Las ilusiones de algunos paraguayos y paraguayas, de experimentar un cambio, al menos político, en su país, se diluyeron este domingo 30 de abril, al conocerse los resultados de las elecciones nacionales.
La Asociación Nacional Renovadora (ANR), más conocida como Partido Colorado, reafirmó su hegemonía y se alzó con una cómoda victoria que coloca en la presidencia al economista Santiago Peña, de 44 años.
Este técnico, de poca experiencia en la acción política y con pasado liberal, fue ministro de Hacienda entre 2015 y 2017, cuando gobernó el millonario empresario Horacio Cartes, su mentor político y principal respaldo.
Cartes preside el Partido Colorado, aunque debió tomar distancia en los últimos meses, después que el gobierno de Estados Unidos lo declaró “significativamente corrupto” y lo obligó a “desprenderse” de la dirección de sus numerosas empresas.
Le bloquearon las operaciones comerciales y financieras, las personales y las del Partido Colorado, pero Cartes se las ingenió para sortear esas dificultades e igualmente seguir incidiendo en la política partidaria y la nacional.
El nuevo presidente, que asumirá en agosto, está considerado “el delfín” de Cartes, aunque él prefiere identificarse con lo que llama “la renovación generacional” del partido, históricamente dirigido por veteranos de la política paraguaya.
Para estas elecciones la oposición intentó una “Concertación” entre partidos y grupos de centro-derecha, centro e izquierda, que presentó como candidato presidencial a Efraín Alegre, del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), pero quedaron muy lejos del ganador. Apenas 27,4 por ciento del total de votos, contra el 42,74 de los “Colorados”.
Paraguay tiene unos 6 millones de habitantes y poco más de 4 millones 700 mil estaban habilitados para votar, pero concurrió a las urnas solamente el 63,4 por ciento, poco más de 3 millones de hombres y mujeres.
El país tiene 24 por ciento de sus habitantes en la pobreza extrema y es reconocido internacionalmente como uno de los países más corruptos del mundo, además de otros graves flagelos como el narcotráfico, el contrabando, la extorsión, los secuestros, los homicidios, la mendicidad, el machismo y hasta la discriminación hacia su numerosa población indígena.
Un llamado Consejo Impulsor del Sistema Nacional de Integridad (CISNI), creado en 1999, trató de desplegar un Plan Nacional de Integridad –PNI– para enfrentar esta realidad, pero con poco éxito. Al menos visible.
Ellos mismos sostienen que “la corrupción no es solo el producto de la voluntad individual, sino el resultado de un marco institucional de escaso desarrollo normativo y prácticas administrativas deficientes”.
Reconoce que la “ineficiencia institucional” crea las condiciones necesarias para el desarrollo de la corrupción, al no existir, o ser precarios, los mecanismos de control en las instituciones públicas y privadas.
Una vez, estando en Asunción, la capital del país, le pregunté, fuera de micrófono, a un influyente ministro cuáles eran los rubros de la economía del país que funcionaban fuera de la ley. Y con un sorprendente sinceramiento y una mueca significativa respondió: “todos”.
“En Paraguay, la corrupción es una realidad que atenta contra el desarrollo y sostenimiento de la democracia” señaló el CISNI y no se vislumbran intenciones claras de modificar este estado de cosas, más allá de los discursos preelectorales.
Hay por delante un nuevo período constitucional de cinco años sin que se vislumbre alguna señal de que pueda cambiar este estado de cosas. La gente seguirá sobreviviendo como pueda, mientras una elite de privilegiados se aprovecha de todas las debilidades del sistema institucional.
Hasta ahora no ha aparecido ninguna figura ni ninguna fuerza política capaz de poner en riesgo esa hegemonía casi absoluta de los “colorados”, que consiguieron nuevamente mantener “despejado” el camino.
El 24,7 por ciento de la población extremadamente pobre, que en términos absolutos representan aproximadamente un millón 700 mil personas, seguirá sumida en la pobreza extrema, seguirá sin entender mucho cómo funciona la cosa, y menos cuáles son las causas de su desgraciada vida.
Si hasta ahora no lo hicieron tampoco se puede esperar que los gobernantes atiendan esa tragedia y busquen algún mecanismo para superarla. Si estas elecciones del domingo 30 de abril las hubiera ganado la oposición, seguramente sería lo mismo. Es mucho lo que hay que modificar estructuralmente y nadie ha demostrado verdadero interés por modificarlo.
*Carlos Castillos - Docente y periodista, trabajó en Radio Chuy, Difusora Rochense, El Espectador, Radio Carve, CX 30 La Radio, Emisora del Palacio FM y CX 36 Radio Centenario. Además fue corresponsal de la agencia alemana de prensa dpa en Uruguay, Argentina y Paraguay durante 22 años. Es egresado del Instituto Superior de Educación Física (ISEF) como Entrenador de Fútbol y desde el 2010 impulsa el Movimiento de Cine Con Vecinos-Uruguay que se dedica a producir documentales comunitarios y a talleres básicos en todo el país. Desde el 2011 participa del Movimiento ARA (Artistas Rochenses Amigos) para publicar y difundir obras de creadores de la zona.