Hugo Giovanetti Viola
para
Martha Argerich
Escena
1 / INT. DÍA
Martha,
descalza y en piyama, abre la puerta de su dormitorio y llama a
Cristina, que está pasándole el trapo al corredor.
Martha:
Haga mi cuarto si quiere, Cristina. Esta mañana no voy a estudiar.
Corte.
Cristina, una mujer de humildad dolida y digna, entra al
cuarto y encuentra a la muchacha hojeando un libro en la cama.
Martha:
Se suspendió el concierto.
Cristina:
¿Cuándo? Porque yo anoche escuché la propaganda en la televisión.
Martha:
Acabo de mandar un mail al Conrad para suspenderlo. Mis padres
todavía no saben nada. ¿No podríamos tomar unos matecitos? Por
favor.
Cristina
(sonriendo para disimular la alarma): Cómo no. Ya lo preparo.
Escena
2 / INT. DÍA
Martha
(sentada frente al piano que hay en su dormitorio): Lo que me
pone loca es que me estén esperando como si fuera el Papa. Llevo
casi siete años yirando por todos los continentes y no tengo ni
novio ni amigos ni tiempo para ir al cine. Pero en Ezeiza nos
encajaron cuatro horas de espera y me compré este libro y me mató.
¿No escuchó hablar de Crimen y castigo de Dostoiesvki?
Cristina
(alcanzándole un mate): Creo que sí.
Martha:
Es un estudiante que piensa que puede matar a una vieja de mierda y
no sentirse mal. ¿Me entiende?
Cristina:
Más o menos.
Martha:
Y yo estoy tan loquita que pensé que lo único prohibido que podía
hacer en mi vida era suspender este concierto. Y entonces les avisé
que me acababa de lastimar un dedo y dejé a todo el Uruguay
esperando a la genia celeste. Ahora los tarados de la tele ya me
empezaron a llamar la Forlán y todo.
Cristina:
Bueno, yo por lo menos me doy el lujo de escucharla ensayar.
Martha:
Es que a mí Mozart nunca me quiso. En cambio tocar Bach o Prokofiev
es como andar en lancha, desde que soy chiquita. Pero hay gente que
no nos quiere ni aunque se lo pidamos de rodillas.
Cristina:
Hay tantas cosas raras.
Martha:
Lo más horrible es que yo ya ni me doy cuenta de si creo en Dios o
no.
Cristina:
Yo con Dios estoy peleada desde que se me ahogó mi hija en la
playa.
Martha:
Pero el personaje de Dostoievski siente que está matando a
Dios. Y que a nadie le importa.
Cristina:
Bueno, a mí ya se me hizo tarde. Le dejo la comida preparada y me
voy enseguida.
Martha:
Ta. Ahora mismo les aviso a mis padres y al director de la sinfónica
para que me dejen terminar de leer la novela en paz. Y mañana me
despierto a la misma hora que hoy. Quiero correr un rato por la
rambla.
Escena
3 / INT. NOCHE
Martha
deja la novela sobre la mesa de luz y se pone a pelar una
manzana.
Martha
(mirando el techo después de rumiar lacrimosamente un bocado y
tragar): ¿Por qué no me querés? Que la genia celeste toque en el
Conrad le importa a todo el mundo, pero a vos no te importa que yo no
tenga vida. ¿Por qué no querés entrar de verdad al Andante si me
estoy volviendo loca para repartir tu vida, carajo?
Escena
4 / INT. DÍA
Cristina
golpea suavemente la puerta del dormitorio de Martha, con
el termo y el mate.
Cristina:
Ya son las ocho, Martha.
Martha
(abriendo con un dedo vendado): Estoy desvelada hace horas.
Cristina
(mirando el plato con las cáscaras y el cuchillo manchados de
sangre): ¿Qué le pasó?
Martha
(sentándose en el taburete del piano, de espaldas al teclado):
Anoche soñé que alguien tocaba el timbre y me hice tanto la cabeza
que terminé cortándome un dedo. A propósito.
Cristina:
¿Y qué va a hacer con el concierto de Buenos Aires?
Martha:
Me olvidé que era el otro domingo. Pero lo más seguro es que
cicatrice.
Cristina:
¿Y ayer su madre cómo lo tomó?
Martha:
Ah. Me dijo lo más pancha que me desinfectara bien y además le
encantó la noticia, porque el concierto era a la misma hora que el
desfile de Giordano. Ella prefiere eso.
Cristina
(vichándole la venda a la muchacha): Y hoy en la tele son
capaces de bobear con que la Forlán se lastimó en la
práctica. ¿Cómo se llama lo que iba a tocar?
Martha:
El Concierto Nro 21 para piano y orquesta de Mozart.
Cristina:
¿Sabe que ayer no me animé a decirle que cada vez que toca la parte
lenta siento que mi hija está viva? Es divino.
Suena
el timbre y Cristina sale corriendo a atender mientras Martha
estira la mano sana para acariciar el teclado.
Escena
5
Cristina:
Y cuando el tipo me dijo que venían desde el Conrad para asegurarse
de que no le había pasado nada yo casi me desmayo. Pero después que
le expliqué lo del dedo me pidió que la dejara descansar tranquila.
Ahora se iba a buscar a su representante al aeropuerto.
Martha:
Pero yo le mandé un mail, carajo.
Cristina:
Dijo que no recibieron nada. Y que la llamaron por teléfono todo el
día y al final se asustaron.
Martha:
Se ve que el director de la orquesta ni se comunicó con ellos. Y lo
increíble es que yo me corté pensando que iban a venir a buscarme
para ver si era verdad lo de la lastimadura.
Cristina:
¿Cómo iban a hacer eso, muchacha?
Martha:
¿Quiere que toque la melodía del Andante?
Cristina:
Por favor.
Martha
(después de tocar las primeras notas con la mano derecha): Pa.
Lo del sueño fue rarísimo. Fue como si hubiese mandado un mail al
otro mundo y me lo contestaran.
Cristina
(mientras le alcanza un mate sonriendo): Disculpe que me meta,
pero a mí me parece que Mozart la quiere.