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martes, 11 de abril de 2023

VIGENCIA DE UN CENTENARIO/ COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

Miguel Soler Roca nació el 10 de abril de 1922 en Corbera de Llobregat, comunidad de oliveros y campesinos de la provincia de Barcelona, España. Murió en Montevideo el 19 de Mayo de 2021. Ayer hubiera cumplido 101 años pero, naturalmente, ya no está. Tampoco existen las Misiones Sociopedagógicas, ni los maestros comunitarios ni tantas otras cosas vinculadas a la educación y sus valores. Lo que sigue existiendo, como legado, es el aporte invalorable del viejo maestro, de larga trayectoria en la educación hispanoamericana, aunque también olvidado, como tantos otros. Reproducimos aquí parte de lo que dijo Soler el sábado 17 de octubre del 2015, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, en Montevideo. Fue en el “Cierre del Curso de Formación para Maestros Comunitarios 2014-2015”, organizado por el Consejo de Educación Inicial y Primaria. Aquella actividad se enmarcó en el plan “A 30 años más democracia” y sirvió para conmemorar el 70° aniversario de las Misiones Socio Pedagógicas en Uruguay. Soler detalló dos antecedentes: “el primero es el de México, en plena Revolución” de las primeras décadas del Siglo XX. El segundo es el de las misiones pedagógicas de España, pero no de cualquier España, sino de la República Española surgida de las urnas en 1931 y reemplazada por la dictadura franquista en 1939 tras la cruenta guerra civil. Después detalló las Misiones de ayer en Uruguay y en la parte final, a modo de conclusiones, Soler dijo: “He trabajado más de 20 años en el Sistema de las Naciones Unidas arribando a dos conclusiones: la primera es que ningún objetivo nacional ni mundial se satisface sin un elevado grado de voluntad política de los gobiernos y del nivel de conciencia de los pueblos acerca de sus propios problemas. La segunda, que la educación es parte fundamental de la respuesta. Una educación que forme para el conocimiento crítico del presente y para la construcción de un futuro necesariamente distinto. Para crear este futuro distinto y en gran parte desconocido necesitamos el aporte de una educación también distinta y en gran parte también desconocida. No creo posible abordar esta labor prospectiva sin organizarla. Nos estamos malacostumbrando a las improvisaciones, a la ruptura no siempre justificada con el pasado, al lanzamiento de innovaciones no sometidas a experimentación y evaluación rigurosas, a la imitación de modelos exóticos para ponernos aparentemente al día. Cuando hacemos balance de nuestros esfuerzos y los cotejamos con la suerte que la sociedad ha reservado a algunos de nuestros alumnos, nos preguntamos: ¿valió la pena? Necesitamos sustituir las incertidumbres que hoy debilitan nuestro trabajo por un horizonte común, convincente y prometedor, por una verdadera política de Estado. Formo parte de un pequeño colectivo de educadores independientes, el Grupo de Reflexión sobre Educación, al que llamamos GRE que, después de cinco años de trabajo, ha llegado a la conclusión de que es hora de que se emprenda la elaboración del Plan Nacional de Educación. A título personal, digo que en el nivel preuniversitario no disponemos de un instrumento al que pueda darse ese nombre, pues el trabajo iniciado en la ANEP con ese fin entre los años 2008 y 2011 ha sido descontinuado. Propongo que nos pongamos a trabajar desde ahora para que el próximo Congreso Nacional de Educación adopte si no los contenidos, por lo menos el formato y las pautas metodológicas del futuro Plan Nacional de Educación. Se trata de una labor prioritaria, que no requiere mayor presupuesto, que ha de resultar del trabajo conjunto de las entidades públicas vinculadas al desarrollo y a la educación, de los sindicatos de trabajadores y educadores, de las fuerzas políticas, de los promotores de la cultura, de los orientadores de la economía y de todos los contribuyentes a la felicidad colectiva. En ese trabajo desafiante han de participar los jóvenes y sobre todo los estudiantes. Será la suya ya no una misión reparadora, como las de hace se-tenta años, sino la misión creadora de nuevos valores que sustenten el mundo al que tienen el derecho y el deber de aspirar. Soy optimista. Mi patria adoptiva cuenta con los medios para dibujar prontamente el rostro de su futuro social, educacional, económico y cultural. Es tarea política, claro está, como lo es también, y me ratifico en afirmarlo, la propia educación. Apliquémonos fraternamente a ello y dentro de poco diremos: valió la pena. Muchas gracias”. El discurso completo se puede leer en este link de internet:

 https://www.dgeip.edu.uy/prensa/1107-las-misiones-socio-pedagogicas-las-de-ayer-las-de-hoy-las-de-manana/


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