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martes, 14 de marzo de 2023

La columna de Edgardo Etlin /MISTERIOS DEL MONUMENTO FUNERARIO DEL CORONEL BERNABÉ RIVERA (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú - Tercera Parte)



Los sepulcros guardan los misterios de los Hombres. La Historia (o mejor dicho, las Historias) intenta develarlos. En ocasión de encontrarnos ante el monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (1), una inquietud nos impelió a internamos simbólicamente en aquél con el propósito de intentar encontrar la historia del ser humano cuya Alma y cuyos secretos custodia. Sin rumbo ni método, sin querer saber de por qués, nos dejamos llevar a través de una trama de hallazgos que se nos fueron presentando. Estamos compartiendo en estas crónicas una aventura personal hacia el descubrimiento de un individuo, entre los blancos y negros de su vida y de su trágico destino.


En la entrega anterior (2) comenzamos a hurgar en la vida de Bernabé, cuyo tránsito por la existencia estuvo muy vinculado a los pasos de su tío (no hermano), el Brigadier General don Fructuoso Rivera. En todas sus audaces o fermentales empresas, Bernabé siempre estuvo con él acompañándolo o secundándole. Por supuesto, cuando Fructuoso se embarca en la campaña contra los charrúas, aquél estaría presente. Los objetivos de Bernabé al respecto estaban consustanciados con los de su tío.


Es necesario, más allá de los supuestos motivos y de los apoyos que habría tenido Fructuoso Rivera, entonces Presidente del novísimo Estado Oriental del Uruguay, para erradicar o desarticular a las tribus de indios charrúas hacia 1831, tener presente que éste osciló entre diversas posiciones. Hacia 1824, si bien apoyaba contra ellos una solución armada, entendía que en esos momentos no era viable ni efectiva, por lo que como alternativa proponía que fueran estimulados a emprender una vida civilizada, a través de conminarles a la práctica del trabajo y de proceder a su evangelización, teniéndose sí la fuerza como elemento disuasivo (3). Aunque cierto es que Rivera solicitó a la Asamblea General la autorización del 30 de diciembre de 1830 para “salir á la campaña mandando en persona la fuerza armada”, lo que le fue concedido (4). Tenía ahora el propósito, dentro de un operativo para terminar contra la delincuencia y el abigeato, de darle a los charrúas “su merecido” y “dar el paso sobre los salvages”. Se sentía que sería “una obra que los desvelos de ocho virreyes, y por más de 40 años no lograron realizarla. Será lindisimo… Ah! Qué glorioso será si se consigue, sin que esta tierra tan privilegiada no se manchase con sangre humana” (5). “Todo promete un vrillante resultado” (6).


Llegamos así al escenario de Salsipuedes, que proponemos reconstruir conforme a las versiones más antiguas a las que pudimos acceder (7). Se discute inclusive cuál fue el lugar en que ocurrió “Salsipuedes”: Fructuoso Rivera escribió su comunicado oficial sobre lo acontecido en su “Cuartel General, Salsipuedes” (8) de circunstancias, pero se dice que el episodio se pudo haber desarrollado no sólo en uno, sino a través de distintos choques; según algunos en dos lugares, y otro como Acosta y Lara, hablan de tres lugares (9). Ocurrieron los acontecimientos, básicamente, por el actual Departamento de Paysandú. Hoy existe un monumento que conmemoraría el episodio, pero el lugar en que fue emplazado se encuentra muy discutido en cuanto a si realmente allí habría acontecido “Salsipuedes”.


Salvo el hecho de que Fructuoso Rivera procuró convencer a los charrúas de encontrarse con él en un punto determinado que hoy conocemos como “Salsipuedes”, y el informe oficial que se dio publicidad luego del evento, no hay testimonios ni documentos primarios de época sobre sus detalles bélicos, y el comunicado de Rivera no da mayor información de lo acontecido. Sólo poseemos informaciones tardías y secundarias, que supuestamente consultaron a personas que los vivieron, pero son bastante lejanas en el tiempo respecto a los hechos.


Las fuentes más antiguas que pudimos encontrar sobre lo que hoy conocemos como “la Matanza de Salsipuedes” son (hay relatos y versiones posteriores, pero utilizamos para nuestra historia éstas, que creemos son las primeras):


a) un artículo bajo el seudónimo de “Demófilo”, aparecido en “El Defensor de la Independencia Americana” del 1° de julio de 1845, que creemos pudo haber sido escrito por el Brigadier General Antonio Felipe Díaz, quien era redactor en aquel periódico, acorde a ciertas semejanzas que encontramos con unos “Apuntes sobre los indios charrúas” que dejó manuscritos sin corregir, de data incierta (10);

b) una memoria del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848 (11).


El mulato Rivera” (según le califica Manuel Lavalleja a Don Frutos), convocó a los indios charrúas en Salsipuedes, con el pretexto de arreglar con ellos para que entraran en Brasil a recuperar los ganados orientales que los brasileños les habían robado. De acuerdo a la documentación relevada por Picerno, Rivera había solicitado inicialmente al General Julián Laguna que atrayera a los indios “en las puntas del Queguay Grande”, con el propósito de que se les convocaba para colaborar en guardar las fronteras del Estado, y haciéndoles ver de que Rivera de su amistad. Pero luego varió el lugar de contacto, hacia un punto en que los charrúas no tendrían muchas posibilidades de escapatoria.


Los charrúas siempre dispuestos contra los brasileros, y enemigos naturales de estos, no vacilaron en aceptar el convite desde que en él se envolvía el interes de invadir al Brasil.”. Sin embargo, algunos caciques charrúas como Polidorio (Polidoro, o Sepé -hay quienes sostienen de que se trata de la misma persona-) y “El Adivino”, intuyendo o con cierta prevención de que algo nefando se tramaba en su contra, sospecharon y no concurrieron aduciendo (en palabras de Polidorio) que “Frutos era corazón malo y traidor” (12). Pero los restantes se allegaron.


Bernabelito (13) venía acompañando a muchos de ellos, al mando del Escuadrón No. 2 de Caballería (14).


Fructuoso Rivera tenía como mil hombres reunidos (15). Participaron militares orientales en distintos Escuadrones y Compañías, milicianos, soldados argentinos al mando del General Juan Lavalle, vecinos brasileños y locales que odiaban o sufrían a los charrúas y se habían agrupado (debemos acotar que los hermanos brasileños, donde veían entonces a un charrúa, le “tocaban bala”), y hasta indios guaraníes. No abundaremos en estos detalles.


Tenía Rivera un hermano, joven de bellísimas disposiciones y de un alma nacida para lo bueno; pero que por una de aquellas contrariedades, por desgracia harto comunes en la especie humana, se había acostumbrado á obedecer ciegamente a su hermano mayor, aun en aquellas cosas que él mismo, condenaba con pública franqueza: debilidad inconcebible que lo hizo cómplice de no pocas maldades que aquel cometiera, en el curso de su desordenada vida. Podía Rivera haber asociado á su crimen á un extraño cualquiera, ahorrando á su infeliz hermano la ejecucion de un hecho que sabía le había de repugnar en estremo, y hacerlo aparecer ante sus conciudadanos como un verdugo feroz y despiadado. Pero no quiso. Se empeñó en que su hermano fuese el vil instrumento de su maldad; y á pesar de la viva resistencia que encontró por esta vez en él, logró al cabo que cediese como siempre. D. Bernabé recibió las instrucciones correspondientes, y marchó al lugar señalado para la consumación del bárbaro designio.

Un mensagero de paz había ido ya de antemano á convidar á los Charrúas á que acudiesen á aquel mismo paraje, donde, se les decía, se acomodarían las diferencias que existían á la sazon entre ellos y Rivera (habiales este suscitado de intento poco antes), se celebrarían los nuevos pactos de amistad, y recibirían los largos regalos que en prueba de ella y segun costumbre se les iban á hacer.

Juzgando los Charrúas que en todas estas propuestas había la mejor buena fé, se dispusieron á ir al lugar de la cita el día que se les había designado. Salen los infelices de sus guaridas mal armados y desapercibidos como que pensaban ir á una fiesta, y se dirigen alegres y tranquilos á donde, según se les había dicho, los estaban esperando para abrazarlos. Llegan allá; mas ¡óh traicion inconcebible! Crecidas fuerzas, que con anticipación se habían colocado en emboscada, salen de improviso, los rodean y á mansalva hacen en ellos una espantosa carnicería. Pocos son los que aciertan á defenderse, con la sorpresa. Entre estos pocos se distinguió el impertérrito Cacique Rondó (16). Cercado de una porción que lo atacaban, sin más arma que su sola lanza, todavía sostuvo una larga lucha al cabo de la cual, falto de fuerzas y cargado de heridas, cayó hecho pedazos, pero no sin haber hecho correr en abundancia la sangre de sus cobardes enemigos. Perico (17), el otro Cacique, quedó prisionero con un gran número de mujeres y niños. Solo un corto grupo de 40 a 50 guerreros escapó á esta matanza, que alcanzaron á refujiarse en las asperezas desiertas del Arapey y el Cuareim, donde fueron á meditar la venganza que poco después consiguieron ejecutarla.

Tal fue el acto horrible que puso fin á la nación Charrúa. Dispuesto y ordenado por Rivera; pero ejecutado por su hermano D. Bernabé, la responsabilidad del hecho recayó toda sobre este…” (18)


El Coronel Antonio Díaz, hijo del Brigadier General Antonio Felipe Díaz y quien habría tomado esta información del propio padre, en 1877 relata el episodio central así:


Llegados al campamento los indígenas, Rivera entretuvo haciendo marchar á su lado al cacique Venao, mientras los Charrúas desmontaban en el paraje designado para que campasen. Entonces fue que el General Rivera dijo á Venao que venia a su derecha prestame tu cuchillo para picar tabaco, descargando un tiro de pistola sobre el cacique, en seguida de apoderarse del cuchillo. El cacique quedó ileso, pero huyó vociferando en charrúa, en dirección al campo de sus hermanos, que alarmados empezaron á tomar caballo como pudieron.

En el acto el escuadrón desarmado (19) se arrojó sobre las lanzas y demás armas de los indios. D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2; el resto de las fuerzas tomó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indígenas, matándoles en su casi totalidad, inclusive su cacique Vencol jefe principal.” (20)


Nos cuenta Eduardo Acevedo Díaz, quien conocía las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja, pero especialmente compilando las de su abuelo materno el Brigadier General Antonio Felipe Díaz y de su tío el Coronel Antonio Díaz (hijo) (21):


Ya en el campo, éstos, recelosos y desconfiados, parecieron vacilar un momento.

No tenían memoria de haberse confundido nunca con ejército alguno, pues siempre habían acampado lejos, á un flanco, en los tiempos del general Artigas.

Viéndolos perplejos y mal dispuestos, el presidente (Fructuoso Rivera) llamó á Venado y púsose á conversar con él, marchando muy juntos al paso die sus caballos.

Entraba este detalle en el drama.

El cacique iba mudo, observando el cuadro.

Los clarines lanzaban la nota de atención.

Los soldados se movían en silencio con aire siniestro, prendidos los sables y colgadas al cinto las pistolas.

De pronto, el coronel Bernabé Rivera, tendiendo el brazo hacia un vallecito espaldado por nutrida vegetación, dijo á Polidoro:

-Allí pueden desmontar.”

Movióse el cacique y tras él la horda, con ese andar lento é indeciso de los gatos monteses fuera de la espesura.

Eso de desmontar, en medio de las tropas, parecíales sin duda al cacique y á sus compañeros una grande exigencia.

Se habían habituado con sin igual habilidad á los lomos equinos y se sentían demasiado bien en ellos para abandonarlos en aquella hora.

Pero, el presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” á Venado y reía con él marchando un poco lejos; y el coronel, que nunca les había mentido, brindaba á Polidoro con un chifle de aguardiente en prueba de cordial compañerismo.

En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y á un ademán del cacique todos los mocetones echaron pie á tierra.

Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba á su serenidad y flema, hubo observado el movimiento, dirigióse a Venado, diciéndole con calma:

-Empréstame tu cuchillo para picar tabaco.”

El cacique desnudó el que llevaba á la cintura y se lo dió en silencio.

Al cogerlo, Rivera sacó una pistola é hizo fuego sobre Venado.

Era la señal de la matanza.

El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo dando un grito. La bala se perdió en el espacio.

Venado partió á escape hacia los suyos.

Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió á tomar su caballo.

Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo instantáneamente.

El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel varios hombres.

El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel (Bernabé) Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”.

En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobre el duro cráneo indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la pluma

de ñandú, símbolo de la libertad salvaje.

No fueron pocos los que se defendieron, arrebatando las armas á las propias manos de sus victimarios.” (22)


Los charrúas que pudieron, se defendieron.


El cacique (Vaimaca) Pirú logró escapar de la matanza, llegando hasta la presencia del General (Fructuoso) Rivera, a quien dijo: mirá tus soldados matando amigos”.

Los pocos hombres que escaparon a la matanza general, se refugiaron por lo pronto en las asperezas del Arapey y en los bosques del Cuareim” (23).


Concluido el operativo, Bernabé Rivera se dirigió con su Escuadrón a perseguir a los indios que habían escapado y al cacique Polidorio (quien desconfiado, no había querido ir). Se encontró con el cacique Venado y doce charrúas por el arroyo Cañitas, y haciéndoles creer que les devolverían a sus mujeres e hijos que habían tomado prisioneros, los hizo marchar escoltados, y en la estancia del Viejo Bonifacio Benítez, mientras estaban comiendo, Venado y sus compañeros fueron atacados y masacrados por un grupo de soldados que Bernabé Rivera había dispuesto (24).


A través de un comunicado expedido en “Cuartel General, Salsipuedes” del 12 de abril de 1831, Fructuoso Rivera informa que la acción había consistido enponer en ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Mas los salvajes, o temerosos ó alucinados, empeñaron una resistencia armada, que fue preciso combatir del mismo modo, para cortar radicalmente las desgracias, que con su diario incremento amenazaban las garantías individuales de los habitantes del Estado, y el fomento de la industria nacional constantemente depredada por aquellos. Fueron en consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres enemigos, y el resto con 300 y más almas en poder de la división de operaciones. Los muy pocos que han podido evadirse de la misma cuenta, son perseguidos vivamente por diversas partidas que se han despachado en su alcance, y es de esperarse que sean destruidos también complemente sino salvan las fronteras del Estado”; y destacó “la brillante conducta, constancia y subordinación… y muy particularmente los recomendables servicios que en ella han rendido el Sr. General D. Julian Laguna, y el coronel D. Bernabé Rivera” (25).


La única baja oficial en el Ejército gubernista fue la del joven Teniente Primero Maximiliano Obes, hijo de Lucas Obes (a la sazón Fiscal General) (26). Aunque es posible que hubiera algunos muertos más entre las huestes estatales, que quizá ni se contaron por considerarse recursos humanos sin valor, o siguiendo una acostumbrada tendencia en los informes militares a minimizar el número de bajas “amigas”: “Los indios mataron defendiéndose, algunos de los soldados de Rivera y entre los muertos apareció el teniendo D. Máximo [Maximiliano] Obes…” (27).


El 14 de abril de 1831, el nuevo Santo y Seña del Ejército había pasado a ser “En el Estado=Concluyeron=Los Charrúas” (28).


Jamás estos salvajes han podido soportar el yugo de la civilización, aun en el grado más bajo, y cada vez que se ha aguardado ciertas chances de éxito, se han precipitado como bestias feroces sobre los apacibles habitantes de las campañas, llevándose todo a fuego y sangre en su pasaje, sin conceder la gracia de la vida ni a mujeres ni a niños. El presidente Ribéra [sic], viendo que era imposible vivir en paz con estos terribles vecinos, que habían venido a asentar sus tiendas hasta las márgenes del río Negro, y que todos los medios de dulzura que se había usado en su consideración, no producían ningún efecto, resolvió hacerles una guerra a muerte, y tras una campaña de algunos meses, ha estado bastante feliz por haber desembarazado su país de su presencia.” (29)


El 27 de junio de 1831, el señor Ministro de Guerra José Longinos Ellauri da al Coronel Bernabé Rivera instrucciones de “marchar sin demora alguna y tomando que creyese conveniente del Escuadrón de su mando, dirigirse a perseguir los restos de los salvajes, que… se hallan en aptitud de cometer excesos que no podrían repararse”, y que “seguirá sin interrupción hasta someterlos o destruirlos en caso de resistencia; remitiendo a disposición del Gobierno aquellos que pudiesen ser aprehendidos”, así como que “Remitirá igualmente toda persona sea chica o grande perteneciente a las familias de los charrúas, que encuentre diseminadas en la Campaña” (30).


Nos cuenta el Coronel Antonio Díaz (hijo) que “D. Bernabé Rivera dijo después del hecho del Queguay [Salsipuedes], que había obedecido con notable disgusto, las órdenes referentes al suceso, y es creencia general que así fue - Era hombre de estimables prendas…” (31). Sin embargo, existe documentación que muestra que Bernabé Rivera se habría tomado con buena disposición esa tarea, manifestando “que tengo el mayor interés en la conclusión de esta plaga” y que “para propender al cumplimiento de las instrucciones que me rigen, es preciso asegurar el tránsito de estos desiertos persiguiendo a la raza indomable que los infecta…; disponiéndome entretanto a aprovechar la primera ocasión de neutralizar completamente el resto de aquellos obstinados infieles” (32). Persiguió a los grupos de charrúas que iban quedando hacia el Noroeste.


El día 17 de agosto de 1831, en Mataojo (en la barra del Mataojo Grande con el Río Arapey, hoy Departamento de Salto) tuvo lugar una acción donde Bernabé Rivera manifestó haber matado “quince infieles inclusive dos cacique de los más perversos, tomarles veinte y seis hombres, y cincuenta y seis personas más, entre chinas y muchachos de ambos sexos”, y que habían escapado “diez y ocho hombres, ocho muchachos de siete a doce años, y cinco chinas de bastante edad” (33). Uno de los prisioneros charrúas fue el indio conocido como Ramón Mataojo (justamente por el lugar del operativo armado), que fue el primero de los charrúas remitidos a Francia (34).


Estando destacado en Tacuarembó, entre fines de 1831 y principios de 1832 Bernabé participa en la fundación de San Fructuoso (actual ciudad de Tacuarembó). Creada por Decreto del 24 de octubre de 1831, “el coronel Bernabé Rivera fundó la villa bajo el nombre de San Fructuoso un 27 de enero de 1832, por celebrarse el día del santo aquel día en el calendario cristiano” (35). “En Febrero ó Marzo de dicho 1832, se hallaba el Coronel don Bernabé Rivera ocupado en la fundación del pueblo de Tacuarembó…” (36); poblado que se ubicó “entre los arroyos Tacuarembó Chico y La Tranquera, sobre el camino real, que vá para Santa Ana” (37). Ya en diciembre de 1831, mientras se encontraba en Paysandú, había sido nombrado Comandante de la Frontera Norte y le habían asignado el 3° Escuadrón de Caballería, con el propósito de vigilar la zona de frontera Norte. “Las instrucciones que impartió Bernabé para los destacamentos son muy numerosas y estrictas, y les establece como misión fundamental: impedir el contrabando, la introducción o evasión de malos y malos esclavos de ambos territorios, proteger el vecindario del nuestro y evitar todo perjuicio a los habitantes del otro lado de la línea, por parte de los de acá, sin pasar los límites establecidos” (38).


En mayo de 1832 ocurrió un alzamiento de los pobladores indios guaraníes de la colonia de Bella Unión encabezados por Gaspar Tacuabé y el indio Lorenzo (39). Algunos charrúas, como Vaimaca Pirú, decidieron apoyar el movimiento (40). “El movimiento de los indios de Bella Union, habia tenido lugar el 19 de Mayo [de 1832]. … El plan atribuido á estos misioneros, era dar un golpe de mano á las haciendas vecinas, y pasar á la Provincia de Corrientes, á consecuencia de la miseria en que se encontraban, habiéndoseles faltado á los compromisos que el General Rivera había contraído con ellos, y que consistía en recursos para su manutención; pero es indudable que habían sido inducidos por Tacuabé…”; y es así que el 15 de mayo de ese año, Bernabé Rivera recibió la orden de neutralizarlos y someterlos (41).


Bernabé se encontraba en el apogeo de su fama. El “establishment” lo quería y lo valoraba como a un ser muy capaz y con condiciones hasta para regir los destinos del Estado Oriental del Uruguay. “Era hombre de estimables prendas, y que hubiera hecho en la República Oriental una figura, tanto ó mas espectable que su hermano. [“rectius”, su tío Fructuoso].” (42) Algunos, como Anaya en 1851 pero contemporáneo a estos hechos que narramos, vieron al “Com.te D. Bernabé Rivera, sobrino del Presid.te, su brazo derecho, y el indicado, sin duda, p.a sucederle en la Presidencia.” (43)






EDGARDO ETTLIN. Investigador en Derecho y en Historia. Publicó entre otros libros: “Zonas Francas” (Fundación de Cultura Universitaria, 1989), “Cómo dirigir y desempeñarse en Audiencias” (Amalio Fernández, 1999), “Procesos de Ejecución de Sentencias a pagar Dinero contra el Estado” (Amalio Fernández, 2008), “Violencia Doméstica. Régimen y abordaje jurídico de la mujer maltratada en ocasión de su vida afectiva” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2009), “Una Justicia Eficiente” (Forvm Orientalis, 2010), “Normativa sobre la Propiedad Intelectual en el Uruguay” (2012), “Ejecución de Sentencias Judiciales contra el Estado” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2014), y “Responsabilidad Patrimonial de los Funcionarios Públicos” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2017), “El Derecho de Resistencia en las Constituciones de las Américas” (Fundación de Cultura Universitaria, 2018), “Responsabilidad Civil por Daños en los Espectáculos Deportivos” (La Ley Uruguay, 2019), y “Estudios sobre Justicia y Propiedad Intelectual” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2021). Ha escrito más de doscientos artículos y estudios sobre temas de Derecho, principalmente en Derecho Público, Derecho Procesal y Derecho de la Propiedad Intelectual, publicados en Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia y España, y a través de Internet. Es referencia de citas por numerosos autores uruguayos y extranjeros, y asiduo colaborador de diversas revistas y publicaciones jurídicas de Uruguay y América Latina. Conferencista en diversos eventos de Derecho en América Latina y Europa. Sentencias y contribuciones jurisprudenciales suyas han sido publicadas y comentadas en prestigiosas publicaciones jurídicas. Historiador y ensayista, ha publicado diversos libros y artículos sobre Cultura e Historia, destacándose: “Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería” (bajo el seudónimo de Jean-Marie Mondine, Ediciones de la Plaza, 2016), “Judas Iscariote y otras incursiones pseudoculturales” (Los Caminos, 2020), y “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas sobre Juan Idiarte Borda, 13º Presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino Arredondo” (Fundación de Cultura Universitaria, 2021). Ha participado y es usualmente invitado como ponente sobre diversos temas de Historia y Cultura. Ministro de Tribunal de Apelaciones Civil (Poder Judicial - Uruguay).



La columna de Edgardo Etlin /MISTERIOS DEL MONUMENTO FUNERARIO DEL CORONEL BERNABÉ RIVERA (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú - Tercera Parte) Los sepulcros guardan los misterios de los Hombres. La Historia (o mejor dicho, las Historias) intenta develarlos. En ocasión de encontrarnos ante el monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (1), una inquietud nos impelió a internamos simbólicamente en aquél con el propósito de intentar encontrar la historia del ser humano cuya Alma y cuyos secretos custodia. Sin rumbo ni método, sin querer saber de por qués, nos dejamos llevar a través de una trama de hallazgos que se nos fueron presentando. Estamos compartiendo en estas crónicas una aventura personal hacia el descubrimiento de un individuo, entre los blancos y negros de su vida y de su trágico destino. En la entrega anterior (2) comenzamos a hurgar en la vida de Bernabé, cuyo tránsito por la existencia estuvo muy vinculado a los pasos de su tío (no hermano), el Brigadier General don Fructuoso Rivera. En todas sus audaces o fermentales empresas, Bernabé siempre estuvo con él acompañándolo o secundándole. Por supuesto, cuando Fructuoso se embarca en la campaña contra los charrúas, aquél estaría presente. Los objetivos de Bernabé al respecto estaban consustanciados con los de su tío.Es necesario, más allá de los supuestos motivos y de los apoyos que habría tenido Fructuoso Rivera, entonces Presidente del novísimo Estado Oriental del Uruguay, para erradicar o desarticular a las tribus de indios charrúas hacia 1831, tener presente que éste osciló entre diversas posiciones. Hacia 1824, si bien apoyaba contra ellos una solución armada, entendía que en esos momentos no era viable ni efectiva, por lo que como alternativa proponía que fueran estimulados a emprender una vida civilizada, a través de conminarles a la práctica del trabajo y de proceder a su evangelización, teniéndose sí la fuerza como elemento disuasivo (3). Aunque cierto es que Rivera solicitó a la Asamblea General la autorización del 30 de diciembre de 1830 para “salir á la campaña mandando en persona la fuerza armada”, lo que le fue concedido (4). Tenía ahora el propósito, dentro de un operativo para terminar contra la delincuencia y el abigeato, de darle a los charrúas “su merecido” y “dar el paso sobre los salvages”. Se sentía que sería “una obra que los desvelos de ocho virreyes, y por más de 40 años no lograron realizarla. Será lindisimo… Ah! Qué glorioso será si se consigue, sin que esta tierra tan privilegiada no se manchase con sangre humana” (5). “Todo promete un vrillante resultado” (6). Llegamos así al escenario de Salsipuedes, que proponemos reconstruir conforme a las versiones más antiguas a las que pudimos acceder (7). Se discute inclusive cuál fue el lugar en que ocurrió “Salsipuedes”: Fructuoso Rivera escribió su comunicado oficial sobre lo acontecido en su “Cuartel General, Salsipuedes” (8) de circunstancias, pero se dice que el episodio se pudo haber desarrollado no sólo en uno, sino a través de distintos choques; según algunos en dos lugares, y otro como Acosta y Lara, hablan de tres lugares (9). Ocurrieron los acontecimientos, básicamente, por el actual Departamento de Paysandú. Hoy existe un monumento que conmemoraría el episodio, pero el lugar en que fue emplazado se encuentra muy discutido en cuanto a si realmente allí habría acontecido “Salsipuedes”.Salvo el hecho de que Fructuoso Rivera procuró convencer a los charrúas de encontrarse con él en un punto determinado que hoy conocemos como “Salsipuedes”, y el informe oficial que se dio publicidad luego del evento, no hay testimonios ni documentos primarios de época sobre sus detalles bélicos, y el comunicado de Rivera no da mayor información de lo acontecido. Sólo poseemos informaciones tardías y secundarias, que supuestamente consultaron a personas que los vivieron, pero son bastante lejanas en el tiempo respecto a los hechos. Las fuentes más antiguas que pudimos encontrar sobre lo que hoy conocemos como “la Matanza de Salsipuedes” son (hay relatos y versiones posteriores, pero utilizamos para nuestra historia éstas, que creemos son las primeras):a) un artículo bajo el seudónimo de “Demófilo”, aparecido en “El Defensor de la Independencia Americana” del 1° de julio de 1845, que creemos pudo haber sido escrito por el Brigadier General Antonio Felipe Díaz, quien era redactor en aquel periódico, acorde a ciertas semejanzas que encontramos con unos “Apuntes sobre los indios charrúas” que dejó manuscritos sin corregir, de data incierta (10);b) una memoria del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848 (11).“El mulato Rivera” (según le califica Manuel Lavalleja a Don Frutos), convocó a los indios charrúas en Salsipuedes, con el pretexto de arreglar con ellos para que entraran en Brasil a recuperar los ganados orientales que los brasileños les habían robado. De acuerdo a la documentación relevada por Picerno, Rivera había solicitado inicialmente al General Julián Laguna que atrayera a los indios “en las puntas del Queguay Grande”, con el propósito de que se les convocaba para colaborar en guardar las fronteras del Estado, y haciéndoles ver de que Rivera de su amistad. Pero luego varió el lugar de contacto, hacia un punto en que los charrúas no tendrían muchas posibilidades de escapatoria.“Los charrúas siempre dispuestos contra los brasileros, y enemigos naturales de estos, no vacilaron en aceptar el convite desde que en él se envolvía el interes de invadir al Brasil.”. Sin embargo, algunos caciques charrúas como Polidorio (Polidoro, o Sepé -hay quienes sostienen de que se trata de la misma persona-) y “El Adivino”, intuyendo o con cierta prevención de que algo nefando se tramaba en su contra, sospecharon y no concurrieron aduciendo (en palabras de Polidorio) que “Frutos era corazón malo y traidor” (12). Pero los restantes se allegaron.Bernabelito (13) venía acompañando a muchos de ellos, al mando del Escuadrón No. 2 de Caballería (14).Fructuoso Rivera tenía como mil hombres reunidos (15). Participaron militares orientales en distintos Escuadrones y Compañías, milicianos, soldados argentinos al mando del General Juan Lavalle, vecinos brasileños y locales que odiaban o sufrían a los charrúas y se habían agrupado (debemos acotar que los hermanos brasileños, donde veían entonces a un charrúa, le “tocaban bala”), y hasta indios guaraníes. No abundaremos en estos detalles.“Tenía Rivera un hermano, joven de bellísimas disposiciones y de un alma nacida para lo bueno; pero que por una de aquellas contrariedades, por desgracia harto comunes en la especie humana, se había acostumbrado á obedecer ciegamente a su hermano mayor, aun en aquellas cosas que él mismo, condenaba con pública franqueza: debilidad inconcebible que lo hizo cómplice de no pocas maldades que aquel cometiera, en el curso de su desordenada vida. Podía Rivera haber asociado á su crimen á un extraño cualquiera, ahorrando á su infeliz hermano la ejecucion de un hecho que sabía le había de repugnar en estremo, y hacerlo aparecer ante sus conciudadanos como un verdugo feroz y despiadado. Pero no quiso. Se empeñó en que su hermano fuese el vil instrumento de su maldad; y á pesar de la viva resistencia que encontró por esta vez en él, logró al cabo que cediese como siempre. D. Bernabé recibió las instrucciones correspondientes, y marchó al lugar señalado para la consumación del bárbaro designio.Un mensagero de paz había ido ya de antemano á convidar á los Charrúas á que acudiesen á aquel mismo paraje, donde, se les decía, se acomodarían las diferencias que existían á la sazon entre ellos y Rivera (habiales este suscitado de intento poco antes), se celebrarían los nuevos pactos de amistad, y recibirían los largos regalos que en prueba de ella y segun costumbre se les iban á hacer. Juzgando los Charrúas que en todas estas propuestas había la mejor buena fé, se dispusieron á ir al lugar de la cita el día que se les había designado. Salen los infelices de sus guaridas mal armados y desapercibidos como que pensaban ir á una fiesta, y se dirigen alegres y tranquilos á donde, según se les había dicho, los estaban esperando para abrazarlos. Llegan allá; mas ¡óh traicion inconcebible! Crecidas fuerzas, que con anticipación se habían colocado en emboscada, salen de improviso, los rodean y á mansalva hacen en ellos una espantosa carnicería. Pocos son los que aciertan á defenderse, con la sorpresa. Entre estos pocos se distinguió el impertérrito Cacique Rondó (16). Cercado de una porción que lo atacaban, sin más arma que su sola lanza, todavía sostuvo una larga lucha al cabo de la cual, falto de fuerzas y cargado de heridas, cayó hecho pedazos, pero no sin haber hecho correr en abundancia la sangre de sus cobardes enemigos. Perico (17), el otro Cacique, quedó prisionero con un gran número de mujeres y niños. Solo un corto grupo de 40 a 50 guerreros escapó á esta matanza, que alcanzaron á refujiarse en las asperezas desiertas del Arapey y el Cuareim, donde fueron á meditar la venganza que poco después consiguieron ejecutarla.Tal fue el acto horrible que puso fin á la nación Charrúa. Dispuesto y ordenado por Rivera; pero ejecutado por su hermano D. Bernabé, la responsabilidad del hecho recayó toda sobre este…” (18)El Coronel Antonio Díaz, hijo del Brigadier General Antonio Felipe Díaz y quien habría tomado esta información del propio padre, en 1877 relata el episodio central así: “Llegados al campamento los indígenas, Rivera entretuvo haciendo marchar á su lado al cacique Venao, mientras los Charrúas desmontaban en el paraje designado para que campasen. Entonces fue que el General Rivera dijo á Venao que venia a su derecha prestame tu cuchillo para picar tabaco, descargando un tiro de pistola sobre el cacique, en seguida de apoderarse

del cuchillo. El cacique quedó ileso, pero huyó vociferando en charrúa, en dirección al campo de sus hermanos, que alarmados empezaron á tomar caballo como pudieron.En el acto el escuadrón desarmado (19) se arrojó sobre las lanzas y demás armas de los indios. D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2; el resto de las fuerzas tomó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indígenas, matándoles en su casi totalidad, inclusive su cacique Vencol jefe principal.” (20)Nos cuenta Eduardo Acevedo Díaz, quien conocía las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja, pero especialmente compilando las de su abuelo materno el Brigadier General Antonio Felipe Díaz y de su tío el Coronel Antonio Díaz (hijo) (21):“Ya en el campo, éstos, recelosos y desconfiados, parecieron vacilar un momento.No tenían memoria de haberse confundido nunca con ejército alguno, pues siempre habían acampado lejos, á un flanco, en los tiempos del general Artigas.Viéndolos perplejos y mal dispuestos, el presidente (Fructuoso Rivera) llamó á Venado y púsose á conversar con él, marchando muy juntos al paso die sus caballos.Entraba este detalle en el drama.El cacique iba mudo, observando el cuadro.Los clarines lanzaban la nota de atención.Los soldados se movían en silencio con aire siniestro, prendidos los sables y colgadas al cinto las pistolas.De pronto, el coronel Bernabé Rivera, tendiendo el brazo hacia un vallecito espaldado por nutrida vegetación, dijo á Polidoro:“-Allí pueden desmontar.”Movióse el cacique y tras él la horda, con ese andar lento é indeciso de los gatos monteses fuera de la espesura.Eso de desmontar, en medio de las tropas, parecíales sin duda al cacique y á sus compañeros una grande exigencia.Se habían habituado con sin igual habilidad á los lomos equinos y se sentían demasiado bien en ellos para abandonarlos en aquella hora.Pero, el presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” á Venado y reía con él marchando un poco lejos; y el coronel, que nunca les había mentido, brindaba á Polidoro con un chifle de aguardiente en prueba de cordial compañerismo.En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y á un ademán del cacique todos los mocetones echaron pie á tierra.Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba á su serenidad y flema, hubo observado el movimiento, dirigióse a Venado, diciéndole con calma:“-Empréstame tu cuchillo para picar tabaco.”El cacique desnudó el que llevaba á la cintura y se lo dió en silencio.Al cogerlo, Rivera sacó una pistola é hizo fuego sobre Venado.Era la señal de la matanza.El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo dando un grito. La bala se perdió en el espacio.Venado partió á escape hacia los suyos.Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió á tomar su caballo.Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo instantáneamente.El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel varios hombres.El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel (Bernabé) Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”.…En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobre el duro cráneo indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la plumade ñandú, símbolo de la libertad salvaje.No fueron pocos los que se defendieron, arrebatando las armas á las propias manos de sus victimarios.” (22)Los charrúas que pudieron, se defendieron. “El cacique (Vaimaca) Pirú logró escapar de la matanza, llegando hasta la presencia del General (Fructuoso) Rivera, a quien dijo: mirá tus soldados matando amigos”. “Los pocos hombres que escaparon a la matanza general, se refugiaron por lo pronto en las asperezas del Arapey y en los bosques del Cuareim” (23).Concluido el operativo, Bernabé Rivera se dirigió con su Escuadrón a perseguir a los indios que habían escapado y al cacique Polidorio (quien desconfiado, no había querido ir). Se encontró con el cacique Venado y doce charrúas por el arroyo Cañitas, y haciéndoles creer que les devolverían a sus mujeres e hijos que habían tomado prisioneros, los hizo marchar escoltados, y en la estancia del Viejo Bonifacio Benítez, mientras estaban comiendo, Venado y sus compañeros fueron atacados y masacrados por un grupo de soldados que Bernabé Rivera había dispuesto (24). A través de un comunicado expedido en “Cuartel General, Salsipuedes” del 12 de abril de 1831, Fructuoso Rivera informa que la acción había consistido “poner en ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Mas los salvajes, o temerosos ó alucinados, empeñaron una resistencia armada, que fue preciso combatir del mismo modo, para cortar radicalmente las desgracias, que con su diario incremento amenazaban las garantías individuales de los habitantes del Estado, y el fomento de la industria nacional constantemente depredada por aquellos. Fueron en consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres enemigos, y el resto con 300 y más almas en poder de la división de operaciones. Los muy pocos que han podido evadirse de la misma cuenta, son perseguidos vivamente por diversas partidas que se han despachado en su alcance, y es de esperarse que sean destruidos también complemente sino salvan las fronteras del Estado”; y destacó “la brillante conducta, constancia y subordinación… y muy particularmente los recomendables servicios que en ella han rendido el Sr. General D. Julian Laguna, y el coronel D. Bernabé Rivera” (25).La única baja oficial en el Ejército gubernista fue la del joven Teniente Primero Maximiliano Obes, hijo de Lucas Obes (a la sazón Fiscal General) (26). Aunque es posible que hubiera algunos muertos más entre las huestes estatales, que quizá ni se contaron por considerarse recursos humanos sin valor, o siguiendo una acostumbrada tendencia en los informes militares a minimizar el número de bajas “amigas”: “Los indios mataron defendiéndose, algunos de los soldados de Rivera y entre los muertos apareció el teniendo D. Máximo [Maximiliano] Obes…” (27).El 14 de abril de 1831, el nuevo Santo y Seña del Ejército había pasado a ser “En el Estado=Concluyeron=Los Charrúas” (28).“Jamás estos salvajes han podido soportar el yugo de la civilización, aun en el grado más bajo, y cada vez que se ha aguardado ciertas chances de éxito, se han precipitado como bestias feroces sobre los apacibles habitantes de las campañas, llevándose todo a fuego y sangre en su pasaje, sin conceder la gracia de la vida ni a mujeres ni a niños. El presidente Ribéra [sic], viendo que era imposible vivir en paz con estos terribles vecinos, que habían venido a asentar sus tiendas hasta las márgenes del río Negro, y que todos los medios de dulzura que se había usado en su consideración, no producían ningún efecto, resolvió hacerles una guerra a muerte, y tras una campaña de algunos meses, ha estado bastante feliz por haber desembarazado su país de su presencia.” (29)El 27 de junio de 1831, el señor Ministro de Guerra José Longinos Ellauri da al Coronel Bernabé Rivera instrucciones de “marchar sin demora alguna y tomando que creyese conveniente del Escuadrón de su mando, dirigirse a perseguir los restos de los salvajes, que… se hallan en aptitud de cometer excesos que no podrían repararse”, y que “seguirá sin interrupción hasta someterlos o destruirlos en caso de resistencia; remitiendo a disposición del Gobierno aquellos que pudiesen ser aprehendidos”, así como que “Remitirá igualmente toda persona sea chica o grande perteneciente a las familias de los charrúas, que encuentre diseminadas en la Campaña” (30). Nos cuenta el Coronel Antonio Díaz (hijo) que “D. Bernabé Rivera dijo después del hecho del Queguay [Salsipuedes], que había obedecido con notable disgusto, las órdenes referentes al suceso, y es creencia general que así fue - Era hombre de estimables prendas…” (31). Sin embargo, existe documentación que muestra que Bernabé Rivera se habría tomado con buena disposición esa tarea, manifestando “que tengo el mayor interés en la conclusión de esta plaga” y que “para propender al cumplimiento de las instrucciones que me rigen, es preciso asegurar el tránsito de estos desiertos persiguiendo a la raza indomable que los infecta…; disponiéndome entretanto a aprovechar la primera ocasión de neutralizar completamente el resto de aquellos obstinados infieles” (32). Persiguió a los grupos de charrúas que iban quedando hacia el Noroeste.El día 17 de agosto de 1831, en Mataojo (en la barra del Mataojo Grande con el Río Arapey, hoy Departamento de Salto) tuvo lugar una acción donde Bernabé Rivera manifestó haber matado “quince infieles inclusive dos cacique de los más perversos, tomarles veinte y seis hombres, y cincuenta y seis personas más, entre chinas y muchachos de ambos sexos”, y que habían escapado “diez y ocho hombres, ocho muchachos de siete a doce años, y cinco chinas de bastante edad” (33). Uno de los prisioneros charrúas fue el indio conocido como Ramón Mataojo (justamente por el lugar del operativo armado), que fue el primero de los charrúas remitidos a Francia (34). Estando destacado en Tacuarembó, entre fines de 1831 y principios de 1832 Bernabé participa en la fundación de San Fructuoso (actual ciudad de Tacuarembó). Creada por Decreto del 24 de octubre de 1831, “el coronel Bernabé Rivera fundó la villa bajo el nombre de San Fructuoso un 27 de enero de 1832, por celebrarse el día del santo aquel día en el calendario cristiano” (35). “En Febrero ó Marzo de dicho 1832, se hallaba el Coronel don Bernabé Rivera

ocupado en la fundación del pueblo de Tacuarembó…” (36); poblado que se ubicó “entre los arroyos Tacuarembó Chico y La Tranquera, sobre el camino real, que vá para Santa Ana” (37). Ya en diciembre de 1831, mientras se encontraba en Paysandú, había sido nombrado Comandante de la Frontera Norte y le habían asignado el 3° Escuadrón de Caballería, con el propósito de vigilar la zona de frontera Norte. “Las instrucciones que impartió Bernabé para los destacamentos son muy numerosas y estrictas, y les establece como misión fundamental: impedir el contrabando, la introducción o evasión de vagos y malos esclavos de ambos territorios, proteger el vecindario del nuestro y evitar todo perjuicio a los habitantes del otro lado de la línea, por parte de los de acá, sin pasar los límites establecidos” (38).En mayo de 1832 ocurrió un alzamiento de los pobladores indios guaraníes de la colonia de Bella Unión encabezados por Gaspar Tacuabé y el indio Lorenzo (39). Algunos charrúas, como Vaimaca Pirú, decidieron apoyar el movimiento (40). “El movimiento de los indios de Bella Union, habia tenido lugar el 19 de Mayo [de 1832]. … El plan atribuido á estos misioneros, era dar un golpe de mano á las haciendas vecinas, y pasar á la Provincia de Corrientes, á consecuencia de la miseria en que se encontraban, habiéndoseles faltado á los compromisos que el General Rivera había contraído con ellos, y que consistía en recursos para su manutención; pero es indudable que habían sido inducidos por Tacuabé…”; y es así que el 15 de mayo de ese año, Bernabé Rivera recibió la orden de neutralizarlos y someterlos (41). Bernabé se encontraba en el apogeo de su fama. El “establishment” lo quería y lo valoraba como a un ser muy capaz y con condiciones hasta para regir los destinos del Estado Oriental del Uruguay. “Era hombre de estimables prendas, y que hubiera hecho en la República Oriental una figura, tanto ó mas espectable que su hermano. [“rectius”, su tío Fructuoso].” (42) Algunos, como Anaya en 1851 pero contemporáneo a estos hechos que narramos, vieron al “Com.te D. Bernabé Rivera, sobrino del Presid.te, su brazo derecho, y el indicado, sin duda, p.a sucederle en la Presidencia.” (43) EDGARDO ETTLIN. Investigador en Derecho y en Historia. Publicó entre otros libros: “Zonas Francas” (Fundación de Cultura Universitaria, 1989), “Cómo dirigir y desempeñarse en Audiencias” (Amalio Fernández, 1999), “Procesos de Ejecución de Sentencias a pagar Dinero contra el Estado” (Amalio Fernández, 2008), “Violencia Doméstica. Régimen y abordaje jurídico de la mujer maltratada en ocasión de su vida afectiva” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2009), “Una Justicia Eficiente” (Forvm Orientalis, 2010), “Normativa sobre la Propiedad Intelectual en el Uruguay” (2012), “Ejecución de Sentencias Judiciales contra el Estado” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2014), y “Responsabilidad Patrimonial de los Funcionarios Públicos” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2017), “El Derecho de Resistencia en las Constituciones de las Américas” (Fundación de Cultura Universitaria, 2018), “Responsabilidad Civil por Daños en los Espectáculos Deportivos” (La Ley Uruguay, 2019), y “Estudios sobre Justicia y Propiedad Intelectual” (La Ley Uruguay - Thomson Reuters, 2021). Ha escrito más de doscientos artículos y estudios sobre temas de Derecho, principalmente en Derecho Público, Derecho Procesal y Derecho de la Propiedad Intelectual, publicados en Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Colombia y España, y a través de Internet. Es referencia de citas por numerosos autores uruguayos y extranjeros, y asiduo colaborador de diversas revistas y publicaciones jurídicas de Uruguay y América Latina. Conferencista en diversos eventos de Derecho en América Latina y Europa. Sentencias y contribuciones jurisprudenciales suyas han sido publicadas y comentadas en prestigiosas publicaciones jurídicas. Historiador y ensayista, ha publicado diversos libros y artículos sobre Cultura e Historia, destacándose: “Bajo la Escuadra y el Compás. Mitos y verdades sobre la Masonería” (bajo el seudónimo de Jean-Marie Mondine, Ediciones de la Plaza, 2016), “Judas Iscariote y otras incursiones pseudoculturales” (Los Caminos, 2020), y “Qué solos se quedan los muertos. Crónicas sobre Juan Idiarte Borda, 13º Presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay, y sobre su agresor criminal Avelino Arredondo” (Fundación de Cultura Universitaria, 2021). Ha participado y es usualmente invitado como ponente sobre diversos temas de Historia y Cultura. Ministro de Tribunal de Apelaciones Civil (Poder Judicial - Uruguay).

1ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú) - Primera Parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-columna-de-edgardo-ettlin-misterios.html” (consultado el 24.2.2023).

2ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú) - Segunda parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-columna-de-edgardo-ettlin-misterios_27.html” (consultado el 10.3.2023).

3Carta de Fructuoso Rivera a Carlos Federico Lecor de fecha 25 de agosto de 1824. El documento puede consultarse en PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay. Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 79-81.

4Ver estos documentos relacionados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 140-155.

5Carta de Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa del 28 de marzo de 1831; reproducida en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 211-213.

6Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna del 27 de marzo de 1831, reproducida por ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, p. 118.

7Respecto a las fuentes utilizadas para reconstruir la Matanza de Salsipuedes, así como sobre las diversas posiciones que en forma reciente se han planteado, respecto a dónde pudieron haber sucedido los hechos de este episodio histórico, ver ETTLIN Edgardo, “Misterios del monumento funerario del Coronel Bernabé Rivera (y algo sobre el combate de Yacaré Cururú) - Segunda parte”, en “https://elblogdejuanjopereyra.blogspot.com/2023/02/la-columna-de-edgardo-ettlin-misterios_27.html”, en Notas 20 y 24 (consultado el 10.3.2023); y también ver Nota 9 en esta presente entrega.

8Ver Nota 25.

9Acosta y Lara ubica el principal acontecimiento de Salsipuedes, expresando: “El lugar donde se desarrollaron los episodios que venimos de estudiar, sin duda cuidadosamente elegido por el general Rivera, cuya fama de baqueano rebasó fronteras…, lo constituye una prolongada franja de tierras, de un largo aproximado a los 52 kilómetros y un ancho de 20. Ubicado en el extremo E.S.E. del Depto. de Paysandú, llega al N. hasta Piedra Sola y al S. hasta el arroyo Juan Tomás, marginándolo al E. el Salsipuedes Grande y al W. la Cuchilla de Haedo” (ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, p. 129). También manifiesta dicho autor que probablemente no hubo sólo o dos, sino tres choques, entre los días 6-7 a 12 de abril de 1831: uno en el Paso del Queguay, uno en Salsipuedes y otro en la Cueva o Boca del Tigre (id., pp. 198-199, 202-204).

10“Continuación de Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental”, en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6. DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977. FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, pp. 245 y 299-312.

11Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246.

12Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 189-210.

13Así llamaba Fructuoso Rivera afectuosamente a su sobrino Bernabé, a quien también, como dijimos, trataba como “hermano”.

14DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p. 86. ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 149.

Carta de Rivera al General Julián Laguna del 5 de abril de 1831, reproducida en PICERNO, “El genocidio…”, pp. 219-221..

15DÍAZ (hijo), “Historia política y militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 85.

16Probablemente se trate del cacique Venado.

17Quizá se trate de Vaimaca Pirú.

18DEMÓFILO, “Continuación…” cit., p. 5.

19Se trataba de un grupo de tareas, dirigido por el entonces Coronel José María Luna, que estaba comisionado especialmente para retirarles las armas a los charrúas.

20 DÍAZ (hijo), “Historia política y militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86.

21ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415 y 423.


22Este relato de Eduardo Acevedo Díaz sigue básicamente a DÍAZ (hijo), “Historia política y militar…” Parte Primera - Tomo II, pp. 85-86, quien su vez conocía a su vez los “Apuntes…” de su padre Antonio Felipe (en realidad estos últimos tienen escasísimas referencias a Salsipuedes). También ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “La Cueva del Tigre”, en “La Época” Año IV Núm. 973, Montevideo, martes 19 de agosto de 1890, p. 1.

23DÍAZ Antonio Felipe, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.

24Relación de Manuel Lavalleja del 31 de octubre de 1848, en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 236-239 y 245-246. Picerno ubica el lugar de este segundo asalto por el Arroyo Cañas de Arerunguá, en Salto (“El genocidio…” cit., pp. 236 y 262). LÓPEZ MAZZ y BRACCO lo sitúan cerca de la confluencia del arroyo Blanquillo con el Queguay Grande (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, pp. 11-12). Acevedo Díaz (“Épocas militares…” cit., p. 416) y Díaz (hijo, “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86), nos brindan otra versión diferente a la de Manuel Lavalleja, aunque la unen con la misma refriega de Salsipuedes y no como hecho inmediatamente posterior: “El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”. Bajo aquella avalancha de aceros y aun de balas, la horda se revolvió desesperada, cayendo uno tras otro sus mocetones más escogidos. / El archicacique Venado, herido por muchas lanzas, fué derribado en el centro de la feroz refriega.” (ACEVEDO DÍAZ, “Épocas militares…” cit., p. 416). De acuerdo a Antonio Díaz (hijo), “D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2°; el resto de las fuerzas formó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indigenas, matándoles en casi su totalidad, incluso su cacique Vencol [Venado?], jefe principal.” (DÍAZ -hijo-, “Historia política y militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86).

25“El Universal. Diario político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831, página (2). Este documento, dirigido al “Exmo. gobierno de la República” y bajo la autoría de Fructuoso Rivera, también se encuentra reproducido en PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 247.

26ANAYA Carlos, “Anotaciones históricas sobre la revolución oriental (1811.1851)”, Imprenta Nacional, Montevideo, p. 117. Lucas Obes recién será Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores y Ministro de Hacienda de Fructuoso Rivera, entre 1833 y 1834.

27DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. Ver también ACOSTA y LARA, “El país…” cit., pp. 153-154 y 204.

28ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 187. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 263-264.

29ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvage Charruas, par le Brick Français Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 7.

30Los documentos respectivos están publicados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.329-330.

31DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.

32Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna del 26 de julio 1831, y comunicación de Bernabé Rivera del 3 de febrero de 1832 al entonces Ministro de Guerra Santiago Vázquez. En PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 333 y 345.

33Comunicación de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra José L. Ellauri del 23 de agosto de 1831, en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 336-337.

34La suerte de Ramón Mataojo, quien terminó en Francia aunque no pudo embarcarse y luego continuó como marinero por el Mar Mediterráneo, muriendo estando en el mar, puede consultarse en RIVET Paul, “Les derniers charrúas”, en “Revista de la Sociedad ­Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo, 1930, pp. 5-13.

36“El Indiscreto” núm. cit., p. 347.

37DE LA SOTA Juan Manuel, “Catecismo geográfico-político e histórico de la República Oriental del Uruguay”, s/e, Montevideo, 1850, p. 88.

38ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía del Coronel Bernabé Rivera” Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 26.

39“Las Primeras Ideas” cit., p. 6. BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 167-168. ANAYA, “Apuntaciones…” cit., p. 118

40MARUCA SOSA Rodolfo, “La nación charrúa”, Editorial Letras, Montevideo, 1957, p. 152. ANÓNIMO (DE CUREL -?-), “Arrivée…” cit., p. 12.

41DÍAZ “Historia política y militar…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. ANTÚNEZ DE OLIVEIRA, “Biografía del Coronel…” cit., p. 26, informa que fue 15 de mayo de 1832 cuando Bernabé recibió la orden de Fructuoso Rivera de terminar con el alzamiento guaraní. Picerno afirma que en esta rebelión participaron también “algunos charrúas” (“El genocidio…” cit., pp. 347).

En mi criterio, no ha de confundirse a Gaspar Tacuabé o Tacuabé, guaraní, con el Tacuabé charrúa (conocido también como Laureano o Laureano Tacuabé) que fue remitido a Francia junto con Vaimaca Pirú, Senaqué y Guyunusa.

42DÍAZ (hijo), “Historia política y militar…” Parte primera - Tomo II cit., p. 91.

43ANAYA, “Apuntaciones…” cit., p. 118.


 

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