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domingo, 5 de noviembre de 2017

¿Yo?... uruguayo (por Rodrigo Tisnés) Buenos Aires y los porteños vistos por un uruguayo recién llegado.



Voy a comenzar por una disculpa. Sé que esta columna trata sobre apreciaciones, comentarios, y anécdotas sobre diversos aspectos de la vida en Buenos Aires como un uruguayo recién llegado.
No obstante, hoy voy a dedicar este espacio, o parte de este espacio, a hablar del “paisito”.
Es que desde que me vine, cosas muy raras han pasado:
  1. Renuncia el Vicepresidente de la República (más que raro, era insospechado)
  2. La selección clasifica de manera directa al Mundial (para malestar de las agencias de viaje que especulaban con la venta de pasajes a Nueva Zelanda)
  3. En Paysandú se descubre petróleo.
Sobre este tercer punto me voy a detener. Si bien parece un motivo de alegría el hallazgo de la materia prima a partir de la cual se genera el combustible, también puede ser motivo de enfrentamientos. Ya he leído a varios sanduceros publicar en redes sociales chistes alusivos a su futura independencia del Uruguay. Podrá decirse que son chistes y que es inimaginable que en Paysandú se genere un movimiento independentista. Pero como bien se sabe, hay dos formas de decir la verdad: en serio, o en broma.
No me extrañaría que, ensoberbecidos por las rentas generadas de las exportaciones de petróleo y postre chajá, y sedientos de venganza por haber estado décadas a la sombra del colonialismo de su más poderoso vecino del norte, pretendan independizarse creando la Heroica República de Paysandú. Hay que reconocer que hasta tiene “gancho” el nombre del nuevo Estado soberano.
Ahora bien. Frente al posible surgimiento de este nacionalismo de carácter localista/regionalista; se me ocurre que el mejor remedio sería fomentar desde ya un nacionalismo de carácter expansionista, de conquista. Lanzar una idea ambiciosa: la creación del “Gran Uruguay”.
¿En qué consistiría? Básicamente, que ahora, convertidos en una nueva potencia petrolera, con los ingentes recursos que ingresarían por nuestras exportaciones, nos armemos hasta los dientes, contratemos mercenarios, y salgamos a expandir las fronteras que, injusta e inconsultamente, nos fueron cercenadas, recortadas, en la Convención Preliminar de Paz de 1828.
Lo más sencillo sería comenzar por reclamar como propios los territorios que adhirieron a Artigas en la Liga Federal y lo designaron “Protector de los Pueblos Libres”. Bajo el aguerrido y patriótico slogan de: “donde el caballo de Artigas pisó, es suelo nacional”, rápidamente recobraríamos los territorios de Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y Misiones.
Podríamos intentar la conquista de Buenos Aires, tomando revancha de la lucha de puertos y de las viles acciones de Sarratea contra Artigas (y de la inoperante mediocridad de Rondeau); pero la idea es de conquista, no de aniquilación, y no está bueno cebarse con los vencidos. Hay que tener clemencia con ellos. Es más, en un gesto magnánimo, incluso le permitiríamos a la Argentina mantener la soberanía sobre la Martín García.
Mientras tanto, el proyecto expansionista, con la anexión de la nueva Provincia Occidental del Uruguay, habría más que duplicado el territorio nacional y más que triplicado su población actual. Además de volverse autosuficiente en producción de yerba mate, y disparar a cifras nunca antes vistas en la historia nacional la producción y exportación de Fernet, y los ingresos por turismo de montaña y cataratas.
El siguiente paso en este proyecto, siguiendo la ruta trazada por Artigas 197 años antes, sería la conquista de Paraguay, que nuevamente aumentaría sensiblemente nuestro territorio y población; pero, sobre todo, prácticamente nos aseguraría el monopolio sobre los cultivos de yerba y cannabis en Sudamérica, nos daría virtual control sobre la hidrovía, y nos posibilitaría generar el corredor Chuy-Ciudad del Este, especializado en turismo de compras. Todas estas posibilidades nos abriría la suma del ex Paraguay, ahora llamado Provincia Hernandarias.
Podrá parecer descabellado. Incluso… ¡tal vez sea descabellado! Pero también sonaba descabellado que un “faquir semidesnudo” (¡gracias, Winston Churchill!) liderara con éxito el movimiento independentista en la India… ¿Y?, ¿qué pasó?...
Es más, con lo que nos aprecian y respetan los argentinos en general, y los porteños en particular, no solo los tomaríamos por sorpresa, sino que luego no estarían mucho tiempo enojados con nosotros; sobre todo cuando entiendan que ir a Carlos Paz sería lo mismo que venir a Punta del Este hoy en día.
Puede ser que esté quedando medio loco… pero me imagino el Centenario repleto, cantando “Soy celeste/soy celeste/celeste soy yo” con acento cordobés, o jugando por eliminatorias contra Brasil en el Gigante de Arroyito, y me emociono. Por eso, hoy más que nunca cierro esta columna exclamando orgulloso: ¡Che ha’e… uruguayo!

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