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martes, 25 de abril de 2023

ESCRITORA LÉONI GARICOITS “DESDE QUE APRENDÍ A LEER NO PARÉ MÁS” texto y audio

 

Escribe Juan José Pereyra Twitter@juano500


Nació en Montevideo en una rama diferente a la de la familia que se radicó en Rocha y fundó la legendaria farmacia.

Desde que aprendió a leer desarrolló una pasión por la lectura que continúa con toda intensidad. "Nunca pude parar", dijo la escritora y poeta al programa Hay otra historia de radio Fortaleza.

Ha publicado una decena de libros en los que siempre está presente la problemática y la sensibilidad de la mujer.

Abogada, desde 1990 trabajó como Fiscal Adjunta en el Ministerio Público en diferentes reparticiones. Una, quizás la la más dura, fue la de violencia de género.

De todos estos temas les invito a escuchar la entrevista con la escritora Léoni Garicoits.

lunes, 17 de abril de 2023

EL SANTO DE LOS CANTEGRILES ISIDRO RUBEN ALONSO – PADRE CACHO/COLUMNA DE JULIO ROMERO MAGLIOCCA

 




Por el año 2000 comienzo a garabatear mis primeros renglones dedicados al Padre Cacho, el 2012 vería la luz mi primer libro, su nombre “Un Cacho de Dios”.

Acercarme a la vida de Cacho, lo hice en mi niñez al mudarme desde mi barrio de nacimiento, Colón, para irme a Casavalle.

Mi padre hacía meses que era liberado del penal de Libertad (San José), su permanencia de 8 años por pensar distinto ya había pagado la deuda.

Al salir, se encuentra que su oficio se estaba poco menos que extinguiendo, las fábricas de calzados ya casi no existían. Los comienzos de esta su nueva etapa fue muy complicada, tuvo que reaccionar a tiempo para tomar otras propuestas laborales, así fue como terminó trabajando en la Raltur en barrio Coppola, cercano a nuestro barrio Nuevo Ellauri, haciendo varillas de hierro, luego de la fundición. Volviendo al momento de la mudanza, el camión que llevaba los muebles que vestirían la nueva casa, transitaba por el Bulevar Aparicio Saravia tosiendo en los repechos, suspirando en las bajadas. Fue pasar el límite de Camino de las Instrucciones, todo cambiaba de un lado y del otro de la calle. Viviendas muy humildes, carros tirados por caballos con matungos cansados, resoplando su impotencia, flacos, mal tratados por otro personaje que con rebenque escupían violencia,,,¡dale cheee! , ¡no te quedes, daleeee! , “hijo de p…”. Las bolsas volando al son de las corrientes de aire, ranchos casi al caer por tanta pobreza junta, de un lado el cementerio del Norte , del otro lado los ranchos pobres. Mi pensamiento me llevaba a esa pregunta un tanto ingenua: ¿a dónde nos estamos mudando? Ahora el camión dobla por San Martín y a la cuadra toma hacia la derecha por Casavalle, el motor jugando una pulseada con el esfuerzo por no quedar tieso. Llegamos a descargar todo, nuestro nuevo hogar nos esperaba. Viviendas del BHU , flamantes pero no terminadas en cuanto teníamos un dormitorio que solo tenía los cimientos, la casa tenía un retiro jardín, y un pequeño fondo. Mi madre imaginaba que plantas colocar para darnos sombra en un futuro. En este mismo barrio, ya vivía un sacerdote que decidió llevar a cabo un proyecto de convivencia junto a los pobres. Solo le decían Cacho, para ese tiempo el vivía solo a 150 metros de mi domicilio, allí convivía con unos jóvenes que ofrecía un lugar para corregir sus errores, dando valor a sus vidas mediante la contención de este religioso.

Pasaron varios años para darme cuenta la dimensión de su figura, tantos que fue justo luego de su muerte. Tuve oportunidad de ver lo que significó su sepelio, en un paseo interminable hacia el cementerio del Norte, la gente lo despedía : ¡¡¡se nos fue un cachito de Dios!!! . Comencé un trabajo de recuperar su memoria, tirando de una piola descubriendo su vida en el testimonio de sus propios vecinos, también mis vecinos.

Mi vida tuvo varios cimbronazos y uno de ellos es ver a un padre complicado para conseguir trabajo, un hogar que necesitaba oxígeno, todo motivó que comenzara a trabajar muy temprano, ya mi primer trabajo comenzaba cuando, aparecían mis 16 años de vida. Trabajaba en una avícola en la zona de Melilla, para estar allí temprano, debía levantarme en la madrugada y luego tomar dos ómnibus, llegar a atender un galpón con 11.000 gallinas que me interpelaban con sus picos para ser alimentadas.

La vida de barrio prácticamente no la vivía, solo los domingos, saber de las andanzas de Cacho, era solo de oídas. En la investigación para el libro, fui descubriendo a este Santo, mi vecino respiraba el mismo aire que yo , sin embargo poco sabía de él.

Cacho cuando decide irse a vivir al Plácido Ellauri, mismo barrio en el que viviera por la década del 70, el “Chueco” Maciel, incluso las mismas viviendas, no sabía si al otro día iba a comer, fue a ser uno más del barrio. Sus vecinos en su gran mayoría vivían de la clasificación de residuos, otro tanto, changadores en el puerto y algunos más en la construcción. A partir de 1979 como consecuencia de una amenaza de expulsión, los vecinos de la calle Timbúes lo van a buscar para ver que podría hacer para que eso no ocurriera, allí es que Cacho impulsa crear un puente de ayuda desde la Parroquia Stella Maris de Carrasco y el grupo de damas de alta sociedad que allí concurría, ese grupo se llamaba “Juntos Podemos”. Se logra detener la expulsión, comprar esas tierras que estaban en remate. Los vecinos antes que sus casas pidieron que se construyera un Centro Comunal, al cual traer el agua y unos piletones para lavar la ropa allí. Todo comienza a dinamizarse en progresos para el barrio, se comienzan a levantar las casitas de material para abandonar las de chapas, se funda una veterinaria con estudiantes que se instalaban en el barrio, para atender los caballos de los clasificadores, se abre una policlínica para atender los problemas sanitarios de los vecinos, se fundan talleres de herrería, carpintería y mimbrería, hasta se crea una bolsa de trabajo para conseguir empleos para los vecinos, hasta se abre un comedor nocturno para comer estos primeros trabajadores y poder rendir en sus trabajos, con tareas bastantes pesadas. La misa a Cacho se la piden los vecinos, para agradecer a Dios tantas mejoras, ese sacerdote de bajo perfil que llegara muy tímidamente para instalarse en el barrio, era la figura emergente de todos los cantegriles en la salida del país de una oscura dictadura, comenzaban a despertar los derechos individuales.

Alguien que quería definir a Cacho, en una pluma profunda, cargada de sinceridad y amor lo definiría como aquel que descubrió a Dios en la cara golpeada del pobre, aquel que descubrió la dignidad en la cara golpeada del pobre.

Cacho fue, un vecino más que rescató la dignidad, fue aquel que transformó el nombre que utilizaba el colectivo de la gente, “ciruja”, “junta papeles” , “bichicome” , por el de Clasificador, y se animó incluso a ir un poco más ,,,el los definía como “agentes ecológicos”, aquel trabajador esforzado que recuperaba para la industria lo que la gran ciudad desechaba…Un Santo fue mi vecino, y yo me enteré cuando el se marchó de este plano…


Julio César Romero Magliocca ( Montevideo, 1964)


Nació en Montevideo, barrio Colón. Sus primeros pasos como periodista “autodidacta”, los da con la fundación de su primera revista mensuaria , “Su Revista” , la que llegaría a alcanzar 12 ediciones, entre los años 1997 y 1998. Al mismo tiempo realiza micros radiales, en radio Sport 890, en el programa “En Positivo” y en radio Oriental programa “De todas partes”, desarrollando oralmente, la historia de los barrios, entre ellos lo más castigados por la pobreza. En el año 2000 funda “Revista Raíces”, con el argumento central basado en : “Historia Nacional”, “Nuestros Indígenas”, “Historia de nuestros Barrios”, “Galerías Deportivas”, “Historia del Gaucho”, “Historia de los Cafés y Bares Montevideanos”, “Entrevistas”. Dicha revista alcanza los siguientes reconocimientos : Declarada de Interés Nacional, Cultural, Departamental, Turismo y Deporte, Unesco, Bendición Apostólica del Vaticano, Premios CX en Comunicaciones, Premio Guyunusa entre otros. Para el año 2012, edita primer libro “Un Cacho de Dios”, vida del Padre Cacho- Isidro Ruben Alonso, el que logra reconocimientos : Declarado de Interés Nacional, Cultural, Departamental, Bendiciones Apostólicas del Vaticano – Benedicto XVI y Francisco, actualmente recorre la 5ta edición actualizada. Para el año 2013 , edita su 2do libro, “Cronista de Barrio”, y para el 2016 en coautoría con el hermano del Padre Cacho, Don Julio María Alonso, edita “La vida íntima del Padre Cacho”.


miércoles, 12 de abril de 2023

NI TOMA NI DACA. COLUMNA DE GONZALO PERERA




Quien me conoce sabe que no soy afecto a demonizar al que piensa distinto ni a personalizar las discusiones, en ninguna materia. Naturalmente, eso no quiere decir que no haya que expresarse claramente y sostener con toda la firmeza posible lo que uno piensa. Porque una gran falta de respeto hacia el que piensa diferente es no expresar las discrepancias con frontal claridad. De las diferencias aprendemos todos, pero además la discrepancia civilizada es la esencia misma del respeto a la opinión del prójimo.


El liberalismo en Economía, no es una corriente: es un mar agitado, dentro del cual coexisten (y a veces chocan) múltiples corrientes. Dentro de una de sus grandes corrientes, el neo-liberalismo, que comenzó a instalarse en el Uruguay bajo el gobierno de Pacheco Areco, desde la OPP conducida por Ramón Díaz y Ramiro Ramírez Villamil (Kid Gragea, en las páginas de humor de “Búsqueda”), y que se hiciera corriente dominante durante la dictadura, la lectura fiscalista, reductora y asfixiante de las finanzas públicas (concebidas como instrumento para fomentar la concentración de capital) conduce a ver el conjunto de las políticas sociales como “gasto”.


Uno jamás se cansará de decir que invertir en Salud, Educación. Seguridad, no es gasto, sino inversión; es apostar recursos que provean servicios para tener todas y todos acceso a una mejor calidad de vida. Es indiscutible que se puede invertir bien o mal, mejor o peor, pero empezar viendo toda política social como un “gasto”, cn toda la conotación negativa que ello tiene, convengamos que no es un buen punto de arranque.


Este sesgo cognitivo de la mirada neoliberal tiene su punto cúlmine cuando se trata de jubilaciones y pensiones, donde se reitera ad nauseam a las generaciones más jóvenes, que es un despilfarro de su dinero mantener un sistema digno o decoroso de retribución a quien ya dedicó la mayor parte de su vida al trabajo. Hay una doble falacia evidente en ese sonsonete: por un lado quienes hoy son jubilados, por ejemplo, son los padres, abuelos, tíos, etc., de las generaciones más jóvenes. Si no son contenidos, el problema no será de un “otro”desconocido, sino de la propia familia, se lleve como se lleve. Por otro lado, quien hoy es el joven, algún día será el jubilado apuntado con el dedo desde el mismísimo discurso que hoy lo intenta seducir. Pero el intento de, una y otra vez, cargar al adulto mayor (o a la mayoría, que no a todos, hay jubilados que no se tocan, parece) con el mayor peso en el “gasto público”o ‘gasto social” lleva a que, por ejemplo, hoy y en nuestro país, esté en discusión parlamentaria un proyecto de reforma de jubilaciones y pensiones absolutamente espantoso para la gran mayoría, que deberá trabajar bastante más para jubilarse con bastante menos, como se ha probado una y otra vez desde sectores académicos, organizaciones de jubilados y pensionistas y organizaciones de la sociedad civil en general.


Al interior de la coalición multicolor que llevó al herrerismo a gobernar el país por tercera vez (no le imputamos al herrerismo el gobierno de la UBD), está instalado un escenario de toma y daca, a nivel parlamentario y partidario, para intentar lograr un acuerdo que les dé los votos para lograr aprobar el proyecto. Por un lado, Cabildo Abierto condiciona su voto a que se acepten algunas de sus posturas, que, a juzgar por los trascendidos públicos, algunas no refieren en realidad al proyecto sino a otros temas. Por otro lado, aparece el Partido Colorado manifestando sus matices, incluso internos, expresando desde distintos interlocutores distintas visiones, algunas no coincidentes ni con herreristas ni cabildantes.


Mientras se buscan las figuritas a intercambiar para que se alcen todas las manos oficialistas, mientras progresa ese toma y daca, uno piensa en aquel que, dentro de poco, deberá esperar un lustro más de trabajo para poder jubilarse, cobrando sensiblemente menos. En particular uno piensa qué figuritas tiene para intercambiar, para buscar alguna forma de acuerdo que defienda sus legítimos derechos. Y se da cuenta que, dentro de la lógica anterior, la inmensa mayoría no tiene qué ofrecer. Para la mayoría de trabajadores que en poco tiempo se jubilarán en peores condiciones (con más edad y menos plata), pues simplemente no hay ni toma, ni daca.


Cuando no hay nada que ofrecer, es quizás el momento en que simplemente hay que reclamar. Lo que todo ciudadano tiene, todo trabajador tiene, es su voto. Su derecho de expresarle al diputado o senador que votó. que no se olvide de sus derechos en el Parlamento. Y si se olvidara, naturalmente, que no se sorprenda si la próxima vez que se le presente sonriente a pedirle su voto para un acto eleccionario, no le abre la puerta. El supremo derecho al pataleo, a la protesta, al reclamo, es el arma de quien por sí solo no tiene ningún poder, pero en grandes números puede cambiar la realidad. Sin tomas ni dacas palaciegas, es el momento de reclamar fuerte y claro.

martes, 11 de abril de 2023

VIGENCIA DE UN CENTENARIO/ COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

Miguel Soler Roca nació el 10 de abril de 1922 en Corbera de Llobregat, comunidad de oliveros y campesinos de la provincia de Barcelona, España. Murió en Montevideo el 19 de Mayo de 2021. Ayer hubiera cumplido 101 años pero, naturalmente, ya no está. Tampoco existen las Misiones Sociopedagógicas, ni los maestros comunitarios ni tantas otras cosas vinculadas a la educación y sus valores. Lo que sigue existiendo, como legado, es el aporte invalorable del viejo maestro, de larga trayectoria en la educación hispanoamericana, aunque también olvidado, como tantos otros. Reproducimos aquí parte de lo que dijo Soler el sábado 17 de octubre del 2015, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, en Montevideo. Fue en el “Cierre del Curso de Formación para Maestros Comunitarios 2014-2015”, organizado por el Consejo de Educación Inicial y Primaria. Aquella actividad se enmarcó en el plan “A 30 años más democracia” y sirvió para conmemorar el 70° aniversario de las Misiones Socio Pedagógicas en Uruguay. Soler detalló dos antecedentes: “el primero es el de México, en plena Revolución” de las primeras décadas del Siglo XX. El segundo es el de las misiones pedagógicas de España, pero no de cualquier España, sino de la República Española surgida de las urnas en 1931 y reemplazada por la dictadura franquista en 1939 tras la cruenta guerra civil. Después detalló las Misiones de ayer en Uruguay y en la parte final, a modo de conclusiones, Soler dijo: “He trabajado más de 20 años en el Sistema de las Naciones Unidas arribando a dos conclusiones: la primera es que ningún objetivo nacional ni mundial se satisface sin un elevado grado de voluntad política de los gobiernos y del nivel de conciencia de los pueblos acerca de sus propios problemas. La segunda, que la educación es parte fundamental de la respuesta. Una educación que forme para el conocimiento crítico del presente y para la construcción de un futuro necesariamente distinto. Para crear este futuro distinto y en gran parte desconocido necesitamos el aporte de una educación también distinta y en gran parte también desconocida. No creo posible abordar esta labor prospectiva sin organizarla. Nos estamos malacostumbrando a las improvisaciones, a la ruptura no siempre justificada con el pasado, al lanzamiento de innovaciones no sometidas a experimentación y evaluación rigurosas, a la imitación de modelos exóticos para ponernos aparentemente al día. Cuando hacemos balance de nuestros esfuerzos y los cotejamos con la suerte que la sociedad ha reservado a algunos de nuestros alumnos, nos preguntamos: ¿valió la pena? Necesitamos sustituir las incertidumbres que hoy debilitan nuestro trabajo por un horizonte común, convincente y prometedor, por una verdadera política de Estado. Formo parte de un pequeño colectivo de educadores independientes, el Grupo de Reflexión sobre Educación, al que llamamos GRE que, después de cinco años de trabajo, ha llegado a la conclusión de que es hora de que se emprenda la elaboración del Plan Nacional de Educación. A título personal, digo que en el nivel preuniversitario no disponemos de un instrumento al que pueda darse ese nombre, pues el trabajo iniciado en la ANEP con ese fin entre los años 2008 y 2011 ha sido descontinuado. Propongo que nos pongamos a trabajar desde ahora para que el próximo Congreso Nacional de Educación adopte si no los contenidos, por lo menos el formato y las pautas metodológicas del futuro Plan Nacional de Educación. Se trata de una labor prioritaria, que no requiere mayor presupuesto, que ha de resultar del trabajo conjunto de las entidades públicas vinculadas al desarrollo y a la educación, de los sindicatos de trabajadores y educadores, de las fuerzas políticas, de los promotores de la cultura, de los orientadores de la economía y de todos los contribuyentes a la felicidad colectiva. En ese trabajo desafiante han de participar los jóvenes y sobre todo los estudiantes. Será la suya ya no una misión reparadora, como las de hace se-tenta años, sino la misión creadora de nuevos valores que sustenten el mundo al que tienen el derecho y el deber de aspirar. Soy optimista. Mi patria adoptiva cuenta con los medios para dibujar prontamente el rostro de su futuro social, educacional, económico y cultural. Es tarea política, claro está, como lo es también, y me ratifico en afirmarlo, la propia educación. Apliquémonos fraternamente a ello y dentro de poco diremos: valió la pena. Muchas gracias”. El discurso completo se puede leer en este link de internet:

 https://www.dgeip.edu.uy/prensa/1107-las-misiones-socio-pedagogicas-las-de-ayer-las-de-hoy-las-de-manana/


jueves, 6 de abril de 2023

La industria de la moda: despilfarro, sobreexplotación y contaminación

Publicado el 5 de abril de 2023 Ja diaria


Escribe François Graña en Posturas


La industria de la moda emplea a unos 300 millones de personas y confecciona unos 120.000 millones de prendas al año;1 en 2020 facturó por más de 600.000 millones de dólares.2 La llamada fast fashion ha exacerbado el despilfarro de recursos, la contaminación, la economía sumergida y la sobreexplotación. La estrategia consiste en inundar el mercado con gran cantidad de colecciones de ropa que marcan “tendencia” para lapsos cada vez más breves. El viejo modelo de colecciones bianuales primavera-verano y otoño-invierno ya es prehistoria: Zara presenta hasta 24 colecciones al año y H&M lanza 52 microcolecciones –sí, una por semana–, dirigidas sobre todo a jóvenes.


Estas prendas son desechadas luego de unas siete posturas, aunque un top de fiesta no se usa más de 1,7 veces. Este flujo acelerado de prendas efímeras modificó los estándares de producción: se emplean materiales de baja calidad que abaten precios, reducen la durabilidad e incrementan la huella de carbono; se produce en países como Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China, en condiciones laborales muy duras y pagando salarios ínfimos.


Después de la industria petrolera, la de la moda es la más contaminante: genera hasta 10% de la producción global de dióxido de carbono, es el segundo gran consumidor de agua, produce una quinta parte de los 300 millones de toneladas anuales de plástico en el mundo y es responsable de 20% de las aguas residuales vertidas en cursos de agua que van a parar a los océanos.3 La producción de algodón para prendas insume 1.931 litros de agua por kilo, y el lavado de ropa libera cada año medio millón de toneladas de microfibras plásticas al mar que equivalen a más de 50.000 millones de botellas de plástico.4 La producción de poliéster –la fibra más utilizada en la confección de ropa– insume unos 70 millones de barriles de petróleo por año y tarda alrededor de 200 años en descomponerse.5 Las empresas destruyen enormes cúmulos de ropa no vendida;6 sólo en 2017, Burberry incineró ropa excedente por un valor superior a 31 millones de euros,7 y H&M quema año tras año unas 15 toneladas de prendas. Cada kilo de ropa incinerada genera 1,36 kilos de CO2, superando la quema del combustible fósil más demonizado: el carbón.8 Nuestro país no ha escapado a esta tendencia mundial: en 2014 se generaron 63 toneladas de desechos textiles por día: unos 2.900 camiones de basura al año.9


La producción mundial de ropa se duplicó entre 2000 y 2014. En promedio, una persona compra 60% más de artículos de ropa y los guarda aproximadamente la mitad de tiempo que hace 15 años.10 Actualmente compramos cinco veces más prendas que nuestros abuelos,11 40% de las cuales no serán utilizadas.12 Si se dejara de fabricar ropa de la noche a la mañana, habría suficiente para toda la humanidad por diez o 15 años. Todo esto, aunado al consumismo fácil y desprevenido que campea en el mundo, no augura nada bueno para el futuro inmediato de la calidad del agua, de los alimentos y del aire que respiramos.


El relato de la industria de la moda es muy otro. En Europa, H&M, Zara, C&A y otras empresas invitan a depositar ropa usada en contenedores dispuestos a la entrada de sus locales, y aseguran que con esos desechos fabrican nuevas prendas. Sin embargo, se ha podido determinar que esto no es posible. Si bien un pequeño porcentaje cobra nueva vida bajo forma de materiales aislantes o trapos, la disminución incesante de la calidad de los insumos aumenta los volúmenes de prendas no reciclables en absoluto. En 2016 H&M recolectó 16.000 toneladas de ropa usada, y casi el doble en 2019. La industria dice estar preocupada por la reducción de la contaminación, y afirma que más de la mitad de los materiales que emplea son orgánicos y reciclables. Esto es falso; 70% de los materiales empleados en la fabricación de ropa se obtiene del petróleo crudo y son muy difíciles de reciclar. Cierto: las textiles emplean botellas plásticas recicladas para fabricar prendas, pero estas no pueden reutilizarse para producir otras.


¿Cuál es, entonces, el destino de estas gigantescas montañas de ropa desechada?


Se ha calculado que en 2021 la Unión Europea envió a Kenia más de 112 millones de prendas de segunda mano, de las cuales 56 millones –sí, la mitad– eran inservibles.13 La mayor parte de esas “donaciones humanitarias” termina en los vertederos africanos: toneladas y toneladas de residuos sin gestionar que contaminan y contribuyen a la plastificación de los océanos.14 Se estima que entre 2015 y 2050 llegarán a los océanos 22 millones de toneladas de microplásticos.


Cantidades crecientes de ropa desechada en Europa acaban en los países del Este. Las plantas recicladoras de estos países son instadas por sus gobiernos a incinerar los desechos, pero les resulta más redituable la venta ilegal a los más necesitados para material de combustión. Cuanto mayor la proporción de materiales sintéticos, tanto más calórico... y tanto más contaminante. En Sofía, capital de Bulgaria, cuyo índice de calidad del aire es el más bajo de todo el continente eurasiático, las autoridades aconsejan el uso permanente de máscaras de calidad N95 al aire libre, y un purificador de aire en interiores.15 Una porción nada menospreciable de esta contaminación atmosférica es atribuible a este combustible “barato”. El Instituto de Medio Ambiente de Bremen, Alemania, analizó prendas de Zara, H&M, Vero y DeƧigual destinadas a combustión; el análisis determinó que su quema libera dioxinas y compuestos tóxicos cuya inhalación es cancerígena y acarrea patologías pulmonares.16


En los países asiáticos, el nivel de contaminación de las aguas es 100 veces superior a la tolerada en los países europeos y ha provocado extinciones masivas de peces. La Unión Europea detectó alimentos provenientes de Asia contaminados con productos tóxicos usados por la industria textil: cadmio, cromo y plomo, entre otros. ¿Cómo pudo suceder esto? Muy sencillo: las aguas no potables que contienen desechos tóxicos de las fábricas textiles son empleadas para riego de cultivos y para consumo animal; la industria alimenticia emplea estos insumos contaminados, y finalmente las sustancias tóxicas ingresan a nuestros organismos.


La producción, el procesamiento y el teñido de las prendas insumen grandes cantidades de contaminantes. Tomemos por caso la prenda textil más corriente hoy en día: la camiseta. Se venden anualmente 2.000 millones de unidades. El algodón utilizado se siembra en América, China o India, y requiere más cantidades de agua, insecticidas y pesticidas que cualquier otro cultivo; una camiseta promedio requiere 2.700 litros de agua, el equivalente a unas 30 bañeras. Hay producción de camisetas de algodón orgánico, pero representa apenas 1% de los 22,7 millones de toneladas mundiales de algodón. En las hilanderas –generalmente situadas en China o India–, máquinas de alta tecnología mezclan, cardan, peinan, estiran y tuercen el algodón en finas cuerdas de hilo con el cual otras máquinas tejen un paño gris y áspero que es cortado en trozos. Estos son tratados con calor y productos químicos para volverlos suaves. Luego, el tejido se sumerge en blanqueadores y colorantes azoicos compuestos por unas 3.000 sustancias sintéticas de probada toxicidad, entre ellas cadmio, plomo, cromo y mercurio. Estas sustancias pueden provocar reacciones alérgicas, hiperactividad o asma, y también pueden acumularse en las células causando cáncer o mutaciones genéticas años más tarde.


Las fábricas de camisetas –en su mayor parte situadas en Bangladesh, China, India o Turquía– emplean trabajadores para una tarea que las máquinas no pueden hacer: el cosido manual prenda por prenda. Bangladesh, que ha superado a China en la exportación de camisetas, emplea 4,5 millones de personas en esta industria. Todas estas camisetas viajan por barco, tren y camión hacia los grandes compradores del hemisferio norte, lo que genera toneladas extras de anhídrido carbónico a los volúmenes –ya enormes– de contaminantes liberados por el procesamiento del algodón.17


Bangladesh exhibe un triste récord mundial: salario mínimo de 16 dólares, condiciones de seguridad y salubridad impeorables, jornadas de 12 y más horas, trabajadores insultados y maltratados cuando no alcanzan los altos estándares de productividad exigidos.18 La catástrofe del edificio Rana Plaza, en Dhaka, la capital de Bangladesh, mostró al mundo entero la horrenda contracara de la fast fashion. Se trataba de una estructura de ocho pisos ocupada mayormente por fábricas de ropa. La detección de grandes grietas en sus paredes en abril de 2013 había determinado su desalojo, pero la gran mayoría de los ocupantes del edificio eran trabajadores textiles que fueron obligados a volver a sus puestos bajo amenaza de despido. “Si pasa algo, nosotros también moriremos con ustedes”, les dijeron los jefes de planta, pero ni bien se aseguraron de que los operarios ocupaban sus puestos abandonaron el edificio, que colapsó en minutos. Finalizadas las tareas de rescate, se contabilizaron 1.129 muertos y 2.515 heridos.19 Este desastre anunciado no puede llamarse accidente sino asesinato masivo.20 La fábrica más grande del Rana Plaza confeccionaba prendas para la firma Joe Fresh, que muestra en sus anuncios ropa alegre y barata y ocupa los primeros lugares en ventas de prendas infantiles.


Rana Plaza no fue una tragedia aislada, sino un punto alto de una serie de derrumbes e incendios que se venían sucediendo. Cinco meses antes se había incendiado el edificio de la fábrica de ropa Tazreen, también situada en Dhaka. El propietario tenía permiso para construir tres pisos, pero había edificado hasta el noveno, no existía salida de incendios, la autorización de bomberos había sido revocada meses antes, muchas puertas estaban bloqueadas por cajas de ropa, las ventanas tenían barrotes. Literalmente aprisionadas, sin salida alguna, 112 personas murieron quemadas vivas. Pantalones cortos de Wallmart fueron sacados de las cenizas, aunque esta firma asegurara que no tenía contratos con Tazreen pero que, eso sí, uno de sus proveedores había subcontratado a Tazreen sin su autorización.


La llamada fast fashion ha exacerbado el despilfarro de recursos, la contaminación, la economía sumergida y la sobreexplotación.

Las grandes marcas declaran que sólo trabajan con empresas certificadas, tal como lo exige la normativa vigente en la Unión Europea. Pero es práctica corriente que estas empresas certificadas subcontraten a otras aún más “baratas”, sin certificación medioambiental ni piletas depuradoras.21 Así, las grandes firmas se sustraen a obligaciones mínimas de remuneración, seguridad y salubridad, mientras miran para otro lado y celebran el crecimiento exponencial de sus dividendos.


Luego de la catástrofe del Rana Plaza, el periodista canadiense Mark Kelley visitó seis tiendas en Toronto; todas ellas vendían prendas fabricadas en aquel edificio para Joe Fresh. Pero esta firma no compraba directamente a las fábricas de Rana Plaza, sino a una empresa india que inspeccionaba la calidad de las prendas hechas en aquel edificio, pero no la seguridad de los locales de confección... Joe Fresh podía deslindar alegremente toda responsabilidad: ¡ni siquiera tenía contratos con Rana Plaza!


Kelley compró en su país una camiseta de Wallmart en cuyo registro de envío figuraba Hasan Tanvir, una fábrica de las afueras de Dhaka que se encuentra entre las firmas prohibidas por Wallmart porque no pasaron sus auditorías. Camiseta en mano, el periodista viajó a Dhaka, donde cursó numerosas solicitudes para visitar esta fábrica; todas fueron denegadas. Un gerente abordado a la entrada negó que esa camiseta hubiera sido fabricada por ellos, pero los trabajadores que el periodista pudo entrevistar fuera del predio –y que ocultaron su identidad por temor a represalias– indicaron el piso y la sección precisos donde se cosían esas camisetas, y hasta sabían cuáles trabajadoras lo hacían. Wallmart terminó admitiendo que, a tres meses de la prohibición, seguían encargando prendas a título de “último pedido”.


El fenómeno de la ropa aquí considerado forma parte de un movimiento generalizado de sobreproducción y sobreconsumo que no es esencialmente nuevo pero que pegó un salto de gigante en lo que va del siglo. El éxito global de las estrategias publicitarias que catalizaron dicho salto es espectacular: multitudes de ciudadanos de todos los estratos sociales practican gustosamente un consumismo desaforado con su correlato en despilfarro de recursos y contaminación.


Si todo sigue igual –y no hay indicios en contrario–, el colapso generalizado de nuestra civilización consumista no parece evitable. Las voces de alarma, que ya tienen décadas, poco y nada han logrado. Las grandes corporaciones practican un “sálvese quien pueda” desquiciante que realimenta la carrera hacia la hecatombe. ¿Existen acaso fuerzas capaces de impedírselo?


Pero la crisis también trae consigo fulgores de esperanza. Emergen en todos los continentes múltiples iniciativas locales de regeneración económica, social, política, cognitiva, educativa, étnica, todas ellas apuntando a la reforma de la vida misma tal como hoy la concebimos. En su heterogeneidad, esa miríada de iniciativas tiene un denominador común: le da la espalda a la noción de progreso basada en el aumento incesante de bienes materiales que nunca colman una insatisfacción siempre renovada. Pugna por tomar forma una nueva manera de ver el progreso, un nuevo paradigma que se orienta a la sustitución de la competencia por la cooperación y el diálogo, que busca comprender a los demás –próximos o lejanos– y que dirige la atención a las necesidades interiores de las personas. Es un reaprendizaje difícil porque va a contrapelo de todo lo aprendido en la familia, en la escuela, en la convivencia social.


Las expectativas de triunfo de tal metamorfosis son débiles, aunque existentes. Asoma en ese horizonte el arte de vivir con poco y sin afán de lucro, la primacía de la calidad sobre la cantidad, la opción por el ser antes que por el tener. Se trata de ser felices con poco, de cultivar la empatía, de detenernos para sentir aquí y ahora el milagro único de vivir. Seamos realistas: pidamos lo imposible.


François Graña es doctor en Ciencias Sociales.