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miércoles, 12 de abril de 2023

NI TOMA NI DACA. COLUMNA DE GONZALO PERERA




Quien me conoce sabe que no soy afecto a demonizar al que piensa distinto ni a personalizar las discusiones, en ninguna materia. Naturalmente, eso no quiere decir que no haya que expresarse claramente y sostener con toda la firmeza posible lo que uno piensa. Porque una gran falta de respeto hacia el que piensa diferente es no expresar las discrepancias con frontal claridad. De las diferencias aprendemos todos, pero además la discrepancia civilizada es la esencia misma del respeto a la opinión del prójimo.


El liberalismo en Economía, no es una corriente: es un mar agitado, dentro del cual coexisten (y a veces chocan) múltiples corrientes. Dentro de una de sus grandes corrientes, el neo-liberalismo, que comenzó a instalarse en el Uruguay bajo el gobierno de Pacheco Areco, desde la OPP conducida por Ramón Díaz y Ramiro Ramírez Villamil (Kid Gragea, en las páginas de humor de “Búsqueda”), y que se hiciera corriente dominante durante la dictadura, la lectura fiscalista, reductora y asfixiante de las finanzas públicas (concebidas como instrumento para fomentar la concentración de capital) conduce a ver el conjunto de las políticas sociales como “gasto”.


Uno jamás se cansará de decir que invertir en Salud, Educación. Seguridad, no es gasto, sino inversión; es apostar recursos que provean servicios para tener todas y todos acceso a una mejor calidad de vida. Es indiscutible que se puede invertir bien o mal, mejor o peor, pero empezar viendo toda política social como un “gasto”, cn toda la conotación negativa que ello tiene, convengamos que no es un buen punto de arranque.


Este sesgo cognitivo de la mirada neoliberal tiene su punto cúlmine cuando se trata de jubilaciones y pensiones, donde se reitera ad nauseam a las generaciones más jóvenes, que es un despilfarro de su dinero mantener un sistema digno o decoroso de retribución a quien ya dedicó la mayor parte de su vida al trabajo. Hay una doble falacia evidente en ese sonsonete: por un lado quienes hoy son jubilados, por ejemplo, son los padres, abuelos, tíos, etc., de las generaciones más jóvenes. Si no son contenidos, el problema no será de un “otro”desconocido, sino de la propia familia, se lleve como se lleve. Por otro lado, quien hoy es el joven, algún día será el jubilado apuntado con el dedo desde el mismísimo discurso que hoy lo intenta seducir. Pero el intento de, una y otra vez, cargar al adulto mayor (o a la mayoría, que no a todos, hay jubilados que no se tocan, parece) con el mayor peso en el “gasto público”o ‘gasto social” lleva a que, por ejemplo, hoy y en nuestro país, esté en discusión parlamentaria un proyecto de reforma de jubilaciones y pensiones absolutamente espantoso para la gran mayoría, que deberá trabajar bastante más para jubilarse con bastante menos, como se ha probado una y otra vez desde sectores académicos, organizaciones de jubilados y pensionistas y organizaciones de la sociedad civil en general.


Al interior de la coalición multicolor que llevó al herrerismo a gobernar el país por tercera vez (no le imputamos al herrerismo el gobierno de la UBD), está instalado un escenario de toma y daca, a nivel parlamentario y partidario, para intentar lograr un acuerdo que les dé los votos para lograr aprobar el proyecto. Por un lado, Cabildo Abierto condiciona su voto a que se acepten algunas de sus posturas, que, a juzgar por los trascendidos públicos, algunas no refieren en realidad al proyecto sino a otros temas. Por otro lado, aparece el Partido Colorado manifestando sus matices, incluso internos, expresando desde distintos interlocutores distintas visiones, algunas no coincidentes ni con herreristas ni cabildantes.


Mientras se buscan las figuritas a intercambiar para que se alcen todas las manos oficialistas, mientras progresa ese toma y daca, uno piensa en aquel que, dentro de poco, deberá esperar un lustro más de trabajo para poder jubilarse, cobrando sensiblemente menos. En particular uno piensa qué figuritas tiene para intercambiar, para buscar alguna forma de acuerdo que defienda sus legítimos derechos. Y se da cuenta que, dentro de la lógica anterior, la inmensa mayoría no tiene qué ofrecer. Para la mayoría de trabajadores que en poco tiempo se jubilarán en peores condiciones (con más edad y menos plata), pues simplemente no hay ni toma, ni daca.


Cuando no hay nada que ofrecer, es quizás el momento en que simplemente hay que reclamar. Lo que todo ciudadano tiene, todo trabajador tiene, es su voto. Su derecho de expresarle al diputado o senador que votó. que no se olvide de sus derechos en el Parlamento. Y si se olvidara, naturalmente, que no se sorprenda si la próxima vez que se le presente sonriente a pedirle su voto para un acto eleccionario, no le abre la puerta. El supremo derecho al pataleo, a la protesta, al reclamo, es el arma de quien por sí solo no tiene ningún poder, pero en grandes números puede cambiar la realidad. Sin tomas ni dacas palaciegas, es el momento de reclamar fuerte y claro.

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