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Mientras escribo
estas líneas no dejo de pensar en el día histórico que hemos
vivido a partir del inicio de la venta del cannabis en algunas
farmacias de nuestro país. Esto es sin lugar a dudas un paso enorme
hacia una transformación cultural que por cierto no dependerá solo
de cuestiones logísticas o de implementación sino de un gradual
aprendizaje colectivo. Naturalmente, todo inicio siempre es complejo,
y del mismo modo que el niño da sus primeros pasos para afianzarse,
aquí sucede algo similar. Si hacemos un ejercicio comparativo con
otros países veremos que es un hecho de enorme trascendencia. Quiero
detenerme en dos o tres aspectos para reflexionar a propósito de
estos hechos.
Las drogas no son
cosa nueva en la vida humana, diversas culturas a lo largo de la
historia han experimentado con sustancias de toda índole. Y por
supuesto que fue la naturaleza la que en muchas partes proveyó de
estos elementos a los humanos. El uso de opio, por ejemplo, hunde sus
raíces en la más profunda antigüedad. Si se revisa la historia de
las culturas se verá frecuentemente que eso que llamamos “droga”
es algo bastante más viejo de lo que suponemos. Pero si nos
enfocamos, desde una perspectiva lisa y llana, en las drogas
contemporáneas, veremos con mayor facilidad la enorme cantidad de
sustancias al alcance del ser humano. Este tiempo muestra a la gente
expuesta e interactuando con una gran cantidad de sustancias que en
muchos casos se vuelven problemáticas. Un individuo que se relaciona
con una droga, desde los psicofármacos hasta el alcohol, lo hace a
partir de diversos motivos. Es curioso cómo a partir de la venta
legal de cannabis, muchas voces horrorizadas se han alzado en contra.
Es muy curioso ver cómo todos de alguna forma perdemos la memoria, o
nos echamos en los brazos de doña hipocresía para erigirnos en
moralizadores y en censores de turno. Las redes sociales son el gran
escenario y esto se vuelve divertido cuando se trata de comunidades
en las que, más aquí o más allá, nos conocemos todos bastante.
Olvidamos cómo a diario e incluso en algunas vivencias, las drogas
han estado presentes. Nos alarma la venta de cannabis, cuando hemos
visto personas destrozadas por una accesible y promocionada droga
legal como el alcohol. Nos molesta el cannabis aun cuando no dejamos
de descubrir la febril adicción que representa el cigarrillo de
tabaco y los males -muchas veces mortales- que produce. No nos alarma
eso e incluso muchos que hoy atacan la regulación pública del
cannabis fueron los primeros en sentirse “perseguidos” y
reclamaron sus “derechos” como fumadores, a pesar de que nadie ha
prohibido la venta o el consumo de tabaco. Hasta personas que
defendían la permisividad en los controles de alcoholemia en nombre
del “placer” y la “libertad” hoy atacan con fiereza la ley y
su puesta en marcha.
Personalmente, no
fumo marihuana y conozco los riesgos que consumirla acarrea, del
mismo modo que conozco los del cigarrillo y el alcohol. De ningún
modo promuevo el consumo de ninguna sustancia. Es un error torpe
pensar que con esta regulación pública exista un fomento o
promoción del consumo, es falso. No resiste el menor análisis
serio. Falso por una razón elemental, el consumo de esta u otras
sustancias ha sido y es parte de la vida social humana. En el caso
del cannabis esto es fácilmente comprobable a diario, en todos los
estratos sociales. Por supuesto que se puede negar la realidad y
ocultarla, o solapadamente preferir la “distinción” que otorga
ser consumidor exclusivo, aun cuando para adquirir el cannabis haya
que recurrir a una red clandestina de venta, que en muchos casos
encubre complejas relaciones sociales y peligros. ¿Existe gente en
la sociedad uruguaya con una estatura moral tal como para
horrorizarse y azuzar cucos? ¿A alguien se le puede ocurrir que sea
mejor adquirir una droga en un mercado negro que en un mercado
regulado? ¿La gente dejará de drogarse (con todas las drogas) solo
con persecución y prohibiciones estériles?
No sorprende que
desde algunos sectores sociales y políticos se exhiba un pensamiento
conservador, prohibicionista y negacionista, aun cuando sobre
evidencia del fracaso dramático y socialmente devastador de estas
prácticas en el mundo. En el Uruguay es habitual, y su Historia lo
demuestra, tener liberales fervientes en lo político y económico
pero ardientemente conservadores en lo social. Si mañana a alguien
se le ocurriera echar atrás este proceso podría hacerlo, pero ¿la
gente dejaría de consumir sustancias psicoactivas o estimulantes?
¿La gente dejaría de fumar marihuana? Ciertamente no, lo que sí
haría sería volver a conseguir eso -con el persistente encanto de
lo prohibido- en un mercado negro, desregulado, sin control de
calidad, de precio y de seguridad personal.
Muchos en estos días
han elegido el camino de la hipocresía, la alarma pública y el
estupor. Es que lógicamente se ha iniciado un proceso que es
perfectible. Pero por algo se empieza. Debemos sentirnos felices de
habernos animado a dar este pasito. Hoy seguramente haya gente
tomando alcohol hasta caerse, dependiente de una copa para que no le
tiemblen las manos, ¿prohibiremos el alcohol? Hoy seguramente haya
quienes estén terminando su tercera caja de cigarrillos,
¿prohibiremos fumar? Hoy tal vez haya quienes se metan un cóctel de
pastillas para esto o para aquello, ¿prohibiremos el expendio de
medicamentos? En todos los casos la receta es la misma: información,
educación y construcción de una independencia que nos permita
elegir con libertad y conociendo a qué nos enfrentamos. Nosotros
defendemos estas libertades positivas, las libertades para
realizarnos como individuos, basados en un conocimiento cabal,
racional y amplio del mundo en que vivimos.
Los cambios
culturales llevan tiempo. Ojalá éste sirva para continuar generando
conciencia, convivencia, tolerancia y sobre todo aprender a ser una
mejor sociedad en democracia, sin el rigor aplastante, la vigilancia
total, la censura o la prohibición absurda. Nadie quiere gente
adicta, debemos ayudar a quienes tienen consumos problemáticos, pero
está demostrado que no lo haremos fomentando la prohibición y
solventando mercados negros. Tal vez algunos prefieran que los ricos
se droguen con calidad y se “distingan” obscenamente, y que los
pobres se revienten con cualquier cosa y caigan en la boca del león.
Hoy dimos un paso para alejarnos de eso.
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