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jueves, 9 de marzo de 2023

LA COLUMNA DE RUBEN CAMPERO//// Tomar distancia (de lo viviente)

 

@rubencamperopsic



Tomar distancia de los fenómenos nos ayuda a ampliar las perspectivas y enriquecer los recursos desde los que argumentar lo que vemos, para así poder dialogar con otros puntos de vista. Ese “mirar”, tan ponderado por la Modernidad occidental, racional y científica, nos permite tejer relatos desde los que ordenar las maneras en que percibimos y construimos algunos de los mundos posibles, más allá que existieran y existan relatos no racionales y “no distanciados” que también dan cuenta de lo existente.


Sin embargo la situación en la que nos encontramos a nivel planetario y de cambio climático, o frente a la sensibilidad políticamente correcta que se dispara ante la desigualdad, lo mismo que en cuanto a un particular incremento de la crueldad animal a instancias de la tecno-ciencia (que cada vez y en menos tiempo fabrica cuerpos sufrientes para asesinar en honor a un mercado consumista), nos arroja a interpelar las bases antropocéntricas de la invención de ese sujeto trascendente llamado “humano”, particularmente en torno a la distancia que establece para catalogar lo que llama “prójimo” en tanto que “próximo”, y desde la que decreta el valor del otro en tanto si se acerca o se aleja de su punto de vista particular que se pretende universal y “normal”


Ese mirar a la distancia, muchas veces desde un abstracto “arriba”, tiende a configurar la naturalización de una óptica supremacista en clave occidental, blanca, masculina, judeo-cristiana, racional, urbana, propietaria, identificada con una forma heterosexual de vida social, y naturalizadora de un único mundo posible y compatible con una existencia con metáfora dignificante (y excluyente de otros animales) a escala homo sapiens, o más bien a escala de aquellos “aptos” para ser catalogados como “humanos”.


Una óptica que al pretenderse “observación objetiva”, “no involucrada” y sin origen en ningún sujeto particular, se coloca por fuera y a distancia de los ecosistemas, motivo por el cual pierde de vista su participación en lo que observa, atropellando lo existente y lo viviente desde la impunidad tecnológica y mercantilmente especulativa de la intervención, la explotación, el utilitarismo y el extractivismo.


Es en el S. XX que asistimos a la deconstrucción de las históricas evangelizaciones cognitivas, emocionales y corporales provocados por la llamada por el sociólogo Anibal Quijano “Colonialidad de poder” en nuestro continente Aby Ayala, así como también fuimos testigos de los aportes realizados las corrientes activistas y académicas de los feminismos y lo LGBTIQ+, las teorizaciones/acciones sobre la desigualdad de clases y la producción/distribución de recursos, las investigaciones antropológicas con Malinowsky y Mead, entre otres (que evidenciaron que Occidente no era la única forma de concebir y habitar el mundo), así como de la progresiva preocupación por el cambio climático, y el aumento en la conciencia antiespecista por la convivencia estrecha con otros animales a la interna de las casa en centros urbanos.


Ante todo eso, la tal mirada que desde la distancia se pretendía “la mirada de dios”, comenzó a ser interpelada en su pretensión universalista y lejanía destructiva, señalándose a los sujetos particulares que para mantener sus privilegios e impunidad habían inventado y mantenido ideológicamente tal concepción, esa desde la que aprendimos a creer que su/nuestro mundo es “el” mundo.


Un mundo supuestamente al servicio de nuestra especie animal que se pretende el logro “perfeccionado” de una evolución darwinianamente mal entendida, y que hoy asistido por un neoliberalismo que captura y delinea consumista y mediáticamente los discursos de sensibilidad y solidaridad con la diferencia, logra seguir negando la existencia de “otros” mundos tanto entre sapiens de distintas culturas, como aquellos mundos que perciben, sienten y habitan cada una de las entidades vivientes de los ecosistemas, que como tales merecen cercanía y consideración moral y ética por respeto no sólo a la sintiencia de cada individuo, sino también a las comunidades multiespecie y el planeta.


Tomar distancia ofrece excelentes posibilidades para analizar los fenómenos siempre y cuando no implique lejanía. La empatía se genera con lo cercano, con lo próximo en tanto permite la identificación. Sin embargo la tensión ética devenida de sabernos vivos y con ganas de vivir al igual que todo otro ser con vida autónoma, nos debería invitar a la prudencia moral de intentar cuidar de aquello y aquellos que no nos resultan familiares o al menos evitar hacerles daño. Tal vez la hospitalidad con lo viviente nos ofrezca un respiro de nuestra compulsión a invadir con la mirada y la intervención, para permitirnos tomar contacto con nuestra vulnerabilidad negada y escuchar/nos como un animal más que convive con otros y con el resto de la naturaleza.





Ruben Campero es psicólogo, sexólogo, terapeuta y docente.

Ha publicado varios libros y participa activamente desde hace mucho en los medios de comunicación y las redes sociales.

Es también un estudioso del antiespecismo, una manera de pararse ante la vida y analizar críticamente la relación que los humanos tenemos con los demás animales y la naturaleza.

Es integrante de GAIA - Grupo Académico Interdisciplinario de Antrozoología.




lunes, 27 de febrero de 2023

LA COLUMNA DE EDGARDO ETTLIN MISTERIOS DEL MONUMENTO FUNERARIO DEL CORONEL BERNABÉ RIVERA (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú - Segunda Parte)

 






Debemos comenzar esta entrega, al igual que la anterior, con otra puntualización: Bernabé Rivera jamás perteneció al Partido Colorado. Tampoco perteneció al Partido Blanco (hasta 1870 -o 1872 para otros- ni siquiera se le conocía como “Partido Nacional”). Por la simple razón de que a la fecha de su deceso (20 de junio de 1832) esos partidos todavía no existían; éstos y sus tradicionales divisas recién aparecerían posteriormente, el 19 de setiembre de 1836 en ocasión de la Batalla de Carpintería. Como bien destacó José Eduardo Picerno, “No había blancos ni colorados en el momento histórico de los hechos contra los charrúas. El Presidente [Fructuoso] Rivera no representaba al Partido Colorado porque este, de hecho, no existía. … En ese momento no era miembro ni representaba a ningún partido. … En resumen, queda en evidencia que ningún partido político estuvo involucrado en los sucesos…” (1). Esto se aplica “mutatis mutandis” a Bernabé Rivera, por lo precedente. Bernabé concitó a su muerte el homenaje de personajes que se asociarían tanto al Gobierno de la Defensa y al Partido Colorado (por ejemplo, Francisco Acuña de Figueroa), como al Gobierno de Cerrito y al Partido Blanco, (caso de Carlos Villademoros) (2). De nuestro artículo anterior recordemos que su monumento funerario fue ordenado levantar en 1835 por Manuel Oribe (quien tenía aprecio por Bernabé -era mutuo ese aprecio, dicho sea de paso-) siendo Presidente constitucional, y si nos estamos a que el ángel que remata la construcción es de 1862 (3), tenemos que éste fue colocado durante la Presidencia de Bernardo Prudencio Berro. Cosas de la Historia; pero para mal o para bien, son datos “duros”.


Según una fuente, Bernabé Rivera habría nacido en lo que es hoy el Departamento de Durazno en 1795, y habría sido bautizado el 11 de junio (día del Apóstol San Bernabé) de ese año (4), aunque Fernández Saldaña ubica el año de nacimiento en 1799 (5); pero si nos atuviéramos a los datos de su monumento funerario en que se le menciona combatiendo desde los 10 años de edad, teniendo presente que la Revolución Oriental se gestó en 1811, podríamos ubicar la fecha de nacimiento de Bernabé en el año 1801. Fue sobrino del Brigadier General Fructuoso Rivera, aunque entre sí solían tratarse mutuamente usando la palabra “Hermano”; según se dice, porque Bernabé (en verdad, su verdadero nombre era Juan Estevan) era hijo de una relación extramatrimonial de María Luisa Rivera (una hermana de “Don Frutos”, como se le decía popularmente al Brigadier General Fructuoso Rivera) con el brasileño Alejandro Duval Rocha (6), y para evitar el reproche social los padres de Fructuoso criaron e hicieron pasar a Bernabé como un hijo más.


Ya desde 1811, Bernabé Rivera se involucró con la causa independentista oriental, y se fue consolidando como uno de los más jóvenes Tenientes de Artigas. En ocasión de las invasiones portuguesas, fue herido gravemente en la cabeza y cayó prisionero en 1818 en las cercanías de Pando (7), siendo remitido por los portugueses junto a otros destacados oficiales artiguistas a la cárcel de la Ilha das Cobras (compartió la reclusión con Andresito -de quien se dice murió en dicha prisión-, Juan Antonio Lavalleja y Fernando Otorgués). Regresó a la Provincia Oriental a fines de 1820 por influencia de su tío Fructuoso (en ese momento ya incorporado a las filas portuguesas -dicho sea de paso, Fructuoso Rivera obtuvo de Carlos Lecor no sólo la liberación de Bernabé, sino también de otros oficiales artiguistas presos en Ilha das Cobras, como Manuel Francisco Artigas, hermano de nuestro máximo Prócer José Gervasio Artigas-) (8), y también a su influjo se incorporó al ejército portugués, donde recibió el grado de Capitán. Al declararse la Independencia del Brasil (7 de setiembre de 1822), Bernabé pasó a formar parte de sus fuerzas militares en la entonces Provincia Cisplatina. Incorporado Fructuoso Rivera a las fuerzas orientales independentistas tras el Abrazo del Monzón el 29 de abril de 1825, por supuesto Bernabé siguió sus pasos y tuvo una destacada participación en las Batallas de Rincón (24 de setiembre de 1825) y Sarandí (12 de octubre de 1825) (9).


En 1826, ya con el grado de Sargento Mayor, Bernabé se unió a las fuerzas orientales y argentinas luego de que el Imperio del Brasil declarara la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata (10 de diciembre de 1825). Tanto Bernabé como Fructuoso Rivera se negaban a seguir las órdenes de Carlos de Alvear y eran partidarios de separar las fuerzas “orientales” de las “argentinas”. Alvear, Comandante en Jefe del Ejército de las Provincias Unidas, lo tomó como insubordinación. Invitó a Bernabé, a través del Coronel Federico Brandsen, con el engaño de querer tener una entrevista para conciliar diferencias. Bernabé aceptó pero al concurrir fue aprehendido por orden de Alvear, quien le acusó de desertor y ordenó que fuera fusilado al alba siguiente. Sin embargo, gracias al entonces Coronel José María Luna, quien le debía a Bernabé la vida de una ocasión anterior e hizo que durante la noche le limaran los grilletes, se escapó y se llevó con él a toda la guardia. Furioso, Alvear mandó una partida a cargo del entonces Teniente Melchor Pacheco y Obes con el propósito de fusilarle donde lo encontraran. Pero al llegar y entrar éste en la casa de la hacienda de Gerónimo Jacinto, Bernabé asaltó a Pacheco y Obes pistola en mano y le obligó a entregarle su espada. Nuestro personaje les preguntó entonces a los soldados que acompañaban a Pacheco y Obes si deseaban seguir a éste o a aquél, y todos se fueron con Bernabé. Su audacia y valor ya era leyenda entre las fuerzas de las Provincias Unidas (10).


Participó en la toma de las Misiones Orientales junto a su tío Fructuoso Rivera en 1828, con el grado de Teniente Coronel y comandando la 2ª División (11). Habían actuado en contra de Juan Antonio Lavalleja, quien había enviado a Manuel Oribe en su persecución con la orden estricta de pasar por las armas a todo oficial o soldado de los Rivera que pudiera prender o que cayera en su poder, en cuya comisión Oribe tomó la decisión de ejecutar a cinco chasques que Don Frutos les había mandado a aquél y a Lavalleja para comunicarles sobre los triunfos obtenidos. El episodio se zanjó cuando Bernabé, ofreciéndose él mismo como rehén, se entrevistó con Oribe y le convenció de que Fructuoso Rivera sólo quería con la expedición de las Misiones recuperar ese territorio para la patria; Oribe escribió de ello a Lavalleja y éste, aleccionado también por el éxito de Don Frutos en las Misiones, le dejó proseguir haciéndole llegar su satisfacción (12).


Bernabé se graduó de Coronel en 1829. A su mando, en febrero de ese año se formó el entonces 2º Escuadrón de Caballería, del cual fue su jefe (13). Declarada la Independencia del novel Estado Oriental del Uruguay, al ser electo como su primer Presidente Fructuoso Rivera (1830), éste nombró oficialmente como Coronel efectivo a su sobrino Bernabé, el mismo 18 de julio de 1830 (14).


Al asumir Fructuoso Rivera la Presidencia Constitucional, desde su primer día como Primer Magistrado tuvo que tratar las ingentes denuncias que estancieros y vecinos de la Campaña realizaban en forma cada vez más creciente e insistente sobre los desórdenes, asesinatos, robos de ganado y saqueos a establecimientos que cometían los indios charrúas, especialmente en el Norte del territorio. Se cuestionaba, asimismo, que en sus tolderías se refugiaban desertores y delincuentes criollos que cometían sus fechorías bajo el nombre de dichos indios. Se trataba de un tema que ya venía desde la época colonial y que no tenía un punto de solución, lo cual a Rivera no le era ajeno, y que a muchos preocupaba por el temor y la inseguridad que generaba, comprometiendo el desarrollo y el bienestar del país profundo.


La solución que se diseñó por el gobierno de Rivera para “terminar con el problema charrúa”, apoyada por los vecinos de la Campaña y por el “establishment” de la época es menester agregar, fue la más extrema: debían erradicarse los asentamientos charrúas en el Estado Oriental, o echarlos fuera de sus fronteras; de ameritarlo la situación, combatiendo, exterminando o reduciendo a sus individuos (15). Fructuoso Rivera se puso a la cabeza del operativo personalmente, manejándose todo con estricta reserva. Su sobrino Bernabé tendría un rol importante en su ejecución.


¿Era necesario haber adoptado una medida tan drástica contra los indios charrúas? Desde del punto de vista histórico no podemos opinar, y punto. No es pertinente juzgar con nuestros parámetros a los sucesos de ayer, ni a las circunstancias en que se desenvolvieron.


Años después de los hechos que narramos, en una carta abierta del 30 de octubre de 1848 y publicada el 1º de noviembre de ese año en el periódico “Iris” de Río de Janeiro, Fructuoso Rivera justificaría su proceder hablando de los “inmensos males que, de tiempo inmemorial”, hicieran los charrúas al Uruguay y al Brasil, “-de sus depredaciones y ferocidades; -de los esfuerzos vanos hechos por varios gobiernos para subyugarlos; -de la noble sangre por ellos derramada, en la cual abunda la de mi hermano Bernabé… y de otros muchos orientales; -y de cuanto en fin fue patente para que el gobierno constitucional de acuerdo con las cámaras legislativas resolviese su total aniquilación. Si a mí cupo la fortuna y la gloria de acabar con una horda de salvajes nómadas y feroces, abrigada en las escabrosidades del país, hice lo que otros no pudieron alcanzar antes de mí, y cumplí las órdenes del gobierno, con gran satisfacción de las poblaciones, que por tantos años fueron víctimas de correrías, robos y muertes de aquellos bandidos.” “Es falso que hubiese necesidad de traicionar los salvajes para destruirlos: ni estos salvajes fueron nunca aliados del gobierno oriental, ni los orientales con quienes yo tuve la fortuna y la honra de combatir por más de 35 años, en más de cien batallas, podían temer a tales hombres, desde que por utilidad general, se decretaba su exterminio.” “Solo es verdad que se repartieron los Charrúas porque no quisimos acabar con ellos…(16), En “El Defensor de la Independencia Americana” (diario de filiación blanca) del 30 de diciembre de 1848 se le criticaba a Rivera: “Las naciones salvages no se esterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las hostiliza tambien, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra, con una matanza calculada, y eso usando de traicion y de perfidia es un crimen espantoso, un crimen de lesa humanidad que debe sublevar contra él á todas las almas honradas y justas, y á todas las conciencias cristianas.” (17) En una tesitura semejante sostenía el Brigadier General Antonio Díaz (1789-1869), de tendencia blanca aunque de espíritu ponderado, quien había tratado a los charrúas directamente y observado sus costumbres: “Los descubridores del Río de la Plata empezaron, como en todo el resto de la América, conquistando con las armas: pocos o ningunos han sido los esfuerzos empleados para atraer á la civilización a los indígenas de este país; y si algunos se hicieron, que no me consta, han sido errados. Lo mismo ha sucedido en cuanto á los misioneros encargados de catequizarlos, quienes por las razones que voy a deducir, creo que hubiera sido muy fácil conseguirlo; pues que no se trataba de convertir, sino de adoctrinar…” (18).


El 11 de abril de 1831 participó Bernabé al mando de las tropas del Gobierno junto a su tío-Presidente Fructuoso Rivera en la polémica Matanza de Salsipuedes (para algunos también “Masacre”, para otros “Combate”, para otros “Episodio”, según del bando histórico que se esté); para Bernabé Rivera, “la jarana de los indios” (19). Uno de los episodios más controvertidos de la Historia uruguaya si los hay. No queremos detenernos en los detalles de este suceso (20), salvo para destacar que Bernabé Rivera participó en dicho evento al mando del 2° Escuadrón de Caballería (21). A él le cupo inducir y hacer confiar principalmente (el General Julián Laguna, encargado también en esa tarea, tuvo inconvenientes para convencerlos), a los indios charrúas a allegarse al lugar que estaba convenido para dar cuenta de ellos, acompañándolos: “El coronel Bernabé Rivera, … jefe del segundo regimiento de caballería, fué el guía de la hueste que encabezaban los caciques Venado y Polidoro (22). Había sido escogido expresamente para esta comisión por la confianza que inspiraba á los charrúas.” (23).


Difieren las apreciaciones sobre cómo ocurrieron los hechos en el episodio de Salsipuedes. Podríamos reconstruir una versión sobre lo sucedido cruzando las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja (uno de los 33 Orientales, y hermano del Brigadier General Juan Antonio Lavalleja), del Brigadier General Antonio Díaz, del Coronel Antonio Díaz (hijo) y de Eduardo Acevedo Díaz (24). Principalmente los relatos de Manuel Lavalleja y los del Brigadier Antonio Díaz son de valía, porque recogieron testimonios presenciales de los hechos.


Nos referiremos a los acontecimientos de Salsipuedes y a los que le sucedieron en la próxima entrega. Prometemos que será relativamente pronto.






EDGARDO ETTLIN. Investigador en Historia y en Derecho. Publicó entre otros libros: “Zonas Francas” (Fundación de Cultura Universitaria, 1989), “Cómo dirigir y desempeñarse en Audiencias” (Amalio Fernández, 1999), “Procesos de Ejecución de Sentencias a pagar Dinero contra el Estado” (Amalio Fernández, 2008), “Violencia Doméstica. Régimen y abordaje jurídico de la mujer maltratada en ocasión de su vida afectiva” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2009), “Una Justicia Eficiente” (Forvm Orientalis, 2010), “Normativa sobre la Propiedad Intelectual en el Uruguay” (2012), “Ejecución de Sentencias Judiciales contra el Estado” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2014), y “Responsabilidad Patrimonial de los Funcionarios Públicos” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2017), “El Derecho de Resistencia en las Constituciones de las Américas” (Fundación de Cultura Universitaria, 2018), “Responsabilidad Civil por Daños en los Espectáculos Deportivos” (La Ley Uruguay, 2019), y “Estudios sobre Justicia y Propiedad Intelectual” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2021). Ha escrito más de doscientos artículos y estudios sobre temas de Derecho, principalmente en Derecho Público, Derecho Procesal y Derecho de la Propiedad Intelectual, publicados en Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia y España, y a través de Internet. Es referencia de citas por numerosos autores uruguayos y extranjeros, y asiduo colaborador de diversas revistas y publicaciones jurídicas de Uruguay y América Latina. Conferencista en diversos eventos de Derecho en América Latina y Europa. Sentencias y contribuciones jurisprudenciales suyas han sido publicadas y comentadas en prestigiosas publicaciones jurídicas. Historiador y ensayista, ha publicado diversos libros y artículos sobre Cultura e Historia, destacándose: “Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería” (bajo el seudónimo de Jean-Marie Mondine, Ediciones de la Plaza, 2016), “Judas Iscariote y otras incursiones pseudoculturales” (Los Caminos, 2020), y “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas sobre Juan Idiarte Borda, 13º Presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino Arredondo” (Fundación de Cultura Universitaria, 2021). Ha participado y es usualmente invitado como ponente sobre diversos temas de Historia y Cultura. Ministro de Tribunal de Apelaciones Civil (Poder Judicial - Uruguay).


1 PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay. Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, p. 17. El trabajo de investigación y de rescate documental hecho por Picerno sobre el tema es muy exhaustivo e importante; por lo que muchos de los documentos que se citan en estas entregas, ya puestos a la disponibilidad pública por dicho autor, pueden consultarse en su mencionado libro.

2 VILLA DE MOROS (sic) Carlos G., “Canción. Á la muerte del Coronel Dn Bernabé Rivera, á consecuencia de la revolución que estalló el 3 de julio de 1833”, y ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, “Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 194-206. MAIZTEGUI CASAS Lincoln R., “Doctores” Tomo 1, Planeta, Montevideo, 2014, pp. 123-124 y 144-150.

3 ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú) - Primera Parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-columna-de-edgardo-ettlin-misterios.html” (consultado el 24.2.2023).

5 FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940”, Adolfo Linardi Librería Anticuaria Americana, Montevideo, 1945, p. 1086. También “El Indiscreto”, Año II, Montevideo, Noviembre 5 de 1885, Núm. 75, p. 346.

6 FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, El Día, suplemento dominical, 16 de marzo de 1938. Ver Nota 4.

7 “El Indiscreto”, núm. cit., p. 346.

8 Sin ánimo de controversia, pero fue reconocido por contemporáneos suyos, Fructuoso Rivera fue el último oficial artiguista importante que depuso las armas ante los invasores portugueses (2 de marzo de 1820), y fue quien más trabajo les dio para convencerle de ello (MONDINE Jean-Marie, “Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería”, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2016, p. 361).

9 En “El Indiscreto”, núm cit., pp. 346-347 se menciona que uno de los 33 Orientales, Atanasio Sierra, quien se encontraba al lado de Bernabé Rivera en Sarandí, le oyó exclamar al segundo: “á bala, no venceremos, á los portugueses, para triunfar, no hay otro medio, sino, echar carabina á la espalda, y sable en mano.”, y cuando la sugerencia de Bernabé llegó a Juan Antonio Lavalleja, “Fué obra de un instante.”: éste hizo suya la idea y dio la orden de cargar “Carabina a la espalda y sable en mano”.

10 “El Indiscreto” núm. cit., pp. 346-347. También en “https://gw.geneanet.org/jfina?n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023).

11 ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 23. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º de Caballería”, en “El Soldado” Octubre 1980 Año 7 No. 66, p. 26.

12 “El Indiscreto” núm. cit., pp. 346-347. También en “https://gw.geneanet.org/jfina?n=rivera+toscano&oc=6301&p=bernabe” (consultado el 27.2.2023). ETTLIN, “Misterios… Primera Parte” cit.., Nota 2.

13 ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 26. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel…” Parte II cit., p. 26.

14 FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “Diccionario uruguayo de biografías 1810-1940”, Adolfo Linardi Librería Anticuaria Americana, Montevideo, 1945, p. 1086. Dicho autor da como la fecha en que Bernabé Rivera habría sido nombrado Coronel, el 18 de julio de 1831; pero debe tratarse de un error en el año, teniendo presente que en la comunicación del 12 de abril de 1831 en relación a los hechos de Salsipuedes, Fructuoso Rivera alude a Bernabé como “Coronel” (“El Universal. Diario político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831, página -2-).

15 Mucho se ha escrito y debatido sobre “la cuestión charrúa” y sobre las motivaciones que llevaron a tomar una decisión tan radical contra ellos durante la presidencia constitucional de Fructuoso Rivera, en vez de haber ensayado otras alternativas. Al respecto, puesto que no es motivo de estas líneas hacer un abordaje exhaustivo sobre el tema, y para no desviarnos de nuestro objetivo, recomendamos para la lectura de las diversas posiciones los trabajos de ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2002; ACOSTA Y LARA Eduardo, “La guerra de los charrúas en la Banda Oriental”, Cruz del Sur, Montevideo, 2010; BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991; FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nros. 189-192, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977; PADRÓN FAVRE Oscar, “Los charrúas-minuanes en su etapa final” 3ª Edición, TierrAdentro, Montevideo, 2011; y PICERNO, “El genocidio…” cit., esp. pp. 33-228; sin perjuicio de otra bibliografía a la que tenga acceso el lector.

16 Esta carta de Fructuoso Rivera fue publicada originalmente en “Iris. Periodico de Religião, Bellas-Artes, Sciencias, Lettras, Historia, Poesía, Romance, Noticias e Variedades, collaborado por muitos homens de letras e redigido por José Feliciano de Castilho Barreto e Noronha” Tomo 2.º, segundo semestre de 1848, Rio de Janeiro, Tipographia Franceza, pp. 567-569. Lo citado sin cursiva fue resaltado por el propio Fructuoso Rivera en su carta difundida en “Iris”. En nuestro medio, este documento se encuentra reproducido en el trabajo de FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 368-372.

17 “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 363, Miguelete, 30 de Diciembre de 1848, pp. 3 y 4; esp. p. 4.

18 DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, p. 5.

19 Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna de fecha 27 de abril de 1831, cuya reproducción facsimilar y transcripción puede verse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 280-281.

20 Modernamente, Picerno localiza el lugar de la refriega en la confluencia de la barra del arroyo Tiatucura con el Arroyo Salsipuedes Grande (PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 222, 231y 241), mientras que López Mazz y Bracco ubican el lugar de la confrontación en “la Cueva del Tigre próxima a las nacientes del arroyo Salsipuedes Grande” (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, p. 27). Corresponden ambas zonas al actual Departamento de Paysandú.

21 ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 28. PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 272.

22 Se cree que el cacique Polidoro, o Polidorio, era en realidad el cacique Sepé, quien posteriormente lideró a los charrúas en la acción de Yacaré Cururú.

23 BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 165. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415.

24 Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5; y también FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 379-388. La reproducción facsimilar de la relación manuscrita de Manuel Lavalleja en cuanto al “Episodio” de Salsipuedes puede consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246, y hay una transcripción en FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 373-379. Una curiosidad: mientras que el texto de Manuel Lavalleja en “Las Primeras Ideas” y otros que lo reproducen dicen “el General Rivera”, el texto manuscrito original dice “el mulato Rivera”.

Acevedo Díaz sigue en esta historia, según reconoce (“Épocas militares…” cit., pp. 412-417 y 423), “á apuntes inéditos del general Diaz” y al Coronel Antonio Díaz (hijo) en su obra “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata”. Al respecto, ver DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 85-86; y DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.

viernes, 24 de febrero de 2023

LA COLUMNA DE GONZALO PERERA LA MANO MUY VISIBLE

 

Cuando un problema ya deja de ser simplemente advertido por especialistas en la temática y pasa a ser perceptible por absolutamente cualquier ser humano, se hace absolutamente innegable y seguramente ha alcanzado ya un nivel de gravedad muy alto.

¿Quién no se da cuenta de que el clima de nuestro planeta y los diversos eventos asociados están completamente por fuera de lo que unas décadas atrás considerábamos “normal”?. En el 2022 las temperaturas en varios puntos de Europa rompieron todos los récords. Para que no quedaran dudas, lo hicieron por partida doble. En el mes de julio, en el verano europeo, se dieron temperaturas sofocantemente cálidas, nunca antes registradas. Pero cinco meses después, en la primera quincena de diciembre, en los días previos a la llegada del invierno europeo, se volvieron a romper récords, pero esta vez por temperaturas gélidas. Para no ir lejos, vale recordar que hace pocos días, midiendo de la misma manera, en el mismo lugar y a la misma hora, en apenas 72 horas, en nuestra La Paloma, pasamos de registros de 39 grados de temperatura a 11 grados, en pleno febrero. Todo esto es consistente con el conocimiento científico, que indica que el calentamiento global, provocado fundamentalmente por la emisión por parte de las sociedades humanas de gases generadores de “efecto invernadero”, provoca un sostenido crecimiento de la temperatura media planetaria, al tiempo que por diversos complejos fenómenos de las dinámicas marinas y atmosféricas, aumentan la intensidad y frecuencia de los eventos extremos, en todas las direcciones posibles. Nuevamente, ejemplifiquemos con lo que vemos. Hoy estamos viviendo una sequía pavorosa. Unos años atrás vivimos inundaciones que aislaron muchos pueblos de nuestro país, que provocaron tragedias, y que dejaron imágenes impresionantes, como la del Estadio del Club Atenas de San Carlos completamente sumergido en el agua. Hoy uno no debe preguntarse qué año pasa algún fenómeno extremo (calor o frío, sobra o falta de agua, etc.) sino qué año puede considerarse “normal”. Las fotos sobre el deshielo en capas polares y pérdida de nieves eternas en cadenas montañosas etc son impactantes. El hielo que refleja algunas radiaciones solares, al desaparecer hace que más radiación solar impacte en el calentamiento del planeta, un perfecto círculo vicioso. Consecuencias de todo tipo son evidentes. Por ejemplo, la Ciencia registra un permanente aumento del nivel medio de los mares en el planeta, y recomienda, sobre todo, no intentar “ganarle tierra al mar”, ni imponer obstáculos a la circulación de las arenas costeras, etc. Bien, nuevamente, pensemos mucho más cerquita, en qué es lo que vemos los rochenses en nuestras costas. Un ejemplo bien personal: en enero, volví con mis hijas, ya adultas, después de una década de ausencia, a una parte de nuestra costa atlántica. Lugar donde jugué de niño, viví las andanzas propias a la adolescencia, jugué e hice marchar y correr hasta caer rendidas a mis dos hijas cuando eran pequeñas. Todo en medio de una ancha franja de playa, con una muy finita y blanca arena y hermosas dunas. Lo que nos encontramos ahora, es que esa hermosa playa prácticamente ha desaparecido. Que la fina y blanca arena había dejado espacio a arena dura y mojada, tras el “lavado” producido por un lado por un mar que está mucho más “alto” y, del otro lado, por una barrera de obstáculos a la circulación de la arena construidos por el hombre, que la dejaron “sin escape”. Uno podría seguir con una larga serie de evidencias de que el planeta se está volviendo cada vez más difícil de habitar, indicios que los podemos ver absolutamente todos y que son consistentes con las advertencias de la Ciencia: no se trata de que la Tierra vaya a desaparecer, pero si no hay cambios muy drásticos, sino no nos “despertamos” a tiempo, el planeta seguirá existiendo, pero no será habitable para la especie humana en menos de un siglo. Cabe preguntarse por qué hemos recorrido este camino tan autodestructivo como especie. La respuesta es que hemos manejado casi todos los recursos de la Tierra bajo la lógica de la economía de mercado, confiando en que “la mano invisible” que Adam Smith usaba como alegoría de la capacidad del mercado de generar equilibrios entre oferta y demanda, arreglaría todo. Lamentablemente, así como el mercado no cuida empleos, no distribuye riquezas, no evita hambrunas, sino que más bien destruye empleos, concentra riqueza y crea hambrunas, tampoco cuida equilibrios ambientales y tratar el agua, la tierra y hasta el oxígeno como mercancía ha sido el centro del problema.

La crisis ambiental no es una fatalidad: es la consecuencia de la acción depredadora de la muy visible mano del mercado. Nuestras opciones son muy reducidas: o paramos drásticamente la mano (nunca mejor dicho), abandonado las lógicas de mercado, o no dejaremos espacio para más de dos o tres generaciones. No podremos decir que el planeta no nos avisó, una y otra vez….




Gonzalo Perera es rochense, Doctor en Matemática desde 1994. Docente de la Universidad de la República, es Profesor Grado 5 desde el 2001. Se radicó en la sede Rocha del CURE en el 2013. Dirige actualmente el Departamento de Modelización Estadística de Datos e Inteligencia Artificial (MEDIA) del CURE. Columnista de opinión en diversos medios escritos y radiales.



jueves, 23 de febrero de 2023

La Columna de Pablo Romero* LA LEY SANGUINETTI Y EL REGRESIVO AÑO 20

 


Hace exactamente medio siglo se aprobó en el senado la Ley 14.101 (más conocida como Ley Sanguinetti), que pasó a regir la "enseñanza pública primaria, normal, secundaria e industrial, denominándola CONSEJO NACIONAL DE EDUCACION" (accesible en: https://www.impo.com.uy/bases/leyes-originales/14101-1973/1). Dicha ley eliminó la autonomía de Primaria, Secundaria y UTU, que pasaron a depender del referido CO.NA.E, el cual se integra por cinco miembros, todos designados por el Poder Ejecutivo. En los Consejos de Secundaria y UTU no sólo se pierde la autonomía, sino que se borra de un plumazo la presencia de los representantes docentes elegidos para conformar parte de la gobernanza de los referidos subsistemas. Dicha representación se venía dando en Secundaria desde el año 1935 y en UTU desde 1942, bajo el saludable entendido de que es fundamental tener Consejos con maestros y profesores participando activamente en la elaboración y contralor de las políticas educativas. El retroceso fue brutal: pérdida de autonomías esenciales del sistema educativo, supresión total de los representantes docentes y absoluta dependencia del poder político de turno. Pocos meses después se da el golpe de estado cívico-militar en nuestro país. Y la dictadura no mueve ni una coma de la Ley 14.101, la cual estará vigente durante toda esta nefasta etapa de nuestra historia. Será sustituida en el regreso de la democracia, por una "Ley de Emergencia en la Enseñanza" (Ley 15.739), en el marco del gobierno de aquel mismo ministro de Educación y Cultura que la había impulsado hacía poco más de una década atrás. Esta ley da nacimiento a la denominación, todavía actual, de CO.DI.CEN para el órgano central que gobierna nuestra educación, sustituyéndose así al denominado CO.NA.E, y manteniéndose en todos sus términos la subordinación de los Consejos de primaria, secundaria y UTU. Aunque planteada como “provisoria”, la ley 15.739 se mantiene en pie durante más de veinte años y recién con el primer gobierno del Frente Amplio se concretará la esperada Ley General de la Educación (Ley 18.437) que, entre otros puntos a destacar, efectivamente vuelve a restituir lo que la Ley Sanguinetti eliminó: la representación docente en los Consejos, incluyendo ahora a todos los subsistemas (uno de los tres consejeros, tanto en Primaria como en Secundaria y UTU, pasa a ser elegido por voto de todos los docentes) y hasta al propio CO.DI.CEN (dos de sus cinco miembros, por primera vez, tendrán docentes elegidos por sus colegas). Un avance significativo que nos volvía a poner en la línea de la mejor tradición de nuestra historia educativa, pasándose a contar nuevamente con los educadores en la gobernanza de su campo de desarrollo profesional, elegidos con participación de todos los maestros y profesores y reguladas por la Corte Electoral. Dicha ley, sin embargo, pasará a sufrir importantes modificaciones a partir de artículos presentes en la reciente Ley de Urgente Consideración (LUC) del año 2020. Entre los principales cambios, tenemos la eliminación del histórico formato de Consejo para Primaria, Secundaria y UTU, que se convierten en Direcciones Generales, barriendo así, otra vez, con la representación docente en los subsistemas educativos básicos (sí se mantuvo en CO.DI.CEN), implicando un retroceso hacia la ya regresiva Ley Sanguinetti (ley 14.101) del año 73', aquella que estuvo vigente durante toda la dictadura. Y suma otra modificación muy regresiva en cuanto a la participación en la construcción de los rumbos a tomarse en la educación pública de aquellos que son sus principales actores: se elimina el requisito -para ser Consejero o incluso Director General de los ex Consejos- de haber sido docente en ámbitos de la ANEP. O sea, se puede conducir Primaria o Secundaria, por ejemplo, sin haber pisado ni una vez un aula pública en tales subsistemas. Para rematar el duro golpe recibido por el sistema público y su autonomía, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) pasa a jugar un rol de subordinación frente al Poder Ejecutivo de turno, en tanto el político Ministerio de Educación Cultura (MEC) se convierte en el principal rector y conductor de las políticas educativas a llevarse adelante. Este breve repaso histórico, que nos lleva de la Ley Sanguinetti a la regresiva LUC de nuestros años 20, es pertinente para poder ubicarnos en qué punto estamos en cuanto a ampliaciones o restricciones en la participación y gobernanza educativa, justo en momentos en que se lleva adelante una nueva reforma educativa. Han pasado 50 años de la Ley Sanguinetti. Hoy, ya ni Consejos tenemos y los docentes la “miramos de afuera” incluso más que hace medio siglo, cuando se implementó una ley que fue abrazada (y no casualmente) en todos sus términos por la dictadura. A veces, la historia supone avances. A veces, fuertes retrocesos. Está en nosotros comenzar un necesario y pronto proceso de recuperación de lo mejor de nuestra tradición. El desafío es crucial para toda la sociedad  uruguaya.


*Pablo Romero - Profesor de Filosofía (egresado del IPA), posgraduado como Especialista en Política y Gestión de la Educación, docente de Ética en Universidad CLAEH y docente de Filosofía e Informática en educación secundaria, se ha desempeñado como Docente de Argumentación en la Universidad Católica, profesor de Filosofía de la cultura en Fundación Itaú y docente tallerista en el Centro de Formación y Estudios del iNAU. Fundador y coordinador del Proyecto Cultural Arjé, es autor del premiado libro "Sobre el sentido de Educar" (Ediciones B-Penguin Random House, Montevideo, 2001) y co-autor de libros sobre el campo educativo a nivel nacional e internacional.



miércoles, 22 de febrero de 2023

LA COLUMNA DE FEDERICO CASTILLO ROCHA, MONTEVIDEO Y DI CANDIA

    


Creo que fue uno de los primeros libros que leí cuando llegué a Montevideo. Yo no era un gran lector en esa época, mediados de los noventa. No me traje una caja de libros de Lascano cuando me mudé a la capital a estudiar. No tenía mi propia biblioteca ni nada que se le parezca. Así que a este lo encontré acá, en algún rincón de mi nuevo departamento en un tercer piso por ascensor. Cayó en mis manos y me lo puse a hojear. Me gustó el título: “Resucitar no es gran cosa”. El libro estaba escrito por César di Candia, un montevideano que se sentía rochense. Yo era un rochense que tenía que empezar a creerme montevideano. Lo necesitaba para sobrevivir en esta jungla de edificios y líneas de ómnibus que no entendía demasiado. Un domingo salí del Estadio Centenario y me tomé uno para volver a Pocitos. Terminé en Punta Rieles. Verídico. Con el libro de Di Candia podía volver un rato a Rocha. Me maravilló lo bien recreado que estaba ese universo de las charlas en una plaza, con ese tiempo para divagar que solo se puede encontrar en seres humanos sentados en bancos del interior del país. Me fascinaban los personajes, sus cuentos. Y sobre todo el humor. Leer humor es fantástico. Capaz que es mejor que escucharlo. Me acuerdo de reírme con ruido. Y también hoy, veintipico de años después, puedo identificar nítidamente el párrafo de mí carcajada. – Yo recuerdo a ese negro Edgardo. Entramos juntos ́e milicos. Se murió ́e bruto. Decía que los refríos se curaban estornudando y cuando le empezaba a picar la garganta se metía una pajita en la nariz pa ́ buscarse el estornudo. Tanto se tanteó las cosquillas que en una ocasión largó un bufido juertazo, se miró el pañuelo y vio una cosa como una molleja. ¿Saben lo que era?–Moco, digo yo y perdonen la osenidá. –No. Era un pedazo de su celebro. Estuvo un rato meta estornudar y largando el celebro de a puñaditos. Me lo contó otro milico que lo vio. El Edgardo se quedó como ido. Hay una especie de prólogo en el libro de Di Candia. Se títula “Aclaraciones Innecesarias”. Ahí abre un paraguas. Dice que en esa obra de ficción, el mayor peso de la narrativa, es la realidad. Los relatos y anécdotas que se han deformado pero que han sobrevivido al tiempo. Y que ubica a sus personajes en el interior de la república “porque ahí es posible recuperar formas de humor que apretadas en las grandes ciudades han caído en crisis casi irrecuperables de solemnidad”. Lo escribió muchísimo antes de Internet y las redes morales con sus antorchas siempre listas. Y tiene más vigencia que nunca.

 

 

*Federico Castillo (Lascano 1979) es periodista y escritor. Es coautor de los libros Hasta la última gota y la Ropa en la cancha (Sudamericana) y realizó la producción periodística del libro la Revolución de los humanos (Debate) de Ignacio Munyo. Desde el año 2013 integra la redacción del semanario Búsqueda donde se desempeña como cronista.