-Fue
uno de los mejores músicos del tango.
Admirado
por Héctor María Artola y Francisco Canaro –con quien, pese a su
agitada y larga vida artística, siempre volvió- tuvo en filas
de su propia orquesta a Julio De Caro, el histórico renovador
que, avanzada la década de 1960, le propondría formar una gran
agrupación para tocar en giras por el exterior.
Sin
embargo, el recuerdo de Minotto Di Cicco, nacido en Montevideo en
1898, tanto aquí, su tierra natal, como en Buenos Aires, donde
triunfó, ha sido difumado por el olvido.
Todo
alrededor de Minotto fue música, desde la niñez: sus hermanos
mayores Ernesto y Fioravanti eran, respectivamente, bandoneonista
y pianista. A los doce años estudió solfeo y piano, pasó al
acordeón y, finalmente, su compatriota Alberto Rodríguez,
integrante de la orquesta de Osvaldo Fresedo, le enseñó los
secretos del instrumento que
lo
sedujo sin retorno: el bandoneón.
Debutó
a los diecisiete años en el Petit Salón –en los bajos del mítico
Moulin Rouge-, junto al pianista Carlos Warren y al violinista
Ataliva Galup, pero muy pronto cambió y el trío quedó formado
con Alberto Alonso y Luciano Arturaola para actuar en el bar
Trianón, ubicado en Andes entre San José y Soriano. Meses después,
contratados por el
Café
Nuevo, de 18 de Julio y Ejido, agregó otro violinista, Federico
Lafémina. El éxito les permitió grabar en Buenos Aires para el
sello Víctor dieciocho temas, entre ellos La cumparsita, de
Mattos Rodríguez, y Marquezito, el único tango compuesto por
Minotto, quien aprovechó esta estadía en Argentina para comprar
su primer bandoneón, ya que
hasta
ese año tocó con uno que le había prestado su maestro Alberto
Rodríguez.
En
1917, Minotto se arriesgó a crear una orquesta, añadiendo otros
músicos amigos, que llevó el nombre de “Alonso-Minotto” y
con la que viajó otra vez a la capital argentina, donde alcanzó
gran repercusión.
Luego
hubo un breve regreso a Montevideo por razones familiares, y
enseguida la promesa de un contrato en el Moulin Rouge; pero en
medio de tales sacudones, lo acarició la varita mágica de la
vida artística: Francisco Canaro, ya una suerte de prócer del
tango, lo convocó para sustituir a Osvaldo Fresedo, y así fue que
el joven bandoneonista uruguayo integró la orquesta gigante que
el maragato había formado con
Roberto
Firpo para animar los carnavales de Rosario, en 1918. Fue el
encuentro inicial, que se repetiría al paso de los años.
Pero
había en Minotto cierta nostalgia por su país y su gente.
En
1922 abandonó a Canaro y reincidió aquí con su orquesta renovada.
Con la simpleza que ocurren grandes cosas, propició un doble
acontecimiento que no tantos recuerdan: Fioravanti, su hermano,
se retiró para viajar a Europa y el piano fue ocupado por el casi
inigualable
Francisco De Caro; pocas semanas más tarde, el violín solista quedó
en manos de Julio De Caro, que tuvo así, y entre uruguayos, su
primera gran exposición pública. De esa época quedó un disco
legendario que incluye maxixas, paso dobles y los tangos Fruta
prohibida, de Delfino, Picaflor, de Mazzeo y Pura espuma, de Emilio
Ferrer.
Pese
a la repercusión lograda, Minotto –cuyas indecisiones eran moneda
habitual- viajó otra vez a Buenos Aires al llamado de Canaro: en
ese momento para sustituir a Anselmo Aieta. Allí se instaló,
como primer bandoneón, hasta 1926.
Impulsado
por amigos, abandonó a “Pirincho” por segunda vez, y –quedándose
en la noche porteña prácticamente hasta su jubilación-, formó
otro grupo, grabó para Odeón diez obras, entre las que destacan
Milonga con variación, A media luz, Ave María, Camarada, Padre
Nuestro y Buenos Aires y brilló en la calle Corrientes, en el teatro
Broadway,
con el pianista José Tinelli, autor de Será una noche, el
violinista Hugo Baralis y el bandoneonista Francisco Fiorentino
–futura gran voz de Troilo-, quien cantaba los estribillos.
Alcanzó
más resonancia: la dirección de la gran orquesta de la Columbia
Viva Tonal para bailes de carnaval en el Broadway y el tercer y
definitivo reencuentro con Canaro, a partir de 1932.
Ya
no se movió de su lado. Participó de la obra La muchachada del
centro y cerró su ciclo en el Quinteto Pirincho.
La
deuda está viva. Olvidado, Minotto murió en Montevideo el 9 de
setiembre de 1979.
Cual
intento de homenaje quedó aquel esfuerzo de varios músicos
argentinos, cuando Di Cicco aún tocaba, de crear “El trío de
la M”: Minotto, Maffia y Marcucci.
Dijo
Horacio Loriente: -No fue más que un sueño.
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