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viernes, 9 de febrero de 2018

Autoconvocados y Política (I) Por Rodrigo Tisnés




Con el surgimiento del movimiento de los autoconvocados, asistimos en Uruguay a una nueva muestra de un fenómeno que, en lo particular, me resulta preocupante.
Lo preocupante no es el movimiento. Aunque parezca de Perogrullo, vale aclararlo, especialmente en esta época de redes sociales y 140 caracteres, en que como especie parecemos haber perdido cierta capacidad de abstracción de las ideas complejas. La protesta social, el reclamo, el “derecho al pataleo”, es uno de los principios básicos de la democracia, y uno de los puntos de diferenciación con las dictaduras. Se podrá estar individualmente de acuerdo, acordar en parte, o estar en total desacuerdo… pero la protesta social siempre es legítima.
Lo que me resulta preocupante es la declaración-aclaración de que la manifestación y movilización “no es política”.
Tal vez el equivocado sea yo, pero tengo entendido que los miles de personas que se juntaron a fines de enero en Durazno a las cuatro de la tarde, en un día de bastante calor… no eran un grupo de adoradores del Sol, ni de danzas folklóricas, ni de amigos que se juntaron a compartir un asado.
Por el contrario, era un grupo, bastante heterogéneo de productores rurales (y tal vez algunos comerciantes) con intereses y perfiles diversos, que se encontró en el centro del país, para reclamar al actual gobierno una suerte de plataforma elaborada en función de una serie de reclamos que tienen en relación a dificultades por las que atraviesa su sector en este momento. Incluso, esa plataforma va más allá y reclama, en forma genérica, que se baje el “costo del Estado”.
Y si se trata de un grupo de personas que cruzó medio país para acompañar y apoyar un movimiento que le reclama al Estado y al gobierno ciertas medidas concretas… francamente, no veo como tiene forma de no ser política.
Volviendo a la pérdida, o supuesta pérdida, de capacidad de pensamiento abstracto que comentaba anteriormente: afortunadamente, me siento capaz de distinguir, conceptualmente, las categorías “político” y “político-partidario. Nadie me lo ha dicho expresamente, pero intuyo que cuando el movimiento de los autoconvocados dice que no es “político”, en realidad están diciendo que no son un movimiento “político-partidario”. Suena parecido, pero no es lo mismo.
Esta confusión conceptual no es nueva. De hecho, una parte de la culpa es de los propios partidos políticos, que de alguna forma, tienen una tendencia a monopolizar la actividad política en cada Estado democrático. La propia lógica del funcionamiento de la democracia representativa los lleva a esto, desde el momento en que la elección de representantes políticos al Parlamento y a ciertos cargos ejecutivos se hace mediante el voto a candidatos que se presentan y postulan por medio de un partido político.
Sin embargo, esta tendencia no es absoluta. Con el surgimiento de la democracia de masas (es bueno recordar que hasta entrado el siglo XX, en casi todo el mundo la mayor parte de la población estaba excluida del ejercicio de la ciudadanía política), lleva a lo que en día en Ciencia Política se define como “poliarquías”, esto es, democracias pluralistas, con diversidad de partidos políticos y de actores con intereses políticos, que intervienen en la arena política, no a través de la competencia electoral, sino de su capacidad –diversa- de generar influencia, de movilizar personas y recursos. En suma: de incidir en la agenda POLÍTICA. Tenemos en este grupo de instituciones y organizaciones a: sindicatos, cámaras empresariales, multinacionales, iglesias (de todo tipo de credo), ONG’s (de jubilados, ambientales, de género, de consumidores, de celíacos, etc), universidades, asociaciones barriales y grupos de vecinos.
Robert Dahl, el principal teórico del concepto de poliarquía, expresaba que para que un sistema político democrático funcione correctamente, no sólo deben realizarse elecciones libres, periódicas y competitivas; sino que también, por fuera de esta lógica electoral, los ciudadanos deben poder formular y expresar sus preferencias, ya sea mediante la acción individual o colectiva.
En ese sentido, más afinado y preciso de lo que son las democracias modernas, el movimiento de autoconvocados entra de lleno en la misma, por tanto: ¡bienvenidos a la política!








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