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lunes, 17 de abril de 2023

EL SANTO DE LOS CANTEGRILES ISIDRO RUBEN ALONSO – PADRE CACHO/COLUMNA DE JULIO ROMERO MAGLIOCCA

 




Por el año 2000 comienzo a garabatear mis primeros renglones dedicados al Padre Cacho, el 2012 vería la luz mi primer libro, su nombre “Un Cacho de Dios”.

Acercarme a la vida de Cacho, lo hice en mi niñez al mudarme desde mi barrio de nacimiento, Colón, para irme a Casavalle.

Mi padre hacía meses que era liberado del penal de Libertad (San José), su permanencia de 8 años por pensar distinto ya había pagado la deuda.

Al salir, se encuentra que su oficio se estaba poco menos que extinguiendo, las fábricas de calzados ya casi no existían. Los comienzos de esta su nueva etapa fue muy complicada, tuvo que reaccionar a tiempo para tomar otras propuestas laborales, así fue como terminó trabajando en la Raltur en barrio Coppola, cercano a nuestro barrio Nuevo Ellauri, haciendo varillas de hierro, luego de la fundición. Volviendo al momento de la mudanza, el camión que llevaba los muebles que vestirían la nueva casa, transitaba por el Bulevar Aparicio Saravia tosiendo en los repechos, suspirando en las bajadas. Fue pasar el límite de Camino de las Instrucciones, todo cambiaba de un lado y del otro de la calle. Viviendas muy humildes, carros tirados por caballos con matungos cansados, resoplando su impotencia, flacos, mal tratados por otro personaje que con rebenque escupían violencia,,,¡dale cheee! , ¡no te quedes, daleeee! , “hijo de p…”. Las bolsas volando al son de las corrientes de aire, ranchos casi al caer por tanta pobreza junta, de un lado el cementerio del Norte , del otro lado los ranchos pobres. Mi pensamiento me llevaba a esa pregunta un tanto ingenua: ¿a dónde nos estamos mudando? Ahora el camión dobla por San Martín y a la cuadra toma hacia la derecha por Casavalle, el motor jugando una pulseada con el esfuerzo por no quedar tieso. Llegamos a descargar todo, nuestro nuevo hogar nos esperaba. Viviendas del BHU , flamantes pero no terminadas en cuanto teníamos un dormitorio que solo tenía los cimientos, la casa tenía un retiro jardín, y un pequeño fondo. Mi madre imaginaba que plantas colocar para darnos sombra en un futuro. En este mismo barrio, ya vivía un sacerdote que decidió llevar a cabo un proyecto de convivencia junto a los pobres. Solo le decían Cacho, para ese tiempo el vivía solo a 150 metros de mi domicilio, allí convivía con unos jóvenes que ofrecía un lugar para corregir sus errores, dando valor a sus vidas mediante la contención de este religioso.

Pasaron varios años para darme cuenta la dimensión de su figura, tantos que fue justo luego de su muerte. Tuve oportunidad de ver lo que significó su sepelio, en un paseo interminable hacia el cementerio del Norte, la gente lo despedía : ¡¡¡se nos fue un cachito de Dios!!! . Comencé un trabajo de recuperar su memoria, tirando de una piola descubriendo su vida en el testimonio de sus propios vecinos, también mis vecinos.

Mi vida tuvo varios cimbronazos y uno de ellos es ver a un padre complicado para conseguir trabajo, un hogar que necesitaba oxígeno, todo motivó que comenzara a trabajar muy temprano, ya mi primer trabajo comenzaba cuando, aparecían mis 16 años de vida. Trabajaba en una avícola en la zona de Melilla, para estar allí temprano, debía levantarme en la madrugada y luego tomar dos ómnibus, llegar a atender un galpón con 11.000 gallinas que me interpelaban con sus picos para ser alimentadas.

La vida de barrio prácticamente no la vivía, solo los domingos, saber de las andanzas de Cacho, era solo de oídas. En la investigación para el libro, fui descubriendo a este Santo, mi vecino respiraba el mismo aire que yo , sin embargo poco sabía de él.

Cacho cuando decide irse a vivir al Plácido Ellauri, mismo barrio en el que viviera por la década del 70, el “Chueco” Maciel, incluso las mismas viviendas, no sabía si al otro día iba a comer, fue a ser uno más del barrio. Sus vecinos en su gran mayoría vivían de la clasificación de residuos, otro tanto, changadores en el puerto y algunos más en la construcción. A partir de 1979 como consecuencia de una amenaza de expulsión, los vecinos de la calle Timbúes lo van a buscar para ver que podría hacer para que eso no ocurriera, allí es que Cacho impulsa crear un puente de ayuda desde la Parroquia Stella Maris de Carrasco y el grupo de damas de alta sociedad que allí concurría, ese grupo se llamaba “Juntos Podemos”. Se logra detener la expulsión, comprar esas tierras que estaban en remate. Los vecinos antes que sus casas pidieron que se construyera un Centro Comunal, al cual traer el agua y unos piletones para lavar la ropa allí. Todo comienza a dinamizarse en progresos para el barrio, se comienzan a levantar las casitas de material para abandonar las de chapas, se funda una veterinaria con estudiantes que se instalaban en el barrio, para atender los caballos de los clasificadores, se abre una policlínica para atender los problemas sanitarios de los vecinos, se fundan talleres de herrería, carpintería y mimbrería, hasta se crea una bolsa de trabajo para conseguir empleos para los vecinos, hasta se abre un comedor nocturno para comer estos primeros trabajadores y poder rendir en sus trabajos, con tareas bastantes pesadas. La misa a Cacho se la piden los vecinos, para agradecer a Dios tantas mejoras, ese sacerdote de bajo perfil que llegara muy tímidamente para instalarse en el barrio, era la figura emergente de todos los cantegriles en la salida del país de una oscura dictadura, comenzaban a despertar los derechos individuales.

Alguien que quería definir a Cacho, en una pluma profunda, cargada de sinceridad y amor lo definiría como aquel que descubrió a Dios en la cara golpeada del pobre, aquel que descubrió la dignidad en la cara golpeada del pobre.

Cacho fue, un vecino más que rescató la dignidad, fue aquel que transformó el nombre que utilizaba el colectivo de la gente, “ciruja”, “junta papeles” , “bichicome” , por el de Clasificador, y se animó incluso a ir un poco más ,,,el los definía como “agentes ecológicos”, aquel trabajador esforzado que recuperaba para la industria lo que la gran ciudad desechaba…Un Santo fue mi vecino, y yo me enteré cuando el se marchó de este plano…


Julio César Romero Magliocca ( Montevideo, 1964)


Nació en Montevideo, barrio Colón. Sus primeros pasos como periodista “autodidacta”, los da con la fundación de su primera revista mensuaria , “Su Revista” , la que llegaría a alcanzar 12 ediciones, entre los años 1997 y 1998. Al mismo tiempo realiza micros radiales, en radio Sport 890, en el programa “En Positivo” y en radio Oriental programa “De todas partes”, desarrollando oralmente, la historia de los barrios, entre ellos lo más castigados por la pobreza. En el año 2000 funda “Revista Raíces”, con el argumento central basado en : “Historia Nacional”, “Nuestros Indígenas”, “Historia de nuestros Barrios”, “Galerías Deportivas”, “Historia del Gaucho”, “Historia de los Cafés y Bares Montevideanos”, “Entrevistas”. Dicha revista alcanza los siguientes reconocimientos : Declarada de Interés Nacional, Cultural, Departamental, Turismo y Deporte, Unesco, Bendición Apostólica del Vaticano, Premios CX en Comunicaciones, Premio Guyunusa entre otros. Para el año 2012, edita primer libro “Un Cacho de Dios”, vida del Padre Cacho- Isidro Ruben Alonso, el que logra reconocimientos : Declarado de Interés Nacional, Cultural, Departamental, Bendiciones Apostólicas del Vaticano – Benedicto XVI y Francisco, actualmente recorre la 5ta edición actualizada. Para el año 2013 , edita su 2do libro, “Cronista de Barrio”, y para el 2016 en coautoría con el hermano del Padre Cacho, Don Julio María Alonso, edita “La vida íntima del Padre Cacho”.


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