Voy
a comenzar por una disculpa. Sé que esta columna trata sobre
apreciaciones, comentarios, y anécdotas sobre diversos aspectos de
la vida en Buenos Aires como un uruguayo recién llegado.
No
obstante, hoy voy a dedicar este espacio, o parte de este espacio, a
hablar del “paisito”.
Es
que desde que me vine, cosas muy raras han pasado:
-
Renuncia el Vicepresidente de la República (más que raro, era insospechado)
-
La selección clasifica de manera directa al Mundial (para malestar de las agencias de viaje que especulaban con la venta de pasajes a Nueva Zelanda)
-
En Paysandú se descubre petróleo.
Sobre
este tercer punto me voy a detener. Si bien parece un motivo de
alegría el hallazgo de la materia prima a partir de la cual se
genera el combustible, también puede ser motivo de enfrentamientos.
Ya he leído a varios sanduceros publicar en redes sociales chistes
alusivos a su futura independencia del Uruguay. Podrá decirse que
son chistes y que es inimaginable que en Paysandú se genere un
movimiento independentista. Pero como bien se sabe, hay dos formas de
decir la verdad: en serio, o en broma.
No
me extrañaría que,
ensoberbecidos por las rentas generadas de las exportaciones de
petróleo y postre chajá, y sedientos de venganza por haber estado
décadas a la sombra del colonialismo de su más poderoso vecino del
norte, pretendan independizarse creando la Heroica
República de Paysandú. Hay que
reconocer que hasta tiene “gancho” el nombre del nuevo Estado
soberano.
Ahora
bien. Frente al posible surgimiento de este nacionalismo de carácter
localista/regionalista; se me ocurre que el mejor remedio sería
fomentar desde ya un nacionalismo de carácter expansionista, de
conquista. Lanzar una idea ambiciosa: la
creación del “Gran Uruguay”.
¿En
qué consistiría? Básicamente, que ahora, convertidos en una nueva
potencia petrolera, con los ingentes recursos que ingresarían por
nuestras exportaciones, nos armemos hasta los dientes, contratemos
mercenarios, y salgamos a expandir las fronteras que, injusta e
inconsultamente, nos fueron cercenadas, recortadas, en la Convención
Preliminar de Paz de 1828.
Lo
más sencillo sería comenzar por reclamar como propios los
territorios que adhirieron a Artigas en la Liga Federal y lo
designaron “Protector de los Pueblos Libres”. Bajo el aguerrido y
patriótico slogan de: “donde el
caballo de Artigas pisó, es suelo nacional”,
rápidamente recobraríamos los territorios de Entre Ríos, Santa Fe,
Corrientes, Córdoba y Misiones.
Podríamos
intentar la conquista de Buenos Aires, tomando revancha de la lucha
de puertos y de las viles acciones de Sarratea contra Artigas (y de
la inoperante mediocridad de Rondeau); pero la idea es de conquista,
no de aniquilación, y no está bueno cebarse con los vencidos. Hay
que tener clemencia con ellos. Es más, en un gesto magnánimo,
incluso le permitiríamos a la Argentina mantener la soberanía sobre
la Martín García.
Mientras
tanto, el proyecto expansionista, con la anexión de la nueva
Provincia Occidental del Uruguay,
habría más que duplicado el territorio nacional y más que
triplicado su población actual. Además de volverse autosuficiente
en producción de yerba mate, y disparar a cifras nunca antes vistas
en la historia nacional la producción y exportación de Fernet, y
los ingresos por turismo de montaña y cataratas.
El
siguiente paso en este proyecto, siguiendo la ruta trazada por
Artigas 197 años antes, sería la conquista de Paraguay, que
nuevamente aumentaría sensiblemente nuestro territorio y población;
pero, sobre todo, prácticamente nos aseguraría el monopolio sobre
los cultivos de yerba y cannabis en Sudamérica, nos daría virtual
control sobre la hidrovía, y nos posibilitaría generar el corredor
Chuy-Ciudad del Este, especializado en turismo de compras. Todas
estas posibilidades nos abriría la suma del ex Paraguay, ahora
llamado Provincia Hernandarias.
Podrá
parecer descabellado. Incluso… ¡tal vez sea descabellado! Pero
también sonaba descabellado que un “faquir semidesnudo”
(¡gracias, Winston Churchill!) liderara con éxito el movimiento
independentista en la India… ¿Y?, ¿qué pasó?...
Es
más, con lo que nos aprecian y respetan los argentinos en general, y
los porteños en particular, no solo los tomaríamos por sorpresa,
sino que luego no estarían mucho tiempo enojados con nosotros; sobre
todo cuando entiendan que ir a Carlos Paz sería lo mismo que venir a
Punta del Este hoy en día.
Puede
ser que esté quedando medio loco… pero me imagino el Centenario
repleto, cantando “Soy celeste/soy
celeste/celeste soy yo” con acento
cordobés, o jugando por eliminatorias contra Brasil en el Gigante de
Arroyito, y me emociono. Por eso, hoy más que nunca cierro esta
columna exclamando orgulloso: ¡Che ha’e… uruguayo!
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