Aldous Huxley tenía una suerte de obsesión con la integración de los saberes. Claro, estamos hablando de las primeras décadas del siglo pasado, aunque sustentaba su argumentación en experiencias fracasadas que se arrastraban desde siglos antes.
-Si ese proceso de integración no se establece ni mantiene –escribió en “La situación humana”, casi al final de su vida- es la única forma de explicar cómo una persona como yo, que tiene lo que podría llamarse una ignorancia enciclopédica en muchas disciplinas, puede ser útil para importantes universidades de enseñanza especializada, pues, como literato, puedo llegar a reunir una cantidad de temas y mostrar las relaciones que hay entre ellos.
Para que se entienda este prólogo, ahora paso a recientes declaraciones del Ministro de Educación de nuestro país, doctor Pablo Da Silveira, que se refieren a una cuestión que preocupa mucho y sobre la que, todavía, no se ha encontrado la forma de resolverla. Y esta cuestión tiene mucho que ver con la visión de Huxley.
-La manera en que se están haciendo las cosas –contestó a periodistas de Búsqueda- tiene altos costos. Un ejemplo: la repetición en sexto año de Primaria hace muchos años que está debajo del 1%, y la repetición en primer año de Secundaria y UTU ha estado largo tiempo en el entorno del 20%. ¿Cómo se explica que alumnos que en diciembre terminaron con notas de suficiencia, al año siguiente fracasaron con semejante frecuencia? La razón es que Primaria y Secundaria y UTU son dos mundos que nunca dialogaron lo suficiente en lo curricular, y en el caso de la educación media, se presumió que ciertas cosas iban a lograrse en la escuela. Un paquetito con todo areglado.
Liso y llano: el enorme problema de los saberes separados o no integrados como se debe.
He rescatado de lo escaso que el ciudadano común ha logrado saber del proyecto de reforma educativa, este dato objetivo: se ha elegido como una de las prioridades a “la Educación Básica Integrada”, que en buen romance significa una forma de incluir los tres primeros años de Secundaria como una continuidad del programa de Primaria.
Estoy refiriéndome, ya lo sé, apenas a un aspecto de una reforma muy compleja. Es sobre lo que, al menos, hay información sustentable. Y es, además, un aspecto en mi opinión medular, sobre el que ya he escrito en el pasado reciente en abundancia.
La pregunta que me acosa es simple e incómoda: ¿cuál ha sido la razón de demorar tanto en llegar a este acuerdo que supone muy resaltables beneficios? ¿Falta de información? ¿Falta de elementos, profesionales o estructurales? ¿Tenemos un diseño curricular más propio del siglo pasado, como dijo el ministro en parte de sus aludidas declaraciones?
No daré discusión al respecto. Todo eso puede estar en el puchero a la española en que se ha convertido la enseñanza uruguaya para contribuir a la destrucción intelectual y moral de la sociedad nacional.
Sí diré –y no será la primera vez- que grandes responsables del atraso son los llamados “sindicatos docentes”, en realidad uniones de trabajadores ideologizados y dogmáticos, que representan siempre menos de la tercera parte de los docentes activos y dignos de su delicada labor, aunque sean, en los hechos, ¡y vayan que lo son!, una muy buena fuerza de choque para meterse entre los resquicios de la autoridad, y hasta a veces alentados por parte de ella, para poner todos los palos posibles en cualquier rueda que no vaya en la dirección que le han mandato su populismo y su terquedad para que lo moderno, liberal, ya experimentado y positivo no avance ni un centímetro sin alguna manifestación, algunas pancartas, discursos gramscianos y paros inadmisibles que siempre terminan perjudicando a los supuestos sujetos de la educación: el niño, el adolescente, el joven.
Ojalá se haga realidad la reforma sin intromisiones indebidas ni líos discursivos al santísimo cohete. Hace falta un acuerdo, al menos un consenso. Basta de cohetería verbal deplorable. Basta de pensar sólo en la forma de ganar las próximas elecciones.
He escrito para que usted, lector, sin necesidad de darme la razón sino obligado a ejercer su propio pensamiento crítico libre, nos ofrezca su aporte. Nada más.
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