Emily Pankhurst
Simone de Beauvoir
Sufragista
El
14 de julio de 1789 el pueblo francés toma La Bastilla y pone fin a
la vieja monarquía absoluta. El mes siguiente es aprobada la
Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano bajo la consigna
“Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Pese a su pomposa declaración
de universalidad, dicha declaración dejaba fuera de la categoría de
ciudadano a la mitad (más o menos) de la población francesa: las
mujeres no eran ciudadanas.
En
1791, Olympia de Gouges, la matriarca del Feminismo, lanzaba como
respuesta la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana.
Terminó guillotinada en noviembre de 1793. En 1848 y al otro lado
del Atlántico, una convención de mujeres estadounidenses culminó
su encuentro con una proclamaba en el que reclamaban el derecho al
voto. De las 68 firmantes de la proclama, solo una, Charlotte
Woodward, pudo ejercer el derecho al voto… 71 años después, luego
de que aprobara una Enmienda Constitucional para reconocer el derecho
de las mujeres a votar y ser votadas. En el interín, muchas
feministas, a ambos lados del Océano, fueron encarceladas y debieron
exiliarse de sus países por manifestarse y reclamar algo tan
sencillo como el derecho al voto.
En
América Latina, Uruguay fue el primer país en reconocer dicho
derecho, con la reforma constitucional de 1917. Lo siguieron Brasil
en 1932, Chile en 1934, y Argentina en el 47’.
En
1949, la filósofa francesa Simone de Beauvoir publica su libro “El
segundo sexo”, y con la simple
genialidad de la frase “no se nace
mujer, se llega a serlo”, desata
la segunda ola de feminismo. Se trata de un pormenorizado estudio de
lo que significa ser mujer, en el que abarca disciplinas como la
Historia, Antropología, Sociología, Biología y Psicología. Su
conclusión, resumida en la frase citada, es que más allá del hecho
biológico del sexo, la idea que se tiene de lo que debe ser –o
como debe ser- una mujer: coqueta, delicada, fina, bella, tierna,
abnegada; responde a una construcción cultural, socialmente armada,
en el que la mujer siempre ha estado en función de un “Otro”:
marido, hijo(s), padre, familia.
Por
tanto, ella propone deconstruir esa identidad, o identidades
asignadas, y que cada mujer construya su propia identidad, desde
criterios propios. Inmediatamente, la Iglesia Católica lo incluyó
entre su índice libros prohibidos, siendo uno de los últimos en
gozar de tal distinción.
Es
a partir de su trabajo que se comienza el trabajo sobre un nuevo
concepto analítico: el Género, distinto al del sexo. Mientras éste
último es un hecho biológico, el género es una construcción
socio-histórica, que en base a determinadas características
–incluidas las biológicas- asigna roles a hembras y varones de la
especie humana.
De
esta manera, el feminismo, que se suponía agotado una vez las
mujeres occidentales lograron el derecho al voto y a ser votadas,
cobra nueva fuerza, al echar luz sobre otras situaciones de
desigualdad que no tienen nada de “naturales”, sino que, por el
contrario, son producto de diferencias culturales naturalizadas hacia
adentro de cada sociedad.
Sin
lugar a dudas se ha avanzado mucho desde entonces. Hoy, en Occidente,
no se cuestiona el derecho al voto femenino, ni a que trabajen, ni
que estudien, ni están supeditadas toda su vida a la autoridad de
algún hombre (padre, marido, hermano, sacerdote), y todo está
consagrado por vía legal. Esto hace pensar que la igualdad de
derechos existe porque así lo establecen la Constitución y las
leyes. De hecho, hasta hace unos años, yo lo pensaba así.
Sin
embargo, la ley, no tiene “efectos mágicos”. Por sí sola no
cambia sociedades, ni prácticas culturales que están sostenidas
sobre siglos y siglos de repeticiones y por la fuerza de la costumbre
que las naturaliza.
Ejemplos
varios:
-
Votar no significa ser votada. A nivel mundial, menos del 25% de las bancas legislativas son ejercidas por mujeres, y menos del 20% de titulares de ministerios lo son.
-
En el mundo, la pobreza tiene rostro de niño y de mujer. La mayoría de hogares pobres tiene al frente a una mujer jefa de hogar.
-
Un estudio realizado en 83 países demuestra que en la actividad privada, a igual tarea y cargo, las mujeres perciben entre un 10 y un 30% menos del salario que sus compañeros.
-
Muchas más mujeres que varones son universitarias hoy en día...pero están subrepresentadas en los cargos de mayor prestigio académico. Lo mismo pasa en cámaras empresariales y sindicatos.
-
Ni que hablar de las cifras de violencia doméstica en el mundo. O las cifras de trata y tráfico de personas.
Por
todo ello, y como varón feminista que me considero, me rechina
cuando se cuestiona al Feminismo o se ponen determinados “peros”
acerca de los reclamos del feminismo contemporáneo.
Es
cierto: hay
mujeres que son violentas y ejercen violencia.
También hay mujeres que llegan a cargos de ministras, de
presidentas: de un país, de un Parlamento, de un sindicato, de una
empresa. Y también es cierto que dentro entro del feminismo actual
hay
posiciones exacerbadas y radicalizadas...
y personas taradas, como en todo grupo humano.
Hoy
no es fácil reconstruirlo, pero seguramente, también entre las
sufragistas de comienzos del Siglo XX había posiciones exacerbadas y
radicales. Y eran
acusadas de ser agitadoras, provocadoras,
de “rompe hogares”, de ir contra de las tradiciones. Es que como
escribió García Márquez: la historia es circular.
Pero
cuando
los datos globales en un sentido son tan contundentes,
demuestran que más allá de los casos individuales de éxito (o
de terror como en el ejercicio de la violencia)...
hay cuestiones sistémicas y estructurales de fondo, que arrojan los
resultados mencionados.
Por
ello, me parece que cuestionar al feminismo, genéricamente y al
boleo, porque hayan planteos exacerbados y tarados, es como acusar de
terroristas a Mandela y al Congreso Nacional Africano porque alguna
vez cometieron hechos de violencia para resistir el apartheid en
Sudáfrica.
Y
es, sobre todo, desconocer las razones históricas por las que surge
el feminismo, y las desigualdades persistentes, estructurales, que
pese a los mucho a avances registrados, aún hoy existen.
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