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jueves, 7 de mayo de 2015

PASO A LA NOSTALGIA. "Borocotó, borocotó, chas, chas". Por Julio Dornel




Es curioso comprobar los cambios experimentados en algunos puntos del país con motivo de las festividades de carnaval. Aunque todos ellos vayan dejando huellas transitorias o definitivas entre la población, es evidente que se trata de manifestaciones populares que de alguna manera se han arraigado en el sentimiento de la población.
El periodista olimareño Sergio Sánchez Moreno, radicado en Maldonado, durante algunos años, ha sido el autor de un artículo titulado LLAMADAS EN SAN CARLOS y dedicado a la generación Lubola 2007 y a todas las llamadas que participaron en el barrio Palermo de esa localidad. “Borocotó, Borocotó, chas, chas. Coronando la cuesta de la avenida viene el estandarte anunciando la inundación de ríos de banderas gigantes que ondulan al cielo de la noche de llamadas en San Carlos.
La gente se arracima para verles y vibra con el sonar, todavía lejano de los tambores, mientras los niños hacen la noche intentando capturar el duende que habita entre las ondas de las telas lilas y amarillas. Ha pasado un año desde la última llamada y hay hambre en la gente de ver pasar ahora, ya vestidos para la fiesta, a sus vecinos que el resto del tiempo son, hijos , padres y abuelo, son maestros, empleados de comercio y médicos, desempleados, estudiantes o administrativos, porteros, gerentes o profesan los oficios más antiguos en el tiempo.

BOROCOTO, BOROCOTO, CHAS, CHAS...
La calle se vuelve angosta, bajamos la vereda y dejamos de estar sentados porque un aluvión de mirones de último momento intentan ubicarse delante de los que se tomaron el trabajo de estar desde hace varias horas ocupando la primera fila. Los que no pueden pasar, mandan sus hijos a copar la zona del cordón de la vereda. Las aguas danzantes de los porta banderas van dando lugar al cuerpo de baile que viene antecedido por otros niños del carnaval, los que bailan.
Muchísimas niñas y algún barón que ya muestran como el ritmo se lleva en la sangre, hermosos en sus trajecitos, bailan a todo dar y cosechan encendidos aplausos de la platea. Desde los tamboriles, la percusión se traslada de la lonja a la madera y en el público la llamada se llena de palmas. La gente vuela y haciendo ritmo se siente de color...amarillo, lila, tonos de la generación que invaden la hermosa noche de San Carlos. Borocoto.... los tamboriles vuelven a llamar, Borocoto, el cuerpo de baile se tensa, Borocoto.. las banderas se preparan y la noche estalla. Las bailarinas tienen sus cofradías, hay grupos muy jóvenes con algún acompañante, seguidas por las más experientes que sin mallas, de vestidos largos y escotes amplios, ondulan la noche y bailan, pidiendo que estos minutos sean eterno, las bailarinas van enamoradas de la danza, van sin mirar, en realidad viajan adentro de las notas del tamboril. El príncipe que baila con la reina es siempre un consumado bailarín que mueve pies, caderas y cintura con enorme plasticidad, ampara y acompaña su danza a la soberana y con su arte impecable la realza. Ella parece que flotara, sus manos suben y bajan como si se desplazara gracias a esos remos imaginarios en el mar del sonido de los tambores.
El curandero nos reclama, con sus tambores, su maletín cargado de yuyos, revelando el conocimiento profundo de esa farmacia que solo él conoce y que está en la naturaleza; grandes anteojos, bastón, galera y la barba que lo ennoblece, porque en este mundo de las llamadas se respeta a los que saben y se rinde tributo a los que tienen la sabiduría de los años. A su lado viene ella, meta abanicarse, hermosa siempre. Dicen que la mama vieja es la que representa la eterna juventud.

Borocotó...Borocotó...Borocotó
El piso se parte ante la cuerda. Van metidos en el ritmo, sus pasos asemejan a un renguear continuo, llevando un chico, dos o tres repiques y uno o dos pianos. En la calle los niños juntan los últimos retazos de los viejos ritmos nuevos que recién desparramó la generación ..pero no les queda mucho tiempo porque ya se divisan, borocotó, borocotó, borocotó coronando la cuesta de la avenida.”

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