región avanzaron tanto o más que nosotros”. Realmente no creemos que sea así. Salvo Estados Unidos y China, con sus políticas keynesianas, ni Europa, ni muchos países asiáticos, ni, aunque duela decirlo, la región, “avanzaron tanto o más que nosotros”. Se equivoca míster Dubra Estrada, que termina su carta diciendo con un tono condescendiente estilo Luis XIV: “Escribo esta carta porque me están usando para atacar a Lacalle Pou, el presidente que Uruguay necesita, y quiero cerrar este capítulo para que todos nos dediquemos a pensar en las cosas que le importan al país, como por ejemplo educación, seguridad y cómo encarar los años que vienen agregando productividad para mejorar el bienestar económico de los uruguayos”.
Este final tiene una trampita que nos habla del verdadero motivo por el cual Dubra Estrada escribió que estábamos “muy bien antes del 2004″, es decir, después de la crisis de 2002. Nótese que al final habla de mejorar el bienestar económico de los uruguayos, pero no dice “de todos los uruguayos”. Y cuando habla de productividad deberíamos leer “tasa de explotación”. Es que la gente de su ideología oligárquica neomalthusiana considera en su fuero profundo que en realidad el país le pertenece, como la tierra, por la gracia de Dios, y que el país funciona bien si permite que el uno por ciento de su población viva muy bien, como ha vivido siempre, y sobre todo en las crisis, que es cuando más se enriquece.
La noche del jueves, en el programa televisivo de Gabriel Pereyra, Cuquito lo desenterró. Dijo: “A Juan Dubra lo fui a buscar yo”, y “va a estar en mi cuadro, no te quepa ninguna duda”.
No está de acuerdo ni con él mismo
Los lectores de Caras y Caretas ya saben que Lacalle Pompita es hombre de macanas grandes y reculadas vertiginosas. Que un día le dijo a Juan Pedro Bordaberry que “es muy grave acusar de extorsión”, y que “eso se dirime en un Juzgado Penal [...] porque extorsión es una figura penal”, y esa misma noche fue reptando hasta la casa del hijo del dictador en Avenida a la Playa y le rogó el perdón y le ofreció a cambio la mitad del gabinete, especialmente el Ministerio del Interior.
Pedro pareció perdonar, y en estos días el presidente del Honorable Directorio, el terrateniente floridense Luis Alberto Heber, declaró que Bordaberry haría campaña por Lacalle Pou, dándolo ya por tercero, lo cual lo debe haber dejado muy contento. ¿Se habrá enterado Heber, desplazado al quinto lugar en la lista al Senado del herrero-lacallismo, que Cuquito amenazó a Pedro con los estrados judiciales hace menos de un mes? ¿Luis Alberto Heber leerá los diarios?
El caso es que Cuquito pareció haber hecho la paz y pudo hablarle y servirle agua a Pedro durante toda la exposición de los cuatro candidatos en la Rural, el viernes 12 de setiembre. Por entonces las contradicciones eran para afuera.
Pero ahora, seguramente en el mareo de las peleas con los asesores que dicen lo que todos piensan que piensan y no pueden decir, ha empezado a contradecirse él mismo. Así, en un artículo que Crónicas le dedicó el 19 de setiembre, titulado “Lacalle Pou deslizó que no integraría el gabinete con hombres del Frente Amplio”, recogiendo una entrevista realizada por El Espectador. Después reiteró la “sanata positiva” y mencionó la gobernabilidad afirmando que “la buena noticia es que vuelve el diálogo necesario a Uruguay”. Sin siquiera respirar dijo: “En estos años notamos que se está mandando por imposición: yo soy más que tú y por ende prima mi verdad, y se ha dificultado muchísimo, aun con la buena voluntad del resto de los partidos”. Sobre la participación de la oposición en cargos de gobierno Lacalle dijo ese mismo día: “En entes autónomos, servicios descentralizados y desconcentrados, necesariamente tiene que estar representada toda la sociedad, los partidos que tengan representación parlamentaria van a estar integrados”. En relación al gabinete dijo esa mañana que no erradica “la posibilidad de que sectores del Frente Amplio lo integren, aunque siendo realista, para integrar el Poder Ejecutivo hay que suscribir la ley de presupuesto, y dados algunos proyectos que para el Partido Nacional son de vital importancia (y que no mencionó), quizás eso complique la representación en lo que respecta al Poder Ejecutivo”. Rematando el entrevero de ideas lanzadas sin pensar demasiado sentenció que “[al Frente] les cuesta tener cohesión interna y, cuando la logran, aparecen factores exógenos como los sindicatos que los distorsionan. La vocación de diálogo del Partido Nacional está probada”. Al final recordó que él “no compartirá el gobierno”, en clara alusión al poder que habrían alcanzado los sindicatos en nuestro país.
En suma: ¿hay diálogo o hay imposicición?, ¿Lacalle integrará o no frenteamplistas a los cargos de gobierno?, ¿habrá frenteamplistas en el gabinete o para estarlo deberán votar la ley de presupuesto?, ¿los espacios conquistados por los sindicatos estarán en disputa durante su gobierno? Me parece que detrás de ese trabalengua está todo más claro que el agua clara. Lacalle no quiere diálogo ni coparticipación: quiere un presupuesto en el que se vote el ajuste fiscal, y el que no lo vota no entrará en el gabinete ni en los entes del Estado. Con los sindicatos habrá lucha, en particular los consejos de salarios y el salario estarán en disputa durante su gobierno.
Papelón en el programa de Gabriel Pereyra
Para continuar marcando la tendencia descendente que nos hace acordar a otros candidatos del Partido Nacional, Cuquito estuvo el jueves 25 en el programa televisivo En la mira que conduce Gabriel Pereyra, periodista de El Observador, y también jugó un muy deslucido papel. Pereyra enfrentó la nube de frases hechas de Lacalle Pou con preguntas muy precisas sobre inconsistencias del programa nacionalista (al que calificó de “sanata”, término que debería haber merecido alguna respuesta más firme del sonriente entrevistado), y de sus propias actitudes, como la eliminación de apoyo del “Sí a la baja” que le fue reprochado por Bordaberry. Más tarde, ante las quejas de Lacalle Pou sobre la inseguridad actual, le recordó los fracasos de la política de seguridad del gobierno de Lacalle Herrera, le señaló que algunas de las medidas propuestas ya están implementadas, y se burló de sus conocimientos del sistema carcelario de nuestro país. Las ironías de Pereyra siguieron con sus críticas al programa de salud, a los programas sociales y a la eventual conflictividad social que tendría su gobierno. Pompita buscó ganar tiempo sin replicar con dureza, tratando de aprovechar la cámara, aunque lo que debe de haber dejado en sus partidarios fue una gran desilusión.
A no engañarse, la lucha continúa
El Frente Amplio ha mejorado en las encuestas y muchos frentistas respiran aliviados. No puede haber error más grande que bajar la guardia: se está luchando contra un bloque oligárquico que dispone de inmensos recursos y de un aparato mediático descomunal. La lucha continúa, y debe hacerse cada día con mayor intensidad.
Claro que estos episodios que hemos reseñado en esta nota nos reconfortan y surge la risa al ver esos lujosos carteles en las paredes (¿cuánta plata paraguaya habrá entrado al país en estos meses?), donde se ve al “príncipe encantador” mostrando su talante más arrogante y la mano en el corazón –el gesto estadounidense que usaron los muy queridos y populares presidentes Sanguinetti y Lacalle– mientras Larrañaga lo mira embobado.
Por más jocosa que pueda ser la situación, en ningún momento debemos olvidar que hay una crucial elección nacional por medio, que a Cuquito lo empuja la publicidad más cara y más estudiada de las últimas décadas para manipular electorados, que podría –Dios no lo permita– llegar al máximo sitial y ser el mascarón del proa del proyecto histórico reaccionario que representa el herrero-lacallismo, ahora nada menos que en sociedad con el bordaberrismo.
¡¡Agarrate Catalina!!
¡¡Aguante el Frente!!

* Publicado en Caras y Caretas el viernes 03 de octubre de 2014



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