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lunes, 19 de junio de 2023

EL MISTERIO DEL AGUA COLUMNA DE ANTONIO PIPPO PEDRAGOSA

 

Al momento en que se publiquen estas líneas quizás se haya hecho la luz o, quizás, estamos aún más inmersos en la confusión que hoy, al menos a los ciudadanos, nos rodea.

A mi modesto juicio, ha transcurrido demasiado tiempo desde que comenzó a hablarse de “la crisis de agua”. Fue cuando advertimos que la extendida sequía no sólo generaba problemas a la producción del campo, con las consiguientes consecuencias económicas, sino que, además, nos plantaba delante de una cuestión que pocos esperaban: problemas para el abastecimiento de agua potable, que se hacen más complejos cada día en que no caen lluvias suficientes en los sitios clave.

El misterio al que, de forma metafórica, alude el título de esta columna, refiere a la actitud asumida por el gobierno y los técnicos a los que ha acudido para resolver la situación. Si uno compara la decisión, rapidez y eficacia con que se respondió ante la terrible pandemia del corona virus, el ir y venir de ahora, las teorías que se contradicen y la información, que no debiera ser espasmódica y nebulosa sino clara y precisa, acerca de las soluciones viables a las que acceder con más rapidez, interpela con dureza a los responsables.

Reuniones de supuesta coordinación las ha habido. También información sobre causas y efectos, incluyendo el inconveniente que se agrava de modo cotidiano, de la incorporación de iodo –y vaya a saberse qué otros químicos- a un agua que ya no es potable y cuyo consumo se desaconseja categóricamente. Los botellones y recipientes menores de agua mineral cada día alcanzan menos para sustituir a lo que salía, y todavía lo hacen para baños, lavados, etcétera, desde los queridos grifos del sistema de OSE. Es más: ya han aparecido opiniones de médicos desaconsejando también los baños, por el teórico daño que esa agua “retocada” pueda producir a la piel humana.

En medio de este escenario, oscuro, sin dudas, siguen las reuniones, los debates entre supuestos especialistas de distintas disciplinas y hasta se ha llegado, en una suerte de acto de desesperación, a perforar en dos lugares del Parque Batlle para extraer agua utilizable; nadie sabe con exactitud por qué esa elección. Algo es algo, diría el paisano, pero la verdad es que la cantidad del preciado líquido que desde allí pueda sacarse, frente a las crecientes necesidades, es mínima. Por cierto, hay –algunos vienen de lejos, descansando en cajones de las autoridades competentes- otros proyectos. Pero, claro, la cosa es el tiempo que insuma sacudir su polvo, resolver su construcción y la inversión necesaria, que es lógico suponer bastante comprometedora en estos momentos para la economía nacional.

Sigo pensando, mientras espero hechos que me pongan en mi lugar y me desmientan, que el problema superó las posibilidades inmediatas del Poder Ejecutivo. Ignoro por qué, apenas reconocida la crisis, no se tuvo la misma velocidad y certeza en la constitución de un grupo de los técnicos más capacitados y prestigiosos, como se hizo cuando la pandemia, para que abordaran dos responsabilidades vitales: estudio serio del problema, propuesta de soluciones –de aplicación inmediata o progresiva- e información al público para llevar serenidad y conciencia acerca de a qué nos enfrentamos, junto a sugerencias precisas a tener en cuenta en tanto no se logre –incluso si llegan las esperadas y caprichosas lluvias a las cuencas- disolver el asunto.

Me preocupa especialmente la información: uno recorre los medios y en todos encuentra declaraciones contradictorias, propuestas que llegan y se retiran, planes cuasi alocados sin que nadie sepa de qué afiebrada mente salieron, a lo que habría que añadir por influjo de las, en este caso sobre todo, las influyentes y dañinas redes sociales.

Concluyo: estamos ante un monumental problema. Mientras termino estas reflexiones, se supone que quienes deben hacerlo están trabajando ya en torno a posibilidades serias y de rápida aplicación.

Ojalá deba meterme mucho de lo que he dicho donde mejor me quepa; pero temo por el futuro inmediato o, peor aún, por el ahora y aquí.



Antonio Pippo nació en Argentina y su familia se mudó a San José siendo aún un niño. Viene ejerciendo el periodismo desde hace sesenta y tres años: prensa , radio, televisión. Fu director de informativos de todos los canales de televisión, públicos y privados. Ha escrito y publicado varios libros. Estudioso del tango, es también artista y participa y ha dirigido espectáculos como empresario durante años.

Son clásicas las columnas que publicó durante años en el semanario Búsqueda y aún en la Agencia Mundial de ensa.

Ha sido docente de periodismo de opinión en la Universidad ORT.


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