Es notorio que
las unidades son preferibles a las divisiones en materia política.
No es precisamente este principio que caracteriza a la gente de
nuestro país, donde las divisiones son notorias. En los últimos
quince años frenteamplistas se ha marcado superlativamente esta
característica. El proceso es complejo, se ha trabajado con ahínco
en la división y diferencia entre partidos. El Frente después de
haber cultivado esa característica realizó una argumentación en
que todo lo bueno partía de esas filas y todo los que no
compartíamos las mismas éramos los malos. Se llegó a decir incluso
que nuestros niños comían pasto antes de su advenimiento, “vende
patria” y demás era lo corriente que se pintaba hasta en las
paredes o sea, se inventó una división entre orientales
enquistándola en la cultura nacional. ¿Alguien tuvo éxito
esgrimiendo esta tesis? Es obvio que el Frente ganó en tres
oportunidades, obteniendo un brazo político sindical fortificando al
radical PIT-CNT. Que en materia de conflictos tiene más poder que
cualquier ministerio. Pero claro está, el que perdió fue el
Uruguay, divididos en sectores radicales. La exageración fundamental
es la mentira real. Decir que somos buenos o malos unos de un lado y
los otros del otro, es una inmoralidad intachable. Realidades
posteriores han derribado esos muros, ya lo señaló el Senador
Larrañaga. Plantearon y está escrito, en más de una oportunidad
que el Uruguay nació el 1° de marzo del 2005, todo lo anterior,
remontándose casi al mismo Artigas, nada fue bueno. Todos los
adelantos y logros obtenidos durante casi 180 años eran iniciativa
del Frente. Por otra parte, en función de eso, está la exageración
con mentira histórica, lo pasado era recortado, cambiando por una
nueva tesis que se acomodaba a los intereses de la actual mayoría. A
blancos o colorados cuando les tenían que reconocer aciertos, eran
presentados casi como frentistas arrepentidos o el Frente como
heredero de aquellos. Hasta el propio Artigas se tambaleó. La
intención no era otra que se repitió insistentemente que en
círculos de opinión reprodujeran convenciendo un mensaje mentiroso.
Claro, como consecuencia, al tomar incremento esos reflejos se
consigue que sectores sociales y políticos y demás círculos de
opinión, se consustancien de ese mensaje falso. Como consecuencia se
cerró lo que más caracterizó al viejo Uruguay, el diálogo, la
negociación y el respeto. El Frente cerró los caminos, se aisló y
dejó del otro lado de la muralla el resto del país. Se nota
fácilmente al observarse el Parlamento, que no hay diálogo entre el
Frente y la oposición. Y no es porque no lo necesiten. Siendo el
diálogo necesario pero se le niega a la oposición el derecho a
participar. Tienen una visión global “absoluta”. En su
diversidad frentista tendrían todo. Los que no participan del Frente
estarían ajenos a intervenir en el destino del país. Y no debe ser
así, el diálogo o el intercambio de opiniones siempre es necesario.
No se habla sólo cuando es indispensable, se debe además hablar
porque así se constituye la calidad de una democracia. Por ser como
lo han definido surge un desprecio hacia la república. Sus leyes,
sus normas pueden ser violadas o transformadas a gusto de cualquier
paladar que le convenga. Vemos a diario un notorio desprecio por la
noción de república independiente. Ejemplo de lo cual el
presupuesto nacional no les otorga los recursos necesarios ni al
Poder Judicial, ni a los organismos de contralor como el Tribunal de
Cuentas, Contencioso Administrativo o Corte Electoral. O sea, en buen
romance, el mensaje es que lo que controla el Ejecutivo, tiene como
destino carecer de presupuesto. Morirse de hambre. Dice el senador
Larrañaga “la disgregación no es política es social y cultural.
Han instalado sentimientos radicales que no estaban en el Uruguay”.
Este proceso debe detenerse y debe construir la unidad nacional. Hay
que decir basta a la división y por supuesto detener el paso de los
que la dividen. Es hora de construir un Uruguay juntos, alega el
senador. Todos juntos estemos en cualquier bando y en cualquier
lugar, seamos de la capital o del interior, estemos en la política
sindical, social, comercial o lo que sea, trabajadores o empresarios,
sin perjuicio de la religión que se profese. Nada de todo lo dicho
es obstáculo para emprender una senda juntos que nos lleve a
devolverle al Uruguay el diálogo, el respeto y la búsqueda de las
mejores políticas. O sea, resumiendo, hay que cerrar esa separación.
No es con políticas sectoriales en que las mitades de un todo se
puedan volver a unir y formar una nación futura. Antes la hubo, hay
que concientizarse que es necesario volver a hacerlo. La nación que
promueve estos valores premiando el esfuerzo y el sacrificio es la
que debe triunfar y no castigar el éxito desde posiciones resentidas
y mezquinas. También es obvio, que así como la izquierda construyó
un relato tan trabajoso, desmantelarlo conllevará el esfuerzo
consabido contrario. No es excluyendo gente o partidos que no están
identificados 100% con el gobierno que se logra rehacer una nación,
el paradigma frentista está agotado, superado y expuesto por la
realidad. Los continuos desfasajes que sus tesis han sufrido, PLUNA,
Casinos, etc. son ejemplo de eso. Un país no se reconstruye unos
meses antes de la elección. Para obtener cambios y recuperar la
patria, como gobierno y como proyecto hay que empezar hoy.
Leopoldo
Amondarain
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