Con
el surgimiento del movimiento de los autoconvocados, asistimos en
Uruguay a una nueva muestra de un fenómeno que, en lo particular, me
resulta preocupante.
Lo
preocupante no es el movimiento. Aunque parezca de Perogrullo, vale
aclararlo, especialmente en esta época de redes sociales y 140
caracteres, en que como especie parecemos haber perdido cierta
capacidad de abstracción de las ideas complejas. La protesta social,
el reclamo, el “derecho al pataleo”, es uno de los principios
básicos de la democracia, y uno de los puntos de diferenciación con
las dictaduras. Se podrá estar individualmente de acuerdo, acordar
en parte, o estar en total desacuerdo… pero la protesta social
siempre es legítima.
Lo
que me resulta preocupante es la declaración-aclaración de que la
manifestación y movilización “no es
política”.
Tal
vez el equivocado sea yo, pero tengo entendido que los miles de
personas que se juntaron a fines de enero en Durazno a las cuatro de
la tarde, en un día de bastante calor… no eran un grupo de
adoradores del Sol, ni de danzas folklóricas, ni de amigos que se
juntaron a compartir un asado.
Por
el contrario, era
un grupo, bastante heterogéneo de
productores rurales (y tal vez algunos comerciantes) con intereses y
perfiles diversos, que se encontró
en el centro del país, para reclamar al
actual gobierno una suerte de plataforma
elaborada en función de una serie de reclamos que tienen en relación
a dificultades por las que atraviesa su sector en este momento.
Incluso, esa plataforma va más allá y reclama, en forma genérica,
que se baje el “costo del Estado”.
Y
si se trata de un grupo de personas que cruzó medio país para
acompañar y apoyar un movimiento que le reclama al Estado y al
gobierno ciertas medidas concretas… francamente, no veo como tiene
forma de no ser política.
Volviendo
a la pérdida, o supuesta pérdida, de capacidad de pensamiento
abstracto que comentaba anteriormente: afortunadamente, me siento
capaz de distinguir, conceptualmente, las
categorías “político”
y “político-partidario”.
Nadie me lo ha dicho expresamente, pero intuyo que cuando el
movimiento de los autoconvocados dice que no es “político”, en
realidad están diciendo que no son un movimiento
“político-partidario”. Suena
parecido, pero no es lo mismo.
Esta
confusión conceptual no es nueva. De
hecho, una parte de la culpa es de los propios partidos políticos,
que de alguna forma, tienen una tendencia a monopolizar la actividad
política en cada Estado democrático. La
propia lógica del funcionamiento de la democracia representativa los
lleva a esto, desde el momento en que
la elección de representantes políticos al Parlamento y a ciertos
cargos ejecutivos se hace mediante el voto a candidatos que se
presentan y postulan por medio de un partido político.
Sin
embargo, esta tendencia no es absoluta.
Con el surgimiento de la democracia de masas (es bueno recordar que
hasta entrado el siglo XX, en casi todo el mundo la mayor parte de la
población estaba excluida del ejercicio de la ciudadanía política),
lleva a lo que en día en Ciencia Política se define como
“poliarquías”, esto es, democracias pluralistas, con diversidad
de partidos políticos y de actores con intereses políticos, que
intervienen en la arena política, no a través de la competencia
electoral, sino de su capacidad –diversa- de generar influencia, de
movilizar personas y recursos. En suma: de
incidir en la agenda POLÍTICA. Tenemos
en este grupo de instituciones y organizaciones a: sindicatos,
cámaras empresariales, multinacionales, iglesias (de todo tipo de
credo), ONG’s (de jubilados, ambientales, de género, de
consumidores, de celíacos, etc), universidades, asociaciones
barriales y grupos de vecinos.
Robert
Dahl, el principal teórico del concepto de poliarquía, expresaba
que para que un sistema político democrático funcione
correctamente, no sólo deben realizarse elecciones libres,
periódicas y competitivas; sino que también, por fuera de esta
lógica electoral, los ciudadanos deben poder formular y expresar sus
preferencias, ya sea mediante la acción individual o colectiva.
En
ese sentido, más afinado y preciso de lo que son las democracias
modernas, el movimiento de autoconvocados entra de lleno en la misma,
por tanto: ¡bienvenidos a la política!
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