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domingo, 26 de agosto de 2018

¿Yo?… Uruguayo: celebración de la Independencia. Por Rodrigo Tisnés



El 25 de agosto de 1825, los patriotas orientales, reunidos en asamblea en la ciudad de Florida (unos 100 kilómetros al norte de Montevideo) decretaron “írritos, nulos, disueltos y sin ningún valor” los lazos que hasta entonces mantenían a la por entonces Banda Oriental –o Provincia Cisplatina, como nos haa llamado portugueses primero, y luego los brasileños- sometida desde aproximadamente 1820.
Si bien la fecha se presta a la polémica, debido a que en su artículo 2º los asambleístas, en cumplimiento del ideario artiguista, declaraban la unión de los orientales a las Provincias Unidas del Río de la Plata; con el paso de los años, el día ha quedado instituido como el “Día de la Declaratoria de la Independencia”, del cual el sábado pasado se cumplieron 193 años.
Incluso, más recientemente (en los últimos 30-40 años) conjuntamente con el festejo por la “independencia”, se ha sumado otra fiesta, de invención exclusivamente uruguaya: la Noche de la Nostalgia, que se celebra el 24 de agosto, previa del feriado del 25.
En Buenos Aires, la tan cercana y parecida, la segunda ciudad uruguaya del mundo por cantidad de compatriotas viviendo en ella, todos los años la Embajada uruguaya organiza el festejo patrio con una convocatoria multitudinaria a la colectividad, que se lleva a cabo en la propia residencia del Embajador.
De este modo, centenares de uruguayos residentes en la ciudad de Buenos Aires, el conurbano, y localidades más lejanas como La Plata, se juntan (nos juntamos) para celebrar la nostalgia agridulce de estar tan cerca y a la vez tan lejos, y disfrutar del reencuentro con nuestra música y costumbres. Es una fiesta donde “naides es más que naides”, en la que el Embajador se confunde en un abrazo emocionado con el portero de un edificio del Once y conversa animadamente con un jubilado y una comerciante. Una fiesta a la que todos los asistentes van vestidos con sus mejores pilchas, engalanando con mansa sencillez el edificio y el entorno, y en la que se canta el himno con una emoción para mi desconocida cuando vivía al otro lado del río.
Es, además, una fiesta de integración, porque además del himno uruguayo, se entonan las estrofas del himno argentino, y en los discursos diplomáticos se recuerda tanto la voluntad de unión expresada, como los múltiples lazos históricos, culturales, económicos y geográficos que nos unen y nos seguirán uniendo.
Este año, el discurso de la Cónsul tuvo un tono especialmente reivindicativo respecto a los uruguayos que integramos la diáspora, en el sentido de que, estemos donde estemos, seguimos siendo uruguayos, y como tales, miembros necesarios de la colectividad política y espiritual que forma parte de lo que podría resumirse como “Nación”.
También hubo una serie de merecidos homenaje a compatriotas destacadísimos: el jockey Pablo Falero, el exjugador de Independiente, Elbio Ricardo Pavoni, y a Cristina Zitarrosa, hermana del gran Alfredo, y directora de Casa Zitarrosa, que este año está cerrando sus actividades acá, porque se están volviendo a Montevideo.
El cierre fue a pura música, con murga (uruguaya), candombe y plena… en resumen, una celebración 100% uruguaya, en pleno centro de Buenos Aires.


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